Sección I
LA
OFENSIVA DEL SOCIALISMO CONTRA LA PROPIEDAD RURAL
TÍTULO III
CÓMO LA CAMPAÑA POR LA
“REFORMA AGRARIA SOCIALISTA” ENCUENTRA ECO EN UN PUEBLO QUE NO ES
SOCIALISTA
La “Reforma Agraria Socialista”, típica revolución social y religiosa
Las crisis ideológicas e
institucionales tienden, por naturaleza, a extenderse a todos los
campos, entre los cuales está el del vocabulario. Ejercen una presión
sobre ciertas palabras que van perdiendo así su claridad y admitiendo
sentidos cada vez más vastos e imprecisos. Esto fue lo que aconteció,
por ejemplo, con el término “revolución”. ¿Qué significado tiene hoy?
¿Se puede decir que la “Reforma Agraria Socialista” es una revolución?
La palabra “revolución”
designa muchas veces una acción apoyada en la fuerza y destinada a
imponer a los poderes públicos, o a una categoría numerosa de personas,
o en fin, a todo un pueblo, la aceptación de una violación cualquiera de
derechos. La deposición de un jefe de Estado es, en ese sentido, una
revolución. Como lo es también el acto de un gobierno que, apoyado por
la fuerza, amplía sus atribuciones traspasando los límites establecidos
por la ley. En ambas hipótesis, la circunstancia de derramamiento de
sangre es accesoria. La revolución arquetípica es cruenta. Pero puede
haber revoluciones incruentas con carácter mucho más profundamente
revolucionario.
Una ley votada y sancionada
por los poderes competentes, ¿puede llamarse revolucionaria en la
acepción indicada? Si tal ley atenta contra instituciones como, por
ejemplo, la propiedad o la familia, que resultan del propio orden
natural establecido por Dios
y se fundamentan en el Decálogo, entonces se debe decir que es
revolucionaria: es un acto revolucionario del hombre contra Dios.
En este sentido la ley que
implantase la “Reforma Agraria Socialista” constituiría una revolución.
Revolución de índole social y económica, porque la “Reforma Agraria
Socialista” trata de alterar la estructura de la sociedad y de la
economía. Revolución de cuño religioso, porque la alteración proyectada
es, en sí misma, contraria a la ley de Dios y a la doctrina de la
Iglesia.
El instinto político de
las revoluciones |
Ahora bien, como
es sabido, las revoluciones tienen intuiciones o instintos políticos
finísimos, que las llevan a publicar, o callar, lo que les conviene, y
que les inspiran la selección de slogans adecuados y de fórmulas hábiles
para ir revelando sus designios por etapas.
Es lo que se nota en esta fase
incipiente de agitación en pro de la “Reforma Agraria Socialista”
La propaganda explícita y
sistemática seria contraproducente |
La “Reforma
Agraria Socialista” encuentra primeramente delante de sí, un problema
táctico: si las doctrinas socialistas fueran enunciadas explícita y
concatenadamente, como un sistema ideológico, y si siempre se proclamara
que son socialistas, no serían aceptadas por la mayoría de los
brasileños.
Propaganda eficiente
Por
eso mismo, el único medio que hay para diseminar esas doctrinas,
consiste en velarlas o diluirlas en un palabreo impreciso que insinúe
sin afirmar. Y aún así, insinuando una u otra tesis socialista, precisa
evitar que se pongan en relación con las demás, y que así se advierta
que constituyen un único bloque doctrinal firme y compacto.
Esta táctica ha sido usada
también por otras corrientes, como la de los modernistas, acerca de los
cuales observó con perspicacia el Papa San Pío X: “…la táctica de los
modernistas (así se les llama vulgarmente, y con mucha razón),
táctica, a la verdad insidiosísima, consiste en no exponer jamás sus
doctrinas de un modo metódico y en su conjunto, sino dándolas en cierto
modo por fragmentos y esparcidas acá y allá, para que se les juzgue
fluctuantes e indecisos en sus ideas, cuando en realidad ellos son fijos
y constantes” .
La
primera precaución de este método consiste en silenciar cuanto sea
posible los importantes servicios prestados por la agricultura al
trabajador rural y al País.
Preparado
el terreno comienzan luego la ofensiva. Subrayase que el hombre del
campo vive en condiciones infra-humanas. En lugar de tratar el asunto en
todos los matices que lleva consigo, señalando las regiones y zonas de
cultivo en que tal fenómeno tiene lugar y aquellas en que no se produce,
se simplifica y generaliza dando a entender que esto ocurre en todas
partes.
De ahí se pasa a buscar
soluciones.
Alejamiento de la realidad
concreta |
El
problema planteado así, en abstracto, pide, evidentemente, una solución
también en abstracto, es decir, la promulgación de una ley que de un
golpe atienda a las situaciones más diversas en la práctica. Los
discursos, las conferencias, los artículos en revistas y periódicos se
multiplican. La ocasión es buena para ostentar dotes oratorias y
literarias, exhibir erudición y hacer política. Y así el asunto, siempre
tratado en las nubes, comienza a fermentar.
Sensacionalismo,
"simplismo" |
Hay una categoría de espíritus a quienes esa
atmósfera atrae y pone en evidencia: son, principalmente, los
“filósofos”, casi diríamos, los poetas de la agricultura y de las
cuestiones sociales, que viven en las ciudades y toman una y otra como
tema para literatura. Naturalmente, sensibles al aplauso y ávidos de
propaganda, son propensos a fórmulas fáciles, nuevas y sensacionales que
les puedan valer la admiración de cierto público viciado, que sólo
aprecia lo que es nuevo, extravagante y fácil de entender. Y así tienden
cada vez más a las reformas drásticas y simplistas. ¿El trabajador gana
poco? El remedio es obligar al patrono a que le pague más, pues el medio
más simplista de remediar la situación de quien no tiene, es quitar al
que tiene. El propietario no posee rentas suficientes para deducir de
ellas salarios mejores: pero tiene tierras; entonces que se dividan las
tierras. Y así sucesivamente.
Apartamiento de los
elementos sensatos |
Otros
espíritus tienden a apartarse de estos ambientes. Son los hombres a
quienes gustan las cosas concretas, son de inteligencia matizada y
objetiva, que no procuran soluciones brillantes, sino serias, que saben
que no todo se resuelve con leyes, y están persuadidos de que las
soluciones inmediatas raramente son las mejores. Estos, conservadores
—en el buen sentido de la palabra— a fuerza de ser sensatos, y estimando
el progreso real y no las aventuras, difícilmente atraen la atención y
nada de espectacular tienen para decir a las multitudes intoxicadas de
sensacionalismo. Sus proyectos de reforma, concienzudos, serios, que
deben ser realizados por etapas, no hablan a la imaginación.
Empleo de palabras "eléctricas" |
El
ambiente queda, así, dispuesto para todo, sin frenos ni contrapesos, y
por él pasan, como relámpagos, algunas palabras que, por la fuerza de
peculiares circunstancias, se revisten de una extraordinaria riqueza
sugestiva.
No se trata de analizar aquí
estas palabras en su sentido propio, legítimo y bien conocido, sino en
los imponderables que traen consigo en la situación actual.
Las oímos y las leemos cada
día con más frecuencia.
El
vocablo “evolución”, por ejemplo, insinúa que todo lo pasado es
necesariamente menos bueno que lo presente, y que lo presente es menos
bueno que lo porvenir. De ahí se origina una tendencia a rechazar todas
las tradiciones, como cosa muerta, y a pensar que todo cuanto existe
debe ser cambiado y que, por tanto, no hay, por la naturaleza de las
cosas, principios ni instituciones que sean indestructibles hasta el fin
del mundo. La propiedad privada queda, de esta manera, arrojada al campo
viscoso de las discusiones, considerándose por lo menos tan natural que
viva como que desaparezca.
La
palabra “social”, legítima en sí, también tiene su magia. Insinúa,
soplada por la demagogia, que los intereses colectivos, en oposición
necesaria y crónica a los intereses privados, deben estar siempre
procurando el modo de cercenarlos y sujetarlos.
Un
“problema” es, en estos ambientes, algo tan vistoso y decorativo como un
traje nuevo o una joya. Cada cual hace suyo un “problema” para
resolverlo. Y cada “problema” sirve de “hobby” para cierto número de
aficionados. Feliz quien descubre un “problema” nuevo y crea un círculo
de “aficionados” para gozar con su análisis y posibles soluciones. Así
se origina el hábito de no ver en todo el cuerpo social sino una inmensa
red de problemas. Los espíritus terminan, pues, desesperando de las
soluciones comedidas y corrientes, procurando espectaculares soluciones
de base, que resuelvan todo por una reforma completa, Quién sabe si el
comunismo, que consiguió poner un cohete en la Luna, resuelve todos
estos problemas. Comunismo... la palabra ya araña. Es casi una
palabrota. Pero algo así como un pequeño socialismo blando, ¿no sería
útil?
d) "feudalismo" y "latifundio"
e)"democracia" y "justicia
social" |
“Feudalismo”
y “latifundio” son expresiones frecuentemente tomadas en sentido
peyorativo, de las cuales nos ocupamos más detenidamente en el
comentario a la
Proposición 8.
Los
ejemplos podrían multiplicarse hasta el infinito. Mencionemos uno más
solamente. Es el empleo conjugado de las palabras “democracia” y
“justicia social”. Democracia suena, en ciertos oídos, como igualdad
absoluta. Justicia social pasaría a ser, en consecuencia, esa democracia
aplicada al terreno social y económico. Luego, a esa luz, la justicia
social, sólo se realiza plenamente en la igualdad económica y social
completa, que es, como enseña León XIII, el objetivo del socialismo:
“De aquí su deseo de que la
autoridad resida en la plebe, para que suprimidas las clases sociales y
nivelados los ciudadanos se establezca igualdad de bienes; como
consecuencia se aboliría el derecho de propiedad y la fortuna de los
particulares, así como los medios de vida pasarían a ser comunes”
.
Lo propio de estas y otras
fórmulas consiste en que quien las emplea inocula, a veces, el virus del
socialismo en las personas que las oyen. Y éstas, a su vez, no perciben
que su mentalidad se está volviendo socialista.
Empleo de la "acción
subliminar" |
No
hace mucho se habló de “acción subliminar” en el cine. Esta acción se
derivaría de proyectarse en la pantalla, por unos instantes, algunas
palabras —un slogan, por ejemplo— y esto tan rápidamente que el
público no tuviera tiempo de percibirlas conscientemente. Sin embargo,
subconscientemente, el público percibiría su sentido, que así produciría
en él un efecto profundo e inadvertido.
No sabemos si la “acción
subliminar” en el cine existe realmente. Mas que hay un proceso
“subliminar” de propaganda socialista, es cierto.
Los ejemplos dados arriba, no
niegan que las palabras justicia social, evolución, problemas y otras,
tengan un significado bueno. Ni tampoco rechazan la necesidad de
investigar los problemas que existen y dedicarse a fondo a su solución.
Afirmamos, eso sí, que en el
ambiente caótico en que vivimos, esto se transforma fácilmente en veneno
o caricatura.
No es difícil en un clima tan
falseado, ir llevando a la gente, gradualmente, a estudiar los problemas
reales o imaginarios en función de la solución simplista que consiste en
sacrificar sistemáticamente al propietario, supuesto nabab, en favor del
trabajador y del Estado, siempre indigentes. El derecho de propiedad es
el gran enemigo de uno y de otro. ¡Si ese derecho no existiera, todos se
tornarían ricos!
Y así, por una “acción
subliminar” resultante, de un conjunto de influencias ambientales, de
palabras sueltas de valor mágico y conteniendo opiniones veladas, se
vuelve uno paulatinamente socialista.
Está claro: lo que se difunde
es algo más que una doctrina. Es una mentalidad que se forma. Y esa
mentalidad es terreno fértil para la siembra de todos los gérmenes
socialistas.
El
infeliz “conejo de Indias” de este método no percibe que engañosamente
fue objeto de un “lavado de cerebro” y que se volvió socialista, y hasta
militante del socialismo, sin saber si quiera qué es el socialismo.
Torsión del lenguaje
católico |
Cuando
se quiere formar esa mentalidad en un católico emotivo e ignorante de la
doctrina social de los Papas, se emplea una palabrería muy legítima,
pero desgraciadamente falseada.
Así, bajo pretexto de probar
que la Iglesia no es contraria al progreso, se forja una visión ingenua
del presente y del futuro marcada por el optimismo evolucionista y por
una verdadera idiosincrasia contra la tradición. Bajo pretexto de
modernidad y amor al progreso, se transige con costumbres imprudentes y
hasta censurables, que arruinan la familia. Pretextando justicia social,
se nutre la idea de que la Iglesia es maestra y paladina de la igualdad
más radical. En fin, bajo el pretexto de legítima protección a los
pobres y a los pequeños, se crea un estado de espíritu rencorosamente
hostil a toda y a cualquier jerarquía, sea política, económica, social y
hasta religiosa .
En fin, las palabras excelentes en sí y conteniendo un significado
óptimo, pueden continuar siendo las de la doctrina católica, pero son
pronunciadas con el hálito pestífero del socialismo.
León XIII, apuntó claramente
este peligro: “ ...los socialistas, abusando del mismo Evangelio para
engañar más fácilmente a incautos, acostumbran forzarlo adaptándolo a
sus intenciones” .
Esa táctica socialista produjo
lamentables efectos, no solamente por las tentativas absurdas de crear
un socialismo católico, sino por la aparición de toda una categoría de
católicos imbuidos de modernismo cuyas “doctrinas les han pervertido
el alma de tal suerte, que desprecian toda autoridad y no soportan
corrección alguna” .
Se originó de ahí un
modernismo socialista descrito así por Pío XI: “Numerosos son, en
verdad, los que admiten la doctrina católica sobre la autoridad civil y
el deber de obedecerla, sobre el derecho de propiedad, los derechos y
deberes de los obreros agrícolas e industriales, sobre las relaciones
internacionales, así como entre los obreros y los patronos, sobre las
relaciones del poder religioso con el poder civil, los derechos de la
Santa Sede y del Romano Pontífice, los privilegios de los Obispos,
finalmente los derechos de Cristo, Creador, Redentor y Señor, sobre
todos los hombres y sobre todos los pueblos. Pero esos mismos, luego
hablan, escriben y obran como si ya no hubieran de seguirse, o como si
ya estuviesen anticuadas, las enseñanzas y prescripciones, tantas veces
reiteradas por los Sumos Pontífices, especialmente por León XIII, Pío X
y Benedicto XV. Todo ello constituye una especie de modernismo moral,
jurídico y social que reprobamos enérgicamente lo mismo que el
modernismo dogmático” .
El aprovechamiento del
caos: |
Tales
procesos son corrientes en las revoluciones. Ellas les dan el impulso
necesario y al mismo tiempo siembran el caos, el cual, a su vez es
aprovechado por las revoluciones.
Concretamente, en nuestro
caso, el caos se nota por las lecturas de discursos y de entrevistas, de
los proyectos de ley que se han publicado sobre la Reforma Agraria.
Vistos en conjunto, se parecen tanto unos a otros, y al mismo tiempo se
diferencian tanto entre sí, en los más diversos aspectos, que dan la
impresión de una maraña tal vez inextricable. Es necesario mucha
atención para descubrir que hay método en este caos, es decir que, con
medidas y formas diferentes, es la doctrina socialista quien inspira esa
lucha. Ahora bien, este caos tiene un efecto psicológico altamente
nocivo para los defensores del buen sentido y muy ventajoso para la
demagogia. Un hecho reciente nos permite poner de relieve este punto.
a) el caos debilita la
voluntad de luchar |
Todo el mundo sabe
que en vísperas de la conferencia de la cumbre programada para el mes de
mayo de 1960 en París, declaraciones de Nikita Khrushchev hicieron
esperar que la tensión creada por el incidente del avión norteamericano
U-2 se disiparía. Sin embargo, el dictador soviético causó sorpresa,
mejor diríamos, pasmo, al asumir una actitud tan espectacularmente
agresiva, que la conferencia ni se llegó a reunir.
Los círculos diplomáticos se
deshicieron en conjeturas, unas más plausibles y otras menos, para
descubrir las intenciones del ministro-actor. Cuando las discusiones en
la prensa estaban candentes, un psicólogo inglés, William Sargent,
publicó en el “Times”, de Londres, una explicación: El conocido
científico ruso Pavlov probó por experiencias con perros que, cuando se
dan a esos animales instrucciones sucesivas y contradictorias, se
angustian y acaban perdiendo la “voluntad”. Ahora bien, dice Sargent,
hecho análogo se produce con los hombres. Imponiendo a la política
internacional sucesivas y contradictorias mudanzas de rumbo, y haciendo
a los pueblos de Occidente oscilar constantemente, angustiados, entre
perspectivas de paz y de hecatombe atómica, Khrushchev desmantela el
propio nervio de la resistencia del adversario, que no es sino el deseo
de luchar y sobrevivir.
No es del caso pronunciarnos
aquí sobre las posiciones doctrinarias de Sargent y de Pavlov, ni de
saber si ese efecto sobre la opinión fue el único buscado por Khrushchev.
El hecho es que existe una gran dosis de buen sentido en la observación
del Psicólogo inglés, y que, por lo menos colateralmente, este efecto
fue previsto... y alcanzado.
b) una tendencia provocada
por el caos: "ceder para no perder" |
Ahora bien, es
lícito preguntarse si ese tan fino y sutil instinto demagógico no se
complace en desorientar y debilitar la voluntad del adversario mediante
ese caos de propuestas diversas de “Reforma Agraria Socialista” que
recorren toda la gama que va del “moderado” al terrorífico. Obtenido
esto, se preguntará el adversario desorientado y exhausto: ¿No será
preferible ceder en algo para no perderlo todo? El día en que este
problema haya impresionado a grandes sectores de la opinión pública,
estará formado el clima para que se den los primeros pasos por el camino
de la socialización del campo.
Después de esto, tal vez se
pare un poco. El agricultor ingenuo, entre triste y tranquilizado,
respirará.
Pero el inmenso movimiento
ideológico y temperamental que va empujando el mundo moderno hacia la
igualdad completa en una sociedad sin clases, no puede contentarse con
tan poco, porque nada de lo que es fuerte e impetuoso se detiene, ni
puede detenerse espontáneamente a mitad de camino. O se le oponen firmes
barreras, en nombre de los principios básicos de la civilización
cristiana, o la avalancha del igualitarismo llegará por sí misma hasta
sus últimos extremos. Y la “Reforma Agraria Socialista” socializará enteramente el campo, a la espera del día en que se socialicen el
comercio y la industria.
Y así, al cabo de algún tiempo,
la ofensiva recomenzará. Entonces será mucho más difícil contenerla. Es
posible contener la piedra que oscila en el pico de una montaña. ¿Pero,
quién contendrá el alud que rueda voluminoso y rápido por la mitad de
una pendiente?
Teniendo en cuenta el bien de
la civilización cristiana y del Brasil, débese considerar, pues, que
este sistema de progresos graduales del socialismo rural y de
destrucción paulatina e implacable de la institución de la propiedad
privada, facilitados por una ciega política de concesiones, es el
peligro que más hay que temer.
Receptividad
Describir métodos eficientes
de propaganda no basta para explicar su éxito. Es necesario, también,
mostrar la adecuación de esos métodos al ambiente en que son empleados.
El ambiente brasileño está
preparado, desde hace mucho, para aceptar los procesos de propaganda
socialista que acabamos de describir.
Causas de esa receptividad
Las doctrinas y las tendencias
que dieron origen a la Revolución Francesa, a fines del siglo XVIII,
afirmaban una igualdad natural absoluta entre los hombres. En nombre de
ese principio, la Revolución introdujo la igualdad en el campo político,
proclamando en Francia la república, considerada como la única forma de
gobierno compatible con el “dogma” de la igualdad.
Implantando
la igualdad política, la Revolución Francesa, dejó intactas las
desigualdades económicas, así como las desigualdades sociales que de
éstas se derivan. Paralelamente, con la expansión universal de los
principios revolucionarios, se delineó así, a lo largo de todo el siglo
XIX, una cuestión de fondo, más clara para unos espíritus y menos para
otros. En especial, las almas fuertemente impregnadas de sentimentalismo
romántico y filantrópico se mostraban impresionadas con él. Ese problema
podría formularse así: si la igualdad natural debe acarrear la igualdad
Política entre los hombres, ¿por qué no ha de acarrear también la
igualdad económica y social?
Este interrogante fue tomando
consistencia paulatinamente en un ambiente marcado por las más diversas
influencias ideológicas y por cuestiones sociales que se iban tornando
cruciales.
Existiendo miembros de la gran
familia espiritual de los sentimentales románticos en los más variados
sectores de la opinión, el problema de la igualdad fue tomando en cada
sector un colorido propio. En el medio conservador tomó el aspecto de
una aspiración profunda y confusa que temía expresarse debido a la
presión del ambiente, pero que creaba una corriente de simpatía hacia el
socialismo, simpatía ésta que, paradójicamente, coexistía con la
repulsa, un tanto asustada, que éste provocaba en los mismos ambientes.
En muchos católicos románticos
y sentimentales, cualquiera que fuese su categoría social, se produjo el
mismo fenómeno de simpatía y repulsa. La ignorancia de la doctrina de la
Iglesia en lo referente a la igualdad fundamental y a las legítimas
desigualdades entre los hombres; la triste situación del trabajador
urbano, provocada por la industrialización incipiente; los impulsos
legítimos del espíritu de justicia y de caridad, mezclados con las
vibraciones del sentimentalismo romántico, han llevado a muchos
católicos a simpatizar con el socialismo. Este, sin embargo, les causaba
aprensión por su aspecto revolucionario y por el conflicto que creaba
con el sentido de las proporciones y de la jerarquía que existe en todo
corazón católico.
Si
estos anhelos de igualdad absoluta tuvieron como fruto más genuino y
característico la aparición del socialismo pre-marxista y marxista en el
siglo pasado, su efecto fue mucho más allá, pues produjeron ellos un
inmenso epifenómeno que viene creciendo en intensidad hasta nuestros
días.
Consiste en una predisposición
para el socialismo, en grandes sectores de la opinión pública, aun en
los mismos sectores declaradamente “no socialistas”.
Esa predisposición explica la
receptividad de la sociedad burguesa contemporánea para los métodos de
propaganda velada empleados por los socialistas.
Receptividad y repulsa en relación a la “Reforma Agraria Socialista”
En el momento, pues, en que la
“Reforma Agraria Socialista” se presenta ante la opinión pública,
provocando repulsa por su radicalismo, una cierta inclinación
igualitaria puede paralizar a muchos de los que deben luchar contra ella.
Las consideraciones hechas en
estos tres Títulos de la Sección I conducen a algunas conclusiones
esenciales, que es necesario resumir.
La mentalidad tan arraigadamente
católica de nuestro País viene siendo minada de una manera paulatina y
desapercibida, por una doctrina que ciertamente rechazaría si la viese en
su conjunto y en sus últimos principios. Es el socialismo.
Hace mucho tiempo que el
socialismo, servido por el fino instinto político propio a las
revoluciones, viene operando esa transformación del alma por procesos
sagaces y eficientes.
Por el momento, procura conducir
al Brasil a la aceptación de una transformación social y económica
incruenta, pero auténticamente revolucionaria: la “Reforma Agraria
Socialista”.
Su implantación creará un estado
de tensión entre el País, que es católico, y la legislación, que será
inspirada por principios opuestos a los de la civilización cristiana. De
ahí se originará una crisis religiosa, y sobre todo una grave cuestión de
conciencia.
Es necesario que nuestro pueblo
sepa reaccionar contra este peligro, no sólo rechazando el socialismo
explícito, sino también muchas opiniones que dan un sello socialista a la
mentalidad de un buen número de brasileños, sin que ellos lo perciban.
Observación relativa a la revisión agraria
Se ha usado la expresión
revisión agraria para designar una “Reforma Agraria Socialista” moderada.
El proyecto de ley número 154 de 1960, del gobierno del Estado de San
Pablo, por ejemplo, se titula revisión agraria, en este sentido.
“Reforma Agraria Socialista”
moderada y revisión agraria equivalen a una socialización moderada de la
vida del campo. El socialismo, aunque sea moderado, no puede ser aceptado
por la Conciencia católica, como enseñó Pío XI
.
Lo que dijimos de la “Reforma Agraria Socialista” vale también para la
revisión agraria.
NOTAS
Encíclica “Pascendi Dominici Gregis”, de 8 de septiembre de 1907 —
A.A.S., volumen XL, pág. 595 (Romae — 1907) y “Verbo” nº 65 (General
Sanjurjo, 38 - Madrid).
Encíclica “Graves de Communi”, de 18 de enero de 1901 — A.A.S.,
volumen XXXIII, pág. 387 (Ex Typographia Polyglota S. C. de Propaganda
Fide — 1900, 1901).
Cfr. D. Antonio de Castro Mayer, “Carta Pastoral sobre problemas
del apostolado moderno” — Traducción en lengua castellana, edición
de Librería Católica Acción, Buenos Aires, 1959.
León XIII, Encíclica “Quod Apostolici Muneris”, edición de 28 de
diciembre de 1878 — A.A.S., vol.
XI, pág. 372 (Ex Typographia Polyglota
S. C. de Propaganda Fide — 1893).
San Pío X, Encíclica “Pascendi Dominici Gregis”, de 8 de septiembre de
1907 — A.A.S., Vol. XL, pág. 595 (Romae 1907).
Encíclica “Ubi Arcano”, de 23 de diciembre de 1922 — A.A.S., vol. XIV,
página 696.
|