Los viajes a Europa constituían un momento privilegiado en la formación cultural de las élites brasileñas al comienzo del siglo. Para Plinio y su familia la ocasión se presentó con la necesidad que tuvo Da. Lucilia de someterse a una intervención quirúrgica en el Viejo Continente.
Sufriendo de cálculos biliares, ella supo que un conocido clínico alemán, el profesor August Bier 77, médico personal del Kaiser, operaba la vesícula aplicando una nueva técnica que él mismo había desarrollado. En junio de 1912 Lucilia Corrêa de Oliveira embarcó en el puerto de Santos, acompañada no solamente por su esposo João Paulo y por sus hijos Plinio y Rosée, sino también por su madre Gabriela, hermanos, cuñados y sobrinos, formando un grupo familiar que durante diez meses dejó de lado sus ocupaciones para visitar las principales ciudades europeas.
El profesor Bier, el médico que trató a Da Lucilia en Berlín
En los primeros días de julio la joven madre fue operada por el profesor Bier, en Berlín. Su convalecencia comenzó en el balneario de Binz, en la isla de Rügen, para continuar después en Wiesbaden y Colonia. Transcurrió así el verano de 1912, en aquella Alemania floreciente de la preguerra, a la cual el ex Canciller Príncipe de Bülow aplica los versos de Schiller: “La alegría reinaba en las salas de Troya / antes que la alta roca cayese” 78.
Fue un verano frío y lluvioso, en el que nevó en París, mientras que la “cuestión de Oriente”, junto con la guerra de los Balcanes, ocupaba las primeras páginas de los periódicos. A comienzos de septiembre, mientras el Kaiser visitaba oficialmente Suiza, en Viena se realizaba un gran Congreso Eucarístico, con la presencia del Emperador Francisco José y de toda la Corte. La Europa de entonces, dominada por las figuras de los emperadores Francisco José y Guillermo II, estaba ligada por una compacta red de vínculos dinásticos. Generaciones de príncipes y de soberanos convergieron en diciembre de 1912 en Munich, por ocasión de la muerte del nonagenario Regente Luitpold de Baviera, conocido como “el patriarca de los reinantes”, y posteriormente en Berlín, el 24 de mayo de 1913, para el fastuoso casamiento de la princesa Victoria Luisa de Hohenzollern, hija del Emperador Guillermo II, con Ernesto Augusto de Brunschwig Lünenberg, Duque de Cumberland.
A la izquierda la avenida Friedland, donde se encuentra el Hotel Royal, en el que se alojó la familia del doctor Plinio en 1913.
Doña Lucilia y su familia pasaron aquel invierno en París, donde permanecieron hasta fines de marzo de 1913, hospedados en el Hotel Royal, en la Avenida Friedland. De París se dirigieron a Génova, con la intención de seguir viaje a Roma para prestar homenaje al Papa San Pío X, pero la noticia de una epidemia en la Ciudad Eterna alteró el programa. Tomaron el camino de regreso, desembarcando en el puerto de Santos el 13 de abril de 1913.
El viaje a Europa fue memorable para el pequeño Plinio, que contaba entonces cuatro años. La Catedral de Colonia, que desde hace siete siglos guarda las reliquias de los Reyes Magos, con sus majestuosas torres en punta, fue su primer encuentro con las maravillas del arte gótico. Las márgenes del Rhin sembradas de una constelación de castillos, los Alpes nevados, los esplendores de Notre-Dame y de Versalles; la costa de Liguria, espectacular mirador sobre las dulzuras del Mediterráneo, quedaron profundamente impresos en su alma. Él habría podido decir, de cada monumento de la Civilización Cristiana que en aquella ocasión visitó con su familia, lo que más tarde escribiera acerca de la Catedral de Colonia, aludiendo a “algo que se expresa en ese monumento gótico. ¡Algo de misterioso, que pide toda mi dedicación, pide todo mi entusiasmo, pide a mi alma que ella sea enteramente conforme a las maravillas de la Iglesia Católica! Es una escuela de pensamiento, de voluntad y de sensibilidad. Es un modo de ser que de allí se irradia, y para el cual siento que nací. Es algo mucho mayor que yo, muy anterior a mí. Algo que viene de siglos en los cuales yo no era nada. Viene de la mentalidad católica de hombres que me antecedieron y que también tenían, en el fondo del alma, ese mismo deseo de lo inimaginable. Y ellos hasta concibieron lo que yo no concebí e hicieron lo que yo no hice. Pero es un deseo tan alto, tan universal, tan correspondiente a los anhelos profundos de tantos y tantos hombres, que el monumento quedó para todo y siempre: ¡la Catedral de Colonia!” 79.
Habrían de transcurrir casi cuarenta años hasta que Plinio volviese a Europa. Pero las raíces del Viejo Continente ya estaban implantadas en su corazón, al aproximarse la Primera Guerra Mundial.
Notas:
77 Profesor de cirugía en Kiel, Greifswald, Bonn y Berlín, August Bier (1861-1949) es conocido en la historia de la medicina por haber introducido el uso de una técnica terapéutica especial (bierterapia), concebida esencialmente para los procesos inflamatorios agudos y crónicos. Cfr. MARTIN MÜLLER, sub voce in NDB, vol. II (1955), pp. 230-231. Doña Lucilia mantuvo con él una amigable correspondencia hasta su muerte en 1949 (DL, cit., vol. II, pp. 31-32).
78 Príncipe BERNHARD VON BÜLOW, Memorie, vol. III, Guerra mondiale e catastrofe, tr. it. A Mondadori, Milán, 1931, p. 121 (la cita corresponde a los dos primeros versos de la Casandra de Schiller).
79 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, O inimaginável e o sonhado, “Catolicismo”, Nº 543, marzo de 1996, p. 28.