“Santo del Día” – 21 de diciembre de 1984 – (excerptas)
A D V E R T E N C I A
Este texto es transcripción de cinta grabada con la conferencia del profesor Plinio Corrêa de Oliveira dirigida a los socios y cooperadores de la TFP. Conserva, por tanto, el estilo coloquial y hablado, sin haber pasado por ninguna revisión del autor.
Si el profesor Corrêa de Oliveira estuviera entre nosotros, sin duda pediría que fuera colocada una explícita mención a su filial disposición de rectificar cualquier eventual discrepancia con relación al Magisterio inmutable de la Iglesia. Es lo que hacemos constar, con sus propias palabras, como homenaje a tan escrupuloso estado de espíritu:
“Católico apostólico romano, el autor de este texto se somete con filial ardor a las enseñanzas tradicionales de la Santa Iglesia. No obstante, si por lapso, algo en él hubiera en desacuerdo con dichas enseñanzas, desde ya y categóricamente lo rechaza”.
Las palabras “Revolución” y “Contra-Revolución”, son aquí empleadas en el sentido que se les da en el libro “Revolución y Contra-Revolución”, cuya primera edición apareció publicada en el número 100 de la revista “Catolicismo”, en abril de 1959.
CENA DE LA SAGRADA FAMILIA
Anónimo – Siglo XVIII – Escuela de Cuzco – Museo Pedro de Osma – Lima – Perú
¿Cómo sería la Navidad en la Sagrada Familia? Nunca he visto a nadie intentar describirlo. Pero es posible que en la noche de Navidad, Nuestra Señora y San José celebraran el primer cumpleaños del Niño Jesús. No sé si los judíos de aquella época tenían la costumbre de celebrar los cumpleaños. Pero sé que el día es tan grande que los ángeles, en lo más alto de los cielos, cuando nació Nuestro Señor, cantaron: «¡Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra, a los hombres de buena voluntad!». Es imposible que Nuestra Señora y San José no celebraran un día tan grande.

Podemos imaginar a Nuestro Señor con dos años, acostado en su cuna, y a Nuestra Señora y San José, acercándose a medianoche y adorándolo en silencio, con miedo de despertarlo. En cierto momento, Él levanta los brazos, se despierta, abre los ojos… ¡Qué mirada! Abre los brazos hacia ambos y los abre en forma de cruz. ¡Qué previsión! Y ellos se acercan, le besan los pies y Él va hacia ellos y los abraza. Los besa. ¿Pueden imaginar la impresión? Era Navidad en la casa que hoy está en Loreto: la casa de Nazaret.
¿Pueden imaginar, a medida que Nuestro Señor Jesucristo crecía en gracia y santidad ante Dios y los hombres, cómo se hacía cada vez más hermosa la Navidad? Él, ya maduro, irradiando esa perfección, cada vez más sensible a los hombres y que dejaba a Nuestra Señora y a San José cada vez más encantados.
¿Cómo sería esa celebración? ¿No cantarían los ángeles? ¿No se oirían cosas extraordinarias en esa casa? ¿Por lo menos, que fuera solo para que los tres miembros de la Sagrada Familia las oyeran? Todas las conjeturas son posibles, cada una más hermosa que la otra.

Hasta que llegó la Navidad en la que estaba presente el primer sabor amargo del dolor: la primera Navidad en la que San José ya no estaba presente. El patrón de la buena muerte, San José, había sido llevado por la muerte y no estaba en el cielo, porque los justos que morían en aquella época iban al Limbo a esperar el día bendito en que el Salvador moriría y rescataría al género humano. Allí estaba San José, que probablemente sabía que era Nochebuena. Y ellos conversaban con San José, en espíritu. San José rezaba por ellos. Quizás San José apareció para llenar ese vacío…
Por fin, por fin, otras Navidades. ¿Quién sabe si Nuestro Señor pasó lejos de Ella las tres Navidades de su vida pública? Entonces, Ella estaba sola, entregada a sus recuerdos y a sus previsiones del futuro. Ella sabía, Ella sabía lo que venía… ¿Pueden imaginar cómo fue esa Navidad? Sin embargo, hasta entonces, la fuerza de la alegría de la Navidad lo impregnaba todo y Ella tenía una Navidad feliz. ¿Quién sabe si con las santas mujeres… quién sabe si con alguien más, convertido por Nuestro Señor, quién sabe si sola, en un recogimiento único y rodeada de todos los ángeles extasiados al verla rezar?
¿Pueden imaginar ustedes la primera Navidad después de la Ascensión? Y en la Iglesia, aún pequeña y nueva, que nacía como una plantita, a cada Navidad se volvía más hermosa, más sagrada, más recogida, se introducía una ceremonia más, un ritual más, algo más, se afianzaba una tradición… hasta la primera Navidad alegre y conmovedora en la que Ella también había ascendido al Cielo y no estaba presente. Ahí comenzaba la larga serie de Navidades en las que, de manera visible, ninguno de los tres estaba ya presente. Pero que va avanzando paso a paso, por los caminos a veces sangrientos, a veces dolorosos, a veces esplendorosos de la historia hasta la última Navidad.
¿Cómo será la última Navidad de la historia?
Se puede imaginar esa Navidad, poco antes del día del fin del mundo; se puede imaginar a toda la humanidad perdida; se puede imaginar el pecado campando a sus anchas en el mundo; se puede imaginar un pequeño grupo de fieles, que son los únicos que aún celebran la Navidad. Quizás se celebre una contra-Navidad, hecha de blasfemias, inmundicias y oprobios de todo tipo. Acaso se celebre una contra-Navidad, esto es perfectamente posible.
Sin embargo, esta contra-Navidad no quitará la alegría a un puñado de fieles que estarán allí asistiendo a una misa celebrada por un sacerdote también fiel. ¿En qué catacumba? ¿Estará esa catacumba bajo tierra? ¿O será que cuando llegue el fin del mundo, los edificios tendrán doscientos pisos y será en el piso 200 de cualquier edificio, en una pequeña habitación estrecha, en un tugurio de cemento, o de cualquier otro material que los hombres inventen para entonces, donde se celebrará la última misa de Navidad de la historia? De cualquier manera, sucederá lo mismo: algo abre un vacío en el curso del dolor y llega la alegría: «¡Jesús ha nacido, ha nacido en Belén!».
Poco después, una voz grita —todos los hombres han muerto, se han producido catástrofes, solo quedan los últimos fieles—, una voz, comenta Cornelio Alápide, que según algunos es la voz de un ángel y según otros es la propia voz de Nuestro Señor Jesucristo que exhorta a los hombres a la Resurrección. Todos comienzan a resucitar, las tumbas se abren, salen los muertos enterrados en los lugares más insospechados, salen de dentro de una pared, de debajo del suelo, de todas partes salen los muertos que resucitan y se presentan. Entonces, una vez más, Nuestro Señor Jesucristo vendrá sensiblemente a la tierra, en su pompa y majestad, para juzgar a los vivos y a los muertos.
Y entonces saldrá y llevará al Cielo a aquellos que hayan sido fieles. Mientras que los demás serán expulsados al Infierno. La historia habrá terminado y el Cielo será una Navidad perpetua, una Pascua perpetua, ¡una felicidad perpetua!
Con esto, mis caros amigos, queda hecha una pequeña meditación de Navidad.
Obs.: un video con esta conferencia puede verse pinchando aquí (en portugués)
NOTAS:
(*) La fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José se celebra el domingo después de Navidad (28/12 en 2025). Esta fiesta se desarrolló a partir del siglo XIX en Canadá y, posteriormente, en toda la Iglesia, a partir de 1920. Al principio, se celebraba el domingo después de la Epifanía.