Cap. IV, 7. Las velocidades de la Revolución

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El proceso revolucionario se manifiesta con dos velocidades diferentes. La primera, rápida, está destinada a un aparente fracaso, al menos en el plano inmediato. La segunda, mucho más lenta, generalmente ha sido coronada por el éxito.
Se desarrollan en la primera velocidad los movimientos revolucionarios más radicales, como los anabaptistas del siglo XVI y las corrientes jacobinas y anárquicas de los siglos XIX y XX. En la segunda, las corrientes moderadas del protestantismo y del liberalismo que, avanzando por sucesivas etapas de dinamismo y de inercia, favorecieron el deslizamiento hacia el mismo punto de llegada.
El fracaso de los extremistas es tan sólo aparente: ellos crean un punto de atracción fijo que fascina, por su propio radicalismo, a los moderados. La sociedad termina por dirigirse lentamente por el camino hacia el cual los más radicales pretendían llevarla.

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