Cap. IV, 13. La Contra-Revolución y la Civilización Cristiana

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Plinio Corrêa de Oliveira no se limita en su obra maestra a una denuncia implacable del mal; se aplica también a delinear la única terapia que puede derrotarlo. Si la esencia del espíritu revolucionario consiste en el odio metafísico a cualquier desigualdad y cualquier ley, el contra-revolucionario encontrará la fuerza para vencerlo sobre todo en el amor metafísico a la verdad, la desigualdad y la ley moral.
“Si la Revolución es el desorden —afirma el pensador brasileño—, la Contra-Revolución es la restauración del Orden. Y por Orden entendemos la paz de Cristo en el Reino de Cristo. O sea la Civilización cristiana, austera y jerárquica, fundamentalmente sacral, antiigualitaria y antiliberal” 114.
La Contra-Revolución no es un retorno al pasado, ni una genérica reacción, sino una acción dirigida “contra la Revolución como hoy en concreto ésta existe y, por lo tanto, contra las pasiones revolucionarias como hoy crepitan, contra las ideas revolucionarias como hoy se formulan, los ambientes revolucionarios como hoy se presentan” 115.
También la Contra-Revolución, como la Revolución, es un proceso que conoce diversas fases y velocidades. Pero en el itinerario desde el error hacia la verdad no son admisibles las metamorfosis fraudulentas de la Revolución. Si la Revolución esconde a sus propios adeptos su último fin, el progreso en el bien se obtiene llevando a los hombres a conocerlo y amarlo en su integridad. La Contra-Revolución es “conservadora” solamente si se trata de conservar del presente aquello que es bueno y merece vivir; es “tradicionalista”, pero nada tiene en común con el seudo-tradicionalismo que conserva ciertos estilos o costumbres, por mero amor arqueológico a las formas antiguas. El verdadero apóstol contra-revolucionario debe hacer suyas las normas de San Pío X, según las cuales los católicos no deben “cubrir a veces, casi con un velo, ciertas máximas fundamentales del Evangelio, por temor a que de otra manera las personas rehúsen escucharlas o seguirlas”; aunque el santo Pontífice añadía que “no será ciertamente ajeno a la prudencia proceder paulatinamente en la misma proposición de la verdad, cuando se tiene que tratar con hombres del todo ajenos a nosotros y alejados de Dios” 116.
En estado actual, concluye Plinio Corrêa de Oliveira, contra-revolucionario es quien:
“Conoce la Revolución, el Orden y la Contra-Revolución en su espíritu, sus doctrinas y sus métodos respectivos.
“Ama la Contra-Revolución y el Orden cristiano, odia la Revolución y el «anti-orden».
“Hace de este amor y de este odio el eje alrededor del cual gravitan todos sus ideales, preferencias y actividades” 117.

 

Notas:

114 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Revolución y Contra-Revolución, cit., p. 90.

115 Ibid., p. 89.

116 S. PÍO X, Encíclica Jucunda Sane, del 12 de mayo de 1904, in AAS, vol. XXXVI, p. 524.

117 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Revolución y Contra-Revolución, cit., p. 95. El autor distingue entre los contra-revolucionarios “actuales”, que poseen una visión de la lucha entre el Orden y la Revolución en toda su amplitud, y los contra-revolucionarios “potenciales”, que captan solamente algunos aspectos particulares del combate. Estos deben ser conquistados para la Contra-Revolución integral.

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