Cap. III, 6. Presidente diocesano de la Acción Católica

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El reverendísimo Mons. Duarte Leopoldo e Silva, arzobispo de San Pablo, quien apoyó el apostolado de Plinio Corrêa de Oliveira en Brasil.

Algunos meses después fallecía el arzobispo de São Paulo. Su sucesor, Mons. José Gaspar de Afonseca e Silva 55, representaba un tipo humano muy distinto. Si el aspecto de Mons. Duarte era el de un hombre granítico, que infundía respeto y hasta temor, el trato de Mons. José Gaspar era afable y atrayente. Conocer su real pensamiento e interpretar los nombramientos de sus auxiliares, frecuentemente inspirados por un fuerte sentido político y diplomático, no era siempre fácil. Sus primeras designaciones no dejaron de causar sorpresa. El 11 de marzo de 1940 confió a Plinio Corrêa de Oliveira el más prestigioso de los encargos: Presidente de la Junta Arquidiocesana de la Acción Católica de São Paulo. En el mismo período el padre Castro Mayer fue nombrado Asistente General de la Acción Católica de São Paulo, mientras que el padre Proença Sigaud era designado asesor arquidiocesano de la Juventud Estudiantil, masculina y femenina. Plinio Corrêa de Oliveira asumía en sus manos, por lo tanto, la dirección de todas las fuerzas del laicado católico de São Paulo, que comprendía entonces las organizaciones estudiantiles, los hombres y mujeres de Acción Católica y las asociaciones auxiliares como las Pías Uniones, las Órdenes Terceras, las Congregaciones Marianas, etc.56
Ello no significaba necesariamente una sintonía de posiciones entre el nuevo arzobispo y la cúpula de la Acción Católica, por él designada. La estrategia de Mons. José Gaspar consistía en ligar los hombres a su persona a través de la colaboración, más que enfrentarlos abiertamente, sobre todo en presencia de fuertes personalidades como la de Plinio Corrêa de Oliveira. La muerte prematura del arzobispo de São Paulo no permite esclarecer la verdadera naturaleza de la relación que se estableció entre los dos personajes.
Lo cierto es que en la persona del doctor Plinio, Mons. José Gaspar había escogido un conocedor profundo y seguro de los males que comenzaban a infectar la gran organización del apostolado seglar. Gracias a su cargo, Plinio Corrêa de Oliveira, que hacia 1938 ya había comenzado a denunciar estos males en “O Legionário” 57, tuvo la posibilidad de abarcar con una mirada amplia y profunda la variada realidad católica del país. El joven Presidente gobernó la asociación con mano enérgica, reprimiendo los errores doctrinales que afloraban y tratando de modificar la nueva mentalidad. Luego de tres años de trabajo, los resultados no se hicieron esperar: la Acción Católica de São Paulo conoció un florecimiento sin precedentes. El grandioso Congreso Eucarístico de 1942 en São Paulo reveló a toda América Latina el potencial del movimiento católico brasileño.
En esta ocasión, cabiéndole pronunciar en su calidad de Presidente diocesano de la Acción Católica el saludo oficial a las autoridades ante un millón de personas, el doctor Plinio delineó así el rol histórico de su Patria: “La misión providencial del Brasil consiste en crecer dentro de sus propias fronteras, en desdoblar aquí los esplendores de una civilización genuinamente católica, en iluminar amorosamente todo el mundo con el haz de esta gran luz, que será verdaderamente el «lumen Christi» que la Iglesia irradia. Nuestra índole suave y hospitalaria, la pluralidad de las razas que aquí viven en fraterna armonía, el concurso providencial de los inmigrantes que tan íntimamente se insertaron en la vida nacional, y más que todo las normas del Santo Evangelio, jamás harán de nuestras ansias de grandeza un pretexto para jacobinismos estrechos, para racismos insanos, para imperialismos criminales. Si algún día el Brasil fuere grande, lo será para bien del mundo entero. «Sean entre vosotros los que gobiernan como los que obedecen», dice el Redentor. El Brasil no será grande por la conquista, sino por la Fe; no será rico por el dinero tanto cuanto por la generosidad. Realmente, si supiéremos ser fieles a la Roma de los Papas, podrá nuestra ciudad ser una nueva Jerusalén, de belleza perfecta, honra, gloria y alegría del mundo entero” 58.
Entre tanto, Plinio Corrêa de Oliveira quiso llevar su obra hasta las últimas consecuencias. Decidió, así, escribir un libro en defensa de la Acción Católica, ofreciendo un preciso diagnóstico de los males que la afligían.

 

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Estos males no eran ignorados por el Nuncio Apostólico en Brasil, Mons. Benito Aloisi Masella, quien desde hacía tiempo seguía y apreciaba la actuación de Plinio Corrêa de Oliveira, aunque no lo conociera personalmente. Le envió como emisario de su confianza al jesuita italiano P. César Dainese 59, a la sazón rector del colegio Loyola de Belo Horizonte, quien preparó el camino para un encuentro con el Nuncio. El coloquio tuvo lugar poco tiempo después en Río de Janeiro. El Nuncio era un hombre de sesenta años, de actitud reservada y de perfecto porte diplomático. Escuchó en silencio la exposición del presidente de la Acción Católica paulista, lo estimuló tácitamente y encargó al P. Dainese mantener relaciones con él. Poco después el P. Antonio de Castro Mayer fue promovido a Vicario General de la Arquidiócesis de São Paulo. La intervención de la Nunciatura era evidente y constituía un incentivo para el proyecto del doctor Plinio, quien se abocó al estudio de documentos para concluir lo antes posible la redacción de su obra.
Monseñor de Castro Mayer recordó más tarde haber acompañado toda la elaboración del libro y los esfuerzos del autor para que su obra fuese perfectamente objetiva 60. Era necesaria, sin embargo, la autorización del Arzobispo de São Paulo. Éste, teniendo en manos el esbozo del volumen, se mostraba perplejo frente a la firmeza de posiciones del líder paulista. Ante las vacilaciones de Mons. José Gaspar, Plinio Corrêa de Oliveira, utilizando como canal al P. Dainese, recurrió al Nuncio explicando las dificultades que el libro encontraba en su camino y pidiéndole un prefacio, a fin de superar el impasse. Mons. Aloisi Masella, después de haber leído atentamente la obra y comprendido su alcance, consintió de buen grado, recomendando al Arzobispo de São Paulo no postergar más la publicación. Mons. José Gaspar envió así el texto al P. de Castro Mayer, su vicario, para que concediese finalmente, en su nombre, el esperado imprimatur.

 

Notas:

54 Cit. en “O Legionário”, Nº 313, 11 de setiembre de 1938.

55 Monseñor José Gaspar de Afonseca e Silva, segundo arzobispo de São Paulo, nació en Araxá, estado de Minas Gerais, el 6 de enero de 1901. Fue ordenado sacerdote el 12 de agosto de 1923 por Mons. Duarte Leopoldo e Silva. Después de haber estudiado en Roma en la Universidad Gregoriana fue consagrado obispo, y el 28 de abril de 1935 recibe el encargo de auxiliar del arzobispo de São Paulo. A la muerte de Don Duarte, en agosto de 1939, Mons. José Gaspar le sucede como arzobispo de São Paulo. Falleció en un accidente aéreo el 27 de agosto de 1943. Cfr. In memoriam de José Gaspar de Afonseca e Silva, editora Ave María, São Paulo, 1944; P. CORRÊA DE OLIVEIRA, Pobreza edificante, in “O Legionário”, Nº 578, 5 de setiembre de 1943.

56 “Nuestro programa se resume en un lema que aceptamos con entusiasmo, porque nos es dictado por la misma naturaleza de las cosas, establecida por la Providencia. Es el dístico que se encuentra en el blasón de armas del Excmo. y Rvmo. Sr. Arzobispo Metropolitano: «para que todos sean uno». (…) La unión entre católicos es la yuxtaposición tranquila de elementos heterogéneos. Ella es la coordinación pacífica de personas unidas por la comunión de ideas, por la comunión de vida, por la identidad de acción. ¿Qué ideas? ¿Qué vida? ¿Qué acción? Ideas, sólo las de la Iglesia. Vida, la vida sobrenatural de la gracia. Acción, la Acción Católica” (PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Ut omnes unum sint, in “O Legionário”, Nº 392, 17 de marzo 1940).

57 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Burocrácia, in “O Legionário”, Nº 310, 21 de agosto de 1938; ID., Sociologitis, in “O Legionário” Nº 311, 28 de agosto de 1938. ¡Los simples títulos de estos artículos ya dicen mucho!

58 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Saludo a las autoridades civiles y militares, in “O Legionário”, Nº 525, 7 de setiembre de 1942.

59 César Dainese, nacido en Luvigliano (Padua) en 1894, ingresó a la Compañía de Jesús en Brasil en 1912, iniciando su noviciado en Villa Mariana (São Paulo). Después de haber estudiado filosofía en Roma y teología en el Heythrop College de Inglaterra, fue ordenado sacerdote en 1927 y en 1930 regresó al Brasil, donde ocupó el cargo de Rector del Colegio Anchieta en Nueva Friburgo, Río de Janeiro, en 1934-1935 y nuevamente en 1940-1945, del Colegio Antonio Vieira en Salvador, Bahía, del cual fue Provincial (1953-1957), y del Colegio San Ignacio en Río (1963-1964). Murió en 1986.

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