Cap. IV, 12. Ambientes, costumbres, civilizaciones

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En Revolución y Contra-Revolución, Plinio Corrêa de Oliveira señala que “como Dios estableció misteriosas y admirables relaciones entre ciertas formas, colores, sonidos, perfumes, sabores, y ciertos estados de alma, es claro que por estos medios se puede influir a fondo en las mentalidades e inducir a personas, familias y pueblos a la formación de un estado de espíritu profundamente revolucionario” 104.
Este punto es fundamental para entender la peculiar contribución de Plinio Corrêa de Oliveira a la revista “Catolicismo” en la sección “Ambientes, Costumbres, Civilizaciones”, cuyo extraordinario alcance no todos comprendieron.
El ambiente es la armonía resultante de la afinidad de varios seres reunidos en un mismo lugar y que, a su vez, ejerce una profunda influencia sobre los hombres. “Los hombres forman para sí ambientes a su imagen y semejanza, ambientes en los cuales se reflejan sus costumbres y su civilización. Pero la recíproca también es, en gran medida, verdadera: los ambientes forman a su imagen y semejanza a los hombres, las costumbres y las civilizaciones” 105.
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Una prueba de la importancia del ambiente para el desarrollo equilibrado de la vida natural y sobrenatural lo constituye la sabiduría con que Dios ordenó el gran ambiente de la creación en el que estamos inmersos, formado por los seres vivientes que nos rodean: plantas, animales, y, en su ápice, el hombre, imagen y semejanza de Dios.
En ese sentido, la interpretación y los comentarios de las fisionomías de hombres excepcionales, santos o revolucionarios, constituyeron una nota constante del pensamiento de Plinio Corrêa de Oliveira. En efecto, el modo de ser de un hombre se expresa en la fisonomía, en el porte, en el trato y también en los trajes, cuya transformación en la Historia guarda estrecha relación con la transformación de las personalidades y de los tipos humanos 106. “La sociedad, por así decir —afirmó Pío XII—, habla con el traje que viste; con el traje revela sus aspiraciones secretas y de él se sirve, al menos en parte, para edificar o destruir el propio porvenir” 107.
“Si el traje debe estar de acuerdo con quien lo usa, y con la circunstancia en la cual es usado —observa por su parte el pensador brasileño—, es claro que en el hombre eminente debe armonizarse con la importancia que ese hombre alcanzó. Pero Dios no tiene por hijos solamente a los hombres eminentes. Toda criatura humana, por más modesta que sea, tiene una dignidad propia, natural e inalienable. Y mayor aún, inconmensurablemente mayor, es la dignidad del último, del más apagado de los hijos de la Iglesia, como cristiano, o sea, como bautizado, como miembro del Cuerpo Místico de Nuestro Señor Jesucristo” 108.
Esto vale para el arte, para el urbanismo, para la arquitectura, que resultan de un conjunto de ideas, tendencias, aspiraciones y actitudes psicológicas 109. Plinio Corrêa de Oliveira contrapone la Babel moderna al orden antiguo medieval, que expresaba en la arquitectura gótica la armonía de la filosofía escolástica 110.
“Pero los sonidos típicos de las inmensas babeles modernas, el ruido de las máquinas, el tropel y las voces de los hombres que se afanan yendo atrás del oro y de los placeres; que ya no saben andar, sino correr; que no saben trabajar sin extenuarse; que no consiguen dormir sin calmantes, ni divertirse sin excitantes; cuya carcajada es un rictus frenético y triste; que no saben más apreciar las armonías de la verdadera música sino sólo las cacofonías del jazz; todo esto es la excitación desordenada, propia de una sociedad que sólo podrá encontrar la verdadera paz cuando haya reencontrado al verdadero Dios” 111.
A la par de los trajes, también el lenguaje, los gestos, los ritos, son elementos que tienen gran importancia cultural y pedagógica para el bien común de los pueblos 112. Es una “liturgia” social natural que se expresa en el orden y en el fasto.
En el firmamento de la Iglesia se concilian armónicamente extremos aparentemente contradictorios como la vocación solitaria del monje, inspirada a una total renuncia del mundo, y el esplendor de las ceremonias pontificias que expresaban, antiguamente, el mayor fasto del cual el mundo fuese capaz.
“No, entre uno y otro orden de valores no existe contradicción, sino en la mente de los igualitarios, siervos de la Revolución. Por el contrario, la Iglesia se muestra santa, precisamente porque con igual perfección, con la misma genialidad sobrenatural, sabe organizar y estimular la práctica de las virtudes que resplandecen en la vida obscura de un monje, y las que refulgen en el ceremonial sublime del Papado. Es más. Una cosa se equilibra con la otra. Casi podríamos decir que un extremo (en el sentido bueno de la palabra) compensa el otro y con él se concilia. El fondo doctrinario en el cual estos dos santos extremos se encuentran y se armonizan es muy claro. “Dios Nuestro Señor nos dio las criaturas, a fin de que éstas nos sirvan para llegar hasta Él. Así, es preciso que la cultura y el arte, inspiradas por la Fe, pongan en evidencia todas las bellezas de la creación irracional y los esplendores de talento y de virtud del alma humana. Es lo que se llama cultura y civilización cristianas. Con esto, los hombres se forman en la verdad y en la belleza, en el amor a lo sublime, a la jerarquía y al orden que en el universo reflejan la perfección de Aquel que lo hizo. Y así las criaturas sirven, de hecho, para nuestra salvación y gloria divina. Pero por otro lado, ellas son contingentes, pasajeras; sólo Dios es absoluto y eterno. Cabe recordarlo. Y por esto es bueno alejarse de los seres creados, para en el desprecio de todos ellos pensar sólo en el Señor. Del primer modo, considerando todo lo que las criaturas son, se sube hasta Dios; y del otro modo, se llega hasta Él considerando lo que ellas no son. La Iglesia invita a sus hijos a ir por una y otra vía simultáneamente, por el espectáculo sublime de sus pompas, y por la consideración de las admirables renuncias que sólo Ella sabe inspirar y hacer realizar efectivamente” 113.

 

Notas:

104 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Revolución y Contra-Revolución, cit., p. 80.

105 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, “Sêde prudentes como as serpentes e simples como as pombas”, in “Catolicismo”, Nº 37, enero de 1954.

106 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Indumentária, Hierarquia e Igualitarismo, in “Catolicismo”, Nº 133, enero de 1962; cfr. también O hábito e o monge, in “Catolicismo”, Nº 62, febrero de 1956.

107 PÍO XII, Discurso di Gran Cuore del 8 de noviembre de 1957, in DR, vol. XIX, p. 578.

108 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Dignidade e distinção para grandes e pequenos, in “Catolicismo”, Nº 33, setiembre de 1953.

109 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, O espirito cristão e o esprito pagão manifestados pela arquitetura, in “Catolicismo”, Nº 7, julio de 1951.

110 Cfr. ERWIN PANOFSKY, Gothic architecture and Scholasticism, Archabbey Press, Latrabe, 1951.

111 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Tranquilidade da ordem, excitação na desordem, in “Catolicismo”, Nº 110, febrero de 1960.

112 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Têm os símbolos, a pompa e a riqueza uma função na vida humana?, in “Catolicismo”, Nº 82, octubre de 1957. Cfr. también, sobre el tema del ceremonial del poder pontificio, los dos estudios “As cerimonias de posse de Eisenhower à luz da doutrina católica” y “Por que o nosso mundo pobre e igualitário se empolgou com o fausto e a majestade da coroação?”, en “Catolicismo”, Nº 27 (marzo de 1953), y Nº 31 (julio de 1953).

113 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Pobreza e fausto: extremos harmônicos no firmamento da Igreja, in “Catolicismo”, Nº 96, diciembre de 1958.

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