Dos nociones, concebidas como valores metafísicos, expresan bien el espíritu de la Revolución: igualdad absoluta y libertad completa. Éstas son servidas por dos pasiones, el orgullo y la sensualidad. “Es en estas tristes profundidades donde se encuentra la conjunción entre esos dos principios metafísicos de la Revolución, la igualdad y la libertad, contradictorios bajo tantos puntos de vista” 72.
La pretensión de pensar, sentir y hacer todo aquello que las pasiones desenfrenadas exigen es la esencia del liberalismo. En realidad, la única libertad que éste tutela es la del mal, y en esto se contrapone a la Civilización Católica. Ésta, al contrario, da al bien todo apoyo y toda libertad, pero cercena hasta donde sea posible la acción del mal.
Plinio Corrêa de Oliveira se detiene sobre este igualitarismo radical, mostrando las consecuencias en el ámbito religioso, político y social. La negación de cualquier desigualdad conduce, en el plano metafísico, al rechazo del principio de identidad y de no contradicción. Este rechazo desemboca en el panteísmo “igualitario”, ya que, si la realidad es privada de desigualdades e identidades específicas, desaparece también la diferencia entre los hombres y Dios, y todo queda confusamente divinizado. En este panteísmo radica el aspecto gnóstico de la Revolución.
En sentido opuesto, un trazo fundamental del pensamiento de Plinio Corrêa de Oliveira fue el amor a lo concreto, a lo individuado, a lo “distinto”. Él hizo suyo el principio esencial del tomismo, según el cual el objeto propio de la inteligencia humana no es el ser indefinido, sino la “quidditas rei sensibilis”, las esencias específicas de lo real 73. Es a través de la experiencia directa de las esencias específicas que el hombre puede remontarse al conocimiento de lo universal y a la misma formulación de los primeros principios.
La esencia, explica Santo Tomás en el De ente et essentia, es el objeto de la definición de la cosa 74, aquello que ésta es propiamente. Todo lo que existe tiene una esencia propia porque es distinto de la realidad que lo circunda y no se confunde con ésta. La esencia del ser es, por lo tanto, su específica unidad, que lo distingue de la multiplicidad de lo real 75.
La primera propiedad de la realidad que conocemos es la esencia de las cosas y, con ésta, no la unidad, sino la desigualdad de lo real. O, más exactamente, conocemos lo que es uno a través de lo múltiple.
“Santo Tomás —afirma Plinio Corrêa de Oliveira— enseña que la diversidad de las criaturas y su escalonamiento jerárquico son un bien en sí, pues así resplandecen mejor en la creación las perfecciones del Creador 76. Y dice que tanto entre los ángeles 77 como entre los hombres, en el Paraíso Terrenal como en esta tierra de exilio 78, la Providencia instituyó la desigualdad. Por eso, un universo de criaturas iguales sería un mundo en que se habría eliminado, en toda la medida de lo posible, la semejanza entre criaturas y Creador. Odiar, en principio, toda y cualquier desigualdad es, pues, colocarse metafísicamente contra los mejores elementos de semejanza entre el Creador y la creación, es odiar a Dios” 79.
Notas:
72 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Revolución y Contra-Revolución, cit., p. 71.
73 El “actus essendi”, demasiado luminoso para la inteligencia creada, no puede constituir terreno propio de la especulación filosófica del hombre, que tiene como primer objeto del conocimiento precisamente las “esencias”. El primado del “actus essendi” sobre la esencia es ciertamente un dato innegable del tomismo. Pero cuando la afirmación de este primado conduce a una exageración polémica contra el pretendido “esencialismo” de la Escolástica, corre el riesgo de desviarse hacia una postura de cuño existencialista (Cfr. C. FABRO C.P.S., Introduzione a San Tommaso, Ares, Milán, 1983, pp. 100-103).
74 SANTO TOMÁS DE AQUINO, De ente et essentia, cap. II.
75 SANTO TOMÁS DE AQUINO, Summa Theologica, I, q. 11, a. 1.
76 Cfr. SANTO TOMÁS DE AQUINO, Summa contra gentiles, II, 45; Summa Theologica, I, q. 47, a. 2.
77 Ibid., Summa Theologica, I, q. 50, a. 4.
78 Ibid., I, q. 96, a. 3-4.
79 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Revolución y Contra-Revolución, cit., p. 70.