Cap. VII, 2. La teología de la historia de Plinio Corrêa de Oliveira

blank

 

Si es verdad, como afirmara el entonces Cardenal Ratzinger, que “una teología y una filosofía de la historia nacen sobre todo en los períodos de crisis de la historia del hombre” 7, se puede comprender cómo la constante reflexión de Plinio Corrêa de Oliveira sobre su propia época es proporcional a la amplitud y a la profundidad de la crisis contemporánea.
Esta reflexión, como toda teología de la historia cristiana, se configura según dos dimensiones históricas: una natural, fundada sobre la libertad del hombre; la otra sobrenatural, basada en la intervención de la Providencia en los acontecimientos humanos. “Desde el punto de vista católico, en efecto —observa Donoso Cortés—, no hay sino una causa general de todos los hechos humanos, y esta es la Providencia divina” 8.
Para el Cristianismo, la Historia no es sólo magistra vitae sino también historia Salutis, historia sacra, universal, que abarca el acontecer de todo el género humano 9. Ella es “sacra”, porque tiene como autor al propio Dios y como centro a Jesucristo y a su Cuerpo Místico, la Santa Iglesia Católica, en un curso de acontecimientos que se inicia con la Creación y termina con el Juicio, al fin de los tiempos.
La primera gran teología de la historia, como afirmó León XIII, fue la agustiniana: “Primero entre todos, el gran doctor de la Iglesia, Agustín, ideó y perfeccionó la filosofía de la historia. Todos los que vinieron después de él, dignos de ser recordados en este ramo de estudios, tomaron por autor y maestro al mismo Agustín” 10. En esta perspectiva, la historia de la Humanidad se configura como la lucha entre la Ciudad de Satanás y la Ciudad de Dios, descrita en De Civitate Dei: “Dos amores generaron dos ciudades: la terrena, el amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios; la celestial, el amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo” 11. El amor de Dios y el amor de sí, son, también para Plinio Corrêa de Oliveira, los polos que ofrecen la llave decisiva de interpretación de los acontecimientos históricos.
“En otros términos, o el mundo se convierte y reproduce fielmente la visión agustiniana de la «ciudad de Dios», en la cual cada pueblo lleva el amor a Dios al punto de renunciar a todo lo que sea lesivo a los otros pueblos; o por el contrario, el mundo será como aquella ciudad del demonio en la cual todos llevan el amor de sí mismos hasta el punto de olvidarse de Dios” 12.
Pero la teología de la historia de Plinio Corrêa de Oliveira, antes de tener su punto de referencia en la visión agustiniana de las dos ciudades, fue vivida concretamente en la práctica de la meditación ignaciana de las “dos banderas”, “una de Cristo, sumo Capitán y Señor nuestro, la otra de Lucifer, mortal enemigo de nuestra naturaleza humana” 13. “Fue con razón —escribió el Dr. Plinio— que San Ignacio esperaba grandes frutos de su meditación de los dos estandartes. El panorama del mundo, cristalinamente claro como era, tenía el valor de una página apologética” 14.
Esta visión teológica nace, y sobre todo puede ser aproximada de la obra, no menos profunda, de un gran santo del siglo XVIII: San Luis María Grignion de Montfort, autor del célebre Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen 15.
Comentando, en el Tratado, las palabras del Génesis: “Pondré enemistades entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya; Ella te aplastará la cabeza, y tú pondrás acechanzas a su talón”, San Luis María de Montfort enseña: “Dios ha hecho y preparado una sola e irreconciliable enemistad, que durará y se intensificará hasta el fin: y es entre María, su digna Madre, y el diablo; entre los hijos y servidores de la Santísima Virgen y los hijos y secuaces de Lucifer” 16.
Para Plinio Corrêa de Oliveira, como para San Luis María de Montfort, la antítesis entre estas dos familias espirituales está destinada a dividir implacablemente a la humanidad, hasta el término de la historia. Tal guerra no es sino la prolongación histórica de la oposición entre la Virgen y la serpiente, entre la progenie espiritual de María y la progenie espiritual del demonio.
“La supresión de esta lucha por una reconciliación ecuménica entre la Virgen y la serpiente, entre la raza de la Virgen y la raza de la serpiente —comenta Plinio Corrêa de Oliveira— conduce al regreso (o más bien al retroceso) a la orgullosa Torre de Babel, que de todos los modos el neopaganismo intenta hoy reedificar” 17.
Para San Luis de Montfort, como para San Ignacio y San Agustín, se trata de un dualismo no ontológico sino moral, según el cual la Historia no puede ser explicada sin la acción del mal, que, con “infernal estrategia, emplea todos los medios y empeña todas las fuerzas para destruir la fe, la moral, el Reino de Dios” 18. Como explica San Agustín, en efecto, Dios “juzgó que hay más potencia y más perfección en sacar el bien del mal, que en el impedir al mal que exista” 19.
Con este panorama como telón de fondo, Plinio Corrêa de Oliveira así resume el cuadro de nuestros días: “Estamos en los lances supremos de una lucha, que llamaríamos de muerte si uno de los contendores no fuese inmortal, entre la Iglesia y la Revolución” 20.

 

Notas:

7 Card. J. RATZINGER, San Bonaventura. La teologia della storia, tr. it. Nardini, Florencia, 1991, p. 23.

8 J. DONOSO CORTÉS, Estudios sobre la Historia, in Obras, cit., vol. II, p. 234. “Prorsus divina Providentia regna —escribió San Agustín— constituuntur humana” – “Sin duda los reinos humanos son establecidos por la divina Providencia” (SAN AGUSTÍN, De Civitate Dei, Libro V, cap. I, Nº 1).

9 Sobre la teología de la Historia cristiana, permanece siempre válido el gran panorama trazado por Mons. JACQUES-BÉNIGNE BOSSUET, Discours sur l’histoire universelle, Flammarion, París, 1966 (1681); Cfr. también C. FABRO C.P.S., La storiografia nel pensiero cristiano, in GAF, vol. V, 1954, pp. 311340; R. T. CALMEL O.P., Théologie de l’histoire, Dominique Martin Morin, París, 1984 (1966).

10 LEÓN XIII, Carta Saepenumero considerantes, del 18 de agosto de 1883.

11 SAN AGUSTÍN, De Civitate Dei, libro XIV, cap. 28. Sobre la concepción agustiniana de las “dos ciudades”, cfr. Mons. ANTONIO ROMEO, L’antitesi delle due Città spirituali de sant’Agostino, in Sanctus Augustinus Vitae Spiritualis Magister, Analecta Augustiniana, Roma, 1959, vol. I, pp. 113-146; MICHELE F. SCIACCA, Interpretazione del concetto de storia in S. Agostino, Ed. Agostiniane, Tolentino, 1960.

12 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Um remédio que agravará o mal, in “O Legionário”, Nº 491, 8 de febrero de 1942.

13 SAN IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicios espirituales, Nºs. 136-138.

14 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, 3º Acto?, in “O Legionário”, Nº 419, 22 de setiembre de 1940.

15 S. LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTFORT, Traité de la vraie dévotion à la Sainte Vierge (1712), in Oeuvres complètes, Seuil, París, 1966, pp. 481-671. Esta obra, compuesta en 1712, permaneció manuscrita y, como previera su mismo autor, sepultada “en el silencio de un cofre” por más de un siglo. Encontrada casualmente en 1842, tuvo una fulgurante difusión, con más de 300 ediciones en una treintena de lenguas.

16 S. LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTFORT, Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, Centro de Espiritualidad Montfortiana, Lima, Perú, 1997, p. 43.

17 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Volta à torre de Babel?, in “Folha de S. Paulo”, 12 de agosto de 1980.

18 PÍO XII, Radiomensaje Bendito seja o Senhor, del 13 de mayo de 1946, in DR, vol. VIII, p. 89.

19 SAN AGUSTÍN, De Civitate Dei, libro XXII, cap. I, Nº 2.

20 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Revolución y Contra-Revolución, cit., p. 171.

Adelante

Índice

Contato