Castillos de España: una lección de idealismo, del sentido de sacrificio, de lo maravilloso y de Fe

“Santo del Día”, 5 de mayo de 1984

 


 

A D V E R T E N C I A

Este texto es adaptación de extracto de transcripción de cinta grabada con la conferencia del profesor Plinio Corrêa de Oliveira dirigida a jóvenes cooperadores de la TFP y publicada en la “Circular aos sócios e cooperadores da TFP”. Conserva, por tanto, el estilo coloquial y hablado, sin haber pasado por ninguna revisión del autor.

Si el profesor Plinio Corrêa de Oliveira estuviera entre nosotros, sin duda pediría que fuera colocada una explícita mención a su filial disposición de rectificar cualquier eventual discrepancia en relación con el Magisterio inmutable de la Iglesia. Es lo que hacemos constar, con sus propias palabras, como homenaje a tan escrupuloso estado de espíritu:

“Católico apostólico romano, el autor de este texto se somete con filial ardor a las enseñanzas tradicionales de la Santa Iglesia. No obstante, si por lapso, algo en él hubiera en desacuerdo con dichas enseñanzas, desde ya y categóricamente lo rechaza”.

Las palabras “Revolución” y “Contra-Revolución”, son aquí empleadas en el sentido que se les da en el libro “Revolución y Contra-Revolución”, cuya primera edición apareció publicada en el número 100 de la revista “Catolicismo”, en abril de 1959.

 


 

Preámbulo (Extracto de charla del día 10 de marzo de 1984):

El señor “X” me mostró unos cuadernos de publicidad que recibe, con unas fotos de castillos españoles. Fotos sacadas por un técnico alemán, al atardecer, para estimular el turismo alemán en España.

Es, por lo tanto, un tipo de fotografía que realmente enfatiza y dirige el pulcro de estos castillos —que en realidad son ruinas— al gusto alemán. Es algo español, iluminado para los alemanes.

Ahora, como yo lo veo, estas fotografías son de una rara belleza. Muy difíciles de obtener. Y estas fotografías, a los que se las he enseñado, producen una especie de primera impresión, de primera sensación que me gustaría que todos experimentaran y me gustaría analizarla. Porque tiene cierta relación con un tema que nos interesa mucho, el de la inocencia primera. ¿Cuál es el rasgo de la inocencia primera? Es el deseo del alma de que haya cosas así, y de que el universo se construya en torno a, se ordene en torno a, cosas así [1].

Fíjense: son castillos que no tienen los adornos franceses. ¡Es otra cosa, otra cosa! Pero es… ¡es algo FENOMENAL! Una pintura al óleo difícilmente podría captarlo tan bien. Luego está el valor de que ese tono se sabe que es real. En una pintura al óleo se diría que es fantasía. Considero que este fotógrafo es un artista; ¡un gran artista! Después están los castillos, ¡muy españoles!

El fotógrafo, con mucha paciencia esperó hasta que se presentó ese momento ideal; ¡cómo esperó! es posible que fuera allí varias veces, o se quedara en un lugar para conseguir el momento adecuado. Esto no es el resultado de la prisa. ¡Una cosa fantástica!

*     *    *

[Aquí se inicia el texto de la conferencia a jóvenes en 5 de mayo de 1984]

1. Fortaleza de Almansa, en la provincia de Albacete

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Tras el primer impacto que causó la fotografía, que hizo que fuera recibida con alegría y aclamación por todos, hay que empezar a analizar la fotografía.

¿Cómo se analiza una fotografía?

Primeramente, mirándola y teniendo una primera impresión. En seguida se trata de ver qué sensación ha provocado la fotografía en nosotros, en cada uno de nosotros, y ver qué base tiene esta sensación en la propia fotografía.

Así que voy a describir cómo me imagino esta fotografía y lo grandiosa que es. En primer lugar, hay que distinguir dos campos visuales admirablemente armoniosos, pero perfectamente diferenciados. Uno es el castillo propiamente dicho, con la montaña que le sirve de base; y el otro es el conjunto de nubes extraordinarias que proporcionan una especie de marco al castillo y completan su belleza.

El castillo y las nubes centran toda la vista en la torre. La torre da la impresión de altivez, dignidad y extraordinaria majestuosidad. Da la impresión de que desde lo alto de la colina se enfrenta a un enemigo lejano. Pero ella se enfrenta a él con gallardía, lo mira como si le amenazara y le dice: basta, te aplastaré, no te temo.

Y no parece fanfarronada de la torre, porque la fotografía está tomada con tal maestría que se ven otros muros del castillo detrás, que muestran la profundidad del castillo y, por tanto, cuántas fortificaciones tienen, cuántos efectivos tienen y cuántos elementos tiene la torre para resistir. En otras palabras, el atrevimiento de la torre, el hidalgo atrevimiento de la torre, tiene su razón de ser. El castillo es poderoso y la torre no teme nada.

Si nos ponemos en la posición de un comandante del castillo, que está encaramado en lo alto de la torre, y que ve venir al enemigo desde lejos, que tiene, por así decirlo, personificado en sí mismo todo lo que tiene de heroico la torre, nos daremos cuenta, sin embargo, de que este comandante del castillo, en la torre, desafía a dos adversarios. Uno es el adversario que viene de lejos, que viene caminando por el suelo, que viene al trote de la caballería, caballeros armados con espadas, con lanzas, tocando los olifantes y amenazando con venir a escalar esta muralla que casi se confunde con la torre; y, por otro lado, el comandante, en lo alto de la torre, tiene otro adversario: las nubes en el cielo.

Observemos las nubes. Son densas, majestuosas, espesas, un poco brillantes de un lado y oscuras del otro, pesadas, es decir, llenas de posibilidades de gloria expresadas en la parte brillante, pero cargadas de amenazas de luchas, expresadas en la parte oscura del fondo. Podría decirse que estas nubes simbolizan la tremenda batalla que debe tener lugar. Y serían como una voz de la historia que dijera al comandante del castillo, al señor feudal del castillo: «Las amenazas de la vida se ciernen sobre ti, ha llegado tu hora de luchar.  Sé un héroe o serás aplastado».

Volvamos ahora la vista al castillo y notaremos algo curioso. Nos da la impresión de que el castillo domina la roca de abajo, como que una garra que domina la roca de abajo. Se observa que el castillo está en lo alto de un cerro y que el castillo domina la roca, pero de tal manera que, fijándose en esa pared frontal, en la roca, nos da la impresión de que la roca ha escalado la pared del castillo, y que ha subido casi hasta la cima, y que el castillo está luchando con ella y le dice desdeñosamente, como quien extiende el brazo: «No me has alcanzado».

Técnicamente hablando, para las condiciones bélicas de la época de la guerra con arma blanca, no del arma de fuego que se usa hoy en día, este castillo tuvo su importancia militar. Técnicamente hablando, había un inconveniente en que estas rocas se elevaran tan alto, porque daban al adversario la esperanza de trepar, escalar las rocas y saltar a la muralla del castillo.

Pero ciertamente era una roca tan dura, y era una labor tan difícil, que preferían transigir con la roca porque creían que no podían vencerla. Pero, por supuesto, en la parte posterior de las almenas, que vemos hermosas, nobles, a lo largo de todas las murallas, había ciertamente una pieza de defensa con la que el adversario tenía que contar y que le habría hecho tener mucho miedo de subir allí.

Y es que en esa parte alta de la muralla los defensores tendrían todas las facilidades para hacer mucho fuego y con el fuego, agua hirviendo y plomo fundido. Así que bastaba con que el adversario empezara a trepar por las rocas para que le cayeran encima torrentes de agua hirviendo que penetrarían en su armadura y le quemarían el cuerpo.  Plomo fundido, mucho peor, que producía una herida horrible en el cuerpo, pero más aún, se secaba en la armadura y en las juntas de la armadura, inmovilizándola. Y el soldado tenía que quitarse la armadura si quería hacer algo, porque tenía las piernas y los brazos rígidos.

Sin armadura, era un muñeco al alcance de la punta de cualquier espada. Así que, hasta cierto punto, esa piedra era una trampa para su oponente. Si el oponente ignoraba la existencia de estos recursos, subiendo por la roca sería liquidado. Así que era a la vez la roca de la trampa y la roca de la victoria.

Se nota algo [en el muro de la torre] que ciertamente se abrió después de que terminaran las guerras contra los moros en España y el castillo perdiera su importancia militar. Allí se ve, luminosa, pequeña, una ventana, por la que pasa la luz, que se habrá abierto mucho más tarde, por alguna necesidad de comodidad, de residencia, de lo que fuera, cuando el castillo dejó de ser una fortaleza y se convirtió en la residencia de los señores feudales propietarios de toda la zona, que ya entonces vivían cómoda y despreocupadamente dentro del castillo. Fue la época en que los castillos empezaron a adornarse con muebles preciosos, telas, cuadros, etc. y se destinaron al esplendor de la vida, después de haber estado destinados al heroísmo de la vida.

También se observa algo que probablemente no existía en la época en que el castillo tenía importancia militar. Se nota algo de vegetación a los pies del castillo. Seguramente en aquella época estaría talada, no la dejarían crecer, porque era un lugar donde el enemigo podía camuflarse, y en los alrededores del castillo todo tenía que ser rasado, para que el enemigo no pudiera camuflarse, para que no pudiera esconderse, defenderse de las flechas que le lanzaban desde lo alto del castillo.

El caso es que la historia ha seguido su curso en el castillo, que ha dejado de tener utilidad militar, se ha convertido en un castillo de confort, el castillo del propietario de una magnífica finca circundante. Sus muros y murallas recibieron los ardientes soles de España, las heladas lluvias de España.

Cuando la piedra ha sido maltratada por la intemperie, adquiere una belleza extraordinaria. Fíjense en el color de esta piedra, se diría que es ámbar, no una piedra corriente. Y el artista, con gran criterio, supo fotografiar el castillo en el momento en que la luz que incidía en él le daba un aspecto casi de ámbar o porcelana. Es un castillo de ensueño, un castillo irreal.

Con el tiempo y la vida de confort moderna, este tipo de castillos empezaron a abandonarse y dejaron de servir de residencia. Se construyó a continuación una residencia moderna, prosaica, holgazana.

¿Cuál es la misión de un castillo así? Es hacer recordar al alma autoindulgente del hombre contemporáneo algo de lo que debería avergonzarse: ha perdido el sentido del sacrificio, ha perdido el gusto por la lucha, ya no sabe lo que significa ser un héroe. Para las poblaciones acobardadas de hoy, el castillo es una lección moral, que proclama la grandeza de alma de los españoles de la Reconquista que, por amor a Nuestro Señor Jesucristo, a Nuestra Señora y a la Santa Iglesia Católica, poblaron España de castillos durante la Reconquista, para que a los moros no se les ocurriera volver, porque si quisieran volver, encontrarían esta red de castillos para oponérseles.

Lo cierto es que, una vez expulsados, no volvieron jamás. Los días y noches se sucedieron en el castillo solitario. Un día pasó por allí un fotógrafo alemán. Este fotógrafo quería —lo dice en el prefacio de su álbum— ilustrar lo que significaba la expresión —seguro que ya no la han alcanzado los «jovencísimos»—, pero que incluso en generaciones posteriores a la mía se seguía utilizando: Fulano está soñando con castillos en España. Cuando se quería decir que eran castillos de una belleza casi irreal, casi imposible de existir, se decía castillos de España.

Dice en el prólogo que quería fotografiar esos castillos, para que se entendiera lo que hay de maravilloso en un castillo en España, de tal manera que, en todo el mundo, hablándose de castillos de España, se hablase de los castillos por excelencia.

¿Cuántos días estuvo este hombre al pie del castillo hasta que las nubes tomaron esta posición exacta y el castillo tomó esta luz exacta y él en ese momento lo fotografió? ¿Cuántas fotografías no se utilizaron, hasta que salió la fotografía 1001 de belleza perfecta, que incorporó a su álbum?

Normalmente, el castillo no suele tener toda esa belleza. Se necesita el alma de un fotógrafo artista, que capte el castillo en el momento en que revela su belleza. Es un momento fugaz en el que la lente del fotógrafo, un fotógrafo que es un gran artista, nos ha contado lo que le parece de maravilloso en el castillo. Ahí tenemos un castillo de España.

Heroísmo cristiano, heroísmo que nació en el mundo en el momento en que Nuestro Señor Jesucristo expiró en la Cruz y redimió al género humano, y la Santa Iglesia Católica pudo empezar a extenderse entre los pueblos. Fue entonces cuando nacieron estas cosas.

2. Castillo de Coca en Segovia

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La primera impresión que uno tiene al ver esa foto es que es irreal y se tiene ganas de decir: ¡no, eso no existe!

El castillo… con su fortuna habitual, el artista pudo fotografiar el castillo en un momento de contraste muy feliz. En sus fotografías, suele buscar cielos sombríos con castillos muy iluminados. Imagínese que allí no hubiera cielos sombríos y que hubiera un cielo azul celeste, ¿no es de creer que el castillo perdería? ¿Por qué una amenaza así, un cielo tan amenazador, le cae bien al castillo? Es una pregunta que Uds. podrían intentar responder por sí mismos. Pero, en atención a la joven edad de muchos de Uds., voy dando los pasos para analizarla.

El cielo es muy sombrío, pero no de cualquier modo. Se observa una parte que es luminosa. Podría decirse que un rayo acaba de atravesarlo como un corusco, y que ha dejado allí un resto de luz, y tal vez sea este resto de luz el que ilumina tan magníficamente el castillo. ¡Qué castillo! Se tiene la impresión de que es tan grande, tiene tantas torres, tantas salas, tantos espacios, tantos muros, que podría decirse que es un castillo interminable. Es el castillo incalculable, es el castillo inconmensurable, es el castillo de cuento de hadas.

Uno imagina este castillo centrándose en el vivir delicioso de quienes lo habitan. Así que imaginamos habitaciones, salones, imaginamos una magnífica capilla interior tan grande como una catedral, imaginamos estupendos comedores, estupendas salas de recepción, salas de trabajo, salas de conversas políticas, de reuniones políticas maravillosas, dormitorios extraordinarios, imaginamos todas las formas de confort de la época en que se construyó este castillo, instaladas allí para un número indefinido de personajes que lo habitan.

Personajes nobles, ricamente vestidos, de modales exquisitos, que cuando se encuentran en los pasillos hacen grandes reverencias, que se saludan con ceremonia, pero que al mismo tiempo cuchichean y politiquean, unos con otros, unos contra otros, en el ir y venir de la vida cotidiana.

De hecho, este castillo fue así en algún momento, y se construyó con gran cuidado artístico. Se observa, por ejemplo, que quien construyó el castillo tuvo la precaución de hacer estrías blancas en él, de modo que está marcado por franjas blancas en toda su longitud. Eran piedras de otras calidades traídas para formar una especie de alternativa y añadir belleza al castillo.

En el centro del castillo hay un torreón. Un torreón que es un grupo de torres unidas. Alrededor de este torreón, se puede ver que, detrás de los muros, hay un enorme patio.  Este patio está rodeado de altas murallas, con torres que también son enormes en número, y en el extremo, un conjunto especial de torres que equilibra el conjunto de torres en el centro. Luego se repite, porque en conjunto, esa torre central, más el patio, más las murallas, uno se da cuenta de que luego hay otro patio y luego más murallas para luego llegar al exterior del castillo.

No sé si estoy interpretando correctamente la fotografía, pero parece que el castillo está rodeado por un valle de agua o un río. Así es como me inclinaría a interpretar la parte clara y luminosa de abajo. Pero no sé si me equivoco en mi interpretación [N.R.: probablemente el Prof. Plinio se refiere al foso que rodeaba el castillo, hoy reducido a pequeños restos. El grabado antiguo aquí reproducido lo deja ver en detalle].blank

¿Cuál es el significado militar de este castillo? El castillo nos habla sin duda de una vida refinada, de una vida noble, nos habla sin duda de las mil exquisiteces de la civilización cristiana. Pero los manjares de la civilización cristiana se deterioran cuando viven en un clima sin heroísmo.

¿Dónde está el heroísmo en este castillo? ¡Está hecho para luchar! Es una fortaleza, y una fortaleza calculada para resistir un asedio tan largo que el adversario se dé por vencido, un asedio tan largo que el adversario se quede cada vez con menos hombres y se dé cuenta de que no puede luchar y se retire durante la noche. Un asedio tan largo que permita a los castellanos asediados avisar a sus aliados y estos acudan en su ayuda.

Un castillo tan enorme que es casi imposible imaginar cómo una tropa podría rodearlo por completo. Así que siempre tiene una salida libre para que salgan los avisos y entren los aliados. Se presenta como un castillo inconquistable, o al menos muy difícil de conquistar.

Cuando los adversarios eran tan numerosos que conseguían sitiar el castillo, ¿cómo se defendía el castellano? ¿Cómo avisaba a sus aliados? Soltaba palomas mensajeras desde lo alto de aquella torre, la del centro, o de esta otra torre, aquí en la esquina, desde los puntos más altos del castillo, para que la paloma pudiera despegar muy alto y no fuera alcanzada por las flechas del adversario. Palomas mensajeras que llevaban, como se sabe, en sus patitas, atadas por una pequeña anilla, un mensaje: «Venid ahora porque estamos sitiados. Firmado, fulano». Solo eso. Y era del señor feudal principal de ese castillo a un señor feudal vecino, su aliado, su pariente, su amigo, casualmente su hermano o primo.

A veces los castillos así, que eran muy seguros, tenían otra salida, que era subterránea. Y a veces había varios pasadizos subterráneos que llevaban a lugares tan lejanos que el asediante no sabía dónde estaban. Era una cueva de la que de repente se movía una piedra y salía de ella un mensajero tan rápido como una chispa. Si no era una cueva, era un viejo árbol, de varios cientos de años, en el que se había abierto una salida y del que de repente salía un hombre corriendo. Y esto era en zonas muy diferentes y a veces había allí un guardia oculto, de modo que si un adversario quería entrar, de repente una flecha mortal le alcanzaba por la espalda y moría.

¿Cuál es el sistema de defensa del castillo? Este es el sistema de defensa: en el primer plano del castillo hay toda una serie de murallas, y en lo alto de estas se pueden imaginar a los guerreros en los grandes días de asedio. Desde lo alto de las otras murallas, gente con arcos y flechas, disparando en cantidad a los de abajo. Y a veces las flechas incendiarias, de modo que quemaban a la persona que herían. Y a veces daban en la retaguardia, donde el noble que dirigía el asalto estaba. Así que había mucho peligro en mantener los ataques del ejército.

Si el asediador lograba sitiar, o atravesar, o penetrar esta muralla, entonces tendría otra batalla por la segunda muralla, y luego una batalla por la tercera muralla, así que había tres guerras concéntricas. Ahora bien, el castillo siempre estaba asediado por gente que venía de fuera, los lugareños no les daban comida, les daban las direcciones erradas cuando preguntaban el camino, etc. Por la noche, cuando dormían, intentaban prender fuego a sus tiendas, etc. Durante el día, cuando salían a luchar, estaban expuestos al aire libre, contra gente que luchaba desde detrás de las murallas.

Se comprende que un castillo así es una potencia. De ahí, esa idea de resistir sin cesar, de resistir siempre, de resistir con valor, viene un cierto aire heroico que tiene este castillo, y que es la mejor parte de su elegancia. Quizá una de las mejores definiciones de la elegancia sea la ligereza y la distinción del guerrero cuando descansa. Quien no es luchador, quien no es polémico, no tiene verdadera distinción, no tiene verdadera elegancia.

Esos nobles que lucharon así contra las embestidas árabes, fuertemente apoyados por sus campesinos, a los que veían como hijos y que les trataban como padres, esos, esos nobles, ellos sí que defendieron España y liquidaron para Europa el peligro musulmán.

Podemos seguir adelante.

3. Castillo de Monasterio de Rodilla, en la provincia de Burgos

[N.R.: Este castillo está localizado en el pueblo llamado Monasterio de Rodilla. No es, por lo tanto, un monasterio. Al no ser informado de eso, el Prof. Plinio hizo el comentario como si de un antiguo monasterio se tratase.]

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De aquel monasterio solo queda una torre. Esta torre es un fragmento de torre, situada en una elevación de terreno que ni siquiera llega a ser una montaña. Sin embargo, es innegable que, fotografiada por nuestro alemán desde un ángulo exacto, da una impresión de heroísmo verdaderamente sublime.

¿Cómo es posible que un fragmento de este tipo de tal impresión? ¿Y por qué la torre de un monasterio da tal impresión? ¿Acaso un monasterio no está hecho para rezar? ¿Cómo puede un monasterio tener una torre tan combativa? ¿Quién sabe si era una torre para llevar nobles y pacíficas campanas de bronce, y no para sostener guerreros, como estoy imaginando? Un monasterio-fortaleza, ¿qué sentido tiene? ¿No habrá una interpretación irreal en eso? No sé si me explico.

La respuesta es muy sencilla. Las guerras internas que tuvo que afrontar España fueron guerras de religión, fueron guerras de mahometanos, árabes contra católicos de origen visigodo, de origen latino o visigodo, o mixtos.

Los monasterios fueron ferozmente atacados por los árabes porque querían exterminar la religión católica. Estos monasterios estaban a menudo en el campo, no en las ciudades. Porque sus monjes querían vivir lejos de la ciudad, en reclusión y soledad. Y por eso, para estar al abrigo de los ataques de los árabes, necesitaban tener monasterios-fortalezas, grandes iglesias, grandes conventos, grandes obras de caridad en su interior, hospitales y otras cosas para atender a los pobres de la región, para cuidar de los necesitados, etc.

Pero fortalezas redobladas, defendidas por monjes que, a menudo, obligados por las exigencias de la autodefensa, eran monjes guerreros. Sus manos estaban a menudo ungidas, porque a menudo eran sacerdotes, sus manos sostenían las Sagradas Especies, sostenían el cáliz, por la mañana. Sus manos sostenían el rosario, sus manos bendecían, servían para administrar los sacramentos, daban la absolución, eran manos que simbolizaban la bendición y la paz.

Si los árabes llegaban de lejos, el riesgo para sus vidas era evidente, el riesgo de blasfemias, de profanaciones de los lugares sagrados, de violación de las mujeres de los alrededores que, para huir de los árabes, se refugiaban tras los muros del convento. Los propios monjes corrían peligro de ser exterminados, era la hora del coraje, estas manos empuñaban la espada. No era sorprendente encontrar manos sagradas en la Guerra Santa.

Esta fue probablemente una torre sobrante de las fortificaciones del monasterio.

Ahora analicemos un poco la torre. Hay algo heroico en ella. ¿Qué tiene de heroico? Se siente gruesa, más gruesa de lo que su diámetro sugeriría. Y esto da la impresión de que era una torre hecha para resistir todo tipo de ataques, porque una torre de combate era así de gruesa. Esta torre colocada ahí tiene una especie de peso y firmeza, como diciendo: aquí estoy y nadie me puede sacar de aquí, resistiré a todo.

Y, de hecho, si miramos la parte superior de la torre, notamos una parte elevada, una especie de pico, que parece haber resistido, es algo que forma parte de la torre que ha caído, pero que aún resiste ahí, como diciendo: no señor, resisto y no me quitarán de aquí.

Testigo de gloriosas y antiguas batallas, de una misión histórica espléndidamente realizada, esta torre es un recuerdo del pasado, casi una reliquia bendecida por el cielo.

Por eso consideren que el fotógrafo ha tenido la felicidad única de captar el movimiento de las nubes sobre la torre. Hay un manojo de nubes en el centro, que parece estar directamente sobre la torre. Al fondo, el sol se pone. Las nubes se desplazan hacia el exterior desde este manojo central y están iluminadas por el sol, excepto algunas a las que el sol no llega y que están oscuras. Da la impresión de que la luz recorre este cielo lleno de nubes, iluminándolo y cubriendo la torre como una especie de halo. Y muestra que esta torre ha tenido grandes misiones en varias direcciones y las ha cumplido con gloria. El amor de Dios se cierne sobre ella y la ilumina.

En este sentido, creo que el fotógrafo tenía un sentido artístico poco común. No sé cuánto tiempo tuvo que esperar para que aparecieran nubes que dijeran lo que allí se dice. Creo que las nubes son más importantes que el propio edificio para que comprendamos la belleza de la torre, la expresión moral de la torre, la alta expresión moral de la torre.

Desearía mostrarles aquí, para que lo sintieran en directo, lo tocaran con la mano, todo lo que tienen de degradante las innovaciones de nuestro siglo.

Imaginemos, por ejemplo, en la especie de llanura que hay junto a la torre —la torre, como se puede ver, está sobre un espolón, tiene una zona delante que desciende a una zona más baja, pero detrás hay una especie de llanura—, imaginemos que en esta llanura hubiese alguien conduciendo un jeep por ella. ¿Es cierto o no que la mera presencia de un jeep estropearía el panorama?

Comparen todo el talento que se invierte en construir un jeep, cuántos hombres han tenido que pensar para poder tener un jeep. Todas las facilidades que un jeep puede proporcionar al hombre, como transportar «eremitas» [2] y «enjolras» [3], es algo magnífico que un jeep puede hacer, ¡incluso para la buena causa, es espléndido!

Pero, si se pone ahí la ferralla entera de un jeep, se está insultando a la torre. Es más, si yo tuviera un jeep, no permitiría que lo ubicasen aquí; ni un jeep, ni ninguna forma de máquina moderna, un tractor, siquiera un hermoso Mercedes o un hermoso Rolls-Royce, no quedarían bien al lado de esta torre. Lleva el sello mecánico de nuestro siglo, y ese castillo es de una época de heroísmo que no se compagina con eso.

4. Fortaleza de Monte Alegre de Campos, en Valladolid

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¡Monte Alegre!…

En las inmediaciones del Êremo del Amparo de Nuestra Señora, hay un pueblecito llamado “Monte Alegre do Sul”. En las raras ocasiones en que tengo tiempo para distraerme, voy en coche con la Comisión San Pío X a Monte Alegre y visitamos un rato el pueblecito. Naturalmente, como todo hoy en día, está perdiendo su encanto a medida que se moderniza lentamente. Pero aún conserva casas antiguas, cómodas y agradables, una población acostumbrada a una vida muy ordenada y tranquila.

En una especie de parque, a un lado, hay un antiguo tren que servía a Monte Alegre, en la época en que los trenes llegaban allí y la ciudad era la punta del avanzar del café por el estado de São Paulo. Los trenes están abiertos y es fatal que, cuando voy con «enjolras» que han estado allí, pidan permiso y saltenal tren. Se suben a la locomotora, se suben a los vagones, se suben a un lado o a otro y es muy legítimo, se distraen y el tren está para ser visitado.

Hay una pequeña pirámide de cemento, muy modesta, con una lista de los expedicionarios de Monte Alegre que fueron a luchar a Italia. Pero, en total, la ciudad es una expresión encantadora de la vida tranquila y serena del campo brasileño. !Qué diferencia del extraordinario heroísmo aquí representado, que habla de siglos de lucha y reconquista!

Como yo, probablemente Uds. se habrán sorprendido al ver esta fotografía por primera vez. Porque esta torre cuadrada en frente, con su quilla apuntando directamente hacia arriba para dar en los dos ojos, por encima de la nariz, de quien mira la fotografía, tiene una catadura, un grosor y una seriedad, sin adornos, limpia de cualquier ornamento, lisa y rasa de arriba abajo, sin ventanas abiertas, de modo que uno se pregunta si hay habitaciones dentro de esta torre o si es de piedra maciza. Y cuando se observa la superficie del castillo, se nota que el resto es igual.

Mírese aquí a la izquierda, nada; mírese aquí a la derecha, nada, salvo una ventana en el extremo derecho y una puerta al fondo. Pero se tiene la impresión de que esta puerta y esta ventana se abrieron en siglos posteriores y al mismo tiempo.

¿Qué impresión da esta torre, este castillo? Valentía, altivez, coherencia. El alma de un hombre coherente es como una de estas torres. No hay grietas, ni fisuras, ni concesiones, ni aberturas.

Los muros que conectan estas diversas torres son sistemáticamente así: torres rectangulares en los ángulos de la fortaleza, torres redondas en el centro; los muros que conectan estas torres son también muros de piedra, altos e inaccesibles. No se sabe cómo podrían ser conquistados estos pueblos. Tampoco se sabe si fueron conquistados [N.C.: En Wikipedia, en el vocablo “Castillo de Montealegre de Campos” se lee: “Fue construido en un principio en el siglo XIII por Alfonso Téllez de Meneses y sus altos muros nunca fueron conquistados. Famoso por haber sido siempre inexpugnable, es una de las fortificaciones medievales más impresionantes de la provincia de Valladolid”].

El castillo no tenía ventanas, la muralla no tenía ornamentos que ayudaran a escalarlas. Quien quisiese conquistarle tendría que tener escaleras tan altas que pudieran llegar a la cima. ¿Cómo podían hacerlo? Ni siquiera se podía tirar una cuerda hasta arriba que se enganchase en una de aquellas almenas y luego trepar por la cuerda, porque mucho antes de que el asaltante llegara arriba, los defensores habrían cortado la cuerda y él habría caído. Es más, le habrían dejado subir un buen trecho… Hay un viejo proverbio portugués que dice, y debe tener su homólogo español: a mayor altura, mayor caída.

Pero ¿cómo vivían estas personas que habitaban el castillo? Todas las ventanas daban a un patio interior y en este patio había seguramente, o al menos probablemente, hermosos naranjos, hermosos granados, hermosos árboles que crecen en España y que perfuman todo el entorno, producen flores, producen frutos; una fuente, donde se oía el canto del chafariz mientras desde las torres llegaban los gritos de los guerreros que luchaban, las amenazas de lado a lado, etc.

En el interior, para la vida cotidiana, para la vida de descanso, una capilla, una residencia confortable para el señor, residencias para los sirvientes, residencias también para la población de los alrededores, porque cuando se acercaban los árabes, toda la población del pueblo huía al castillo.  El castillo era una especie de refugio para toda la población y no solo la residencia del señor feudal. Y la población iba con sus riquezas: sus animales, sus muebles, todo.

Sabían de antemano la llegada del adversario, a través de mensajeros, etc. y se retiraban. Cuando el adversario llegaba, no encontraba nada vivo o perteneciente a los vivos que arrasar. A veces eran los propios rebaños que se llevaban al interior.

Así que dentro había un verdadero pueblo. Estaba el herrero que fabricaba herraduras para los caballos, había un pueblo de verdad con todo lo que se quiera. Y en la casa del señor feudal, a menudo había —la casa formaba parte del propio castillo, estaba empotrada en la muralla— una escalera con un gran rellano superior, y en este rellano, ciertos días, ponían una silla alta o un sillón, más o menos un trono, y él actuaba como juez de los asuntos que se discutían.

La casa del capellán, etc., era una pequeña ciudad con estas torres; risueña y encantadora por dentro, terrible por fuera.

Si alguien quiere tener una idea de lo que es el heroísmo, pero el heroísmo puesto ante perspectivas terribles y, por lo tanto, llevado a un enfrentamiento con lo terrible, varonil y que avanza; el heroísmo que tiene en alta estima el coste del sacrificio, que no tiene miedo a la muerte porque es el heroísmo del católico, que sabe que le espera otra vida y la sonrisa de Nuestro Señor Jesucristo y la bendición de Nuestra Señora, porque murió luchando por la fe, tiene un símbolo magnífico en ese castillo.

Se nota una constante en el trabajo de este fotógrafo. El castillo todo iluminado y el cielo oscuro.

Bueno, hemos llegado al último castillo.

5. Fortaleza de Consuegra, en la provincia de Toledo

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[Un joven español proclama el nombre del castillo]

¿No es verdad que es mucho más bonito nombrar el castillo en español que en portugués? ¡Toma ritmo!

El fotógrafo consiguió valorizar mucho el castillo gracias al ángulo desde el que tomó la foto.  Tomó la foto como una persona que está aquí abajo y que ve el castillo aislado allá arriba; un poco como un juguetito, un poco como una defensa tremenda.

Parece diminuto en este amplio y grandioso panorama. Pero desde el otro lado, mirándolo, se ve que, de cerca, comparado con el tamaño de un hombre, es colosal y casi no tiene muros, casi solo está formado por torres, es un conjunto de torres. Lo que explica su carácter heroico.

¿Cuál era la ventaja de la torre? La ventaja de la torre es que si se ataca una muralla, doscientos hombres atacando una muralla pueden hacer un esfuerzo conjunto. En la torre, como es redonda, lo único que se puede hacer contra cada parte de la torre es un esfuerzo individual. Porque el individuo que ataca la torre en una línea no es ayudado por los de la otra línea. ¿No sé si me he expresado bien?

Naturalmente, esto hace que la defensa sea mucho más eficaz y mucho más interesante. Imaginemos que el defensor está protegido contra piedras rodantes, plomo, agua hirviendo y flechas. Si… si el atacante consigue subir a lo alto de la torre, dos o tres suben y son estrangulados, descuartizados desde arriba. Es difícil que el número de atacantes suba en proporción al número de defensores en lo alto de la torre. Se puede entender cómo las torres miran con desdén hacia estas elevaciones de terreno, mirando a los adversarios que podrían querer atacarlas. Permanecen allí, impasibles.

Se observan algunos pequeños estandartes de aquí, allá y acullá. ¡Qué bonito sería este ambiente si pudiéramos imaginar un desfile de la TFP allí!

Bien, ya hemos visto un buen número de castillos, solo uno más…

6. Castillo de Trujillo en Cáceres

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La táctica utilizada para construir este castillo es bastante diferente: las murallas son largas y enormes. De vez en cuando hay algunas torres. Si construyeron unas murallas tan enormes, ¿por qué poner las torres sobresaliendo de ellas? ¿No habría sido mejor dejarlo todo amurallado de una la vez?

¿Cuál es el papel militar de la torre? El papel militar de la torre consiste en que los que atacan son contraatacados por delante y por ambos lados. Y eso da a los defensores una base aún mejor.

Seguro que algunos de ustedes se preguntan: «Pero al final, si estos castillos eran tan formidables, ¿para qué servía hacer la guerra?» Porque nadie toma a hombres contemporáneos y los manda a tomar eso a fuerza. Pero los hombres de entonces no eran contemporáneos. Era otro tipo de gente. No habían experimentado la putrefacción de la civilización nacida de las tres Revoluciones.

Llevaban escaleras altas, llevaban catapultas que hacían volar por el aire piedras muy pesadas que caían sobre los que guardaban la muralla. Llevaban dardos incendiarios y, a veces, barriles de material incendiario, que no caían sobre la muralla, sino que caían sobre la pequeña ciudad que había dentro y la incendiaban, provocando así la alarma en el interior, y eso tenían en cantidad. A veces tenían escaleras que podían conectarse unas con otras, unas con otras, unas con otras hasta llegar a la cima. Así que las torres eran conquistables. Las torres y las murallas eran una hermosa defensa, pero no eran inexpugnables. Era un trabajo duro tomar un castillo, pero qué gloria haber conquistado uno.

Se ve que parte de la fortificación ya no existe. Ha sido arrasada. ¿Y eso por qué? Porque, en general, en los siglos en que se empezaron a utilizarse las armas de fuego, estos castillos perdieron su sentido militar en las grandes guerras, es decir, en una gran guerra el castillo no podía resistir; échale un cañón encima y el castillo caía.

Pero el castillo era muy útil para que nobles revoltosos hicieran guerrillas locales contra el rey. El rey no iba a movilizar un cañón para derribar a cualquier guerrillero. Tenía que enviar soldados con rifles, carabinas… ¿Qué podía hacer la carabina contra eso?

Así que cuando había sublevación, los reyes, al dominarlas, procuraban desmantelar parte de la fortificación. Para que el noble nunca intentara rebelarse de nuevo.

¿Eso es bueno o malo? ¿Se oye eso con tristeza o con alegría? Doy los pros y los contras.

El lado por qué se oye con tristeza: se trata de magníficos símbolos de heroísmo que así se arrasaban. Se aniquilaba la pujanza de estas poblaciones para defender sus autonomías regionales frente a los reyes. Era la máquina del Estado que entraba y lo iba arrasando todo. Eran ya los remotos, muy remotos comienzos del socialismo.

Pero, por otro lado, también es cierto que un país en el que había fortificaciones donde a menudo los nobles podían oponerse al rey, era un país que no podía tener orden.

Entonces, ¿qué era lo mejor? ¿Derribar los símbolos del heroísmo y hacer un país «nhonhô» [4]? ¿O dejar el país en desorden para que pueda tener heroísmo?

¿Qué solución Uds. propondrían? Si es que hay una solución.

¡No hay solución! Porque la solución sería tener señores que no quisieran rebelarse. Y tener reyes que no quisieran liquidar a los señores ni a las autonomías locales.

El mal estaba en que los reyes, los señores y la gente estaban decayendo religiosamente. Era la decadencia religiosa de las tres Revoluciones. Así que ya nada funcionaba bien. Y fue este no funcionar bien lo que nos ha llevado al caos actual.

Quítesenos a Nuestro Señor Jesucristo, a Nuestra Señora y a la Santa Iglesia, y el camino es el del caos.

Este castillo medio derruido podría tener el melancólico título de «el primer paso hacia el socialismo». Y lo peor es que es un paso irremediable. Porque o es la tiranía socialista de los reyes la que se impone, o es el caos inaceptable del otro lado. Cualquiera de las dos formas es un error.

Mis amigos, «fugit!» («fugit irreparabile tempus – el tiempo huye inexorablemente»; frase de Virgilio que nos recuerda que el tiempo pasa de prisa).


NOTAS

[1] — Inocencia primera o primeva — sobre el concepto de inocencia primeva de Plinio Corrêa de Oliveira ver:

A Inocência Primeva e a Contemplação Sacral do Universo no pensamento de Plinio Corrêa de Oliveira

[2] Eremitas – En algunas sedes de la TFP se implantó —por deseo de los miembros o cooperantes que viven o trabajan en ellas— un sistema de silencio fuera de las horas de reunión y ocio, con el fin de conseguir un clima de recogimiento propicio para el trabajo o el estudio. La primera persona que sugirió la adopción de este sistema fue Fabio Vidigal Xavier da Silveira, miembro del Consejo Nacional de la TFP, fallecido en 1971.

Unos años antes de su muerte, el Dr. Fabio había visitado el famoso Eremo dell’Carcere, un lugar de recogimiento y oración perfumado por la presencia sobrenatural de San Francisco de Asís, que lo había construido. El recuerdo del Eremo de San Francisco entusiasmó al Dr. Fabio. Y su imaginativa vivacidad brasileña no tardó en trasladar la palabra italiana a la sede de la rama de la TFP que dirigía. El nombre propuesto por el Dr. Fabio fue recibido con simpatía general en la TFP. Y, naturalmente, pronto aparecieron otros Êremos. Así se institucionalizó este sistema de recogimiento, estudio, oración y trabajo en común.

En realidad, los Êremos no son más que lugares de estudio o de trabajo donde se requiere una mayor concentración del espíritu, o simplemente con vistas a aprovechar mejor la acción. Los Êremos se han revelado muy eficaces como factor de profundización intelectual y de rendimiento laboral. Por extensión, quienes viven en los Êremos reciben el nombre de Eremitas.

[3] “Enjolras” – Expresión interna en la TFP para designar a los jóvenes, a semejanza de los “birichini” de Don Bosco.

[4] «Nhonhô» – Antigua forma de tratamiento de los esclavos o de los criados con sus amos o con sus hijos varones. Por analogía, el término se utiliza en los ambientes internos de la familia de almas de Plinio Corrêa de Oliveira para designar a personas caprichosas, perezosas y acostumbradas a que se atiendan sus caprichos sin mayor esfuerzo personal.

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