Cap. II, 10. La oscura complicidad entre nazismo y comunismo

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NAZISMO Y COMUNISMO

El intento común de imponer la uniformidad de pensamiento y sentimientos a todas las personas mediante una brutal represión policial y una presión ideológica igualmente brutal ejercida sobre cada individuo desde los primeros años de vida sería suficiente por sí solo para revelar que el nazismo y el comunismo son dos caras de la misma moneda (fotos publicadas por Bertram Otto — Berto — Verlag, Bonn).

 

Tras la firma del pacto Molotov-Ribbentrop, lúcidamente previsto por Plinio Corrêa de Oliveira, éste adelantó una nueva y desconcertante previsión: “El pacto ruso-alemán ha sido un acto inhábil. Es posible que dentro de poco tiempo, Hitler y Stalin se vuelvan enemigos, para «épater les bourgeois» y para desviar a la opinión pública” 122. El 18 de mayo de 1941 renovó la previsión en las páginas de “O Legionário”:
“Como todos ven, la colaboración ruso-alemana está llegando a su auge, con la intervención activa de Rusia al lado de Alemania en la política asiática. El «Legionário» ya había previsto desde hace tiempo todo lo que está aconteciendo. Pero, precisamente ahora, cuando esta colaboración parece haber llegado a su cenit, nos permitimos agregar a nuestros lectores una cosa que seguramente los sorprenderá: en el punto en que se hallan estas relaciones, tanto es posible que duren largo tiempo como que, de improviso, Alemania agreda a Rusia, sin que todo esto desmienta la realidad de la simbiosis nazi-comunista. Qui vivra verra123.
Un mes después, el 22 de junio, Hitler abría con la “Operación Barbarroja” una inesperada ofensiva contra la Rusia soviética, convencido de liquidarla en pocas semanas, para después lanzarse con todas sus fuerzas contra Inglaterra. Entretanto, los Estados Unidos se envolvieron en las hostilidades debido al fulminante ataque japonés a Pearl Harbour, el 6 de diciembre de 1941. Así se inició la “mundialización” del conflicto, que en agosto de 1942 llevó también al Brasil a entrar en la guerra al lado de los aliados 124. Plinio Corrêa de Oliveira quiso manifestar el único auténtico sentido que podía tener la intervención de su país:
“El Brasil —escribió— tendrá la victoria si combate con la cruz en la mano. Es «con esta señal que venceremos». (…) No luchamos para matar: luchamos y matamos para vivir. Y, para que vivamos, precisamos continuar en lucha encendida contra todo cuanto, en el Brasil, pueda significar descristianización” 125. “El Brasil sólo será real y genuinamente cristiano, siendo católico, apostólico, romano. Y, por lo tanto, nuestra civilización sólo continuará cristiana si el Brasil continúa dentro del rebaño de la Santa Iglesia Romana” 126.
En 1942, el desembarque anglo-norteamericano en las costas de Marruecos y Argelia constituyó un importante éxito de Churchill, quien se oponía, pese a las insistencias de Stalin, a la apertura de un segundo frente en Europa 127.
Las fuerzas ítalo-germánicas fueron obligadas a capitular en Túnez y los anglo-americanos prepararon un nuevo desembarque en Sicilia, que tuvo como efecto la caída del fascismo, el 25 de julio de 1943. Italia, convertida en un campo de batalla tras el armisticio del 8 de septiembre, se partió en dos. Era necesaria una nueva intervención terrestre para abatir a Alemania. Las propuestas de Churchill, quien no confiando en Rusia postulaba un desembarque en los Balcanes, esta vez no fueron escuchadas. El 6 de junio de 1944 el desembarque aliado se daba en las costas de Normandía.
Plinio Corrêa de Oliveira veía en el desarrollo de la guerra la confirmación de la antigua tesis de “O Legionário” sobre la ambigua relación que ligaba a los dos enemigos-hermanos: la Alemania nacional socialista y la Rusia comunista. Él percibía en esta relación un nexo que iba mucho más allá de una convergencia de intereses políticos o diplomáticos, pues tocaba en lo más profundo de la gran cuestión del siglo XX: la lucha mortal entre la Iglesia Católica y sus enemigos, animados por un odio mortal hacia la Civilización Cristiana. “Para nosotros, la opción es sólo ésta: Cristo Rey o el Anticristo. Y para nosotros, Anticristo es tanto el nazismo cuanto el comunismo” 128.
Cuando a comienzos de 1944 el ejército alemán es obligado a retroceder en Rusia, en los Balcanes y en Italia, y la derrota de Hitler se delinea como irreversible, Plinio Corrêa de Oliveira subraya cómo, frente a la imposibilidad de la victoria, Hitler trata de allanar el camino a los soviéticos más que a los occidentales.
“Ese paladín del anticomunismo prefiere de tal manera, como desenlace para la guerra que no puede vencer, la expansión rusa a la expansión angloamericana que, aunque perdiendo en Rusia zonas territoriales inmensas, ejércitos enteros, prefiere dejar que esto suceda, a retirar de la zona occidental los ejércitos inmovilizados en la Europa ocupada a la espera de un segundo frente. Cada pulgada que Hitler pierde en Rusia, en parte la pierde para mantener en el Occidente europeo las fuerzas que retardan la abertura del segundo frente. En otros términos, colocado entre dos adversarios, está en sus manos optar por el avance de uno o del otro. Optó por el avance de los comunistas, y por eso continúa plenamente señor del frente occidental en que todo está tranquilo, y defiende —palmo a palmo, es verdad— el frente oriental apenas en la medida de lo que le es posible. Retengamos esta consecuencia: entre Rusia y la coalición anglo-americana, Hitler prefiere el avance de la primera. Derrotado, procura influir en la configuración del mundo de mañana. Es este su último crimen” 129.
Con la prolongación de la guerra, la propaganda de izquierda procuraba enfatizar en todo el mundo el papel antinazi de Stalin y de la Rusia soviética, para presentarla como la “liberadora” de Europa oriental. Plinio Corrêa de Oliveira observaba que, mientras los aliados se empantanaban en Italia, la URSS se expandía sobre el frente del Este, extendiendo su influencia en Europa central. Los nazis defendían palmo a palmo el frente italiano, abandonando a los rusos provincias enteras en Europa oriental. El nazismo “está cometiendo la suprema traición de entregar lentamente Europa a los bolcheviques” 130.
Mientras el Ejército Rojo avanzaba hasta la bahía de Riga, en los confines de la Prusia Oriental, en diciembre de 1944 Hitler lanzó contra el Occidente la ofensiva de las Ardenas 131. Todas las reservas disponibles fueron transferidas al Eifel, sin preocuparse con el debilitamiento del frente oriental. El 12 de enero de 1945, el aparato bélico soviético arrolló el ejército alemán entre el Memel y los Cárpatos, y en tres semanas avanzó hasta el Oder 132.
“Mientras prosigue la debacle nazi —comentaba el Dr. Plinio— insistimos en acentuar un aspecto importantísimo de las operaciones militares. Los nazis, fieles como siempre a su simpatía hacia el comunismo, defienden mucho menos el frente oriental que el frente occidental o el frente sur. De ahí derivan una serie de «triunfos» que a los ojos del público aumentan el prestigio soviético, en cuanto los bravos soldados anglo-americanos van avanzando debajo de metralla auténtica, en el norte de Francia o en el centro de Italia” 133.
En febrero de 1945 se reunieron en Yalta Stalin, Roosevelt y Churchill. Invadido por dos frentes, el Tercer Reich capituló entre el 7 y el 8 de mayo, mientras Hitler se suicidaba en su bunker de Berlín. En agosto, también el Japón, reducido a una extremidad de fuerzas, tras el lanzamiento de las dos bombas atómicas americanas sobre Hiroshima y Nagasaki aceptó la capitulación.
La Segunda Guerra Mundial había durado exactamente seis años, desde la invasión alemana a Polonia el 1º de setiembre de 1939, hasta la rendición japonesa del 2 de septiembre de 1945. En este período se combatió en todos los continentes, por cielo, por tierra y por mar. Como la Primera Guerra Mundial, también la Segunda fue una guerra ideológica y revolucionaria, cuyo fin último, más allá de los alineamientos opuestos era, como lo había anunciado Plinio Corrêa de Oliveira, un violento ataque a los valores y a las instituciones cristianas.
“Esta guerra —reafirma el 13 de mayo de 1945 el líder brasileño en “O Legionário”— fue sobre todo una lucha ideológica en que se procuró apretar a la opinión católica entre las tenazas de un terrible dilema: o nazismo o comunismo. Nuestra Señora, que «aplastó todas las herejías en el mundo entero», quiso que en el mes de María se quebrase una de las puntas: murió el nazismo. Ahora debemos pedirle que quiebre la otra punta y aplaste el comunismo” 134.
El antifascismo de Plinio Corrêa de Oliveira no tenía nada que ver con el de los progresistas, que se fue consolidando tras los pasos de los Ejércitos de Liberación 135. Frente al derrocamiento del nazismo, ya dirigía su mirada hacia el adversario siguiente, cuyo enorme potencial de amenaza sobre el Occidente advertía con toda claridad. La lucha contra el comunismo, iniciada en los años 30, constituiría desde este momento la nota dominante de su apostolado.
Mientras las tropas soviéticas avanzaban hacia Berlín, escribía: “Derribado el odioso flagelo nazista, el objetivo consiste en extinguir el comunismo, y a ese objetivo se debe sacrificar todo, absolutamente todo lo que lógica y lícitamente se pueda sacrificar” 136.
“La lucha contra el comunismo —escribe el 10 de marzo de 1946— debe ser más dura, más clara, más irreductible que nunca” 137. “El socialismo de hoy —agrega algunos meses después— como el nazismo de ayer, como antes de ayer el liberalismo, ostenta mil caras: con una sonríe a la Iglesia, la amenaza con otra y hace discursos contra ella con otra más. Contra este nuevo socialismo, como otrora contra el liberalismo, la actitud de los católicos en el mundo entero, pero sobre todo en Europa, sólo puede ser una: combate decidido, franco, inflexible, intrépido. El socialismo no es un animal salvaje susceptible de ser domado y domesticado. Es un monstruo apocalíptico, que reúne la falsedad del zorro a la violencia del tigre. No nos olvidemos de esto, porque de lo contrario, los hechos terminarán por enseñárnoslo de modo muy doloroso…” 138.
Como Pío XII, el pensador brasileño veía en el retorno al orden natural y cristiano negado por el totalitarismo moderno el fundamento de la reconstrucción 139.
Con los tratados de paz, sin embargo, Europa volvía al equilibrio contradictorio de Versalles. “Raras veces en la historia mundial —afirmó Pío XII— la espada había trazado una tan nítida línea divisoria entre vencedores y vencidos” 140.
Una “Cortina de Hierro”, según la expresión de Churchill, atravesaba desde ahora el continente de Norte a Sur. La Europa que nacía tomaba, así, un rumbo bien distinto al deseado por el Papa y por la Iglesia Romana.

 

Notas:

122 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Anti Komintern!, in “O Legionário”, Nº 363, 27 de agosto de 1939.

123 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, 7 dias em revista, in “O Legionário”, Nº 453, 18 de mayo de 1941.

124 El Brasil fue el único país latinoamericano (con excepción de México, pero éste se comprometió solamente en operaciones aéreas) que participó directamente en el conflicto, por medio de un contingente de 20 a 25.000 hombres agregados al Quinto Ejército norteamericano, en Italia.

125 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Guerra!, in “O Legionário”, Nº 520, 30 de agosto de 1942.

126 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Civilização Cristã, in “O Legionário”, Nº 546, 24 de enero de 1943.

127 J. GUIFFAN, Histoire de l’Europe, cit., p. 217.

128 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, 7 dias em revista, in “O Legionário”, Nº 519, 23 de agosto de 1942.

129 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, O santo do diabo, in “O Legionário”, Nº 601, 13 de febrero de 1944.

130 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, O discurso de Churchill in “O Legionário”, Nº 617, 4 de junio de 1944.

131 Cuando el General Guderian avisó a Hitler de los amenazadores preparativos soviéticos sobre el río Vístula, el Führer rechazó terminantemente la propuesta de suspender la contraofensiva (BASIL H. LIDDELL HART, Storia militare della seconda guerra mondiale, tr. it. Mondadori, Milán, 1996, p. 997).

132 Ibid., pp. 927-935.

133 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, 7 dias em revista, in “O Legionário”, Nº 625, 30 de julio de 1944.

134 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Regina Pacis, in “O Legionário”, Nº 666, 13 de mayo de 1945.

135 Sobre la continuidad entre fascismo y antifascismo progresista, cfr. AUGUSTO DEL NOCE, Fascismo e antifascismo. Errori della cultura, Leonardo, Milán, 1995. “El resultado de la unidad antifascista, en los términos en que es propuesta hoy —escribía Del Noce en 1971— no puede ser sino un fascismo al revés, un fascismo disociado de la causa nacional. Nos encontraríamos delante de la consumación del fascismo, como disolución total” (ibid., p. 98).

136 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, A grande missão, in “O Legionário”, Nº 652, 4 de febrero de 1945.

137 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, O discurso do Sr. Winston Churchill, in “O Legionário”, Nº 709, 10 de marzo de 1946.

138 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, A falsa alternativa, in “O Legionário”, Nº 723, 16 de junio de 1946.

139 La verdadera paz, según PÍO XII, no es el resultado de un puro equilibrio de fuerzas, sino “en su último y más profundo significado, una acción moral y jurídica” (Radiomensaje al mundo del 24 de diciembre de 1943, in IP, La pace internazionale, cit., p. 398), la cual sólo se puede obtener “con los principios y de las normas dictadas por Cristo y puestas en práctica con sincera piedad” (Encíclica Summi maeroris, del 19 de julio de 1950, in IP, La pace internazionale, cit., p. 542).

140 PÍO XII, Alocución al Sacro Colegio Cardenalicio del 24 de diciembre de 1946, in IP, La pace internazionale, cit., p. 463.

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