Cap. IV, 2. La Cristiandad en el Magisterio Pontificio

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San Luis IX: estatua en Saint Louis, Misuri (EE. UU.). Fondo: rosetón de Notre-Dame (París).

 

Revolución y Contra-Revolución se fundamenta sobre un presupuesto histórico y filosófico en plena armonía con el Magisterio de la Iglesia: la necesidad de conformar a la ley de Cristo, no sólo los individuos particulares, sino también las sociedades y los Estados, sobre los cuales se ejerce la exclusiva soberanía del Redentor. Fruto de esta obra de cristianización de la vida social es la Civilización Católica 27. “La civilización católica —afirma el pensador brasileño— está para la Iglesia como el agua está para la fuente, o la luz para el foco que la irradia” 28. Para él, los pueblos cristianos forman una auténtica familia en el sentido más genuino del término. Como la familia, también la Cristiandad está unida por una comunidad de vida: la vida sobrenatural, que hace de cada fiel un hijo adoptivo de Cristo. “El concepto de Cristiandad es una proyección, en el campo natural, de aquella gran realidad sobrenatural que es el Cuerpo Místico de Nuestro Señor Jesucristo” 29.
San Pío X, en la Encíclica Il fermo propósito del 11 de junio de 1905, había reafirmado que “la civilización del mundo es la Civilización Cristiana, tanto más verdadera, más durable, más fecunda en frutos preciosos, cuanto más puramente cristiana” 30. Y en la Carta Notre Charge Apostolique del 25 de agosto de 1910, recordaba:
“No se debe inventar la civilización, ni se debe construir la nueva sociedad en las nubes. Ella ha existido y existe: es la Civilización Cristiana, es la sociedad católica. No se trata sino de instaurarla y restaurarla incesantemente en sus fundamentos naturales y divinos, contra los ataques siempre renacientes de la malsana utopía, de la rebelión y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo (Ef. I, 10)” 31.
La Civilización Cristina, enseña a su vez León XIII, tuvo su concreta expresión histórica en la Cristiandad Medieval.
“Hubo un tiempo en que la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados. En esa época la influencia de la sabiduría cristiana y su virtud divina penetraban las leyes, las instituciones, las costumbres de los pueblos, todas las categorías y todas las relaciones de la sociedad civil. Entonces la Religión instituida por Jesucristo, sólidamente establecida en el grado de dignidad que le es debido, era floreciente en todas partes gracias al favor de los príncipes y a la protección legítima de los magistrados. Entonces el Sacerdocio y el Imperio estaban ligados entre sí por una feliz concordia y por la permuta amistosa de buenos oficios. Organizada así, la sociedad civil dio frutos superiores a toda expectativa, cuya memoria subsiste y subsistirá, consignada como está en innumerables documentos que ningún artificio de los adversarios podrá corromper u oscurecer” 32.
“Esta luminosa realidad —comenta Plinio Corrêa de Oliveira— hecha de un orden y perfección antes sobrenatural y celestial que natural y terreno, que se llamó Civilización Cristiana, es producto de la cultura cristiana, que a su vez es hija de la Iglesia Católica” 33. La Cristiandad medieval fue, por lo tanto, la sociedad humana que en el curso de la Historia realizó el ideal católico con mayor perfección. Si Maritain escribió que “existe una sola Iglesia; pueden existir civilizaciones cristianas, cristiandades diversas” 34, el pensador brasileño, al contrario, afirma con vigor que la Cristiandad “no ha sido un orden cualquiera, posible como serían posibles muchos otros órdenes. Fue la realización, en las circunstancias inherentes a los tiempos y lugares, del único orden verdadero entre los hombres, o sea la civilización cristiana” 35.
El origen del término “Edad Media” y del respectivo concepto 36 se relaciona con una visión historiográfica que pretendía caracterizar todo un milenio de Historia occidental como una larga “noche”, un tenebroso paréntesis entre la “luz” del mundo pagano y el “renacimiento” de la Edad Moderna. Tal concepción, ya presente en Petrarca 37 y en el humanismo italiano, será adoptada por los iluministas en el siglo XVIII. De esa manera, como observa Eugenio Garin, “el contraste entre la época oscura y el renacimiento iluminante alimentaría una polémica de casi cuatro siglos, desde el siglo XIV al XVIII, vinculando de manera ideal el Humanismo al Iluminismo” 38. La “leyenda negra” sobre la Edad Media, que la historiografía marxista quiso revivir, se ha derrumbado definitivamente, y hoy ningún historiador serio aceptaría considerar el Medioevo como un paréntesis de tenebrosa barbarie 39. El término Edad Media ha perdido toda connotación semántica de signo negativo, para indicar simplemente la época histórica en la cual toda la sociedad, en sus instituciones, en sus leyes, en sus costumbres, se dejó modelar por la Iglesia Católica. Por esto Benedicto XV definió a la Europa medieval como una civilización homogénea, dirigida por la Iglesia 40, y Pío XII afirma que “es justo reconocer a la Edad Media y a su mentalidad, una nota de auténtica catolicidad: la certeza indiscutible de que la religión y la vida forman, en la unidad, un todo indisoluble” 41.
Toda la sociedad medieval se conformaba armónicamente al orden natural dispuesto por el mismo Dios al crear el universo, y al orden sobrenatural inaugurado con la Redención e inspirado por la Iglesia. Fue ésta la gran civilización que emergió lenta pero vigorosamente del caos de la época bárbara, bajo el influjo de las energías naturales y sobrenaturales de los pueblos bautizados y ordenados a Cristo.
“La conversión de los pueblos occidentales —escribe Plinio Corrêa de Oliveira— no fue un fenómeno superficial. El germen de la vida sobrenatural penetró en el meollo mismo de su alma y fue gradualmente configurando a semejanza de Nuestro Señor Jesucristo el espíritu otrora rudo, lascivo y supersticioso de las tribus bárbaras. La sociedad sobrenatural —la Iglesia— extendió así sobre toda Europa su tejido jerárquico y, desde las neblinas de Escocia hasta las pendientes del Vesubio fueron floreciendo las diócesis, los monasterios, las iglesias catedrales, conventuales o parroquiales, y alrededor de ellas los rebaños de Cristo. (…) Por la fuerza de estas energías humanas revitalizadas por la gracia, nacieron reinos y estirpes nobles, costumbres corteses y leyes justas, las corporaciones y la caballería, la escolástica y las universidades, el estilo gótico y el canto de los bardos” 42.
¿Cuáles fueron las causas de la decadencia de la Civilización medieval? León XIII en la Encíclica Immortale Dei escribe que “el funesto y deplorable espíritu de novedades suscitado en el siglo XVI, comenzó por convulsionar la religión, pasó después naturalmente de ésta al campo filosófico, y de allí a todos los órdenes del Estado” 43. El ámbito religioso, junto con el intelectual y el sociopolítico, son los tres campos alcanzados por el proceso de disolución que el Papa denomina “Derecho nuevo”. Se trata de un “enemigo” declarado de la Iglesia y de la Cristiandad, el cual, a su vez, es descrito por Pío XII en estos términos:
“Él se encuentra en todo lugar y en medio de todos: sabe ser violento y astuto. En estos últimos siglos intentó realizar la disgregación intelectual, moral, social de la unidad en el organismo misterioso de Cristo. Quiso la naturaleza sin la gracia, la razón sin la fe; la libertad sin la autoridad; a veces, la autoridad sin la libertad. Es un «enemigo» que se volvió cada vez más concreto, con una ausencia de escrúpulos que aún sorprende: ¡Cristo sí, la Iglesia no! Después: ¡Dios sí, Cristo no! Finalmente el grito impío: Dios está muerto; y hasta Dios jamás existió. Y he ahí, ahora, la tentativa de edificar la estructura del mundo sobre bases que no dudamos en señalar como las principales responsables por la amenaza que pesa sobre la humanidad: una economía sin Dios, un derecho sin Dios, una política sin Dios” 44. Tal enemigo constituiría el objeto específico del estudio de Plinio Corrêa de Oliveira que, después de haber puesto a luz la naturaleza y los modos de acción del adversario, propondrá las líneas de una eficaz reacción para aniquilarlo y restaurar la Civilización Cristiana.
Sintetizando la naturaleza del antagonismo irreductible entre la Iglesia y su mortal adversario, escribe:
“Este enemigo terrible tiene un nombre: se llama Revolución. Su causa profunda es una explosión de orgullo y sensualidad que inspiró, no diríamos un sistema, sino toda una cadena de sistemas ideológicos. De la amplia aceptación dada a éstos en el mundo moderno, derivaron las tres grandes revoluciones de la Historia de Occidente: la seudo-Reforma, la Revolución Francesa y el Comunismo” 45.

 

Notas:

27 Sobre la Cristiandad medieval y la idea de Cristiandad en general, cfr. BERNARD LANDRY, L’idée de chrétienté chez les scholastiques du XIII siècle, París, 1929; ALOIS DEMPF, Sacrum Imperium, Oldenburg, Munich-Berlín, 1929; CHRISTOPHER DAWSON, The making of Europe: an introduction to the history of European unity, Sheed & Ward, Londres, 1932; JEAN RUPP, L’idée de chrétienté dans la pensée Pontificale des origines à Innocent III, Les Presses Modernes, París, 1939; RAOUL MANSELLI, La “cristianitas” medievale de fronte all’eresia, in VITTORE BRANCA, Conceto, storia, miti e immagini del medioevo, Sansoni, Florencia, 1973, pp. 91-133; LUIGI PROSDOCIMI, Cristianità medievale e unità giuridica auropea, in Aa. Vv., Storia d’Itália. Dalla civiltà latina alla nostra Repubblica, De Agostini, Novara, 1980, vol. IV, pp. 288-312, con amplia bibliografía. Para una visión de conjunto de la civilización medieval, cfr. también HILLAIRE BELLOC, Europe and the Faith, con una introducción de DOUGLAS WOODRUF, Burns & Oates, Londres, 1962 (1920); RAFAELLO MORGHEN, Medioevo cristiano, Laterza, Bari, 1962; GIORGIO FALCO, La santa romana repubblica. Profilo storico del Medioevo, Ricciardi, Milán-Nápoles, 1968; LEOPOLD GENICOT, Le Moyen Age, Casterman, Tournai, 1978 (3ª ed.).

28 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, O crime de Hitler, in “O Legionário”, Nº 547, 31 de enero de 1943; cfr. también Civilização cristã, in “O Legionário”, Nº 546, 24 de enero de 1943.

29 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Cristandade, in “O Legionário”, Nº 732, 18 de agosto de 1946.

30 S. PÍO X, Encíclica Il fermo proposito, in AAS, vol. 37 (1905), p. 745.

31 S. PÍO X, Carta Notre Charge Apostolique, del 25 de agosto de 1910, cit., p. 612.

32 LEÓN XIII, Encíclica Immortale Dei, del 1 de noviembre de 1885, in AAS, vol. XVIII (1885), p. 169.

33 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, A Cruzada do Século XX, cit.

34 J. MARITAIN, Humanisme intégral, cit., p. 442.

35 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Revolución y Contra-Revolución, 1ª ed. peruana, Tradición y Acción por un Perú Mayor, Lima, 2005, p. 62.

36 G. L. BURR, How the Middle Ages got their name, in “American Historical Review”, vol. 18 (19111912), pp. 710 ss.; ETIENNE GILSON, Notes sur une frontière contestée, in “Archives d’histoire doctrinale et literaire du Moyen Age”, vol. 25 (1958), p. 65; LUDOVICO GATTO, Viaggio intorno al concetto di Medioevo, Bulzoni, Roma, 1977; PIETRO ZERBI, Il medioevo nella storiografia degli ultimi vent’anni, Vita e Pensiero, Milán, 1985.

37 Francisco Petrarca fue el primero en cavar un surco entre la edad “antigua”, romana, y la edad “nueva” que sucedía a la Edad Media (cfr. Epistolae de rebus familiaribus, VI, 2; XX, 8 etc.,). WALLACE K. FERGUSON, in Il Rinascimento nella critica storica (tr. it. Il Mulino, Bolonia, 1968, pp. 20-23), lo considera “el primer formulador de aquel concepto de los «tiempos oscuros», que estaba destinado a dominar durante siglos la interpretación de la Edad Media y a proveer el fondo negro sobre el cual se haría brillar la luz del Renacimiento” (p. 21); cfr. también THEODOR F. MOMMSEN, Petrarch’s conception of the “Dark Ages”, in Medieval and Renaissance Studies, bajo la dirección de E. F. RICE JR., Cornell University Press, Nueva York, 1959, pp. 226-242; EUGENIO GARIN, Rinascite e Revoluzioni. Movimenti culturali dal XIV al XVIII secolo, Laterza, Bari, 1976, pp. 4-47.

38 E. GARIN, Rinascite e rivoluzioni, cit., p. 15.

39 MARCO TANGHERONI, La «leggenda nera» sul Medioevo, in “Cristianità”, Nº 34-35, febrero-marzo de 1978, pp. 6-9; RÉGINE PERNOUD, Lumière du Moyen Age, Grasset, París, 1944; ID., Pour en finir avec le Moyen Age, Seuil, París, 1977; RAYMOND DELATOUCHE, La chrétienté médievale, Téqui, París, 1989; JACQUES HEERS, Le Moyen Age, une imposture. Vérités et légendes, Perrin, París, 1993.

40 BENEDICTO XV, Encíclica Pacem Dei munus del 23 de mayo de 1920, in AAS, vol. 12 (1920), p. 216.

41 “Nosotros —afirmó por su parte JUAN PABLO II— somos aún los herederos de largos siglos en los cuales se formó en Europa una Civilización inspirada por el cristianismo. (…) En la Edad Media, con cierta cohesión del continente entero, Europa construye una Civilización luminosa de la cual permanecen muchos testimonios” (Discurso a la CEE, en Bruselas, 21 de mayo de 1985, in “L’Osservatore Romano”, 22 de mayo de 1985).

42 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, A grande experiência de 10 anos de luta, cit.

43 LEÓN XIII, Encíclica Immortale Dei, in IP, La pace interna delle nazioni, cit.

44 PÍO XII, Dicurso Nel contemplare del 12 de octubre de 1952, in DR, vol. XIV, p. 359.

45 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Revolución y Contra-Revolución, cit., pp. 31-32.

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