Cap. VI, 11. Verdadero y falso ecumenismo

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La mentalidad “irenista” de transigencia con el error es típica de una disposición psicológica utópica que aspira a una era sin contrastes ni polémicas.
Plinio Corrêa de Oliveira demuestra, en Trasbordo ideológico inadvertido y Diálogo, que en el plano religioso el diálogo irenista favorece el interconfesionalismo, debilita todas las religiones y las lanza en una situación de confusión absoluta.
“Conviene distinguir desde luego dos formas de ecumenismo. Una busca —con el fin de encaminar las almas hacia el único redil del único Pastor— reducir cuanto sea posible las discusiones puras y simples y las polémicas, a favor de la discusión-diálogo y de las otras formas de interlocución. Tal ecumenismo tiene amplia base en numerosos documentos pontificios, especialmente de Juan XXIII y de Paulo VI. Pero otra modalidad de ecumenismo va más allá y procura extirpar de las relaciones de la Religión Católica con las otras religiones todo y cualquier carácter militante. Este ecumenismo extremo tiene un fondo evidente de relativismo o sincretismo religioso, cuya condena se encuentra en dos documentos de San Pío X, la Encíclica Pascendi contra el modernismo y la Carta Apostólica Notre Charge Apostolique contra Le Sillon97.
Admitiendo que todas las religiones sean “verdades” relativas, que se relacionan entre sí dentro de un esquema dialéctico hegeliano, este segundo tipo de ecumenismo empuja a las almas hacia una religión única y universal: la artificiosa y falsa “religión del Hombre”
“En este punto es oportuna una observación. El ecumenismo extremado produce, no sólo entre los católicos sino también entre los hermanos separados, sean ellos cismáticos, herejes u otros cualesquiera, una confusión trágica, por cierto una de las más trágicas de nuestro siglo tan lleno de confusiones. En efecto, no existe hoy en día en el plano religioso mayor peligro que el relativismo. Él amenaza todas las religiones, y contra él deben luchar tanto el auténtico católico, cuanto todo hermano separado que profese seriamente su propia religión. Y tal lucha —vista en esta perspectiva— sólo puede ser vencida a través del esfuerzo de cada uno para conservar íntegro el sentido natural y propio del respectivo credo, contra las interpretaciones relativistas que lo deforman y lo corroen. Aliado del verdadero católico, en esta lucha, será por ejemplo el hebreo o el musulmán que no tenga la menor duda, no sólo sobre aquello que nos une, sino también sobre aquello que nos separa. Es sólo partiendo de esta toma de posición que el relativismo puede ser expulsado de todos los campos en los cuales busca penetrar. Como es sólo partiendo de ella que la interlocución, en sus varias modalidades, inclusive la discusión pura y simple y la polémica, puede contribuir para llevar los espíritus a la unidad. Las buenas cuentas hacen los buenos amigos, dice un proverbio. Sólo la claridad en el pensamiento y en la exposición de lo que se piensa, lleva verdaderamente a la unidad. “El ecumenismo exacerbado, tendiendo a que cada uno busque ocultar o subestimar los verdaderos puntos de discrepancia en relación a los otros, conduce a un régimen de «maquillaje» que sólo puede favorecer el relativismo, esto es, el poderoso enemigo común de todas las religiones” 98.

 

Notas:

97 Ibid., pp. 85-86.

98 Ibid., p. 87. “No comprendo —escribía diez años más tarde el pensador brasileño, por ocasión de la visita de Juan Pablo II al templo luterano de Roma— cómo hombres de la Iglesia contemporánea, incluso de los más cultos, doctos o ilustres, mitifiquen la figura de Lutero, el herético, en el empeño de favorecer una aproximación ecuménica, de inmediato con el protestantismo, e indirectamente con todas las religiones, escuelas filosóficas, etc. ¿No disciernen ellos el peligro que a todos nos acecha, en el fin de ese camino, o sea, la formación en escala mundial de un siniestro supermercado de religiones, filosofías y sistemas de todo orden, en el que la verdad y el error se presentarán fraccionados, mezclados y puestos en tumulto? Ausente del mundo sólo quedaría —si hasta allá se pudiese llegar— la verdad total, es decir, la Fe católica, apostólica, romana, sin tacha ni mácula” (PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Lutero pensa que é divino!, in “Catolicismo”, Nº 398, febrero de 1984).

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