Cap. VI, 9. La “Resistencia” a la Ostpolitik vaticana

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La Ostpolitik vaticana tuvo numerosos críticos en todo el mundo, comenzando por los que deberían haber sido sus beneficiarios y que, al contrario, declararon ser sus víctimas: los cristianos del Este europeo. Pero la manifestación de discordancia pública más relevante en el campo católico fue, indiscutiblemente, la histórica Declaración de Resistencia publicada en 1974 en 21 diarios de diversos países, por las TFPs entonces existentes en Europa y en el mundo. El autor y primer firmante de la histórica declaración fue Plinio Corrêa de Oliveira.
En 1972, la “distensión” había recibido un extraordinario impulso con los viajes de Nixon a China y a Rusia 78. El objetivo de la política desarrollada en escala mundial por el Presidente norteamericano y por su Secretario de Estado Henry Kissinger era idéntico al de la política que Willy Brandt, canciller socialista de Alemania, desarrollaba en escala europea: la idea de una “convergencia” entre el bloque occidental y el comunista. El único resultado de esta política de colaboración, fundada sobre el eje privilegiado Washington-Moscú, fue el de postergar por veinte años, gracias a las ayudas económicas, el inevitable desmoronamiento del imperio comunista, mientras la agresividad soviética continuaba creciendo en la misma proporción en que aumentaban los subsidios recibidos de Occidente.
En el campo eclesiástico, Mons. Agostino Casaroli 79, “Ministro del Exterior” de Paulo VI, adoptaba una política de entendimiento con el comunismo análoga a la de Brandt y Kissinger. Una de las más ilustres víctimas de la Ostpolitik vaticana fue el Cardenal Mindszenty, Primado de Hungría y héroe de la resistencia anticomunista que, en 1974, fue destituido de la Arquidiócesis primada de Esztergom por Paulo VI y exiliado en Roma, para facilitar la aproximación entre la Santa Sede y el gobierno comunista húngaro 80.
“En el panorama de devastación general —escribió Plinio Corrêa de Oliveira— el Cardenal Mindszenty se ha levantado como el gran disconforme, el creador del gran caso internacional, de la negativa inquebrantable, que salva el honor de la Iglesia y del género humano. Su ejemplo —con el prestigio de la púrpura romana intacta en los hombros robustos del Pastor valiente y abnegado— ha mostrado a los católicos que no les es lícito imitar a las multitudes que van doblando la rodilla ante Belial” 81.
Pocos días después, el 10 de abril de 1974, apareció como inserción publicitaria en la “Folha de S. Paulo” una amplia declaración de la TFP brasileña con el título La política de distensión del Vaticano con los gobiernos comunistas. Para la TFP: ¿cesar la lucha o resistir?
En aquel mismo año, por ocasión de un viaje a Cuba, Mons. Casaroli había afirmado que “los católicos que viven en Cuba son felices bajo el régimen socialista” y que “los católicos y, en general, el pueblo cubano no tienen la menor dificultad con el gobierno socialista” 82. Este episodio es recordado en la declaración de la TFP, al lado de otros no menos significativos: el viaje realizado a Rusia en 1971 por Mons. Willebrands, Presidente del Secretariado para la Unión de los Cristianos, para encontrarse con el obispo “ortodoxo” Pimen, hombre de confianza del Kremlin: y el apoyo dado por el Cardenal Raúl Silva Henríquez, Arzobispo de Santiago de Chile, al líder marxista Salvador Allende.
Frente a estos hechos, Plinio Corrêa de Oliveira, en nombre de la TFP, escribía en un lenguaje respetuoso pero firme a la vez:
“La diplomacia de distensión del Vaticano con los gobiernos comunistas crea, para los católicos anticomunistas, una situación que los afecta a fondo, mucho menos en cuanto anticomunistas que en cuanto católicos. Pues a todo momento se les puede hacer una observación supremamente embarazosa: ¿la acción anticomunista que desarrollan no conduce a un resultado precisamente opuesto al deseado por el Vicario de Jesucristo? ¿Y cómo se puede comprender a un católico coherente, cuya acción se dirija en dirección opuesta a la del Pastor de los Pastores? Tal pregunta trae como consecuencia, para todos los católicos anticomunistas, una alternativa: cesar la lucha, o explicar su posición.
“Cesar la lucha, no podemos. Y es por imperativo de nuestra conciencia de católicos que no podemos. Pues si es deber de todo católico promover el bien y combatir el mal, nuestra conciencia nos impone que difundamos la doctrina tradicional de la Iglesia, y combatamos la doctrina comunista. (…) La Iglesia no es, la Iglesia nunca fue, la Iglesia nunca será una tal cárcel para las conciencias. El vínculo de obediencia al Sucesor de Pedro, que jamás romperemos, que amamos desde lo más profundo de nuestra alma, al cual tributamos lo mejor de nuestro amor, a este vínculo lo besamos en el propio momento en que, triturados por el dolor, afirmamos nuestra posición. Y de rodillas, mirando con veneración la figura de Su Santidad el Papa Paulo VI, le manifestamos toda nuestra fidelidad.
“En este acto filial, decimos al Pastor de los Pastores: nuestra alma es vuestra, nuestra vida es vuestra. Mandadnos lo que quisiereis. Sólo no nos mandéis que crucemos los brazos delante del lobo rojo que embiste. A esto, nuestra conciencia se opone” 83.
La obediencia a la jerarquía eclesiástica, que el catecismo y nuestra propia fe nos imponen, no es incondicional; por cierto tiene límites, como afirman todos los teólogos. El Diccionario de Teología Moral, publicado por los Cardenales Roberti y Palazzini explica, por ejemplo: “Es claro que nunca es lícito obedecer a un Superior que ordene una cosa contraria a las leyes divinas o eclesiásticas; en tal caso se deberían repetir las palabras de San Pedro: es necesario obedecer antes a Dios que a los hombres (Hech. 5, 29)” 84.
Esta legítima “desobediencia” a una orden de suyo injusta en materia de fe y de moral se puede extender, en casos particulares, hasta la resistencia incluso pública a la autoridad eclesiástica. Arnaldo V. Xavier da Silveira, en un estudio dedicado a la Resistencia pública a las decisiones de la autoridad eclesiástica 85, probó bien esta tesis, remitiéndose a citas de Santos, Doctores de la Iglesia e ilustres teólogos y canonistas, quienes demuestran que, en caso de “peligro inminente para la fe” 86 (Santo Tomás de Aquino) o de “agresión a las almas” 87 (San Roberto Bellarmino) en el campo doctrinario, es legítimo, por parte de los fieles, el derecho a la resistencia aun pública a la autoridad eclesiástica.
De ahí la licitud de una actitud de “resistencia”: “una resistencia que no es separación, no es rebelión, no es acrimonia, no es irreverencia. Al contrario es fidelidad, es unión, es amor, es sumisión” 88. Refiriéndose a la actitud de San Pablo que resistió “cara a cara” a San Pedro 89, Plinio Corrêa de Oliveira escribía: “En el sentido en el cual San Pablo resistió, nuestro estado es un acto de resistencia” 90. A esta declaración de resistencia adhirieron públicamente todas las Sociedades de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad y entidades afines entonces existentes en las Américas y Europa. Veinte años después del Concilio, la Instrucción sobre algunos aspectos de la “teología de la liberación” de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe 91, que definía el marxismo como la “vergüenza de nuestro tiempo”, pareció dar razón a la actitud de “resistencia” a la Ostpolitik por parte de la TFP y de los católicos anticomunistas de todo el mundo 92.

 

Notas:

78 Según Plinio Corrêa de Oliveira, “puede afirmarse sin exageración lo siguiente: desde la bolchevización de Rusia, el comunismo no tuvo una victoria igual. Hasta las propias conquistas catastróficas que la blandura (llamémosla así) de Roosevelt proporcionó al comunismo en Yalta, no igualan en nocividad los resultados difusos pero profundos del «quiebre de barreras ideológicas» obrado por el dúo Nixon-Kissinger” (A crise louca, in “Folha de S. Paulo”, 18 de agosto de 1974).

79 Nacido cerca de Piacenza en 1914, Agostino Casaroli fue ordenado Sacerdote en 1937, y en 1940 ingresó en el servicio de la Secretaría de Estado, donde desarrolló toda su carrera eclesiástica. En 1963 recibió de Juan XXIII el encargo de viajar a Budapest y Praga para explorar la posibilidad de retomar contacto con aquellos gobiernos. Inició así una larga serie de viajes y encuentros en los países del Este comunista, que lo llevó a realizar, sobre todo en el pontificado de Paulo VI, la política vaticana conocida por el nombre de Ostpolitik. Juan Pablo II lo nombró en 1979 Cardenal, prefecto del Consejo para los Negocios Públicos de la Iglesia y su Secretario de Estado, cargo que ocupó hasta el 1º de diciembre de 1990. Cfr. ALCESTE SANTINI, Casaroli, l’uomo del dialogo, Ed. San Paolo, Cinisello Balsamo, 1993.

80 Del Cardenal JOSEF MINDSZENTY cfr. sus Memorias, tr. it., Rusconi, Milán, 1975. Cuando el 5 de febrero de 1974, se hizo pública la noticia de su destitución, el Card. Mindszenty lanzó un comunicado en el que declaraba que nunca había renunciado a su cargo de Arzobispo ni a su dignidad de Primado de Hungría, subrayando que “la decisión fue tomada únicamente por la Santa Sede” (ibid., p. 372).

81 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Ao grande criador do caso imenso, in “Folha de S. Paulo”, 31 de marzo de 1974. Cfr. también ID., A glória, a alegria, a honra, in “Folha de S. Paulo”, 10 de febrero de 1974; Ternuras que arrancariam lágrimas, in “Folha de S. Paulo”, 13 de octubre de 1974; Conforme queria Budapeste, in “Folha de S. Paulo”, 20 de octubre de 1974.

82 Cfr. “O Estado de S. Paulo”, 7 de abril de 1974. En el curso de dicho viaje, realizado entre el 27 de marzo y el 5 de abril de 1974 atendiendo a una invitación del Episcopado cubano, Mons. Casaroli tuvo encuentros con exponentes del gobierno cubano y con Fidel Castro. Al año siguiente estuvo en la República Democrática Alemana y entre el 30 de julio y 1º de agosto de 1975 tomó parte, como delegado especial de Paulo VI, en la conferencia sobre “seguridad” de Helsinki, firmando el acta final en nombre de la Santa Sede.

83 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, A política de distensão do Vaticano com os governos comunistas. Para a TFP: omitir-se? ou resistir?, in “Catolicismo”, Nº 280, abril de 1974. Fue publicado también en 36 periódicos brasileños y después reproducido en 73 órganos de prensa, entre periódicos y revistas, de once países, sin recibir la mínima objeción acerca de su ortodoxia y de su corrección católica.

84 D. GREGORIO MANISE O.S.B., voz “Obbedienza”, in DTM, p. 1115.

85 ARNALDO XAVIER DA SILVEIRA, La nouvelle messe de Paul VI: qu’en penser?, Diffusion de la Pensée Française, Chiré-en-Montreuil, 1975, pp. 319-334.

86 Según Santo Tomás de Aquino existe el derecho de resistir públicamente, en determinadas circunstancias, a una decisión del Romano Pontífice. Afirma a ese respecto el Doctor Angélico: “existiendo un peligro próximo para la fe, los Prelados deben ser reprendidos, hasta públicamente, por parte de sus súbditos. Así San Pablo, que era súbdito de San Pedro, lo reprendió públicamente, en razón de un peligro inminente de escándalo en materia de fe. Y, como dice el comentario de San Agustín, «el mismo San Pedro dio el ejemplo a los que gobiernan, a fin de que éstos, apartándose alguna vez del buen camino, no rehúsen como indebida una corrección venida también de sus súbditos» (Gál. 2, 14)” (Summa Theologica, II-II, 33, 4, 2).

87 Otro gran teólogo, el Cardenal jesuita San Roberto Bellarmino, campeón de los derechos del Papado en la lucha contra el protestantismo, afirma: “así como es lícito resistir al Pontífice que agrede el cuerpo, de la misma forma es lícito resistir a aquel que agrede las almas, o que perturba el orden civil o, sobre todo, aquel que intentase destruir la Iglesia. Digo que es lícito resistirle dejando de hacer aquello que ordena e impidiendo la ejecución de su voluntad: pero no es lícito juzgarlo, punirlo y deponerlo, porque esos actos son propios de un superior” (De Romano Pontefice, II, 29).

88 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, A política de distensão do Vaticano…, cit.

89 Gál. 2, 11.

90 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, A política de distensão do Vaticano…, cit.

91 Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción Libertatis nuntius, cit.

92 La declaración fue saludada por Plinio Corrêa de Oliveira como “el chorro de agua fresca y bienhechora lanzada por una manguera de bombero”. “Para quien se afligía delante de ese espectáculo, por ahora trágico, pero que en breve puede tranformarse en apocalíptico —comentó el pensador brasileño—, ver que un órgano como la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe afirma, negro sobre blanco, la incompatibilidad de la doctrina católica con el marxismo es algo análogo a que alguien, dentro de un incendio, sienta llegar hasta él, inopinadmente, el chorro de agua fresca de una manguera de bomberos.

“Y a mí que, como Presidente del Consejo Nacional de la TFP, fui el primer signatario de la Declaración de Resistencia a la Ostpolitik vaticana, me incumbe el deber de justicia de manifestar aquí la alegría, la gratitud y sobre todo la esperanza que siento, dentro del incendio, con la llegada de ese alivio.

“Bien sé que hermanos en la Fe extrínsecos a los cuadros de la TFP, sobre todo fuera de Brasil, se abstienen de exteriorizar análogos sentimientos, sobre todo porque juzgan que una sola manguera es insuficiente para apagar todo un incendio.

“También juzgo que una sola manguera no apaga el incendio. Pero esto no impide saludarla como un beneficio. Tanto más que no tengo prueba de que quedaremos sólo con esa manguera. ¿No fue inesperada la «Instrucción» del Cardenal Ratzinger? ¿Un paso inesperado no invita a esperar otros, en la misma línea, también más o menos inesperados?” (PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Un primo ostacolo agli errori diffusi dalla “Teologia della liberazione”, in “Cristianità”, Nº 117, enero de 1985).

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