Estatua de El Cid Campeador (Burgos, España)
“Tengo certeza de que los principios a los cuales consagré mi vida
son hoy más actuales que nunca
e indican el camino que el mundo seguirá en los próximos siglos.
Los escépticos podrán sonreír. Pero la sonrisa de los escépticos jamás consiguió detener
la marcha victoriosa de los hombres de Fe”.
Plinio Corrêa de Oliveira falleció en São Paulo, Brasil, casi a los 87 años de edad, el 3 de octubre 1995, fiesta, según el antiguo calendario, de una santa particularmente querida por él: Santa Teresita del Niño Jesús.
“La vida de la Iglesia y la vida espiritual de cada fiel —escribió Plinio Corrêa de Oliveira, refiriéndose a Santa Teresita— son una lucha incesante. A veces Dios da a su Esposa días de una grandeza espléndida, visible, palpable. Él da a las almas momentos de consolación interior o exterior admirables. Pero la verdadera gloria de la Iglesia y del fiel resulta del sufrimiento y de la lucha. Lucha árida, sin belleza sensible, ni poesía definible. Lucha en que se avanza a veces en la noche del anonimato, en el lodazal del desinterés o de la incomprensión, bajo las tempestades y el bombardeo desencadenado por las fuerzas conjugadas del demonio, del mundo y de la carne. Pero lucha que llena de admiración los Ángeles del Cielo y atrae las bendiciones de Dios” 1.
Esta noción corresponde a aquello que San Luis María Grignion de Montfort pedía a la Virgen, al concluir El secreto de María:
“Por mi parte, no quiero en la tierra sino lo que Vos tuvisteis: creer puramente, sin nada gozar o ver; sufrir alegremente, sin consolación de criaturas; morir continuamente a mí mismo, sin relajamiento ni distensión; y trabajar resueltamente por Vos, hasta la muerte, sin interés alguno, como el más vil de los esclavos” 2.
La vida espiritual de Plinio Corrêa de Oliveira no constituyó el objeto principal de este estudio, que ha querido sobre todo enfocar el aspecto público de su pensamiento y de su obra. Con todo, es evidente que sólo en la profundidad de su vida interior se puede comprender el misterio de ese amor sin medida a la civilización cristiana y de esa aversión implacable a la Revolución que la agredía. De este amor y de este odio él hizo el eje alrededor del cual gravitaron todos sus ideales y actividades 3, elevándose así como un paradigma y piedra de contradicción de su tiempo.
Su vida, escribió el cardenal Bernardino Echeverría Ruiz, “nos invita a reflexionar sobre el hecho de que, cuanto más intensos son los males de una época, tanto más notables son las figuras que la Divina Providencia llama para enfrentarlos, pues su designio es debelar las crisis suscitando almas de fuego” 4.
Plinio Corrêa de Oliveira fue un cruzado del siglo XX: enfrentó con gallardía la marcha destructora de la Revolución anticristiana, combatiendo sucesivamente, y muchas veces simultáneamente, el seudo-misticismo nazi, el hedonismo de la american way of life, la utopía igualitaria socialista y comunista, el progresismo católico que trataba de demoler a la Iglesia desde su interior.
“La combatividad cristiana —escribió— tiene el sentido exclusivo de legítima defensa. No hay para ella otra posibilidad de ser legítima. Es siempre el amor a alguna cosa ofendida lo que mueve al cristiano a combatir. Ese combate será tanto más vigoroso cuanto más alto fuera el amor con que se combate. Por eso no hay, en el católico, mayor combatividad que aquella con que lucha por la defensa de la Iglesia ultrajada, negada y pisoteada” 5. En las luchas y en las dificultades, al lado de la virtud de la fortaleza Plinio Corrêa de Oliveira ejercitó sobre todo la esperanza, movido por la convicción, como escribía a su madre en 1930, de que “de aquel a quien Dios da la Fe, Él mismo exige la Esperanza” 6. Síntesis suprema de estas dos virtudes cristianas es la confianza, que Santo Tomás define con profundidad como “spes roborata” — “esperanza fortalecida por una sólida convicción” 7.
La diferencia entre esperanza y confianza, comenta a su vez el padre Thomas de Saint-Laurent, no es de naturaleza, sino sólo de grado y de intensidad. “Los albores inciertos de la aurora como el esplendor del sol de mediodía, forman parte de la misma jornada… Así también la confianza y la esperanza pertenecen a la misma virtud: una no es sino el pleno florecimiento de la otra” 8.
La confianza en la victoria final de la Contra-Revolución católica y en la venida del Reino del Inmaculado Corazón de María fue la virtud que Plinio Corrêa de Oliveira más profundamente infundió en sus numerosos discípulos esparcidos por el mundo, incluso fuera de las filas de las TFPs. Nutrió esta confianza en la fuente de Fátima y también en una devoción mariana que le fue especialmente querida: la de Nuestra Señora del Buen Consejo de Genazzano. De ella recibió en 1967, por ocasión de una grave enfermedad y de una aflictiva probación espiritual, una gran gracia interior: la certeza sobrenatural que no moriría sin haber cumplido la misión que la Divina Providencia le confió 9. Él cumplió esta misión y realizó plenamente su vocación. Al concluir este estudio, como historiador y como católico, me juzgo en condiciones de afirmar con tranquila certeza que a pocos hombres en la Historia de la Iglesia convienen como a Plinio Corrêa de Oliveira las palabras de San Pablo, tantas veces aplicadas a los grandes defensores de la fe: “Bonum certamen certavi”, “combatí el buen combate, acabé mi carrera, guardé la fe” 10.
El cortejo que, enarbolando los grandes estandartes de la TFP el 5 de octubre 1995, acompañó a Plinio Corrêa de Oliveira con recogida solemnidad hasta la última morada, atravesó una São Paulo bien diferente de aquella en la que él vio la luz. Tal vez ninguna ciudad en el mundo haya sufrido en este período las devastaciones urbanísticas y arquitectónicas por las que pasó São Paulo y ninguna, en esta radical transformación, reflejó mejor el itinerario nihilista del siglo XX, desde la Belle Époque al caos turbulento que precede el viraje del milenio.
En el transcurso de una época en que, como en su ciudad natal, todo había cambiado como un torbellino, arrasando valores e instituciones, Plinio Corrêa de Oliveira permaneció inconmovible en los principios a los que adhirió, coherentemente fiel a aquel ideal de civilización cristiana en el que veía no solamente el pasado, sino también el irreversible futuro de la historia si los hombres correspondiesen a la Gracia Divina.
Sede del Consejo Nacional de la TFP, entonces situada en la calle Pará n.º 25 (Higienópolis, en la capital, San Pablo): el profesor Plinio besa los estandartes que se llevarán a la campaña para distribuir el número especial de Catolicismo (abril-mayo de 1969) que denuncia la infiltración comunista en la Santa Iglesia
“Estoy seguro —escribió— de que los principios a los cuales consagré mi vida son hoy más actuales que nunca e indican el camino que el mundo seguirá en los próximos siglos. Los escépticos podrán sonreír. Pero la sonrisa de los escépticos jamás logró detener la marcha victoriosa de los hombres de Fe” 11.
En esta coherencia simple y absoluta está todo el heroísmo y la grandeza de Plinio Corrêa de Oliveira. Su testamento espiritual, que reproducimos como conclusión de nuestra obra, explica, mejor que cualquier otra palabra, el secreto de esta grandeza.
“En nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo y de la Bienaventurada Virgen María, mi Madre y Señora, yo, Plinio Corrêa de Oliveira, declaro: que he vivido y espero morir en la Santa Fe Católica, Apostólica y Romana, a la cual adhiero con todas las fibras de mi alma.
“No encuentro palabras suficientes para agradecer a Nuestra Señora el favor de haber vivido desde mis primeros días y de morir, como espero, en la Santa Iglesia, a la cual dediqué, dedico y espero dedicar hasta mi último aliento, absolutamente todo mi amor. De tal suerte que las personas, instituciones y doctrinas que amé durante la vida, y que actualmente amo, las amo porque fueron o son conformes a la Santa Iglesia, y en la medida en que fueron o son conformes a la Santa Iglesia. Igualmente, jamás combatí instituciones, personas o doctrinas sino porque y en la medida en que eran opuestas a la Santa Iglesia.
“Agradezco de la misma forma a Nuestra Señora —sin que me sea posible encontrar palabras suficientes para hacerlo— por la gracia de haber leído y difundido el «Tratado de la Verdadera Devoción a la Santisima Virgen» de San Luis Grignon de Montfort, y de haberme consagrado a Ella como esclavo perpetuo. Nuestra Señora fue siempre la luz de mi vida, y espero que Ella en su clemencia sea mi luz y mi auxilio hasta el último instante de mi existencia.
“Agradezco asimismo a Nuestra Señora —y con cuanta emoción— haberme hecho nacer de Dª Lucilia. Yo la veneré y amé en todo el límite de lo que me era posible y, después de su muerte, no hubo un día en que no la recordase con indecible añoranza. También pido a su alma que me asista hasta el último momento con su bondad inefable. Espero encontrarla en el Cielo, en la corte luminosa de las almas que amaron más especialmente a Nuestra Señora.
“Tengo conciencia del deber cumplido por el hecho de haber fundado y dirigido mi gloriosa y querida TFP. Beso en espíritu su estandarte. Tales son los vínculos de alma que tengo con cada uno de los socios y cooperadores de la TFP brasileña, como de las otras TFPs, que me resulta imposible mencionar aquí especialmente a alguien para expresarle mi afecto. Pido a Nuestra Señora que los bendiga a todos y a cada uno. Después de la muerte, espero rezar junto a Ella por todos, ayudándolos así de modo más eficaz que en la vida terrenal.
“A los que me dieron motivo de quejas, los perdono de toda mi alma. Hago votos de que mi muerte sea para todos ocasión de la gracia que llamamos del Grand Retour.
“No tengo directrices que dar para esa eventualidad, pues mejor que yo lo hará Nuestra Señora. De cualquier manera, a todos y a cada uno pido entrañadamente y de rodillas que sean sumamente devotos a Nuestra Señora durante toda la vida”.
Notas:
1 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, A verdadeira gloria só nasce da dor, in “Catolicismo”, Nº 78, junio de 1957.
2 SAN LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTFORT, El Secreto de María, Nº 69.
3 Cfr. PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Revolución y Contra-Revolución, cit., p. 101.
4 Card. BERNARDINO ECHEVERRÍA RUIZ O.F.M., Plinio Corrêa de Oliveira, apóstolo insigne, polemista fogoso e intrépido, in “Catolicismo”, Nº 542, febrero de 1996.
5 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Passio Christi, conforta me, in “O Legionário”, Nº 637, 22 de octubre de 1944.
6 DL, vol. II, p. 107.
7 Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, II-IIae, q. 129, art. 6 ad 3.
8 RAYMOND DE THOMAS DE SAINT-LAURENT, Il Libro della Fiducia, tr. it., Pedanesi, Roma, 1991. Plinio Corrêa de Oliveira amó y difundió particularmente esta inspirada obra.
9 Cfr. declaración del propio Plinio Corrêa de Oliveira del 10 de mayo de 1985, publicada en la revista “Madre del Buon Consiglio”, Periódico del Santuario de Genazzano, Nº 7-8, julio-agosto de 1985.
10 2 Tim. 4, 7.
11 PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA, Autorretrato filosófico, cit.