Cap. VI, 2. El Jubileo del Año Santo de 1950: ¿triunfo o crisis incipiente?

 

El Año Santo de 1950 fue el último momento histórico en que la Iglesia apareció al mundo en toda la fuerza que le viene de ser la Cátedra de la Verdad. Mientras Europa se recobraba arduamente de las ruinas morales y materiales de la guerra, el Jubileo ofreció una imagen extraordinaria de la Iglesia militante de Cristo. El momento culminante del Año Santo fue la proclamación del dogma de la Asunción de María al Cielo, el 1º de noviembre de 1950.
Un testigo cuenta que, desde la madrugada de aquel día, la Plaza de San Pedro, aún inmersa en el silencio, “se transformó en un amplio y desmesurado mar, en el cual refluían corrientes de multitud, incontenibles y sin interrupción” 4. Todos los pueblos y todas las naciones estaban representadas en aquella inmensa muchedumbre ondulante, mientras los cánticos y las plegarias se fundían armónicamente. Precedido por la blanca procesión de Obispos revestidos de capa pluvial y mitra, apareció en la sedia gestatoria el Papa. Después de haber implorado la asistencia del Espíritu Santo, Pío XII definió solemnemente “ser dogma por Dios revelado que: la Inmaculada Madre de Dios siempre Virgen María, terminado el curso de la vida terrena, fue asunta en alma y cuerpo a la gloria celestial” 5. El mundo entero, conectado a través de la radio con la plaza hormigueante, exultó. “Parecía una visión, sin embargo era una realidad: Pío XII bendijo hasta muy avanzada la noche porque la multitud no cesaba de llamarlo. Después que la ventana se cerró, a cada caudal de pueblo que dejaba la plaza le sucedía otro. Todos querían ser bendecidos todavía una vez más, antes de que aquel día maravilloso terminase” 6.
Los síntomas de una crisis incipiente, sin embargo, no faltaban. El 12 de agosto de aquel mismo 1950, el Pontífice publicó la Encíclica Humani Generis, para denunciar los “frutos venenosos” producidos por las “novedades en casi todos los campos de la teología” 7. La Encíclica condenaba el relativismo de aquellos que juzgaban “poder expresar los dogmas con las categorías de la filosofía moderna, sea del imanentismo, sea del idealismo, sea del existencialismo o de cualquier otro sistema” 8. Este relativismo, que ya había caracterizado el modernismo condenado por San Pío X, resurgía ahora bajo la vestimenta de “nueva teología” 9. Sus exponentes eran teólogos jesuitas influenciados por el pensamiento de Teilhard de Chardin, como los Padres Henri de Lubac y Jean Daniélou, y también dominicos que propugnaban una interpretación revolucionaria de la teología, como los Padres Marie-Dominique Chenu e Yves Congar. Todos ellos desempeñarían un papel de primer plano en la vida religiosa de los años siguientes y después serían elevados a la púrpura cardenalicia.
La crisis incipiente de la Iglesia se deja ver, por ejemplo, en la correspondencia de aquellos años entre dos religiosos, hoy beatificados: D. Giovanni Calabria, fundador de los Pobres Siervos de la Divina Providencia, y el Cardenal Ildefonso Schuster, Arzobispo de Milán. “Desde hace años —escribe el P. Calabria— con creciente insistencia siento repercutir, en el fondo de mi corazón, la lamentación de Jesús: ¡mi Iglesia!” 10. “Dios nos conserve al Santo Padre Pío XII —responde a su vez el Beato Cardenal Schuster— porque compadezco desde ahora al sucesor. Arrecia la borrasca, ¿y quién osará asumir el comando de la barca?” 11.

 

Notas:

4 Hna. PASCALINA LEHNERT, Pio XII. Il privilegio di servirlo, tr. it., Rusconi, Milán, 1984, p. 172.

5 PÍO XII, Munificentissimus Deus, in DENZ-H, Nº 3903. Cfr. también el texto in AAS, 42 (1950), pp. 767-770.

6 Hna. P. LEHNERT, Pio XII…, cit., p. 174.

7 PÍO XII, Encíclica Humani Generis, del 2 de agosto de 1950, in DENZ.-H, Nº 3890 (Nºs. 3875-3899) e in AAS, vol. 42 (1950), pp. 561-577. Sobre este importante documento, cfr. VV. AA., La Encíclica Humani Generis, C.S.I.C., Madrid, 1952; R. GARRIGOU-LAGRANGE, O.P., La struttura dell’enciclica Humani Generis, in ID., Sintesi tomistica, Queriniana, Brescia, 1953, pp. 541-554; Mons. PIETRO PARENTE, Struttura e significato storico e dottrinale della Enciclica Humani Generis, in ID., Dio e i problemi dell’uomo, Belardetti, Roma, 1955, vol. II, pp. 611-636. Cfr. también J. DE ALDAMA, Pío XII y la Teología nueva, in “Salmaticensis”, Nº 3 (1956), pp. 303-320.

8 PÍO XII, Encíclica Humani Generis, cit., in DENZ-H, Nº 3882.

9 La denominación es de Pío XII, en la alocución Quamvis inquieti del 17 de setiembre de 1946 (in DR, vol. VIII, p. 233). La necesidad de la condenación de la “semilla funestísima del modernismo” que rebrotaba en el campo dogmático, bíblico y social, emergió, diez años después, en muchos de los “votos ante-preparatorios” del Concilio, enviados por los Obispos a Roma (cfr. Acta et Documenta Concilio Oecumenico Vaticano II Apparando, Series I (Antepraeparatoria), Appendix Voluminis II, Pars I, Typis Polyglottis Vaticanis, 1961, pp. 218-219). Thomas M. Loome así comenta: “Teilhard de Chardin, Congar y De Lubac están entre aquellos considerados dignos de las atenciones del Concilio. Y de un Obispo oímos una propuesta más seca: Doctrina J. Maritain damnetur” (Liberal catholicism, cit., p. 25).

10 Carta de D. Giovanni Calabria al Cardenal Schuster, del 21 de noviembre de 1948, in L’epistolario Card. Schuster-Don Calabria (1945-1954), bajo la dirección de ANGEL MAJO y LUIGI PIOVAN, NED, Milán, 1989, p. 30.

11 Carta del Cardenal Schuster a D. Juan Calabria, del 20 de julio de 1951, in op. cit., p. 93. Cuando en 1953 una imagen de Nuestra Señora lloró en Siracusa, el Cardenal comentó: “También la Santísima Virgen llora sobre los males de la Iglesia y sobre el castigo que le está reservado al mundo” (carta del Cardenal Schuster a D. Juan Calabria, del 6 de octubre de 1953, in op. cit., p. 160).

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