Plinio Corrêa de Oliveira

San Pedro y San Pablo:

apostolado de red y anzuelo

"Santo del Día", 29 de junio de 1967

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A D V E R T E N C I A

Este texto es trascripción de cinta grabada con la conferencia del profesor Plinio Corrêa de Oliveira dirigida a los socios y cooperadores de la TFP. Conserva, por tanto, el estilo coloquial y hablado, sin haber pasado por ninguna revisión del autor.

Si el profesor Corrêa de Oliveira estuviera entre nosotros sin duda pediría que fuera colocada una explícita mención a su filial disposición de rectificar cualquier eventual discrepancia en relación al Magisterio inmutable de la Iglesia. Es lo que hacemos constar, con sus propias palabras, como homenaje a tan escrupuloso estado de espíritu:

“Católico apostólico romano, el autor de este texto se somete con filial ardor a las enseñanzas tradicionales de la Santa Iglesia. No obstante, si por lapso, algo en él hubiera en desacuerdo con dichas enseñanzas, desde ya y categóricamente lo rechaza”.

Las palabras “Revolución” y “Contra-Revolución”, son aquí empleadas en el sentido que se les da en el libro “Revolución y Contra-Revolución”, cuya primera edición apareció publicada en el número 100 de la revista “Catolicismo”, en abril de 1959.

San Pablo Extramuros: mosaicos del arco triunfal del siglo V. El sujeto retrata el Apocalipsis de Juan, con el busto de Cristo en el medio flanqueado por los 24 doctores de la iglesia. San Pedro y San Pablo son retratados a la derecha e izquierda del arco.

Hoy es la fiesta de San Pedro y San Pablo. Estamos festejando el 19° centenario del martirio de los dos apóstoles.

Respecto de los apóstoles San Pedro y San Pablo, Dom Guéranger, en el Année Liturgique [*], tiene las siguientes palabras:

"Pedro y Pablo no cesan de oír en todo el mundo la oración de sus devotos clientes. No perdieron nada de su poder con el tiempo; y lo mismo en el cielo que antes en la tierra, la magnitud de los intereses generales de la Santa Madre Iglesia no les absorbe de modo que desatiendan la petición del más insignificante de los habitantes de esta gloriosa ciudad de Dios, de la que fueron y siguen siendo los príncipes.

"Y por ser uno de los triunfos del infierno en nuestra época el haber dejado adormecer la fe, aun de los justos, tenemos que insistir en que se sacuda este sueño funesto, que nos llevarla nada menos que a olvidar la parte más admirable de lo que quiso hacer el Señor, al confiar a los hombres el cuidado de continuar su obra y de representarle visiblemente en la tierra.[...]

”San Ambrosio, Obispo de Milán, ensalza también la acción apostólica, que es incesante, eficaz y viva en la Iglesia, y expresa con delicadeza y profundidad el oficio de Pedro y de Pablo en la santificación de los elegidos. "La Iglesia, dice, es una nave en la que tiene que pescar Pedro; y en esta pesca tiene órdenes de usar unas veces las redes y otras el anzuelo. ¡Grande misterio! pues esta pesca es enteramente espiritual. La red aprisiona, el anzuelo hiere; pero a la red va el montón, al anzuelo el pez solitario [1]. No temas, pez bueno, el anzuelo de Pedro; no mata, sino que bendice; preciosa herida la suya, que en la sangre permite encontrar la moneda de buena ley que es necesaria para pagar el tributo del Apóstol y del Maestro [2].

Por tanto, no te creas tan poca cosa, porque tu cuerpo sea débil: en tu boca tienes con qué pagar por Cristo y por Pedro [3].

”Pues hay un tesoro en nosotros, el Verbo de Dios; la confesión de Jesús le pone en nuestros labios. Por eso se dice a Simón: Anda mar adentro [4], es decir, al corazón del hombre; pues el corazón del hombre, en sus consejos, es como las aguas profundas [5]. Anda mar adentro, es decir, a Cristo; pues Cristo es el depósito profundo de las aguas vivas [6], en el cual están los tesoros de la sabiduría y de la ciencia [7].

”Pedro sigue pescando continuamente; y todos los días le dice el Señor: Entra mar adentro. Pero me parece oír a Pedro: Señor, hemos trabajado toda la noche y nada hemos cogido [8]. Pedro sufre en nosotros, cuando nuestra devoción es trabajosa.

”También Pablo en esos casos tiene su trabajo; le habéis oído hoy que decía: ¿Quién está enfermo, y que no enferme yo? [9]. Obrad de modo que los Apóstoles no tengan que sufrir por vosotros" [10].

 

Las palabras son muy hermosas y podríamos hacer un comentario sobre cada una de ellas. Una es la primera parte, esta interesante referencia de D. Guéranger de que la Providencia permitió que la fe de los justos se volviera somnolienta respecto al papel que San Pedro y San Pablo desempeñan desde lo alto del cielo para el bien de la Iglesia Católica y para la salvación de las almas.

Es curioso, pero la devoción a los Apóstoles disminuyó mucho, a excepción de la devoción a san Judas Tadeo, que era exactamente un apóstol casi desconocido y a respecto del cual había de parte de algunas personas una especie de extrañeza instintiva: no sabían si no era Judas —no el santo— también del Colegio Apostólico. Con esta excepción, la devoción a los demás apóstoles disminuyó mucho.

Y esta caída es todo lo que se puede imaginar de menos razonable, porque está claro que la misión de estos apóstoles no disminuye con el tiempo. Por el contrario, debe entenderse que esta misión permanece íntegra hasta el fin de los tiempos. Porque no fueron apóstoles de una época, no fueron sólo personas que salvaban almas en alguna ocasión, sino que son los que están luego después de Nuestro Señor Jesucristo y que contienen en su apostolado todas las épocas, porque hicieron una especie de implantación de la Iglesia en los lugares donde más tarde Ella floreció.

Entendiese, por lo tanto, que la devoción a ellos es más que razonable. Y debemos ver en estas palabras de D. Guéranger la oportunidad de recomendarnos a ellos, de pedirles gracias, de modo que nos asistan y con este cuidado se afervore nuestra devoción. Esta es la primera consideración.

La pesca milagrosa

Miniatura de un libro de coro - Alemania, c.1500

Hay otra consideración: una comparación entre la pesca milagrosa y el papel de San Pedro y San Pablo. Me parece interesante observar aquí la distinción entre apostolado de red y apostolado de anzuelo, que solemos utilizar en nuestro lenguaje. El apostolado de red son ciertas campañas generales destinadas a atraer mucha gente.

El apostolado de anzuelo, o de pinza —el anzuelo no es más que una pinza acuática— está hecho para atrapar a este, a aquel o a ese otro. Y así tenemos dos modalidades de apostolado expresadas aquí. [Dom Gueranger] habla del apostolado de red y luego del anzuelo, y cuando habla del anzuelo tiene palabras muy hermosas. El anzuelo duele, lastima la boca de los peces, pero con la sangre con que el pez se presenta, viene el pago de la conversión.

Esto significa que a menudo hay conversiones duras, conversiones a lo largo de las cuales la persona sufre, sangra, pero estas conversiones hechas con sangre traen consigo el precio de sí mismas. La sangre paga la deuda de aquel que debe convertirse. Es un tipo de conversión y es una conversión que se opera a través del dolor.

Pero hay otro tipo de conversión que se opera de una manera más amplia, de una manera menos dolorosa, que es por la red. Tomase a un mundo de personas, y la acción de la misericordia es más palpable. Entonces se puede ver un gran número de personas convertidas, y convertidas con poco dolor.

El bautismo del Rey de los Francos, administrado por San Remigio, constituyó hito decisivo para la conversión al Cristianismo de los pueblos bárbaros que invadieron el Imperio Romano (El bautismo de Clovis, tapiz, Palácio de Tau, Reims)

Ustedes tienen un maravilloso ejemplo de esto en la Edad Media, donde se observó que por la conversión de reyes, de ciertos reyes, naciones enteras se convirtieron. El reino de los francos, por ejemplo, el reino de los polacos y otros reinos, los reinos ánglicos, etc. Todo el reino se convertía. Por supuesto que no se puede imaginar que cada uno de esos hombres pasase por un drama horrible hasta que se convirtiera. Pero era la red que era arrojada y aportaba un mundo, una multitud de peces a la Iglesia Católica.

Otra hermosa referencia es la que dice acerca de no conseguir nada. San Pedro y San Pablo siempre tuvieron enormes dificultades en su apostolado y luego tuvieron resultados extraordinarios. No fueron apostolados fáciles, no fue apostolado tipo happy end, cierto tipo de falso apostolado como lo hacen ciertos liturgicistas.

A esta gente le gustaba decir: fui a una fábrica y hablé con fulano: "Amigos, buenos días", y todos contestaron "buenos días". Y en poco tiempo toda la fábrica se convirtió...

Lo que sucede es lo contrario. Es un apostolado difícil, un apostolado pedregoso, en el que debemos pedir continuamente a la Virgen que nos alcance la bendición de Dios para nuestro apostolado. Sin esta ayuda especial, este apostolado pedregoso no produce nada. 

La Virgen con el NIño y San Pedro con las Llaves del Cielo

[Detalle de Virgen y Niño en trono con Santos  - Carlo Crivelli, 1488 -Staatliche Museen, Berlin]

Hay una hermosa oración del cardenal Merry del Val en la que pide tener siempre en cuenta que Dios estaba en el origen de su apostolado, es decir, quien le había dado las gracias, la idea, los medios para empezar. Dios estaba en medio, porque fue la acción de Dios, obtenida por las oraciones de la Virgen, la que determinó la ayuda que hizo progresar el apostolado, y Dios era el fin del apostolado, aquel a quien el apostolado debe servir. 

Deberíamos recordarlo. Si tuviéremos eso en mente, lo haremos como San Pedro, que pidió la ayuda de Dios y la red se agrietó de tan llena. Si no tuviéremos esto en mente, nuestro apostolado corre el riesgo de ser menguado, corre el riesgo de ser un apostolado ilusorio. ¿Por qué? Porque la gracia de Dios no vino. Así que la referencia a la pesca milagrosa viene mucho a propósito para tener esto en cuenta; tener, a lo largo de nuestro apostolado, esa humildad, ese espíritu sobrenatural, para entender que nosotros por si mismos no somos nada y que en el orden sobrenatural no logramos nada; en el propio orden natural necesitamos la ayuda de Dios.

Así que recomendémonos a la Virgen, que es la Mediadora omnipotente, para que Ella nos lo alcance, porque nuestras oraciones sin Ella no lo alcanzarían de ninguna manera, pues no lo merecemos.

Por lo tanto, todo esto resulta en la gloria de Nuestra Señora y en el deseo de que nos acerquemos cada vez más a Ella, como nuestra madre muy amable, pero omnipotente en cuanto suplicante. Aquella cuya oración puede alcanzar todo y que nos puede alcanzar todo lo que debemos desear.

 


NOTAS

[*] El texto en español del "Année Liturgique" ha sido recogido de:

 

Dom Propero Guéranger

Abad de Solesmes

EL AÑO LITURGICO

Primera edición Española

Traducida y adaptada para los Paises

Hispano-Americanos por los Monjes de Santo Domingo de Silos

Tomo I

ADVIENTO Y NAVIDAD

 

1954

EDITORIAL ALDECOA

DIEGO DE SILOE, 18

BURGOS

 

Págs. 534-539. Reproducción del texto puede ser vista aquí.

[1] De la virginidad, XVIII.

[2] Alusión al pez que fue a pescar Pedro por orden del Señor un día que se le exigía el tributo a su Maestro, y en cuya boca se halló con qué pagar el impuesto por Jesús y por Pedro.

[3] Hexameron, V.

[4] Luc., V, 4.

[5] Prov., XVIII, 4.

[6] Joan., IV, XI.

[7] Rom., XI, 33.

[8] Lc., V, 5, 1.

[9] II Cor., XI, 29.

[10] De la Virginidad, XVIII, XIX. Esta parte del libro de la Virginidad está compuesta de un discurso que se pronunció el día de la solemnidad de los Santos Apóstoles. En la Liturgia Ambrosiana, se lee hoy todavía, como Epístola de la fiesta, el pasaje de la segunda carta a los Corintios donde se encuentra el texto citado por San Ambrosio.