Visitando el Brasil en los años 30, Stefan Zweig quedó sorprendido por esta tierra, que previó destinada a tornarse “uno de los factores más importantes del futuro desarrollo de nuestro mundo” 7.
Lo que ante todo impacta del Brasil, es la grandeza de las superficies y de los horizontes. La extensión de este país, con sus 8.511.965 kilómetros cuadrados, es de más de la mitad de América del Sur. Las grandes montañas que descienden a pico sobre el mar, las florestas de vegetación lujuriante, el tumultuoso río Amazonas que, con una cuenca de más de cinco millones de kilómetros cuadrados, representa el más vasto sistema fluvial de la Tierra, dan la imagen de un país en el cual todo sobreabunda: la naturaleza, las luces, los colores; tanto como para hacer pensar, según la comparación de Rocha Pita, en un verdadero “paraíso terrestre”.
“En ninguna otra región se muestra el cielo más sereno, ni madruga más bella la aurora; el Sol en ningún otro hemisferio tiene los rayos más dorados, ni los reflejos nocturnos tan brillantes; las estrellas son las más benignas y se muestran siempre alegres; los horizontes, ya sea que el Sol nazca o se sepulte, están siempre claros; las aguas, sea que se tomen en las fuentes por los campos, o dentro de las poblaciones en los acueductos, son las más puras; es, en fin, el Brasil, terrenal paraíso descubierto” 8.
El vasto territorio brasileño aparece perpetuamente revestido de luz “como un diamante centelleando en las sombras del Infinito. (…) Su refulgencia abre en el silencio de los espacios una claridad inextinguible, dorada, ardiente, blanda o pálida. Todo es siempre luz. Descienden del Sol las luminosas grandes ondas ofuscantes, que mantienen en la tierra la quietud profunda. La luz todo lo invade, todo lo absorbe” 9.
Esta luz, que difunde una claridad inextinguible y parece conservar la tierra en una atmósfera de recogida quietud, reviste los grandes espacios de una misteriosa dimensión espiritual. Casi se diría que la extensión luminosa de los horizontes predispone el alma para una vocación magnánima y grande.
La fecha del nacimiento del Brasil es el 22 de abril de 1500, cuando en el horizonte de la nueva tierra aparecieron las blancas velas de la flota portuguesa comandada por Pedro Álvares Cabral. El primer gesto de los descubridores fue plantar la Cruz sobre la playa y hacer celebrar sobre la nueva tierra el Sacrificio incruento del Calvario. El Brasil fue desde entonces la Tierra de Santa Cruz 10. La constelación de la Cruz del Sur pareció sellar en los cielos esta escena, que permanecerá impresa hasta la eternidad en el alma brasileña. “La Cruz del Sur, emblema heráldico de la Patria, por su dulce luz recuerda para siempre, durante la noche, la perpetuidad del pacto de alianza. Ella dice palabras de inmortal esperanza a la nación cristiana que crece sobre la Tierra de Santa Cruz” 11. Desde entonces, observó un diplomático italiano, “el perfume originario del cristianismo es difundido en cada ángulo de la tierra brasileña, como si hubiera sido esparcido de una vez para siempre” 12.
La Cruz, como recuerda el P. Serafim Leite, S. J. “era un símbolo y una promesa. Pero no era todavía la semilla. Ésta vendría prolífica y abundante casi medio siglo después, en 1549, con la institución del Gobierno General y la llegada de los jesuitas” 13. En aquel año, seis misioneros de la Compañía recién fundada por San Ignacio acompañaron al gobernador Tomé de Souza, enviado por el Rey Juan III de Portugal para evangelizar la nueva tierra 14. Ellos, observó Stefan Zweig, trajeron consigo “la cosa más preciosa que se necesita para la existencia de un pueblo y de un país: una idea, y precisamente la idea creadora del Brasil” 15.
Los jesuitas infundieron un alma en aquella tierra potencialmente riquísima —no sólo en bienes materiales— pero hasta entonces adormecida. “Esta tierra es nuestra empresa” 16, declaró el padre Manuel de Nóbrega 17, quien junto con el padre José de Anchieta 18 puede ser considerado el fundador del Brasil. Desde el Descubrimiento hasta nuestros días los misioneros desarrollaron una “obra sin parangón en la historia” 19 de cristianización y, al mismo tiempo, de civilización de las tierras brasileñas. Los jesuitas catequizaron a los nativos, reuniéndolos en pueblos; abrieron las primeras escuelas, construyeron colegios, iglesias, caminos, ciudades 20. Cuando los hugonotes intentaron apoderarse de la nueva tierra, los padres Nóbrega y Anchieta fueron los inspiradores de las operaciones militares contra los protestantes franceses desembarcados en la bahía de Guanabara 21. En el centro del arco costero de la espléndida bahía reconquistada por los portugueses 22 fue fundada una pequeña ciudad destinada a convertirse en la capital: San Sebastián de Río de Janeiro, en la cual parecen confluir, en una síntesis irrepetible, todas las bellezas naturales del Brasil: montañas, colinas, florestas, islas, ensenadas 23. La Capital de la colonia portuguesa fue, al inicio, Salvador de Bahía, una de las “células genéticas” del Brasil 24 junto con São Paulo, Río de Janeiro y las capitanías de Pernambuco y Marañón.
El inmenso territorio fue dividido en doce Capitanías hereditarias, de las cuales derivaron los varios Estados que compondrían la Federación brasileña 25. Los donatarios, provistos de amplias concesiones, eran escogidos por el Rey de Portugal entre “las mejores personas: ex navegantes, combatientes, personajes de la corte” 26. El Brasil continuó siendo parte integrante del Reino de Portugal, incluso durante el período en el cual la Corona portuguesa estuvo unida a la española (1580-1640).
En la lucha contra los holandeses, que consiguieron establecerse efímeramente en Bahía (1624-1625) y más prolongadamente en Recife (1630-1654), comenzó a formarse la conciencia nacional brasileña 27. Cuando Recife, último bastión holandés, se rindió al ejército brasileño, ya existía un pueblo unido. “Las guerras holandesas tuvieron la virtud de consolidar en un tipo, hasta entonces desconocido, los elementos diversos de la colonización” 28.
El primer “tipo” aristocrático brasileño fue el de los señores de ingenio, los cultivadores de la caña de azúcar, que constituyó el más típico cultivo brasileño en el cuadro feudal de las Capitanías, durante toda la época colonial 29.
Las plantaciones de caña y los ingenios, las pequeñas refinerías donde trabajaban los esclavos, construidas próximas de los cursos de agua, constituían la naciente civilización agrícola brasileña. La Casa-Grande, la factoría del señor de ingenio, se asemejaba a una fortaleza militar 30. Los señores de ingenio constituyeron la gran fuerza que se opuso a las invasiones de los holandeses, de los franceses y de los ingleses, enemigos de la Fe y del Rey 31. El ciclo de la caña de azúcar fue la actividad primaria agrícola e industrial en los primeros dos siglos de la vida nacional. En el siglo XVIII, después del inesperado descubrimiento del oro en el estado de Minas Gerais, este metal tomó el primer puesto en la producción económica del país.
Los protagonistas del ciclo del oro y de las piedras preciosas fueron los bandeirantes, herederos directos de los descubridores por su coraje y espíritu de aventura 32. A caballo, bandera al frente, como caballeros andantes, remontaban el curso de los ríos, escalaban las montañas, se aventuraban hacia el interior en la búsqueda del oro y de las piedras preciosas.
En la segunda mitad del siglo XVIII, después de los ciclos socioeconómicos del azúcar y del oro, se inicia la tercera gran era económica, el ciclo del café, que hasta 1930 fue la principal fuente de riqueza de la economía brasileña.
Notas:
7 STEFAN ZWEIG, Brasile. Terra dell’avvenire, trad. it. Sperling & Kupfer, Milán, 1949, p. 10; Cfr. también ERNANI SILVA BRUNO, História e Tradições da Cidade de São Paulo, Livraria José Olympio Editora, Río de Janeiro, 1954, 3 vol.; AFFONSO A. DE FREITAS, Tradições e reminiscências paulistanas, Governo do Estado de São Paulo, São Paulo, 1978 (3ª ed.); LUIZ GONZAGA CABRAL S.J., Influência dos Jesuítas na colonização do Brasil, in Jesuítas no Brasil, vol. III, Companhia Melhoramentos de S. Paulo, São Paulo, 1925.
8 SEBASTIÃO DA ROCHA PITA (1660-1738), História da América Portuguesa, in E. WERNECK, Antologia Brasileira, Livraria Francisco Alves, Río de Janeiro, 1939, p. 210.
9 JOSÉ PEREIRA DA GRAÇA ARANHA (1868-1931), A esthetica da vida, Livraria Garnier, Río de JaneiroParis 1921, p. 101.
10 “El Brasil nació cristiano. «Isla de la Vera-Cruz» le llamó su primer historiador, que fue también uno de sus descubridores” (P. SERAFIM LEITE S. J., Páginas de História do Brasil, Companhia Editora Nacional, São Paulo, 1937, p. 11). El cronista de la expedición, Pero Vaz de Caminha escribió al Soberano: “No podemos saber si hay oro, plata, metales o hierro; no hemos visto. Pero la tierra por sí es rica (…) Sin embargo el fruto mejor que se podrá sacar será, a nuestro ver, el traer a sus habitantes la salvación de sus almas” (cit. in ROGER BASTIDE, Il Brasile, Garzanti, Milán, 1964, p. 13; texto de la carta de Pero Vaz de Caminha in JAIME CORTESÃO, A expedição de Pedro Alvares Cabral, Livrarias Ailland e Bertrand, Lisboa, 1922, pp. 233-256).
11 YVES DE LA BRIÈRE, Le règne de Dieu sous la Croix du Sud, Desclée de Brouwer & C., Brujas-París, 1929, p. 20.
12 ROBERTO CANTALUPO, Brasile euro-americano, Istituto per gli Studi de Politica Internazionale, Milán, 1941, p. 89.
13 S. LEITE S.J., Páginas de História do Brasil, cit., pp.12-13. “Sin desconocer el concurso de los demás, se puede emitir sin temor esta proposición exacta: la historia de la Compañía de Jesús en el Brasil, en siglo XVI, es la propia historia de la formación de Brasil en sus elementos catequéticos, morales, espirituales, educativos y en gran parte coloniales. La contribución de otros factores religiosos no modifica sensiblemente estos resultados” (p. 14).
14 El “Regimiento” del 17 de diciembre de 1548, en el cual el Rey de Portugal Juan III trazaba a su Gobernador Tomé de Souza las reglas de gobierno a las que debería atenerse en Brasil, afirmaba: “La razón principal que me ha llevado a mandar poblar la citada tierra del Brasil fue que la gente del país se convirtiese a nuestra santa fe católica” (Regimento de Tomé de Souza, Biblioteca Nacional de Lisboa, Arquivo da Marinha, liv. 1 de oficios, de 1597 a 1602). Cfr. también P. ARMANDO CARDOSO S.J., O ano de 1549 na história do Brasil e da Companhia de Jesus, in “Verbum”, n. 6 (1949), pp. 368-392.
15 S. ZWEIG, Brasile. Terra dell’avvenire, cit., p. 35. Cfr. CARLOS SODRÉ LANNA, Gênese da civilização cristã no Brasil, in “Catolicismo”, Nº 519, marzo de 1994, pp. 23-24; ID., A epopéia missionária na formação da Cristandade luso-brasileira, in “Catolicismo”, Nº 533, mayo de 1995, pp. 22-23.
16 Cit. in ANTONIO DE QUEIROZ FILHO, A vida heróica de José de Anchieta, Edições Loyola, São Paulo, 1988, p. 43.
17 El P. Manuel da Nóbrega nació en Entre-Douro-e-Minho, Portugal, el 18 de octubre de 1517 y murió en Río de Janeiro el 18 de octubre de 1570. Doctor en Derecho Canónico y Filosofía por la Universidad de Coimbra, en 1544 ingresó en la Compañía de Jesús y en 1549 fue enviado por San
Ignacio al Brasil, donde fue el primer superior de la misión de los jesuitas y posteriormente el primer Provincial. Su misión se ejerció durante más de veinte años, hasta su muerte.
18 Nacido el 19 de marzo de 1534 en La Laguna (Canarias), el Beato José de Anchieta murió en Reritiba (hoy Anchieta), Brasil, el 9 de junio de 1597. En 1551 entró en la Compañía de Jesús y dos años después se embarcó hacia el Brasil con un grupo de misioneros que acompañaban al Gobernador portugués Duarte da Costa. Ordenado sacerdote en 1566, participó en la fundación de São Paulo (1554) y de Río de Janeiro (1567) y llegó a ser Provincial de Brasil en 1578, desarrollando un infatigable apostolado que le valió el título de “Apóstol del Nuevo Mundo”. Fue beatificado por Juan Pablo II en 1980. Cfr. ALVARES DO AMARAL, O Padre José de Anchieta e a fundação de São Paulo, Conselho Estadual de Cultura, São Paulo, 1971.
19 S. LEITE S. J., História da Companhia de Jesus no Brasil, Livraria Portugalia, Lisboa, 1938, vol. I.
20 Al lado de los jesuitas, desarrollaron su apostolado los benedictinos (desde 1582), los carmelitas (desde 1584), los capuchinos (desde 1612) y otras órdenes religiosas. Los jesuitas, expulsados en 1760 por el Marqués de Pombal, volvieron al Brasil en 1842. Sobre los 40 mártires jesuitas de 1570, cfr. MAURICIO GOMES DOS SANTOS S.J., Beatos Inácio de Azevedo e 39 companheiros mártires, in “Didaskalia”, Nº 8 (1978), pp. 89-155; pp. 331-366 (traducción del estudio hecho por el departamento histórico de la Congregación de los Santos).
21 Fue Consejero de los Padres Nóbrega y Anchieta un aristócrata italiano, Giuseppe Adorno, de la familia de los Dogos de Génova, que había puesto su fortuna y su vida al servicio de su nueva patria lusitana, después de haber sido obligado a abandonar su ciudad. Además de los Adorno, se trasladaron a Brasil en el siglo XVI los Acciaiuoli (Accioly), los Doria, los Fregoso y los Cavalcanti (Cavalcanti d’Alburquerque).
22 C. SODRÉ LANNA, A expulsão dos franceses do Río de Janeiro, in “Catolicismo”, Nº 509, mayo de 1993, pp. 22-24.
23 “Río de Janeiro, desde el punto de vista de su panorama, puede ser considerado una síntesis del Brasil. Es el corazón del Brasil que allí continúa palpitando, a pesar de que la capital haya sido transferida oficialmente a Brasilia. Hay allí una misteriosa síntesis del país, una invitación a un futuro cargado de misteriosas promesas” (PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Meditando sobre as grandezas do Brasil, in “Catolicismo”, Nº 454, octubre 1988).
24 “El insigne historiador del Brasil, Sr. João Ribeiro, llama, con enérgica exactitud, células genéticas del tejido del Brasil a los siguientes puntos de su territorio: Bahía, Pernambuco, S. Paulo, Río y Marañón. Ahora bien, de esas cinco células genéticas, dos (…) fueron exclusivamente obra de la Compañía: São Paulo, que ella creó por sus manos, y Río de Janeiro, que contra todo y contra todos ella consiguió que se fundase. Las otras tres: Bahía, Pernambuco y Marañón, recibieron de los jesuitas el máximo de su expansión” (L. G. CABRAL S.J., Jesuítas no Brasil (século XVI), Companhia Melhoramentos de São Paulo, São Paulo, 1925, p. 266).
25 HOMERO BARRADAS, As capitanias hereditárias. Primeiro ensaio de um Brasil orgânico, in “Catolicismo”, Nº 131, noviembre de 1961.
26 PEDRO CALMON, História do Brasil, Livraria José Olympio Editora, Río de Janeiro, 1959, Vol. I, p. 170.
27 Cfr. LÚCIO MENDES, Calvinistas holandeses invadem cristandade luso-americana, in “Catolicismo”, Nº 427, julio 1986, pp. 2-3; ID., Martírio e heroísmo na resistência ao herege invasor, in “Catolicismo”, Nº 429, septiembre 1986, pp. 10-12; DIEGO LOPES SANTIAGO, História da Guerra de Pernambuco, Fundação do Patrimônio Histórico e Artístico de Pernambuco, Recife, 1984. En este período fueron muchos los oficiales italianos, sobre todo napolitanos, que vinieron entonces al Brasil (cfr. GINO DORIA, I soldati napoletani nelle guerre del Brasile contro gli olandesi (1625-1641), Riccardo Ricciardi Editore, Nápoles, 1932). Cuando en 1624 la Compañía de las Indias Occidentales holandesa hizo ocupar Bahía, Felipe IV envió una flota de la cual hacía parte un Tercio napolitano dirigido por Carlo Andrea Caracciolo, Marqués de Torrecuso. Otro condottiero napolitano, el Conde de Bagnoli, Gian Vincenzo Sanfelice, en 1638 defendió exitosamente Bahía de los calvinistas holandeses que aspiraban a formar un Estado protestante en América del Sur. Entre Brasil y el Reino de Nápoles siempre hubo un fecundo intercambio (cfr. por ejemplo: PAOLO SCARANO, Rapporti polittici, economici e sociali tra il Regno delle Due Sicilie e il Brasile (1815-1860), Società Napoletana di Storia Patria, Nápoles, 1958).
28 P. CALMON, Storia della Civiltà brasiliana, tr. it. Indústria Tipográfica Italiana, Río de Janeiro, 1939, p. 52.
29 La caña de azúcar, producto ideal para un país que comienza su desarrollo, fue cultivada desde el fin del siglo XVI en el norte y en el sur del Brasil. El centro del cultivo era el Estado de Pernambuco, cuyo puerto de Recife llegó a ser en el siglo XVII el mayor emporio del azúcar de todo el mundo (P. CALMON, Storia della Civiltà brasiliana, cit., p. 85). Cfr. también PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, No Brasil-colônia, no Brasil imperial e na República brasileira: gênese, desenvolvimento e ocaso da “Nobreza da Terra”, apéndice a Nobreza e elites tradicionais análogas nas alocuções de Pio XII ao Patriciado e à Nobreza Romana, Livraria Civilização Editora, Porto, 1993, pp. 159-201.
30 GILBERTO FREYRE, Casa-Grande e Senzala, Editora José Olympio, São Paulo, 1946 (5ª ed.), vol. I, p. 24.
31 La conquista de las tierras tiene, por lo demás, un carácter guerrero. “Todo latifundio desbastado, toda merced real «poblada», todo recinto construido, todo «fabricado», tiene como premisa necesaria una difícil empresa militar. De norte a sur las fundaciones agrícolas y pastoriles se hacen con la espada en la mano” (FRANCISCO JOSÉ OLIVEIRA VIANA, O Povo Brasileiro e a sua Evolução, Ministério de Agricultura, Indústria e Comércio, Río de Janeiro, 1922, p. 19).
32 Sobre los Bandeirantes, cfr. la imponente História geral das Bandeiras Paulistas (São Paulo, 19241950, 11 vols.) de AFFONSO DE TAUNAY, resumida in História das Bandeiras Paulistas, Edições Melhoramentos, S. Paulo, 1951, 2 vol.; cfr. también J. CORTESÃO, Raposo Tavares e a formação territorial do Brasil, Ministério de Educação e Cultura, Río de Janeiro, 1958; RICARDO ROMÁN BLANCO, As bandeiras, Universidade de Brasília, Brasilia, 1966.