Una declaración
Revista «Madre del Buon Consiglio», editada por los padres Agustinos de Genazzano (Italia), julio-agosto de 1985, p. 28
Desde hacía tiempo nos sorprendía y admiraba ver con frecuencia a jóvenes extranjeros recogidos en profunda oración en la capilla de Nuestra Señora. Un buen día quisimos conocerlos y les preguntamos por qué acudían con tanta asiduidad a nuestro Santuario. Nos dijeron que se sentían muy atraídos por la hermosa imagen de Nuestra Señora del Buen Consejo, que se había manifestado con favores especiales al fundador de su Asociación: Plinio Corrêa de Oliveira. Al expresarles nuestro deseo de tener en nuestras manos un testimonio de ello, el señor Plinio tuvo la amabilidad de enviarnos desde Brasil la siguiente «Declaración»:
En diciembre de 1967, cuando tenía 59 años, sufrí una violenta crisis de diabetes. Esto provocó una gangrena en mi pie derecho, lo que llevó al cirujano encargado de mi caso a amputarme los cuatro dedos menores.
Esta medida no se tomó sin vacilar, ya que él temía fundadamente que la gangrena se propagara por el pie, lo que haría necesaria una amputación mucho más amplia.
En tal caso, ¿no sería preferible proceder de una vez a esa amputación mayor?
Seguí hospitalizado, bajo supervisión médica.
Ahora bien, algún tiempo antes de estos hechos, había empezado a leer por casualidad el libro «La Vierge Mère du Bon Conseil», de Mons. Georges F. Dillon (Desclée de Brouwer, Brujas, 1885). Y, mientras lo leía, sentía en mi alma un sensible consuelo.
Habiendo viajado a Italia antes de que yo enfermara, mi amigo, el Dr. Vicente Ferreira, tuvo la amabilidad de traerme de Genazzano una estampa que representaba el venerando cuadro de Nuestra Señora del Buen Consejo. Esa estampa me llegó en un momento de prueba espiritual que me hacía sufrir mucho más que la enfermedad física.
Desde 1960, era presidente del Consejo Nacional de la Sociedad Brasileña de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad (TFP). Circunstancias que no viene al caso mencionar me daban la certeza de que estaba en los designios de la Providencia que esta entidad realizara una amplia acción en Brasil y en toda Sudamérica, y también en los demás continentes, en favor de la cristiandad.
Por otro lado, estaba seguro de que mi fallecimiento en ese momento supondría la ruina del esfuerzo que comenzaba a prosperar con vigor. Y que deseaba ardientemente llevar a cabo para mayor gloria de Nuestra Señora, antes de morir. De ahí mi verdadero estado de ansiedad ante las incertidumbres de mi situación clínica y quirúrgica.
El 16 de diciembre, otro amigo, el Dr. Martim Afonso Xavier da Silveira Jr., me entregó la mencionada estampa, en nombre del Dr. Vicente Ferreira.

La estampa entregada a Plinio
Cuando la contemplé, tuve la inesperada impresión de que la figura de Nuestra Señora, sin cambiar en nada, me expresaba una dulzura maternal e inefable, que me reconfortaba e infundía en mi alma —no sé cómo— la convicción de que la Santísima Virgen me prometía que no moriría sin haber realizado la obra deseada. Lo cual invadió mi alma de suavidad.
Hoy en día conservo intacta esa convicción. Y, por la gracia de Nuestra Señora, esa obra ha prosperado admirablemente, autorizando la esperanza de que alcance su meta.
Cuando fui agraciado con la sonrisa-promesa de Nuestra Señora de Genazzano, no dije nada a los que me rodeaban. Solo mucho más tarde se lo menté a amigos. Dos de ellos, que me acompañaban en el hospital cuando recibí la estampa, al escuchar mi relato, dijeron que habían notado que la figura de la Madre del Buen Consejo me miraba con mucha complacencia, lo que les había llamado mucho la atención. Sin embargo, no habían notado la sonrisa prometedora a la que aludí.
Ellos firman conmigo la presente declaración.
Gracias también a la Santísima Virgen, mi salud se recuperó entonces de tal manera que sorprendió al cirujano. Y la segunda operación se hizo innecesaria.
Con el corazón rebosante de amor y gratitud hacia la Madre del Buen Consejo de Genazzano, escribo la presente declaración.
Plinio Corrêa de Oliveira
São Paulo, 10 de mayo de 1985

En Genazzano, Italia, Plinio Corrêa de Oliveira agradece a la Madre del Buen Consejo por sus 60 años de militancia católica anticomunista (septiembre de 1988).