Señor Jesús, Varón del Dolor, en vuestra Alma y en vuestro Cuerpo sufristeis todo cuanto es dado a un hombre sufrir.
Contemplo vuestro cadáver bajado del patíbulo, vuestra humanidad como que aniquilada y vuestra Sangre infinitamente preciosa derramada a lo largo de la Pasión.
Por todos los siglos de los siglos, representaréis el dolor en el horizonte de nuestras almas. El dolor, con todo cuanto tiene de noble, de fuerte, de grave, de dulce y de sublime. El dolor elevado del simple ámbito de las consideraciones filosóficas al firmamento infinito de la Fe. El dolor comprendido en su significación teológica, como expiación necesaria y como medio indispensable de santificación.
Por el mérito infinito de vuestra preciosísima Sangre, dad a nuestra inteligencia la claridad necesaria para comprender el papel del dolor, y a nuestra voluntad la fuerza para amarlo con todas las fibras de nuestras almas.
Sólo por la comprensión del papel del dolor y del misterio de la Cruz, es que la humanidad puede salvarse de la tremenda crisis en que está hundiéndose, y de las penas eternas que aguardan a los que hasta el último momento permanecieren cerrados a vuestra invitación para seguir con Vos la vía dolorosa.
María Santísima, Madre Dolorosa, por vuestras oraciones multiplicad sobre la tierra las almas que aman la Cruz.
Ésta es la gracia de incalculable valor, que os pedimos, en el crepúsculo de nuestra pobre y estropeada civilización.
Traducción y adpatación “Tesoros de la Fe” Nº 64, Abril de 2007