Capítulo III – En defensa de la Acción Católica, 1. Pío XI y la Acción Católica

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“Es ésta nuestra finalidad, nuestro gran ideal.

Caminamos hacia la civilización católica

que podrá nacer de los escombros del mundo moderno, como de los escombros del mundo romano

nació la civilización medieval”.

 

Los orígenes de la Acción Católica se remontan, en sentido amplio, a los años tempestuosos transcurridos entre la Revolución Francesa y la Restauración, cuando, frente a los crecientes ataques a la Iglesia y a la Civilización Cristiana, se volvió cada vez más apremiante la necesidad de organizar el laicado católico. Al ex jesuita Nikolaus Albert von Diesbach 1 y a su discípulo italiano, el P. Pío Brunone Lanteri 2, se deben la constitución de la Amicizia Cristiana y más tarde de la Amicizia Cattolica, precursoras del gran apostolado de los laicos católicos del ochocientos y del novecientos 3.
Bajo el pontificado de Pío IX fueron instituidas varias asociaciones laicales para contrarrestar el proceso de descristianización de la sociedad: el Piusverein en Suiza, el Katholischenverein en Alemania, la Asociación de Laicos en España, la Union Catholique en Bélgica, la Ligue Catholique pour la Défense de l’Église en Francia, la Catholic Union en Inglaterra, la Opera dei Congressi en Italia. Pero el gran promotor de la Acción Católica fue San Pío X 4, quien en la Encíclica Il Fermo Proposito 5 y en la Carta Apostólica Notre Charge Apostolique 6 le trazó con claridad los principios y objetivos, a la vez que condenaba el modernismo político y social, representado en Francia por Le Sillon de Marc Sangnier 7 y en Italia por la “Democracia Cristiana” de Romolo Murri 8.
Tras el breve pontificado de Benedicto XV, el 6 de febrero de 1922 es elegido Papa, con el nombre de Pío XI, el cardenal Achille Ratti, ex Prefecto de la Biblioteca Vaticana, quien había asumido el Arzobispado de Milán pocos meses antes del Cónclave. Fue Pío XI quien dio a la Acción Católica su fisonomía jurídica y su valor público en la Iglesia.
Desde su primera Encíclica, Ubi Arcano Dei, Pío XI había querido dar aliento a la “santa batalla” de “aquel complejo de iniciativas, de instituciones y de obras que llevan el nombre de «Acción Católica»” 9. En la Encíclica Quas Primas 10 del 11 de diciembre de 1925, el Pontífice había expuesto el fundamento escriturístico, litúrgico y teológico de la Realeza social de Jesucristo, afirmando que “erraría gravemente quien quitase a Jesucristo-Hombre el poder sobre todas las cosas temporales” 11, porque, como ya lo había afirmado León XIII 12, “todo el género humano está bajo la potestad de Jesucristo”. El Papa denunciaba además “la peste de nuestra época” en el “llamado «laicismo» con sus errores y sus impíos incentivos” 13.
Su visión de la Historia era análoga a la de sus predecesores:
“Vosotros sabéis —afirmaba— que tal impiedad no maduró en un solo día, sino que desde hace mucho tiempo se venía incubando en las entrañas de la sociedad. En verdad, se comenzó a negar el imperio de Cristo sobre todos los pueblos: se negó a la Iglesia el derecho —que se origina en el derecho de Jesucristo— de enseñar a las gentes, de hacer leyes, de gobernar los pueblos para conducirlos a la eterna felicidad. Y poco a poco la religión cristiana fue igualada a otras religiones falsas, e indecorosamente rebajada al nivel de éstas; por eso se la sometió a la potestad civil y fue dejada casi al arbitrio de los príncipes y de los magistrados; se avanzó entonces aún más lejos: fueron los que pensaron en substituir la religión de Cristo por un cierto sentimiento religioso natural. No faltaron los Estados que juzgaron poder prescindir de Dios, poniendo su religión en la irreligión y en el desprecio del mismo Dios” 14.
Pío XI confiaba a los católicos la tarea de recristianizar la sociedad, extendiendo e incrementando el Reino de Cristo. Y para este fin introdujo la fiesta de Cristo Rey, a ser celebrada el último domingo del mes de octubre de cada año. “La celebración de esta fiesta —afirmaba— será también una amonestación para las naciones, de que el deber de venerar públicamente a Cristo y de prestarle obediencia compete no solamente a los particulares, sino también a los magistrados y a los gobernantes” 15.

 

Notas:

1 Sobre el padre Nikolaus Albert Joseph von Diesbach (1732-1798) y sobre las Amicizie, cfr. CANDIDO BONA I.M.C., Le “Amicizie”, società segrete e rinascita religiosa (1770-1830), Deputazione Subalpina di Storia Patria, Turín, 1962; R. DE MATTEI, Idealità e dottrine delle “Amicizie”, Biblioteca Romana, Roma, 1980.

2 Acerca del P. Pío Brunone Lanteri (1759-1830), declarado Venerable en 1967, además de las obras citadas en la nota precedente, cfr. R. DE MATTEI, Introduzione a Direttorio e altri scritti del venerabile P. B. Lanteri, Cantagalli, Siena, 1975; PAOLO CALLIARI O. M. V., Servire la Chiesa Il venerabile Pio Brunone Lanteri (1759-1830), Lanteriana-Krinon, Caltanisetta, 1989. MONS. FRANCISCO OLGIATI indicaba en Pío Brunone Lanteri “uno de los símbolos más elocuentes del apostolado in genere y de la Acción Católica in specie” (Prefacio a ICILIO FELICI, Una bandiera mal ripiegata Pio Brunone Lanteri, fondatore dei Padri Oblati di Maria Vergine, precursore dell’Azione Cattolica, Tip. Alzani, Pignerol, 1950, p. 6). El Prof. Fernando Furquim de Almeida dedicó una importante serie de artículos en “Catolicismo”a las Amicizie de los PP. Diesbach y Lanteri.

3 Para un cuadro del apostolado seglar en el último siglo, cfr. SILVIO TRAMONTIN, Un secolo di storia della Chiesa. Da Leone XIII al Concilio Vaticano II, Studium, Roma, 1980, vol. II, pp. 1-54.

4 Así lo define Pío XII en la Alocución para su beatificación del 3 de junio de 1951, in DR, Vol. XIII, p. 134.

5 S. PÍO X, Encíclica Il fermo proposito, del 11 de junio de 1905, cit.

6 S. PÍO X, Carta Notre Charge Apostolique, del 25 de agosto de 1910, in IP, vol. VI, La pace interna delle nazioni, cit., pp. 268-298 e in “Lepanto”, Nº 96-97, marzo-abril 1990.

7 Sobre Le Sillon de Marc Sangnier (1873-1950), cfr. la obra del padre EMMANUEL BARBIER, Les démocrates chrétiens et le modernisme, Lethielleux, París, 1908, pp. 358-392; ID., Le devoir politique des catholiques, Jouve, París, 1909.

8 Acerca de Romolo Murri (1870-1944) cfr. MAURICIO GUASCO, Romolo Murri. Tra la “Cultura Sociale” e il “Domani d’Italia” (1898-1906), Studium, Roma, 1988; BENEDETTO MARCUCCI, Romolo Murri La scelta radicale, Marsilio, Venecia, 1994.

9 “Decid a vuestros hermanos en el laicado —escribía el Papa— que cuando ellos, unidos a sus Sacerdotes y a sus Obispos, participan en las obras de apostolado individual y social, para hacer conocer y amar a Jesucristo, entonces más que nunca ellos son el genus electum, el regale sacerdotium, la gens sancta, el pueblo de Dios que San Pedro exalta” (PÍO XI, Encíclica Ubi arcano del 23 de diciembre de 1922, in IP, Il Laicato, vol IV (1958), p. 274). Entre los numerosos textos de Pío XI sobre la Acción Católica, recordamos las cartas al cardenal Bertram, arzobispo de Bratislava (1928), al Primado de España (1929), al arzobispo de Malinas (1929), al Episcopado mexicano (1937). Entre la bibliografía, véase las dos documentadas tesis de doctorado de WALTER SCHEIER, Laientum und Hierarchie, ihre teologischen Beziehungen unter besonderer Berücksichtigung des Lehramtes unter Pius XI, und Pius XII, Ateneo Pontificio Internacional Angelicum, Friburgo, 1964; JEAN-GUY DUBUC, Les relations entre hiérarchie et laïcat dans l’apostolat chez Pie XI et Pie XII, Pontificia Universidad Gregoriana, Roma, 1967.

10 PÍO XI, Encíclica Quas Primas del 11 de diciembre de 1925, en IP vol. VI, La Pace interna delle nazioni, cit., pp. 330-351.

11 Ibid., p. 339.

12 LEÓN XIII, encíclica Annum Sacrum del 25 de mayo de 1899, en IP, Vol. I, Le fonti della vita spirituale, cit., p. 191.

13 PÍO XI, Encíclica Quas Primas, cit., p. 343.

14 Ibid., pp. 343-344.

15 Ibid., p. 349.

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