Plinio Corrêa de Oliveira

Nobleza

y élites tradicionales análogas en las alocuciones de Pío XII al Patriciado y a la Nobleza romana

 

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Editorial Femando III, el Santo

Lagasca, 127 - 1º dcha.

28006 — Madrid

Tel. y Fax: 562 67 45

Primera edición, julio de 1993.

Segunda edición, octubre de 1993

© Todos los derechos reservados.


NOTAS

Algunas partes de los documentos citados han sido destacadas en negrita por el autor.

La abreviatura PNR seguida del número de año y página corresponde a la edición de las alocuciones de Pío XII al Patriciado y a la Nobleza romana publicadas por la Tipografía Políglota Vaticana en Discorsi e Radiomessaggi di Sua Santitá Pió XII cuyo texto íntegro se transcribe en Documentos I.

El presente trabajo ha sido obtenido por escanner a partir de la segunda edición, octubre de 1993. Se agradece la indicación de errores de revisión. 


Capítulo II

Situación de la Nobleza italiana en el Pontificado de Pío XII

El alcance universal de las Alocuciones al Patriciado y a la Nobleza romana

 

1. ¿Por qué tratar especialmente de la Nobleza italiana?

Los “trombettieri” de la Guardia Noble Pontificia, con las famosas trompetas de plata, que anunciaban la IIegada del Sumo Pontífice.

En 1947 la Constitución de la Italia republicana declaró abolidos los Títulos nobiliarios. [1] Se asestó así el último golpe a la situación jurídica de una clase milenaria, hoy en plena existencia como realidad social, y quedó creado un problema social complejo en todos sus aspectos.

Ya se hacía notar esta complejidad en los antecedentes de la cuestión. Al contrario de lo que ocurre en otros países europeos —Francia y Portugal, por ejemplo— la composición de la Nobleza italiana es muy acentuadamente heterogénea. En efecto, antes del movimiento de unificación política ocurrido durante el siglo pasado en aquella península, los títulos de Nobleza eran concedidos por cada uno de los soberanos que ejercieron su poder sobre las diversas partes del territorio italiano: Emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico, Reyes de España, de las Dos Sicilias, de Cerdeña, Grandes Duques de Toscana, Duques de Parma y otros más, sin hablar de los Patriciados de ciudades como Florencia, Génova y Venecia, y principalmente —es lo que más nos interesa para el presente estudio—, los Papas.

Estos últimos, soberanos temporales de un Estado relativamente extenso, también concedían Títulos nobiliarios, y continuaron concediéndolos hasta después de la extinción de facto de su soberanía temporal en los antiguos Estados Pontificios.

Cuando, en 1870, se consumó la unificación de Italia con la invasión de Roma por las tropas del Piamonte, la Casa de Saboya intentó amalgamar esas diferentes noblezas en un solo todo. Política y jurídicamente el intento fracasó. Muchas familias nobles se mantuvieron fieles a las dinastías depuestas de las cuales habían recibido sus títulos, y, en especial, una considerable parte de la aristocracia romana continuó figurando oficialmente y según la tradición en las solemnidades del Vaticano, se negó a reconocer la anexión de Roma a Italia, rechazó cualquier aproximación al Quirinal, y cerró sus salones en señal de protesta. A esta Nobleza así enlutada se le dio el nombre de Nobleza Negra.

No obstante, desde el punto de vista social, esta amalgama se dio generalmente en no pequeña escala, mediante los matrimonios, relaciones sociales, etc., haciendo que la aristocracia italiana constituya en nuestros días un solo todo, al menos bajo muchos puntos de vista.

El Tratado de Letrán de 1929, en su artículo 42, aseguraba, sin embargo, a la Nobleza romana una situación especial, pues reconocía al Papa el derecho a continuar otorgando Títulos nobiliarios y aceptaba los que anteriormente habían sido concedidos por la Santa Sede. [2]

No se encuentra ninguna mención a este asunto en el concordato de 1985 entre la Santa Sede y la República Italiana.

*   *   *

La situación de la Nobleza italiana —como la de la Nobleza europea en general— no deja de presentar aspectos complejos.

En la Edad Media, constituía una clase social con funciones específicas dentro del Estado, a las cuales estaban vinculados determinados honores, así como las correspondientes obligaciones.

En el transcurso de la Edad Moderna esta situación fue perdiendo gradualmente consistencia y relieve, de manera que, ya antes de la Revolución de 1789, la distinción entre Nobleza y plebe era considerablemente menos notable que en la Edad Media.

A lo largo de las revoluciones igualitarias del siglo XIX, la situación de la Nobleza sufrió sucesivas mutilaciones, hasta tal punto que en la Monarquía italiana de finales de la II Guerra Mundial su poder político sobrevivía en un estado de prestigiosa tradición, vista con respeto y afecto por la mayoría de la sociedad. Contra este residuo, la Carta Magna republicana intentó descargar el último golpe. [3]

Ahora bien, mientras en el cuadro de la Historia se desarrollaba de modo tan acentuado la curva descendente del poder político de la aristocracia, su situación social y económica seguía el mismo rumbo, aunque más lentamente. Por sus propiedades agrícolas y urbanas, castillos, palacios, tesoros artísticos, por el realce social de sus nombres y de sus Títulos, por el irreprochable valor moral y cultural de su ambiente tradicional doméstico, sus maneras, su estilo de vida, la Nobleza aún se encontraba a inicios de siglo en la cumbre de la organización social.

Las crisis derivadas de la primera guerra mundial causaran algunas modificaciones en este cuadro, privando de sus medios de vida a parte de las familias nobles y obligando a muchos de sus miembros a asegurar su subsistencia —aunque honesta y dignamente— mediante el ejercicio de profesiones en desacuerdo con su psicología, sus hábitos y el prestigio social de su clase.

Por otro lado, la sociedad contemporánea, cada vez más modelada por las finanzas y por la técnica, creaba nuevas relaciones y situaciones, así como nuevos centros de influencia social, habitualmente ajenos a los cuadros clásicos de la aristocracia. Así, todo un nuevo orden de cosas nacía junto al antiguo, que vivía aún, e iba disminuyendo, a su vez, la importancia social de la Nobleza.

En detrimento de esta clase se sumaba, por fin, un elemento ideológico de considerable importancia: la adoración del progreso técnico [4] y de la igualdad pregonada por la Revolución de 1789 tendían a crear un clima de odio, de prevención, de difamación y sarcasmo contra la Nobleza fundada en la tradición y transmitida del modo que la demagogia igualitaria más odia: por la sangre y por la cuna. 

“De 1485 hasta hoy, la denominación del Cuerpo que tuve la honra de mandar cambió muchas veces conforme las exigencias del momento y las costumbres de la época: Guardia de los Caballeros, Caballeros de la Guardia de Nuestro Señor, Caballeros de la Fe, ‘Lance Spezzate’, Guardia Noble del Cuerpo de Su Santidad, Guardia de Honra de Su Santidad.

Aquella que nunca cambió fue la ininterrumpida tradición de fidelidad al Papa, que en el trascurso de los siglos quedo consagrada con la sangre y con la prisión.”

(Palabras pronunciadas por el Comandante de la Guardia Noble, Príncipe Don Mario del Drago —foto de la derecha— en el acto de entrega del Estandarte del Cuerpo al Secretario de Estado del Vaticano, el 14 de noviembre de 1970).

La Guardia Noble Pontificia constituía un cuerpo de élite compuesto exclusivamente por miembros del Patriciado y de la Nobleza, destinado al servicio personal del Papa y al decoro de su Principado temporal. En la foto, un destacamento de guardias nobles.

La II Guerra Mundial acarreó a muchas familias nobles nuevas y más amplias quiebras económicas, que acentuaron en grado aún mayor la gravedad de los múltiples problemas con que la aristocracia se enfrentaba. Estaba así definida la crisis en grado agudo de una gran clase social. Este era el cuadro en presencia del cual Pío XII trató de la situación contemporánea de la Nobleza italiana en sus alocuciones al Patriciado y a la Nobleza romana, con evidente aplicabilidad para toda la Nobleza europea.

2. Pío XII y la Nobleza romana

Esta situación, particularmente en lo referente a la Nobleza romana, era conocida por Pío XII en todos sus pormenores.

Pertenecía, en efecto, a una familia noble, cuya esfera de relaciones se situaba naturalmente en esa clase. Un destacado miembro de su familia fue agraciado en 1929 con el Título de marqués, y los sobrinos del Papa D. Carlo Maria, D. Marcantonio y D. Giulio Pacelli recibieron del Rey de Italia Víctor Manuel III, el Título hereditario de príncipes. [5]

Había en aquel Papa algo imponderable que hacía pensar en Nobleza: su alto y esbelto porte, su modo de andar, sus gestos, hasta sus manos. Aquel Pontífice de espíritu tan universal y tan amigo de los pequeños y de los pobres, era al mismo tiempo muy romano, y tenía la atención, la consideración y el afecto vueltos también hacia la Nobleza romana.

“En el Patriciado y en la Nobleza romana Nos siempre vemos y amamos a un grupo de hijos e hijas que se ufanan de su tradicional vínculo de fidelidad con la Iglesia y el Romano Pontífice, cuyo amor hacia el Vicario de Cristo brota de la profunda raíz de la Fe, sin disminuir ni por el transcurso de los años, ni por las variadas vicisitudes de los tiempos y de los hombres. En medio de vosotros Nos sentimos más romanos por el modo de vivir, por el aire que hemos respirado y respiramos, por el mismo cielo, por el mismo sol, por las mismas orillas del Tíber sobre las que se meció Nuestra cuna, por aquel suelo sagrado hasta en lo más recóndito de sus entrañas, desde el cual Roma comunica a todos sus hijos los auspicios de una eternidad que se eleva hasta el Cielo.” [6]

3. Alcance universal de las alocuciones de Pío XII al Patriciado y a la Nobleza romana

Así enunciado el asunto, puede parecer a primera vista que las Alocuciones al Patriciado y a la Nobleza romana interesan únicamente a Italia.

En realidad, sin embargo, la crisis que afectaba a la Nobleza italiana se dio, mutatis mutandis, en todos los países que tuvieron un pasado monárquico y aristocrático, como también en aquellos que viven actualmente bajo un régimen monárquico, con sus respectivas Noblezas colocadas en una situación análoga a la que ocupaba la de Italia hasta la caída de la dinastía de Saboya en 1946.

El Patriciado y la Nobleza de Roma siendo recibidos en audiencia por el Sumo Pontífice.

Más aún: incluso en los Estados con pasado no monárquico, se constituyeron por el propio orden natural de las cosas aristocracias de hecho, si no de derecho. [7] Ahora bien, también en esos países la oleada de igualitarismo demagógico nacido de la Revolución de 1789 y llevado a su apogeo por el comunismo ha creado en ciertos ambientes una atmósfera de irritación e incomprensión en relación a las élites tradicionales.

Las alocuciones del Santo Padre Pío XII tienen, por lo tanto, un interés universal, aumentado por el hecho de que, al analizar la situación tal y como se presenta en Italia, el Papa se eleva a altas consideraciones de orden doctrinal y, por tanto, de alcance perenne y universal.

Por ejemplo, en la alocución del 26 de diciembre de 1941, dirigida a la Guardia Noble Pontificia, se encuentra este párrafo, en el que Pío XII —a partir de consideraciones sobre la Nobleza— se eleva a las más altas reflexiones filosóficas y religiosas:

Guardia Noble en el Vaticano - alrededor de 1946

“Sí. La Fe ennoblece aún más vuestras filas, porque toda nobleza viene de Dios, Ente nobilísimo y fuente de toda perfección. Todo en El es nobleza del ser. Cuando Moisés, enviado a libertar al pueblo de Israel del yugo del Faraón, preguntó a Dios sobre el monte Horeb cuál era Su nombre para manifestarlo al pueblo, el Señor le dijo: ‘Yo soy el que soy: Ego Sum qui sum. He aquí lo que dirás a los hijos de Israel: El que es, Qui est, me ha enviado a vosotros’ (Ex. III, 14). ¿Qué es, entonces, la nobleza? ‘La nobleza de toda y cualquier cosa —enseña el Angélico Doctor Santo Tomás— es proporcionada a su ser. En efecto, el hombre no recibiría de su sabiduría ninguna nobleza, si por medio de ésta no fuera sabio, y lo mismo ocurre con las demás cosas [o seres]. Por tanto, el modo por el cual una cosa es noble corresponde al modo por el cual posee el ser; porque se dice que una cosa es más o menos noble en la medida que su ser es caracterizado por un grado especial de mayor o menor nobleza... Ahora bien, Dios, que es su propio Ser, posee el ser en toda su plenitud; por lo tanto no puede carecer de ninguna nobleza que compete a cualquier otro ser’ (Contra Gentiles, L. I, c. 28).

“También de Dios recibís vuestro ser;  Él os ha hecho y no vosotros mismos. ‘Ipse fecit nos et non ipsi nos’ (SI. XCIX, 3). Os ha dado nobleza de sangre, nobleza de valor, nobleza de virtud, nobleza de Fe y Gracia cristiana. La nobleza de sangre la ponéis al servicio de la Iglesia y en la guardia del sucesor de Pedro; nobleza de las felices obras de vuestros mayores que os ennoblecen a vosotros mismos, si tenéis el cuidado de agregarles día a día la nobleza de la virtud (...). La nobleza unida con la virtud reluce tan digna de alabanza que la luz de la virtud eclipsa con frecuencia el de la nobleza. Y en los fastos y en las desventuras de las grandes familias resta a veces como sola y única nobleza la cualidad de la virtud, como no dudó en afirmarlo aun el pagano Juvenal (Satyr. VIII, 19-20):

“Tota licet veteres exornent undique cerae atria, nobilitas sola est atque unica virtus.

“[Aunque las viejas figuras de cera adornen por todos lados los palacios de las grandes familias, la virtud es su única y exclusiva nobleza].” [8]

 


NOTAS

[1] Este capítulo, que se refiere especialmente a la Nobleza italiana, resulta necesario para comprender el conjunto de las alocuciones de Pío XII aquí comentadas. Sin embargo, como se ha señalado anteriormente y más adelante se volverá a afirmar (cfr. Capítulo I,2; Capítulo II, 3), presentan un interés general para las aristocracias y élites análogas de todos los países.

En la presente obra, el autor considera genéricamente la Nobleza y élites tradicionales análogas de Europa y América y, como es natural, ilustra o documenta sus afirmaciones con diversos ejemplos históricos. Los que se refieren a la Nobleza europea, hacen alusión en la mayor parte de los casos a las Noblezas de Francia, España y Portugal, o bien —como es forzoso— a la romana. Si fuesen dados ejemplos de las Noblezas de todos los países europeos, el presente libro alcanzaría un volumen excesivo, y eso ocurriría aun cuando el autor se limitara a añadir ejemplos de tan sólo cuatro de las Noblezas aquí menos citadas que desempeñaron en la historia de la cultura del Continente una acción de primordial importancia: las de Italia, Austria, Alemania e Inglaterra. En realidad, la admirable pluralidad de aspectos que se encuentra en las Noblezas de los países europeos pediría que, una vez recogidos los ejemplos que ilustren su génesis desarrollo y decadencia, se hiciese una edición especial del presente libro. Tal vez el autor llegue a emprender esta labor, si encuentra el necesario tiempo en sus funciones de Presidente del Consejo Nacional de la Sociedad Brasileña de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad — TFP.

[2] El Tratado de 11 de febrero de 1929 establecía:

“Art. 42. — Italia admitirá el reconocimiento, mediante Decreto Real, de los Títulos nobiliarios concedidos por los Sumos Pontífices aun después de 1870, y de los que sean concedidos en el futuro. Se establecerán los casos en los cuales dicho reconocimiento no estará sujeto en Italia al pago de tasas” (Racolta di Concordati su Materie Ecclesiastiche tra la Santa Sede e la Autorità Civili, Tipografia Poliglotta Vaticana, 1954 vol. II p 102).

Las tasas mencionadas en este párrafo del Tratado son una cuantía simbólica que el Estado Italiano exigía a los nobles de los Estados previos a la unificación para obtener el reconocimiento de sus títulos y su filiación a la Nobleza. La dispensa en ciertos casos de dichas tasas era el único y pequeñísimo privilegio tributario otorgado por el Tratado a los nobles pontificios. Desde el punto de vista legal, han continuado, pues, existiendo una al lado de la otra —y ya en paz— dos noblezas: la italiana y la romana.

[3] Tomando en consideración que las alocuciones pontificias aquí comentadas están dirigidas al Patriciado y a la Nobleza romana y, de algún modo, a la globalidad de la Nobleza italiana, es útil para el estudio de esas alocuciones decir algo sobre la situación de la Nobleza en las sucesivas Constituciones de la Italia unificada, tanto de la monárquica como de la republicana.

El Estatuto Albertino, que estuvo en vigor de 1848 a 1947, era el Estatuto Constitucional del reino de Cerdeña. Promulgado el 4 de marzo de 1848 por el rey Carlos Alberto, fue sucesivamente puesto en vigor en los Estados anexionados por aquel Reino y adoptado posteriormente como constitución de la Italia unificada. Con respecto a los Títulos de Nobleza establecía lo siguiente:

“Art. 79 — Los Títulos de Nobleza les serán mantenidos a quienes tengan derecho a ellos. El Rey podrá conceder nuevos Títulos.

“Art. 80 — Nadie podrá recibir condecoraciones, títulos o pensiones de una potencia extranjera sin autorización del Rey” (Statuto del Regno, annotato daII’advocato Carlo Gailini, Unione Tipografico Editrice, Torino, 1878, p. 102).

A su vez, la Constitución Italiana de 1947 establece en sus Disposiciones Transitorias y Finales:

“XIV — No se reconocen los Títulos nobiliarios.

Los predicati de los existentes antes de 28 de octubre de 1922 serán válidos como parte del nombre.

“La Orden Mauriciana será conservada como institución hospitalaria, y funcionará del modo establecido por la ley.

“La ley regulará la supresión de la Consulta Araldica” (Constituzione della Repubblica Italiana, “Gazetta Ufficiale”, nº 298, 27/12/1947, pp. 45-46).

El predicato del título está constituido por el nombre del antiguo territorio añadido al apellido (por ejemplo, príncipe Colonna di Paliano). La Constitución de 1947 autoriza a que aparezca en los documentos este apellido compuesto, con tal que fuera anterior al fascismo.

Según le consta al autor, la Consulta Araldica de la época monárquica era el tribunal específico para los casos de Títulos en disputa, escudos de armas, etc. Pese a no tener valor legal, pero sí mucha fuerza moral e histórica, ha sido sustituida hoy por el Cuerpo de la Nobleza Italiana, dotado de un tribunal de consulta para la admisión de miembros y socios a entidades como la Orden de Malta, el Circolo deIIa Caccia (Círculo de Caza), el Circolo degli Scachi (Círculo de Ajedrez), etc.

No se le reconoce a la Nobleza ningún tipo de privilegio político ni tributario ni en la vieja ni en la nueva Constitución italiana. Incluso en el Estatuto Albertino la Nobleza era reconocida como una mera reminiscencia del pasado.

[4] A algunos lectores a quienes tal vez esta afirmación les parezca exagerada, les será útil conocer lo que afirma Pío XII sobre ello en su Radiomensaje de Navidad de 1953 (cfr. Capítulo V, 3, c).

[5] Cfr. Libro d’Oro della Nobiltà Italiana, Collegio Araldico, Roma, 10ª ed., 1986-1989, vol. XX.

[6] PNR 1941, p. 363.

[7] Cfr. Capítulo V, 1; PNR 1947, PP. 370-371.

[8] Discorsi e Radiomessaggi, vol. III, pp. 337-338.