Plinio Corrêa de Oliveira

D. Antonio de Castro Mayer

D. Geraldo de Proença Sigaud

Luis Mendonça de Freitas

 

Socialismo y

Propiedad Rural

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Sección I

 LA OFENSIVA DEL SOCIALISMO CONTRA LA PROPIEDAD RURAL


TÍTULO III

 CÓMO LA CAMPAÑA POR LA “REFORMA AGRARIA SOCIALISTA” ENCUENTRA ECO EN UN PUEBLO QUE NO ES SOCIALISTA

 

CAPÍTULO I: La propaganda socialista subrepticia

 

La “Reforma Agraria Socialista”, típica revolución social y religiosa

Las crisis ideológicas e institucionales tienden, por naturaleza, a extenderse a todos los campos, entre los cuales está el del vocabulario. Ejercen una presión sobre ciertas palabras que van perdiendo así su claridad y admitiendo sentidos cada vez más  vastos e imprecisos. Esto fue lo que aconteció, por ejemplo, con el término “revolución”. ¿Qué significado tiene hoy? ¿Se puede decir que la “Reforma Agraria Socialista” es una revolución?

La palabra “revolución” designa muchas veces una acción apoyada en la fuerza y destinada a imponer a los poderes públicos, o a una categoría numerosa de personas, o en fin, a todo un pueblo, la aceptación de una violación cualquiera de derechos. La deposición de un jefe de Estado es, en ese sentido, una revolución. Como lo es también el acto de un gobierno que, apoyado por la fuerza, amplía sus atribuciones traspasando los límites establecidos por la ley. En ambas hipótesis, la circunstancia de derramamiento de sangre es accesoria. La revolución arquetípica es cruenta. Pero puede haber revoluciones incruentas con carácter mucho más profundamente revolucionario.

Una ley votada y sancionada por los poderes competentes, ¿puede llamarse revolucionaria en la acepción indicada? Si tal ley atenta contra instituciones como, por ejemplo, la propiedad o la familia, que resultan del propio orden natural establecido por Dios [1] y se fundamentan en el Decálogo, entonces se debe decir que es revolucionaria: es un acto revolucionario del hombre contra Dios.

En este sentido la ley que implantase la “Reforma Agraria Socialista” constituiría una revolución. Revolución de índole social y económica, porque la “Reforma Agraria Socialista” trata de alterar la estructura de la sociedad y de la economía. Revolución de cuño religioso, porque la alteración proyectada es, en sí misma, contraria a la ley de Dios y a la doctrina de la Iglesia.

El instinto político de las revoluciones

Ahora bien, como es sabido, las revoluciones tienen intuiciones o instintos políticos finísimos, que las llevan a publicar, o callar, lo que les conviene, y que les inspiran la selección de slogans adecuados y de fórmulas hábiles para ir revelando sus designios por etapas.

Es lo que se nota en esta fase incipiente de agitación en pro de la “Reforma Agraria Socialista”

La propaganda explícita y sistemática seria contraproducente

  La “Reforma Agraria Socialista” encuentra primeramente delante de sí, un problema táctico: si las doctrinas socialistas fueran enunciadas explícita y concatenadamente, como un sistema ideológico, y si siempre se proclamara que son socialistas, no serían aceptadas por la mayoría de los brasileños.

 

Propaganda eficiente

Insinuaciones

Por eso mismo, el único medio que hay para diseminar esas doctrinas, consiste en velarlas o diluirlas en un palabreo impreciso que insinúe sin afirmar. Y aún así, insinuando una u otra tesis socialista, precisa evitar que se pongan en relación con las demás, y que así se advierta que constituyen un único bloque doctrinal firme y compacto.

Esta táctica ha sido usada también por otras corrientes, como la de los modernistas, acerca de los cuales observó con perspicacia el Papa San Pío X: “…la táctica de los modernistas (así se les llama vulgarmente, y con mucha razón), táctica, a la verdad insidiosísima, consiste en no exponer jamás sus doctrinas de un modo metódico y en su conjunto, sino dándolas en cierto modo por fragmentos y esparcidas acá y allá, para que se les juzgue fluctuantes e indecisos en sus ideas, cuando en realidad ellos son fijos y constantes [2].

Silencios

La primera precaución de este método consiste en silenciar cuanto sea posible los importantes servicios prestados por la agricultura al trabajador rural y al País.

Generalizaciones

Preparado el terreno comienzan luego la ofensiva. Subrayase que el hombre del campo vive en condiciones infra-humanas. En lugar de tratar el asunto en todos los matices que lleva consigo, señalando las regiones y zonas de cultivo en que tal fenómeno tiene lugar y aquellas en que no se produce, se simplifica y generaliza dando a entender que esto ocurre en todas partes.

De ahí se pasa a buscar soluciones.

Alejamiento de la realidad concreta

El problema planteado así, en abstracto, pide, evidentemente, una solución también en abstracto, es decir, la promulgación de una ley que de un golpe atienda a las situaciones más diversas en la práctica. Los discursos, las conferencias, los artículos en revistas y periódicos se multiplican. La ocasión es buena para ostentar dotes oratorias y literarias, exhibir erudición y hacer política. Y así el asunto, siempre tratado en las nubes, comienza a fermentar.

Sensacionalismo, "simplismo"

Hay una categoría de espíritus a quienes esa atmósfera atrae y pone en evidencia: son, principalmente, los “filósofos”, casi diríamos, los poetas de la agricultura y de las cuestiones sociales, que viven en las ciudades y toman una y otra como tema para literatura. Naturalmente, sensibles al aplauso y ávidos de propaganda, son propensos a fórmulas fáciles, nuevas y sensacionales que les puedan valer la admiración de cierto público viciado, que sólo aprecia lo que es nuevo, extravagante y fácil de entender. Y así tienden cada vez más a las reformas drásticas y simplistas. ¿El trabajador gana poco? El remedio es obligar al patrono a que le pague más, pues el medio más simplista de remediar la situación de quien no tiene, es quitar al que tiene. El propietario no posee rentas suficientes para deducir de ellas salarios mejores: pero tiene tierras; entonces que se dividan las tierras. Y así sucesivamente.

Apartamiento de los elementos sensatos

Otros espíritus tienden a apartarse de estos ambientes. Son los hombres a quienes gustan las cosas concretas, son de inteligencia matizada y objetiva, que no procuran soluciones brillantes, sino serias, que saben que no todo se resuelve con leyes, y están persuadidos de que las soluciones inmediatas raramente son las mejores. Estos, conservadores —en el buen sentido de la palabra— a fuerza de ser sensatos, y estimando el progreso real y no las aventuras, difícilmente atraen la atención y nada de espectacular tienen para decir a las multitudes intoxicadas de sensacionalismo. Sus proyectos de reforma, concienzudos, serios, que deben ser realizados por etapas, no hablan a la imaginación.

Empleo de palabras "eléctricas"

El ambiente queda, así, dispuesto para todo, sin frenos ni contrapesos, y por él pasan, como relámpagos, algunas palabras que, por la fuerza de peculiares circunstancias, se revisten de una extraordinaria riqueza sugestiva.

No se trata de analizar aquí estas palabras en su sentido propio, legítimo y bien conocido, sino en los imponderables que traen consigo en la situación actual.

Las oímos y las leemos cada día con más frecuencia.

a) "evolución"

El vocablo “evolución”, por ejemplo, insinúa que todo lo pasado es necesariamente menos bueno que lo presente, y que lo presente es menos bueno que lo porvenir. De ahí se origina una tendencia a rechazar todas las tradiciones, como cosa muerta, y a pensar que todo cuanto existe debe ser cambiado y que, por tanto, no hay, por la naturaleza de las cosas, principios ni instituciones que sean indestructibles hasta el fin del mundo. La propiedad privada queda, de esta manera, arrojada al campo viscoso de las discusiones, considerándose por lo menos tan natural que viva como que desaparezca.

b) "social"

La palabra “social”, legítima en sí, también tiene su magia. Insinúa, soplada por la demagogia, que los intereses colectivos, en oposición necesaria y crónica a los intereses privados, deben estar siempre procurando el modo de cercenarlos y sujetarlos.

c) "problema"

Un “problema” es, en estos ambientes, algo tan vistoso y decorativo como un traje nuevo o una joya. Cada cual hace suyo un “problema” para resolverlo. Y cada “problema” sirve de “hobby” para cierto número de aficionados. Feliz quien descubre un “problema” nuevo y crea un círculo de “aficionados” para gozar con su análisis y posibles soluciones. Así se origina el hábito de no ver en todo el cuerpo social sino una inmensa red de problemas. Los espíritus terminan, pues, desesperando de las soluciones comedidas y corrientes, procurando espectaculares soluciones de base, que resuelvan todo por una reforma completa, Quién sabe si el comunismo, que consiguió poner un cohete en la Luna, resuelve todos estos problemas. Comunismo... la palabra ya araña. Es casi una palabrota. Pero algo así como un pequeño socialismo blando, ¿no sería útil?

d) "feudalismo" y "latifundio"

 

e)"democracia" y "justicia social"

“Feudalismo” y “latifundio” son expresiones frecuentemente tomadas en sentido peyorativo, de las cuales nos ocupamos más detenidamente en el comentario a la Proposición 8.

Los ejemplos podrían multiplicarse hasta el infinito. Mencionemos uno más solamente. Es el empleo conjugado de las palabras “democracia” y “justicia social”. Democracia suena, en ciertos oídos, como igualdad absoluta. Justicia social pasaría a ser, en consecuencia, esa democracia aplicada al terreno social y económico. Luego, a esa luz, la justicia social, sólo se realiza plenamente en la igualdad económica y social completa, que es, como enseña León XIII, el objetivo del socialismo:

De aquí su deseo de que la autoridad resida en la plebe, para que suprimidas las clases sociales y nivelados los ciudadanos se establezca igualdad de bienes; como consecuencia se aboliría el derecho de propiedad y la fortuna de los particulares, así como los medios de vida pasarían a ser comunes [3].

Lo propio de estas y otras fórmulas consiste en que quien las emplea inocula, a veces, el virus del socialismo en las personas que las oyen. Y éstas, a su vez, no perciben que su mentalidad se está volviendo socialista.

Empleo de la "acción subliminar"

No hace mucho se habló de “acción subliminar” en el cine. Esta acción se derivaría de proyectarse en la pantalla, por unos instantes, algunas palabras —un slogan, por ejemplo— y esto tan rápidamente que el público no tuviera tiempo de percibirlas conscientemente. Sin embargo, subconscientemente, el público percibiría su sentido, que así produciría en él un efecto profundo e inadvertido.

No sabemos si la “acción subliminar” en el cine existe realmente. Mas que hay un proceso “subliminar” de propaganda socialista, es cierto.

Los ejemplos dados arriba, no niegan que las palabras justicia social, evolución, problemas y otras, tengan un significado bueno. Ni tampoco rechazan la necesidad de investigar los problemas que existen y dedicarse a fondo a su solución.

Afirmamos, eso sí, que en el ambiente caótico en que vivimos, esto se transforma fácilmente en veneno o caricatura.

No es difícil en un clima tan falseado, ir llevando a la gente, gradualmente, a estudiar los problemas reales o imaginarios en función de la solución simplista que consiste en sacrificar sistemáticamente al propietario, supuesto nabab, en favor del trabajador y del Estado, siempre indigentes. El derecho de propiedad es el gran enemigo de uno y de otro. ¡Si ese derecho no existiera, todos se tornarían ricos!

Y así, por una “acción subliminar” resultante, de un conjunto de influencias ambientales, de palabras sueltas de valor mágico y conteniendo opiniones veladas, se vuelve uno paulatinamente socialista.

Está claro: lo que se difunde es algo más que una doctrina. Es una mentalidad que se forma. Y esa mentalidad es terreno fértil para la siembra de todos los gérmenes socialistas.

Lavado de cerebro

El infeliz “conejo de Indias” de este método no percibe que engañosamente fue objeto de un “lavado de cerebro” y que se volvió socialista, y hasta militante del socialismo, sin saber si quiera qué es el socialismo.

Torsión del lenguaje católico

Cuando se quiere formar esa mentalidad en un católico emotivo e ignorante de la doctrina social de los Papas, se emplea una palabrería muy legítima, pero desgraciadamente falseada.

Así, bajo pretexto de probar que la Iglesia no es contraria al progreso, se forja una visión ingenua del presente y del futuro marcada por el optimismo evolucionista y por una verdadera idiosincrasia contra la tradición. Bajo pretexto de modernidad y amor al progreso, se transige con costumbres imprudentes y hasta censurables, que arruinan la familia. Pretextando justicia social, se nutre la idea de que la Iglesia es maestra y paladina de la igualdad más radical. En fin, bajo el pretexto de legítima protección a los pobres y a los pequeños, se crea un estado de espíritu rencorosamente hostil a toda y a cualquier jerarquía, sea política, económica, social y hasta religiosa [4]. En fin, las palabras excelentes en sí y conteniendo un significado óptimo, pueden continuar siendo las de la doctrina católica, pero son pronunciadas con el hálito pestífero del socialismo.

León XIII, apuntó claramente este peligro: “ ...los socialistas, abusando del mismo Evangelio para engañar más fácilmente a incautos, acostumbran forzarlo adaptándolo a sus intenciones [5].

Esa táctica socialista produjo lamentables efectos, no solamente por las tentativas absurdas de crear un socialismo católico, sino por la aparición de toda una categoría de católicos imbuidos de modernismo cuyas “doctrinas les han pervertido el alma de tal suerte, que desprecian toda autoridad y no soportan corrección alguna [6].

Se originó de ahí un modernismo socialista descrito así por Pío XI: “Numerosos son, en verdad, los que admiten la doctrina católica sobre la autoridad civil y el deber de obedecerla, sobre el derecho de propiedad, los derechos y deberes de los obreros agrícolas e industriales, sobre las relaciones internacionales, así como entre los obreros y los patronos, sobre las relaciones del poder religioso con el poder civil, los derechos de la Santa Sede y del Romano Pontífice, los privilegios de los Obispos, finalmente los derechos de Cristo, Creador, Redentor y Señor, sobre todos los hombres y sobre todos los pueblos. Pero esos mismos, luego hablan, escriben y obran como si ya no hubieran de seguirse, o como si ya estuviesen anticuadas, las enseñanzas y prescripciones, tantas veces reiteradas por los Sumos Pontífices, especialmente por León XIII, Pío X y Benedicto XV. Todo ello constituye una especie de modernismo moral, jurídico y social que reprobamos enérgicamente lo mismo que el modernismo dogmático [7].

El aprovechamiento del caos:

Tales procesos son corrientes en las revoluciones. Ellas les dan el impulso necesario y al mismo tiempo siembran el caos, el cual, a su vez es aprovechado por las revoluciones.

Concretamente, en nuestro caso, el caos se nota por las lecturas de discursos y de entrevistas, de los proyectos de ley que se han publicado sobre la Reforma Agraria. Vistos en conjunto, se parecen tanto unos a otros, y al mismo tiempo se diferencian tanto entre sí, en los más diversos aspectos, que dan la impresión de una maraña tal vez inextricable. Es necesario mucha atención para descubrir que hay método en este caos, es decir que, con medidas y formas diferentes, es la doctrina socialista quien inspira esa lucha. Ahora bien, este caos tiene un efecto psicológico altamente nocivo para los defensores del buen sentido y muy ventajoso para la demagogia. Un hecho reciente nos permite poner de relieve este punto.

a) el caos debilita la voluntad de luchar

Todo el mundo sabe que en vísperas de la conferencia de la cumbre programada para el mes de mayo de 1960 en París, declaraciones de Nikita Khrushchev hicieron esperar que la tensión creada por el incidente del avión norteamericano U-2 se disiparía. Sin embargo, el dictador soviético causó sorpresa, mejor diríamos, pasmo, al asumir una actitud tan espectacularmente agresiva, que la conferencia ni se llegó a reunir.

Los círculos diplomáticos se deshicieron en conjeturas, unas más plausibles y otras menos, para descubrir las intenciones del ministro-actor. Cuando las discusiones en la prensa estaban candentes, un psicólogo inglés, William Sargent, publicó en el “Times”, de Londres, una explicación: El conocido científico ruso Pavlov probó por experiencias con perros que, cuando se dan a esos animales instrucciones sucesivas y contradictorias, se angustian y acaban perdiendo la “voluntad”. Ahora bien, dice Sargent, hecho análogo se produce con los hombres. Imponiendo a la política internacional sucesivas y contradictorias mudanzas de rumbo, y haciendo a los pueblos de Occidente oscilar constantemente, angustiados, entre perspectivas de paz y de hecatombe atómica, Khrushchev desmantela el propio nervio de la resistencia del adversario, que no es sino el deseo de luchar y sobrevivir.

No es del caso pronunciarnos aquí sobre las posiciones doctrinarias de Sargent y de Pavlov, ni de saber si ese efecto sobre la opinión fue el único buscado por Khrushchev. El hecho es que existe una gran dosis de buen sentido en la observación del Psicólogo inglés, y que, por lo menos colateralmente, este efecto fue previsto... y alcanzado.

b) una tendencia provocada por el caos: "ceder para no perder"

Ahora bien, es lícito preguntarse si ese tan fino y sutil instinto demagógico no se complace en desorientar y debilitar la voluntad del adversario mediante ese caos de propuestas diversas de “Reforma Agraria Socialista” que recorren toda la gama que va del “moderado” al terrorífico. Obtenido esto, se preguntará el adversario desorientado y exhausto: ¿No será preferible ceder en algo para no perderlo todo? El día en que este problema haya impresionado a grandes sectores de la opinión pública, estará formado el clima para que se den los primeros pasos por el camino de la socialización del campo.

Después de esto, tal vez se pare un poco. El agricultor ingenuo, entre triste y tranquilizado, respirará.

Pero el inmenso movimiento ideológico y temperamental que va empujando el mundo moderno hacia la igualdad completa en una sociedad sin clases, no puede contentarse con tan poco, porque nada de lo que es fuerte e impetuoso se detiene, ni puede detenerse espontáneamente a mitad de camino. O se le oponen firmes barreras, en nombre de los principios básicos de la civilización cristiana, o la avalancha del igualitarismo llegará por sí misma hasta sus últimos extremos. Y la “Reforma Agraria Socialista” socializará enteramente el campo, a la espera del día en que se socialicen el comercio y la industria.

Y así, al cabo de algún tiempo, la ofensiva recomenzará. Entonces será mucho más difícil contenerla. Es posible contener la piedra que oscila en el pico de una montaña. ¿Pero, quién contendrá el alud que rueda voluminoso y rápido por la mitad de una pendiente?

Teniendo en cuenta el bien de la civilización cristiana y del Brasil, débese considerar, pues, que este sistema de progresos graduales del socialismo rural y de destrucción paulatina e implacable de la institución de la propiedad privada, facilitados por una ciega política de concesiones, es el peligro que más hay que temer.

 

CAPÍTULO II: Ambiente preparado para aceptar la propaganda socialista

 

Receptividad

Describir métodos eficientes de propaganda no basta para explicar su éxito. Es necesario, también, mostrar la adecuación de esos métodos al ambiente en que son empleados.

El ambiente brasileño está preparado, desde hace mucho, para aceptar los procesos de propaganda socialista que acabamos de describir.

 

Causas de esa receptividad

Las doctrinas y las tendencias que dieron origen a la Revolución Francesa, a fines del siglo XVIII, afirmaban una igualdad natural absoluta entre los hombres. En nombre de ese principio, la Revolución introdujo la igualdad en el campo político, proclamando en Francia la república, considerada como la única forma de gobierno compatible con el “dogma” de la igualdad.

Siglo XIX

Implantando la igualdad política, la Revolución Francesa, dejó intactas las desigualdades económicas, así como las desigualdades sociales que de éstas se derivan. Paralelamente, con la expansión universal de los principios revolucionarios, se delineó así, a lo largo de todo el siglo XIX, una cuestión de fondo, más clara para unos espíritus y menos para otros. En especial, las almas fuertemente impregnadas de sentimentalismo romántico y filantrópico se mostraban impresionadas con él. Ese problema podría formularse así: si la igualdad natural debe acarrear la igualdad Política entre los hombres, ¿por qué no ha de acarrear también la igualdad económica y social?

Este interrogante fue tomando consistencia paulatinamente en un ambiente marcado por las más diversas influencias ideológicas y por cuestiones sociales que se iban tornando cruciales.

Existiendo miembros de la gran familia espiritual de los sentimentales románticos en los más variados sectores de la opinión, el problema de la igualdad fue tomando en cada sector un colorido propio. En el medio conservador tomó el aspecto de una aspiración profunda y confusa que temía expresarse debido a la presión del ambiente, pero que creaba una corriente de simpatía hacia el socialismo, simpatía ésta que, paradójicamente, coexistía con la repulsa, un tanto asustada, que éste provocaba en los mismos ambientes.

En muchos católicos románticos y sentimentales, cualquiera que fuese su categoría social, se produjo el mismo fenómeno de simpatía y repulsa. La ignorancia de la doctrina de la Iglesia en lo referente a la igualdad fundamental y a las legítimas desigualdades entre los hombres; la triste situación del trabajador urbano, provocada por la industrialización incipiente; los impulsos legítimos del espíritu de justicia y de caridad, mezclados con las vibraciones del sentimentalismo romántico, han llevado a muchos católicos a simpatizar con el socialismo. Este, sin embargo, les causaba aprensión por su aspecto revolucionario y por el conflicto que creaba con el sentido de las proporciones y de la jerarquía que existe en todo corazón católico.

Siglo XX

Si estos anhelos de igualdad absoluta tuvieron como fruto más genuino y característico la aparición del socialismo pre-marxista y marxista en el siglo pasado, su efecto fue mucho más allá, pues produjeron ellos un inmenso epifenómeno que viene creciendo en intensidad hasta nuestros días.

Consiste en una predisposición para el socialismo, en grandes sectores de la opinión pública, aun en los mismos sectores declaradamente “no socialistas”.

Esa predisposición explica la receptividad de la sociedad burguesa contemporánea para los métodos de propaganda velada empleados por los socialistas.

 

Receptividad y repulsa en relación a la “Reforma Agraria Socialista”

 En el momento, pues, en que la “Reforma Agraria Socialista” se presenta ante la opinión pública, provocando repulsa por su radicalismo, una cierta inclinación igualitaria puede paralizar a muchos de los que deben luchar contra ella.

 

CONCLUSIÓN

 

Las consideraciones hechas en estos tres Títulos de la Sección I conducen a algunas conclusiones esenciales, que es necesario resumir.

La mentalidad tan arraigadamente católica de nuestro País viene siendo minada de una manera paulatina y desapercibida, por una doctrina que ciertamente rechazaría si la viese en su conjunto y en sus últimos principios. Es el socialismo.

Hace mucho tiempo que el socialismo, servido por el fino instinto político propio a las revoluciones, viene operando esa transformación del alma por procesos sagaces y eficientes.

Por el momento, procura conducir al Brasil a la aceptación de una transformación social y económica incruenta, pero auténticamente revolucionaria: la “Reforma Agraria Socialista”.

Su implantación creará un estado de tensión entre el País, que es católico, y la legislación, que será inspirada por principios opuestos a los de la civilización cristiana. De ahí se originará una crisis religiosa, y sobre todo una grave cuestión de conciencia.

Es necesario que nuestro pueblo sepa reaccionar contra este peligro, no sólo rechazando el socialismo explícito, sino también muchas opiniones que dan un sello socialista a la mentalidad de un buen número de brasileños, sin que ellos lo perciban.

 

Observación relativa a la revisión agraria

Se ha usado la expresión revisión agraria para designar una “Reforma Agraria Socialista” moderada. El proyecto de ley número 154 de 1960, del gobierno del Estado de San Pablo, por ejemplo, se titula revisión agraria, en este sentido.

“Reforma Agraria Socialista” moderada y revisión agraria equivalen a una socialización moderada de la vida del campo. El socialismo, aunque sea moderado, no puede ser aceptado por la Conciencia católica, como enseñó Pío XI [8]. Lo que dijimos de la “Reforma Agraria Socialista” vale también para la revisión agraria.


NOTAS

[2] Encíclica “Pascendi Dominici Gregis”, de 8 de septiembre de 1907 — A.A.S., volumen XL, pág. 595 (Romae — 1907) y “Verbo” nº 65 (General Sanjurjo, 38 - Madrid).

[3] Encíclica “Graves de Communi”, de 18 de enero de 1901 — A.A.S., volumen XXXIII, pág. 387 (Ex Typographia Polyglota S. C. de Propaganda Fide — 1900, 1901).

[4] Cfr. D. Antonio de Castro Mayer, “Carta Pastoral sobre problemas del apostolado moderno” — Traducción en lengua castellana, edición de Librería Católica Acción, Buenos Aires, 1959.

[5] León XIII, Encíclica “Quod Apostolici Muneris”, edición de 28 de diciembre de 1878 — A.A.S., vol. XI, pág. 372 (Ex Typographia Polyglota S. C. de Propaganda Fide — 1893).

[6] San Pío X, Encíclica “Pascendi Dominici Gregis”, de 8 de septiembre de 1907 — A.A.S., Vol. XL, pág. 595 (Romae 1907).

[7] Encíclica “Ubi Arcano”, de 23 de diciembre de 1922 — A.A.S., vol. XIV, página 696.