Cap. VII, 4. La devoción mariana y el apostolado contra-revolucionario

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“La lucha entre la Revolución y la Contra-Revolución —escribe Plinio Corrêa de Oliveira— es una lucha que, en su esencia, es religiosa” 41. Y siéndolo, no puede prescindir de la gracia, de la cual depende toda auténtica regeneración moral.
“La gracia depende de Dios; sin embargo Dios, con un acto libre de su voluntad, ha querido hacer depender de Nuestra Señora la distribución de las gracias. María es la Medianera Universal, es el canal a través del cual pasan todas las gracias. Por eso su ayuda es indispensable para que no haya Revolución o para que ésta sea vencida por la Contra-Revolución. (…) Por lo tanto, la devoción a Nuestra Señora es condición sine qua non para que la Revolución sea aplastada, para que venza la ContraRevolución” 42.
Pero la contribución de Nuestra Señora en el apostolado contra-revolucionario va más lejos. En efecto, es necesario no olvidar la parte del demonio en la explosión y en los progresos de la Revolución. “Como es lógico pensar, una explosión de pasiones desordenadas tan profunda y tan general como la que originó la Revolución, no habría ocurrido sin una acción preternatural” 43. Pero también este factor propulsor de la Revolución depende de la voluntad y del poder de Nuestra Señora, a quien Dios reservó el privilegio de aplastar la cabeza del demonio.
La constatación de este poder soberano de la Virgen introduce la idea de la Realeza de María. Realeza en la cual no debe verse un título puramente decorativo, como recuerda Plinio Corrêa de Oliveira, sino “un auténtico poder de gobierno personal” 44.
“Puede decirse que la fe de los católicos en la Realeza de María —escribe un conocido mariólogo— es tan antigua cuanto es antigua la Iglesia Católica” 45. Esta verdad de fe ha sido admirablemente sintetizada en la Encíclica Ad coeli Reginam de Pío XII 46, promulgada en ocasión de la institución de la fiesta litúrgica de Nuestra Señora Reina, al clausurarse el Año Mariano de 1954. “Jesús es Rey de los siglos eternos por naturaleza y por conquista; por Él, con Él, en sumisión a Él, María es Reina por gracia, por parentesco divino, por conquista, por singular elección. Y su reino es tan vasto como el de su Divino Hijo, pues nada se sustrae a su dominio” 47. Nuestro Señor —escribe a su vez Plinio Corrêa de Oliveira— ha querido hacer de Nuestra Señora “un instrumento regio de su amor” 48, entronizándola como Reina del universo para que Ella lo gobierne y, sobre todo, para que gobierne al pobre género humano, decaído y pecador. “Hay, pues, un régimen verdaderamente marial en el gobierno del universo. Y así se ve cómo Nuestra Señora, aunque sumamente unida a Dios y dependiente de Él, ejerce su acción a lo largo de la Historia” 49.
“Nuestra Señora es infinitamente inferior a Dios, es evidente; pero Él quiso darle ese papel por un acto de liberalidad. Es Nuestra Señora quien, distribuyendo ora más abundantemente la gracia, ora menos, frenando ora más ora menos la acción del demonio, ejerce su realeza sobre el curso de los acontecimientos terrenos. En ese sentido, depende de Ella la duración de la Revolución y la victoria de la Contra-Revolución” 50.

 

Notas:

41 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Prólogo a la edición argentina de Revolución y Contra-Revolución, cit., p. 22-23.

42 Ibid., p. 24. La Mediación Universal de María, aún no definida oficialmente como dogma, fue reiterada en las Encíclicas Octobri Mense, de León XIII (1891), Ad diem illum de San Pío X (1904), y Mystici Corporis de Pío XII (1943). Cfr. C. COLLANTES S.J., La Fede nella Chiesa cattolica, cit., pp. 327-332.

43 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Prólogo a la edición argentina de Revolución y Contra-Revolución, cit., p. 26-27.

44 Ibid., p. 28.

45 P. G. M. ROSCHINI O.S.M., Maria Santissima nella storia della salvezza, Tipografia Editrice Pisani, Isola del Liri, 1969, vol. II, p. 486. Según otro conocido mariólogo, “el imperio de María se extiende, aún cuando sea en el orden subordinado, tanto cuanto se extiende el reino del propio Cristo, de quien San Pablo dice que delante de él deben doblar la rodilla por reverencia todas las criaturas: las que se encuentran en el Cielo, las que se encuentran en los abismos, y las que se encuentran sobre la tierra (Filip. 2, 10). Así es con respecto a María: por ser Reina del mundo, ella es Reina del Cielo, de la tierra, del purgatorio, y además de eso hace sentir su poder real sobre los condenados en el infierno” (DON EMILIO CAMPANA, Maria nel dogma cattolico, Marietti, Turín, 1936, p. 937). Sobre la Realeza de María cfr. THÉODORE KOHLER, Royauté de Marie, in DSp, vol. XIII (1988), cols. 1098-1103; P. G. M. ROSCHINI O.S.M., Maria Santissima, cit., vol. II, pp. 345-516; TOMASSO M. BARTOLOMEI O.S.M., Giustificazione dei titoli o fundamenti dommatici della Regalità di Maria, in “Ephemerides Mariologicae”, vol. XV (1965), pp. 49-82.

46 PÍO XII, Encíclica Ad coeli Reginam del 11 de octubre de 1954, in AAS, vol. 46, 1954, pp. 625-640.

47 PÍO XII, Radiomensaje Bendito seja o Senhor, cit., pp. 87-88.

48 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Prólogo a la edición argentina de Revolución y Contra-Revolución, cit., p. 29.

49 Ibid.

50 Ibid.

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