“Santo del Día”, 16 de febrero de 1979
A D V E R T E N C I A
El presente texto es una adaptación de la transcripción de la grabación de una conferencia del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira a los socios y colaboradores de la TFP, manteniendo, por lo tanto, el estilo verbal, y no ha sido revisado por el autor.
«Católico apostólico romano, el autor de este texto se somete con filial ardor a la enseñanza tradicional de la Santa Iglesia. Si, sin embargo, por lapsus, algo en él no se ajustara a esa enseñanza, desde ya y categóricamente lo rechaza».
Las palabras “Revolución y Contra-Revolución” se emplean aquí en el sentido que les da el profesor Plinio Corrêa de Oliveira en su libro Revolución y Contra-Revolución, cuya primera edición se publicó en el n.º 100 de “Catolicismo”, en abril de 1959.
Vincennes en el siglo XVII, grabado original en cobre de Gabriel Perelle 1604-1677
De viaje por Europa en 1978, un miembro de la TFP brasileña visitó el famoso «Château de Vincennes», en las afueras de París. De regreso a Brasil, decidió obsequiar al Prof. Plinio con un hermoso álbum de fotografías tomadas en esa ocasión. El Prof. Plinio quiso comentarlas, demostrando que la grandeza de Vincennes sirve como un paradigma moral y pedagógico que eleva el alma, contrastando con la “vulgaridad” de épocas posteriores y resaltando la tesis de que la belleza y el esplendor de las obras humanas deben reflejar y enseñar las virtudes cristianas y el orden social divino.
Tras este sacudir del mundo contemporáneo, vamos a pasear por las placideces del pasado. Se trata de diapositivas del famoso castillo de Vincennes que ahora se les va a mostrar. Me parece que sería más interesante dar algunos datos históricos sobre el castillo antes de exhibir las diapositivas. Después, pasaremos a las diapositivas.
Breve resumen de la historia del Castillo de Vincennes
Una de las modestas obras maestras del espíritu francés —porque el espíritu francés es tal que tiene obras maestras de todo tipo, incluso en el género modesto—, es este libro que está aquí y que se llama «Le Guide Vert» [Michelin Editions]. Es una guía de París.
En la guía están todas las referencias sobre el castillo de Vincennes, de las que he destacado las que más podrían interesarles, que no son pocas. En ellas veremos como dejaron su cicatriz en el magnífico castillo los sobresaltos del pasado, porque la vida en este mundo es un valle de lágrimas. Lo que equivale a decir que el mundo se sacude continuamente y que nos hacemos daño unos a otros. Sobre todo, los hijos de la luz, frente a los hijos de las tinieblas. Cuando el hijo de la luz es tonto, el que sale herido es él. Cuando no es tonto, es el hijo de las tinieblas. La regla de esta lucha es muy simple.
San Luis en Vincennes

El Castillo de Vincennes es calificado por este ‘Guide Vert’, —que está muy bien escrito, es un primor de resumen, de descripción, de talento—, como Versalles de la Edad Media. De este Versalles de la Edad Media, lamentablemente, no queda gran parte. Y del Vincennes de hoy, hay dos partes completamente distintas. Una es una parte que la Guía califica, muy bien, de una torre altiva y austera, más bien dicho un «fière, sévère Donjon». Un torreón altivo y austero. Y luego un conjunto —son también expresiones del Guide— majestuoso del siglo XVII.
El castillo de Vincennes comenzó a construirse en el siglo XI y San Luis lo adornó con una «Sainte-Chapelle» y vivió allí en varias ocasiones. Le gustaban mucho los animales, era un cazador de primera orden, pero le gustaban tanto los animales que no solo le gustaba matarlos, sino también tenerlos vivos. Y creó allí lo que quizá fue el primer parque forestal de Europa, una amplia extensión cercada en la que estaba prohibido matar animales. Dentro estaba prohibido cazar, para que él pudiera disfrutar paseando por allí, en medio de la belleza del bosque, y encontrarse con los animales sin miedo ni nada, divertirse y jugar con ellos.

O sea, en ese parque de Vincennes se encuentra lo que podría llamarse el Parque de la Mansedumbre del Cruzado. Él, el terrible y altivo Cruzado, que allí tenía sus mansedumbres, tuvo en el Parque de Vincennes un episodio que pasó a la historia. En ese parque había un roble, muchos robles, pero uno particularmente frondoso y del agrado del rey. Y cuando llegaban las estaciones hermosas del año, si el rey se encontraba allí, mandaba llevar un sillón junto al tronco del roble. Y allí atendía a quien quisiera hablar con él. Esto se consideraba una muestra de la benevolencia del rey hacia todos, especialmente hacia aquellos que tenían más dificultades para acceder a él, que eran, naturalmente, las personas más apagadas, más modestas, que tenían que pasar por una serie de cortesanos que descartaban los casos sin importancia. Allí no, él estaba para ser visto y para que pudiera tomar contacto con él, para cualquier cosa, para lo que fuera, cualquier francés que quisiera. Así, el Roble de Vincennes se convirtió en un símbolo de la mansedumbre de este rey tan majestuoso y lleno de gloria.

El castillo terminó de construirse en el siglo XIV, mucho después de San Luis, todo él en estilo medieval. Era un castillo precioso, pero los reyes ya se habían dejado seducir por la ciudad de París y estaban empezando a vivir exclusivamente en el centro de París, donde siempre habían vivido durante la Edad Media. Tenían el antiguo Louvre, el Louvre de San Luis, magnífico, del que tenemos una iluminación que representa su estatura general en las «Très Riches Heures du Duc de Berry». Cada vez vivían más en el Louvre y fueron abandonando Vincennes. Vincennes, por lo tanto, estaba poco habitada y, en el siglo XVI, Ana de Austria, regente de Francia, entre otros mil cargos que otorgó al codicioso cardenal Mazarino, que era su primer ministro, un hombre extraordinariamente capaz y que desarrolló mucho, en detrimento del feudalismo, el absolutismo real, le otorgó el cargo de gobernador del castillo de Vincennes.
Luis XIV en Vincennes
Y él tuvo el mal gusto de intervenir en Vincennes, pero ese mal gusto lo tuvo con buen gusto. Es decir, introdujo en el conjunto de esa famosa masa arquitectónica medieval dos construcciones de su época. Esas construcciones eran el Pabellón del Rey y el Pabellón de la Reina. Luis XIV, tras casarse con María Teresa de Austria, pasó los primeros años de su vida matrimonial en el Pabellón del Rey.
Vincennes – Pavillones Reales – Del Rey, a derecha. De la Reina, a izquierda
Así que, como pueden ver, a lo largo de los siglos, se ha ido acumulando allí una especie de lluvia de oro, de recuerdos extraordinarios. Acaban de ver pasar a San Luis en busca de los humildes y los animales, para acariciar a unos y otros.
Castillo de Vincennes con Luis XIV, María Teresa y su corte en 1669. Artista: Meulen, Adam Frans, van der (1632-1690)
Imaginen ahora a Luis XIV, llegando, precedido y seguido por mosqueteros, a Vincennes en un magnífico carruaje, trayendo consigo a la joven reina. El carruaje se detiene, él baja, le tiende la mano a la reina, que se apoya ligeramente en su mano para bajar; los cortesanos están allí para recibirlos, las tropas presentan armas, suena alguna campana, es el joven monarca que comienza su vida de casado en ese castillo. Están viendo a Luis XIV aún en su ascenso y en la época en que era un monarca de vida muy pura. Más tarde se perdió, pero era un monarca de vida pura.
Vincennes como prisión real y sus personajes…
… el príncipe de Condé….
Después de que Luis XIV viviera allí, los reyes dejaron de vivir allí. Y el Donjon [Torre del Menaje] de Vincennes, cuya impresionante estatura probablemente contemplarán dentro de un momento, se transforma en prisión de Estado. Y aquí viene la lista de los prisioneros ilustres que estuvieron allí encarcelados. Entre otros, uno es muy conocido por ustedes debido al cuadro que figura en la sala del MNF [de la sede] de la calle Traipu [N.C.: Sala donde se daban conversaciones dirigidas con un grupo de personas sobre temas socio filosóficos]: se trata del príncipe de Condé, aquel que en la batalla de Rocroi lanzó su bastón de mariscal en medio de las tropas españolas y dijo «Ahora vamos a por él», y con ese artificio determinó el curso victorioso de la batalla que estaba indecisa.
«La Batalla de Rocroi», 1643, por François-Joseph Heim (1787-1865), 1834 – Museo de Versalles
Una vez más, ustedes están viendo cómo se acumula la historia allí. ¡Y es la vida de Europa! Cuántas cosas acumulan su pasado en las venerables paredes de los edificios que han perdurado durante siglos. Este edificio, este Donjon de Vincennes, tiene 52 metros de altura. Para que se hagan una idea de lo que eso representa, leí la guía en mi apartamento y lo comparé con la altura de mi edificio de apartamentos, que es un edificio bajo [6 pisos] y, según los cálculos, la torre tendría más o menos tres veces [la altura] de mi [edificio de] apartamentos. No sé cómo hice ese cálculo. Fue el Sr. “X” quien lo hizo por mí, no lo recuerdo bien, aunque ahora me parece un poco inseguro. Pero, en fin, ese fue el cálculo al que llegamos en ese momento.
… la porcelana de Sèvres…
El castillo de Vincennes fue escenario de otro episodio famoso, pero de naturaleza completamente diferente. La guía no explica por qué dos obreros de la fábrica de porcelanas que había en Chantilly, feudo de los Condés, fueron encarcelados en uno de los pisos del castillo de Vincennes. Los obreros dijeron lo siguiente: «En Chantilly aprendimos a fabricar porcelana», lo que en aquella época era un secreto muy valioso que los misioneros jesuitas habían enviado a Europa. Cuando los occidentales llegaron a China encontraron la porcelana que, como se sabe, es famosa en todo el mundo. Naturalmente quedaron encantados con esa porcelana y comenzaron a encargarla, comprar y enviar piezas de porcelana en barcos a través de los amigos de la Compañía de Jesús para venderlas en Europa, ganar dinero, mantener las misiones, etc.

Y la porcelana despertó un enorme interés en Europa. Pero la gente no sabía fabricarla. Hasta que un jesuita, particularmente dotado del don de la sagacidad, de la que San Ignacio fue el modelo y ejemplo perfecto, consiguió averiguar de un chino cómo se preparaba la porcelana. Entonces, escribió la fórmula y la envió a Europa, con todas las indicaciones sobre el tipo de tierra que se necesitaba, cómo se preparaba, etc. Y en Europa, en Chantilly, comenzaron a fabricar porcelana. Pero saber fabricar porcelana era un secreto. Y esos obreros dijeron: «Si quieren entrar en una sociedad con nosotros, envíen tal tierra y nosotros la fabricaremos aquí y le enseñaremos el secreto al rey». Entonces, se consultó al rey, quien estuvo de acuerdo. Y comenzaron a fabricar porcelana en el inmenso salón de la torre donde estaban prisioneros. Y empezaron a salir al mercado hermosas porcelanas.
Como en la guía la narración es muy resumida, no detalla lo que sucedió con los obreros, cómo salieron. Pero el hecho es que ellos, al salir de la torre, fundaron una de las dos fábricas de porcelana más famosas de Francia y, por lo tanto, también de las más célebres del mundo, la Porcelana de Sèvres, justamente famosa. Así, pues, nació en una de las torres de ese altísimo Donjon, donde habían vivido los reyes, donde Condé había tempesteado contra las rejas y donde dos artistas o artesanos enseñaron y traicionaron el secreto de la porcelana, que se fue difundiendo. El libro cuenta aquí que tal era el gusto por las flores de porcelana en aquella época, que se invitaba a los obreros a hacer coberturas de mesas que eran auténticos bosques de porcelana —naturalmente muy bien pagados, como se puede ver—, y que todo esto comenzó a fabricarse allí, por estos hombres, como un robo del secreto de Chantilly (N.C.: los detalles de este «affaire» pueden verse aquí).
… el duque d’Enghien…

Bueno, pasan las páginas de la historia y un famoso crimen en Vincennes deja una vez más su huella en el castillo. Quería darles aquí un aperçu de lo que es Europa, de lo que es Europa tal y como no la ve el turista común. Es decir, los tesoros que contiene. Creo que todos ustedes habrán oído hablar de la ejecución del duque de Enghien [Louis-Antoine-Henri de Bourbon-Condé, duc d’Enghien] por Napoleón, por lo que me dispenso de narrar un hecho muy conocido. Me limitaré a decir que el príncipe, uno de los caballeros más brillantes de su época y el último de la estirpe de Condé, era un hombre clave, como veremos a seguir.
Todos se daban cuenta, y tal vez el propio Napoleón, de que su imperio no podía durar mucho, y que su dinastía, toda ella hecha de usurpaciones e ilegitimidades, tampoco podía durar mucho. Y que, tarde o temprano, por la ley pendular de la historia, después de que Francia llegara a ser una república, el péndulo oscilaría y llegaría, si no del todo al punto de partida que había sido la monarquía absoluta y de derecho divino del Antiguo Régimen, al menos a una monarquía moderada con la misma dinastía.Sucedió que, por parte de los Borbones, las posibilidades de perpetuar la raza no eran muy grandes, porque Luis XVIII, el eventual sucesor de Napoleón, estaba casado, pero era viudo, no tenía hijos y ya era un hombre mayor. En aquella época utilizaba el título de Luis XVIII en el exilio. Su hermano, que le sucedió, Carlos X, había estado casado, había tenido un hijo y de este hijo podía provenir una descendencia, pero nada más, porque él también era viudo y ya tenía más de sesenta años, por lo que no era probable que tuviera otros hijos. Así que, asesinado ese hijo, el hijo de Carlos X, ¿a quién le correspondería el trono? Al duque de Orleans, hijo del regicida Felipe Igualdad (Philippe Égalité), que era él mismo un liberal de pies a cabeza. Evidentemente, el paso del trono a este rey indignaría a los monárquicos franceses, que tenían el peor recuerdo de su padre. Por lo tanto, probablemente no ascendería. Y ascendería al trono el duque de Enghien, que era del último ramo, el último príncipe del último ramo de la familia de Borbón.

Este hombre brillante, que luchaba precisamente contra la Revolución, en la llamada Armée des Princes (L’armée des émigrés), fue capturado durante la noche por las tropas de Napoleón, llevado al castillo de Vincennes y ejecutado brutalmente durante la noche, tras un simulacro de juicio, en una fosa abierta junto a la muralla del Palacio de Vincennes. Este crimen conmocionó enormemente a todos los europeos de la época. Fue un crimen tremendo. El lugar donde fue ejecutado el duque de Enghien fue marcado y hay una columna conmemorativa en el lugar del crimen, precisamente donde ocurrió.

De modo que, entre otras cosas, el siglo XIX dejó allí otro recuerdo famoso. Famoso e impregnado de rasgos románticos, porque el duque de Enghien estaba secretamente casado con una princesa de la casa de Rohan [Charlotte de Rohan-Rochefort]. Por razones que nunca supe cuáles eran, sus padres se oponían a ese matrimonio. Así que se casó en secreto. Pero cuando murió, se revelaron los documentos. Y quedó la inconsolable princesa, duquesa de Enghien, llorando sus lágrimas. Y una joven viuda llorando por un príncipe de cuento de hadas ejecutado en una noche trágica, en un foso, por un ogro, es el material perfecto para el romanticismo del siglo XIX, para hacer todo tipo de lamentos que ustedes puedan imaginar. Por lo tanto, este lugar, en la historia del llanto romántico universal, tiene un significado muy especial.
… el general Daumesnil…
De esa época también es otra figura que marca la historia del castillo de Vincennes. Cuando se piensa que todo ha terminado, aún hay más, porque las cosas nunca terminan. Se trata del general Daumesnil.

Daumesnil era un soldado de Napoleón, un oficial de Napoleón que, durante la famosa batalla de Wagram, recibió un disparo en la pierna que se la arrancó. Quedó cojo, amputado. Y entonces empezó a usar una pierna de palo. Por eso llamaban a Daumesnil «Jambe de Bois», Daumesnil «pierna de palo». Y para darle a Daumesnil un trabajo que, desde la perspectiva napoleónica, se merecía, porque era un mutilado de guerra, un hombre valiente, etc., etc., Napoleón le dio el puesto de gobernador del castillo de Vincennes.
Las cosas estaban así cuando los ejércitos enemigos de Napoleón invadieron Francia y sitiaron, entre otros, el castillo, intimando a Daumesnil a rendirse. Daumesnil dio la siguiente respuesta: «Les entregaré mi castillo el día en que usted me devuelva mi pierna». Es una broma de mal gusto, un poco ‘de cuartel’, de un hombre valiente. Porque equivalía a decir: «Resistiré hasta la muerte». El personal no atacó y se retiró.
Hubo una serie de batallas, etc., los extranjeros volvieron de nuevo, lo rodearon y él declaró que no se rendiría y dijo: «Hagan algo sencillo, lancen una bomba contra la torre donde estoy, que volará por los aires y los llevará también a todos con ella. Y allí, en el aire, nos encontraremos». No pusieron la bomba, el rey Luis XVIII volvió al trono y Daumesnil tardó seis meses en entregarle la torre. Por fin dijo que, al fin y al cabo, si era para entregarla a los franceses, la entregaba y se marchaba. De ahí se transformó en objeto de canciones populares, de música, de monumentos, de no sé qué, y es otra figura muy pintoresca que pasa por la historia del castillo de Vincennes.
… duque de Beaufort …
Naturalmente, a medida que nos acercamos a nuestra época, la cosa se vuelve más aburrida. Es evidente que, en las épocas aburridas, aparecen los hombres aburridos. O es al revés: es porque aparecieron los hombres aburridos, que la época es aburrida. Y por eso, tal vez, con ese sentido de las cosas que tienen los franceses, el recopilador de esas notas termina con un caso que es de la época de la Fronda, del siglo XVI por lo tanto, y que es otro caso famoso en la historia de Vincennes, la fuga del famoso duque de Beaufort (Francisco de Bourbon-Vendôme, Duque de Beaufort).
Este duque de Beaufort era un pariente lejano, un pariente ilegítimo de la casa real francesa. En 1643, fue jefe de una conspiración contra el Cardenal Mazarino. Ana de Austria lo hace arrestar y encarcelar en el Castillo de Vincennes.

Entonces, decidió huir. Y su familia, desde fuera de la torre, se confabuló con un soldado que de vez en cuando salía a pasear con el duque por lo alto de la muralla por el bien de la salud del duque; estaba preso, pero salía a pasear. Todos los días, a una hora determinada, un funcionario del castillo y el soldado abrían la celda en la que estaba preso el duque, paseaban con él por lo alto de la muralla y luego lo volvían a introducir. Y como ese soldado estaba compinchado, dejó acumuladas en un punto determinado una serie de cuerdas. Y cuando se acercaron a esas cuerdas, él y el duque hicieron una señal, el soldado saltó sobre el funcionario y le tapó la boca con un trapo para que no pudiera gritar. Él y el duque, que era un hombre corpulento, ataron al funcionario y luego tiraron la cuerda hacia abajo para que los dos se deslizaran y huyeran. El soldado, muy bien pagado, naturalmente, con una suma regia. Y el plan de los dos era salir corriendo. El rey nunca perdonaría al soldado, pero él se iría a vivir al extranjero con la bolsa llena de dinero, más de lo que podría ganar en toda su vida. Y arriesgaba la vida por ello.
Y ahí es donde ocurrió el famoso episodio. Cuando los dos deslizaron por la cuerda, el soldado saltó y el duque vio que la distancia entre el extremo de la cuerda y el suelo era demasiado grande, la cuerda no era tan larga como era necesario, y tenía dos opciones: o subir y entregarse a la prisión —muy poco interesante…— o dejarse caer con la intención de caer de pie y salir corriendo. Había caballos allí, —seguro, la guía no lo cuenta, pero esa era la técnica de evasión de prisioneros de la época—, los cogían y se iban corriendo. Imagínense cada uno en el extremo de una cuerda, con los caballos allí.
Entonces, ¿qué era la vida de un hombre así? Él era, naturalmente, un hombre muy rico. Huyendo, tendría una vida magnífica, en el extranjero, claro, o en las tierras que poseía en Francia, donde se rebeló contra el rey, etc.
Era eso o volver a la cárcel. Entonces se dejó caer, pero con tanta desgracia que cayó al foso del castillo, que estaba a una buena distancia por debajo del nivel del suelo. Y, como era muy corpulento, su peso era muy grande, el golpe contra el suelo fue muy fuerte y quedó inconsciente. Tal era el sentido de la lealtad de los hombres en aquella época, que consiguieron atarle con cuerdas y se lo llevaron inconsciente. Más tarde, se recuperó y siguió con su vida. Pero esta fuga se convirtió en una de las más famosas de la historia. Y con esto se cierra el ciclo de la historia del Castillo de Vincennes, al menos tal y como se recorre en líneas muy generales en la Guide Vert.
Bueno, me pareció mejor contarles esto antes de comenzar la proyección, porque ustedes sabrían dar una mejor interpretación y más sentido a todo lo que vieran. Además, es posible que varios de estos lugares no aparezcan en las fotografías. Si el fotógrafo hubiera consultado la Guide Vert, habría fotografiado el lugar donde cayó el duque de Beaufort, por ejemplo. Pero resulta que los brasileños no hacemos eso… Ni siquiera cuando se trata de fotografiar el lugar.
El Parque de Vincennes
Volví la página para ver algo más que interesase contarles y encontré en la lista una referencia al Parque de Vincennes. Vincennes, el castillo, está rodeado por un gran parque y, naturalmente, diría el Consejero Acácio [N.C.: Consejero Acácio: Individuo engreído e inexpresivo que pronuncia sentenciosamente frases vulgarísimas, al estilo del Consejero Acácio, personaje de la novela Primo Basílio, de Eça de Queirós], es antiguo como el castillo.
Y fui a ver cuántas cosas puede ver un turista en el parque. Cosas, entonces, de una naturaleza completamente diferente. En primer lugar, está el parque. A seguir se cuenta con detalle [en la guía] cuál es la parte antigua y cuál es la parte nueva del parque. Y cuáles son los árboles, dónde están los árboles famosos, los más bonitos, todo catalogado, ustedes lo saben perfectamente, y sirve para visitarlo. Después de eso, se cuentan las cosas nuevas que hay en el parque.
En primer lugar, las curiosidades: un lago llamado Lago de los Mínimos. Ahora bien, ¿por qué de los Mínimos? Mínimos era el nombre que antiguamente, antes de los jesuitas, se daban a sí mismos los franciscanos. Eran los más pequeños, frailes menores, los franciscanos o Mínimos. Era el lugar donde había un antiguo convento que fue completamente destruido por la Revolución Francesa o algo así. Y quedó allí ese desastre, que ya no sabían cómo recomponer. Ahora, el golpe inteligente. En lugar de quitarlo, en lugar de hacer cualquier otra cosa, pusieron encima un bonito lago. Y debajo queda la poesía de un convento histórico que está sepultado. ¡Cabeza es cabeza! De modo que el lago se llama Le Lac des Minimes, el Lago de los Mínimos.

Bueno, ahora verán cuántas cosas hay más allá del Lago de los Mínimos. Hay una escuela llamada École du Breuil, de horticultura y técnicas de paisajismo. Solo para aprender a hacer paisajes y cultivar, probablemente, plantas más delicadas para jardines. Así que, para el esplendor de los jardines de Francia y del mundo, una escuela especializada. ¡Qué interesante sería asistir a una conferencia de un paisajista francés, de la École du Breuil, que nos contara cómo se hace un paisaje! Bueno, una persona que pase por allí puede preguntar a qué hora es la clase y pedir asistir a una. ¡Qué interesante!
Después hay un hipódromo para carreras de caballos, un hipódromo de importancia mundial, uno de los más importantes de Francia. En el mismo parque hay un centro universitario experimental y el velódromo de Vincennes, que es la meta de famosas carreras ciclistas mundiales, que terminan en el Parque de Vincennes. En el mismo parque, que es un recuerdo de San Luis, hay una llegada de ciclismo, que por cierto lo desfigura. Pero para que vean cuántas cosas se acumulan en el mismo parque. Bueno, también hay un lago Daumesnil, en honor al general Daumesnil. Luego hay, es algo horrible, un centro budista, un templo budista, que se está construyendo y cuya finalización estaba prevista para el año 1978. Esta guía que tengo es un poco anterior a 1978.
Luego está el Museo de las Artes de África y Oceanía. Es indescriptible. Además, todas estas cosas contienen tesoros. Está el Museo del Transporte, que contiene varios vehículos, medios de transporte a lo largo de los siglos y un parque zoológico. Eso es lo esencial que hay en el Parque de Vincennes, que es del tamaño de una “fazenda” [N.C.: en Brasil las “fazendas”, haciendas agrícolas, tienen, por un general, grandes extensiones]. Por ahí ustedes comprenden cómo algo tan enorme puede tener todas estas curiosidades y realidades sin que se amontonen unas sobre otras. Tengo la impresión de que esto abre un poco los horizontes y que airea.
Creo que estamos más que a tiempo, sobre todo ahora que estamos en la civilización de la imagen y no en la civilización de la palabra, de dejar de narrar o hablar, para pasar a proyectar. Porque ahora tienen aquí el hecho concreto. De manera que ahora vamos a pasar a ver el castillo de Vincennes, a palpar Vincennes con los ojos.
La proyección: un paseo por el castillo
[N.C.: Las fotos que aparecen a continuación han sido seleccionadas por aproximación a partir de la descripción. No se han localizado las utilizadas en la conferencia].
El foso del castillo. Uds. tienen la poesía propia de las ruinas, muy bien retratada en esta fotografía. Aquí pueden ver el foso del castillo, es decir, antes había agua aquí, agua destinada a dificultar el acceso al castillo. Y aquí pueden ver las torres del castillo, que eran altas y fueron demolidas, transformadas en fortificaciones modernas. No recuerdo bien en qué momento se decidió eso [N.C.: Entre 1805 y 1820 se derribaron las torres del recinto, que se encontraban en mal estado].
Los restos de las torres, con la larga serie de torres, vemos que vienen de lejos y se extienden hacia lejos, y esas piedras tan hermosas sobre las que el sol se ha posado mil veces, la nieve mil veces, nos dan una idea de las grandes batallas que se libraron aquí. Ahora, el silencio y la paz de la historia se posan sobre ellas. Y vemos que una bonita hierba verde y luego una espléndida vegetación a lo largo del foso hacen que solo se evoque la belleza de ese pasado que ya se ha ido. Y aquí está el lado poético de la historia y el contraste entre dos cosas: la inercia de la piedra vieja y la belleza de la vegetación nueva. Si se preguntara cuál de las dos cosas es más bella, si la vegetación o la piedra, un espíritu superficial diría que es la vegetación, un espíritu culto diría que es la piedra. Seca, tostada [por mil soles], muerta, en ruinas. Tiene un don que esto no tiene. Tiene una fuerza, evoca la fuerza del hombre, que es una verdadera maravilla. ¡Adelante!
Aquí siguen viendo el foso, ven un puente, perciben una bonita alameda de árboles. No sé si esto es el Donjon.
[Sr. X] Todavía no, es la entrada [del castillo].
Ah, bien, entonces la guía habla de ello. Aquí ven que hay una solución de continuidad, que era para poner el puente levadizo. Debe haber algo aquí hoy. Bueno, y aquí una pequeña torre sobre la torre, para ver más lejos al enemigo. ¡Adelante!
¡Una verdadera belleza! Aquí debía haber, antiguamente, un puente levadizo.
[Es la entrada trasera].
Ahora, aquí, naturalmente, ven que era un puente levadizo que fue sustituido por una obra definitiva con una reja que parece mucho más reciente. Pero ustedes perciben ahí la fuerza y la grandeza de una obra que, sin embargo, ya no es de la Edad Media. Esto aquí es la construcción, por la forma de las ventanas, por la pequeña columnata que tiene arriba, etc., ya huele a construcción de Mazzarino. Y tal vez fue en este pabellón o en este o en este donde se alojó Luis XIV.

Una vez más, en un hermoso día soleado, la piedra bañada por el sol, que aquí desmiente el dicho de [Edmond] Rostand porque del sol, allí, no se podría decir: «oh vos, oh tú el sol, sin el cual las piedras no serían sino lo que son», porque son muchísimo, porque formaron parte de la historia del hombre. Allí se podría decir de la historia: «Oh, historia, sin la cual estas piedras no serían más que piedras». Aquí son mucho más, son reliquias históricas. Allí fue asesinado el duque de Enghien. ¡Adelante!
Uds. están viendo, una vez más, la belleza de este punto de vista que, sin cansar ni repetirse, se despliega. Y aquí tenemos una torre derruida, una construcción muy posterior a la Edad Media, y luego aquí la hierba, la hierba que crece y, naturalmente, debe haber habido una obra aquí porque la hierba no termina espontáneamente, se detiene. Debe haber una replantación de hierbas o algo por aquí. Y aquí una senda tan tranquila, tan pintorescamente irregular, que hoy sirve para un foso en el que antaño habitaba el terror. ¡Hacia adelante!
Es otra hermosa vista de los fosos de Vincennes, de las piedras y las construcciones. Todo esto es Mazariniano. Esta parte triangular aquí y todo lo demás. Aquí se eligió una vista bonita, pero con ese magnífico telón de follaje. Y tiene algo interesante, que justifica incluso una tesis muy cara al Grupo, que es la tesis de la sociedad orgánica. Manden al más caprichoso de los diseñadores o, si quieren, incluso a los paisajistas, a imaginar un follaje así, haciendo esa cortina; eso sería muy difícil de imaginar. Ahora bien, en la vegetación europea hay miles de cosas así, totalmente imprevistas, que la naturaleza produce, simplemente porque los hombres no se entrometieron y la dejaron hacer lo que quería. Es decir, porque la naturaleza es una expresión, porque Dios ordenó estas criaturas de tal manera que, por su voluntad y por el juego de las causas segundas, producen cosas tan hermosas como estas. Y entonces, una de nuestras tesis es que no todo debe ser dirigido, no todo debe ser planeado, no todo debe ser organizado, sino que gran parte de las cosas deben dejarse prosperar por sí mismas, que así son más hermosas que si fueran ordenadas, y que es precisamente lo contrario del estado totalitario. Sigamos adelante.
Aquí Uds. pueden hacer una observación similar. Están viendo la belleza de estas cortinas. La más modesta de ellas es este árbol de aquí. De hecho, ni siquiera sé si es un árbol o dos, porque desde aquí parece levantarse algo y detrás hay vegetación, digamos un árbol o dos, pero fíjense en esta parte de la muralla iluminada por el sol y esta parte de vegetación. Vean qué belleza tiene esta vegetación, qué belleza tan modesta, pero magnífica, que esta vegetación le da a la muralla construida por los hombres. Pero no hubo ningún plan. Nació así y así se quedó. Muchas cosas deben prosperar así. Sigamos adelante.
Una vez más, la gloria y la gracia de las torres. Torre construida sobre torre, para que el vigía pudiera ver desde muy lejos, en los días y las noches de guardia, al enemigo que se acercaba. Cuántas incertidumbres en una noche para el vigilante aquí, si era o no era un grupo de luces sospechosas que se acercaba, o si era un grupo de peregrinos que caminaba, o si era un ejército, o cómo era, pasa una nube, pasa una niebla, no ve, vuelve a ver, ¡lucha por ver hasta el amanecer! Al amanecer es una alegría cuando sale el sol y es sustituido por el soldado que viene a comenzar la vigilancia diaria y diurna, tan más ligera, tan más fácil. ¡Adelante!
¡Estupenda, monumental, medieval! Como ven, es gótica, aquí hay algunos adornos de significado ciertamente heráldico, luego aquí están las almenas que forman un todo con las de esas torres más ornamentales que reales, y aquí esos doseles indican ciertamente que había figuras de santos a ambos lados de esa torre, de santos, de reyes o de profetas. Y aquí, sin duda, una imagen de un santo, un rey o un profeta también, que acogía o amenazaba a quien entraba con o sin permiso. Luego, al lado, una poterna, que tenía otra simétrica aquí. Ustedes están viendo el puente y, por lo tanto, debajo, el foso. El puente, naturalmente, era levadizo en otros tiempos. Y pueden imaginar la belleza, la gente circulaba aquí, el agua allí, bajar el puente levadizo y la mirada del viajero descubriendo todo ese sol, toda esa belleza detrás de esa piedra antigua y severa. ¡Edad Media! ¡Adelante!
Este es el mismo lugar, ¿no? Les da otra visión. Están viendo aquí, se construyó un acceso, una terraza de acceso, más tarde desde esta poterna hasta aquí, y las poternas tenían su razón de ser, porque aquí era para el paso de las tropas, o de los caballos, de los jinetes, y no valía la pena abrir [la puerta con el puente levadizo] cada vez que pasaba y salía del castillo, en tiempos de paz, un hombre con un cubo para llenarlo de agua fuera, o algo así. Entonces, se abría una puerta más pequeña, que literalmente tenía algún tipo de acceso a la tierra. Y se cerraba, se abría y se cerraba más rápido, más rápidamente. Y en caso de que viniera un enemigo, era más fácil de defender, porque ofrecía un frente de combate mucho menor que el de la puerta grande. ¡Hacia delante!
Aquí está la fachada espléndidamente fotografiada. Como pueden ver, aquí está el pedestal de una imagen. Estas imágenes, todos estos adornos antiguos, fueron arrancados con el tiempo y, muy probablemente, por los crímenes de la Revolución. Pero la belleza permaneció y se la nota en la seriedad dulce, afable, pensativa y solemne del castillo. ¡Adelante!
Aquí Uds. tienen, vista más de cerca, la construcción interna del castillo. Si esta ya no es medieval, debe ser una de las construcciones de la época de Mazzarino o posterior.
Aquí se puede ver aún mejor la hilera de árboles y esta construcción se hace cada vez más visible. Los juegos de luz son preciosos.
Aquí debe ser una torre exterior del castillo, probablemente sea esta, ¿no? Pero desde fuera tiene todas las características de una calle común. Bueno, evidentemente este automóvil embellecería mucho el paisaje si se retirara de él [risas]. Y si pudiéramos ver allí a algunos cruzados a caballo o, al menos, a algunos nobles y altivos mosqueteros. ¡Adelante!
¡Qué bonita torre! Con el reloj que, a juzgar por la esfera, es mucho más reciente. Y aquí una gran ojiva, luego aquí una fachada sencilla, una pequeña ojiva, las dos torres. ¡Adelante!
Vean qué belleza. La belleza indescriptible de la piedra antigua. A las 3 y 10 de la tarde. Si es que el reloj funcionaba. [Funcionaba].
Una fotografía preciosa, magnífica, en la que se aprecia bien una de las mil impresiones de la vida medieval, un castillo visto a través de una ojiva. El interior de un castillo, visto a través de una ojiva [Porte du Guverneur]. Magnífico. Ah, una parte del Donjon. ¡Hacia delante!
Uds. ven aquí lo estrecho que parece el paso. Aquí hay una escalera y un largo pasillo. ¡Qué buen lugar para rezar un rosario! ¡Adelante!
Muy bonito. Miren aquí esta punta. Empoidrière [?], dicen ellos. Los alojamientos y aquí una balaustrada de piedra trabajada. Aquí hay un trozo de torre, enfrente una ventana. ¡Hacia delante!, muy bonito.
Aquí Uds. pueden apreciar mejor el mismo panorama, siempre dominado por la extraordinaria poesía de esta punta aquí.
¡Magnífico, espléndido! No tengo nada que comentar, es tan evidente que cualquier comentario mío solo lo desmerecería. Quiero hacer un comentario sobre algo mucho más banal, pero es que nuestros ojos sudamericanos no están acostumbrados. ¿Han visto qué belleza, esa pizarra azul? Es una verdadera maravilla. Y es que estas cosas me dan la impresión de que quienes trabajan para que la Revolución afee el mundo impiden que la industria moderna haga cosas bonitas, porque no puedo convencerme de que no sea posible fabricar tejas de diferentes calidades y colores preciosos.

Aquí mismo, en Brasil, tienen algo muy bonito. He visto, por ejemplo, en Pindamonhangaba [N.C.: Pindamonhangaba es un municipio brasileño de la Región Metropolitana del Valle del Paraíba y Litoral Norte, en el interior del estado de São Paulo, a cerca de 146 km de la ciudad de São Paulo], y en muchos otros lugares, aleros de tejados de casas, esos tejados que sobresalen mucho más allá de la pared para proteger a las personas que pasan, para alejar el agua de la lluvia etc., en que la parte inferior está hecha de porcelana, de bonita porcelana antigua, mientras que la parte superior es de tejas para recoger la lluvia.
Ahora bien, ¿no habría forma de poner algo de porcelana en las tejas modernas? ¿No habría forma de fabricar tejas de una belleza fabulosa? Nosotros, que inventamos tantos tipos de plástico que no valen nada, ¿no podríamos inventar tejas más bonitas que las tejas de barro? ¡Cuántas cosas hermosas se podrían fabricar y simplemente no se fabrican, porque no hay voluntad de fabricar lo bello! O más directamente, porque hay voluntad de no fabricar lo bello.
[Dr. “Y”] En Santa Catarina hay pizarras similares a esta, un poco más verdosas que esta, muy bonitas. No se aprovechan, simplemente no se aprovechan.
¿Lo ven? Esa es la característica que menciona el Dr. “Y”. Mientras usted hablaba, conversábamos aquí, no iba a decirlo porque es una bagatela, pero en ‘Jardim América’ [N.C.: barrio noble de São Paulo] hay una casa de proporciones más bien medianas —entre mediana y pequeña— que una casa grande, con pizarras verdes, muy bonitas. Y no es una casa rica, aunque todas las casas de ese barrio son acomodadas, no es una casa rica. O sea, esa pizarra no puede haberles costado mucho. Solo conozco esas pizarras en São Paulo, tal vez hayan venido de Santa Catarina. ¿Cuánto costaría tener eso aquí? Solo hay que pedirlo. ¿Cuántas cosas se pueden pedir de Santa Catarina? Cristales [N.C.: en el estado de Santa Catarina, región del Brasil de marcada colonización alemana, se crearon bastantes industrias de artículos de cristal y porcelanas finas], por ejemplo, en cantidad. ¿Por qué no pedir eso? ¡Vamos adelante!
¡El Donjon! [torre del homenaje] Vean su altanería, su fuerza, pero también cierto garbo, se diría que se siente feliz de haber llegado tan alto y de respirar el aire puro de las alturas, que se siente alegre por ser superior a todo lo que le rodea, pero que no es un mega [vanidoso] que lo preside todo, ordenándolo todo. Por muy lejos que se le mire, infunde una idea de orden, tranquilidad, sentido común, lógica y coraje, que es una verdadera maravilla. Es el famoso Donjon de Vincennes.
La estructura interna del Donjon es compuesta por pisos ocupados por un enorme salón, con una columna en el centro, y estas columnas, superpuestas unas sobre otras, sostenían los distintos pisos y el edificio. Bueno, y aquí, en las esquinas, había pequeños salones, de modo que uno era un oratorio, otro era un dormitorio, otro era un salón para audiencias privadas, otro para guardar joyas, documentos, etc. Y podemos imaginar al duque de Beaufort en una de esas salitas, en una de esas torres, contemplando, por ejemplo, el vasto panorama, loco por salir y planeando la fuga. Podemos imaginar, en otra de esas plantas, la fabricación de la porcelana que dio origen a las famosísimas porcelanas de Sèvres.
Podemos imaginar todo lo demás de esta historia, incluso en algunas de esas plantas, o en varias de ellas, o en todas, San Luis viviendo, y en uno de esos ángulos un oratorio y él rezando [N.C.: En 1380, tras la muerte de Carlos V, se realizó un inventario del tesoro real [en el Donjon], que da una idea de cómo era la sala cuando él vivía en Vincennes. En la ventana occidental, cerca de la luz del día, se encontraba una caja que contenía 31 manuscritos de carácter religioso, entre ellos dos salterios que habían pertenecido a San Luis. En las torres se encontró un gran número de manuscritos, joyas y reliquias.] ¡Hacia delante!
Es otra vista magnífica del Donjon. Fíjense en lo bonito que es este edificio, que en lo alto tenía este dispositivo para que las tropas pudieran pasar sin mojarse con la lluvia y sin recibir las flechas incendiarias que les lanzaban. Así, con seguridad, podían disparar desde allí a los que pasaban por debajo. Y la pequeña torre de vigilancia en la esquina. Fíjense en la belleza de la pizarra. Y aquí ven el Donjon, con un, que en francés se llamaba châtelet, no sé cómo se llama en portugués.
Aquí, esta guía habla de ello, había una entrada fortificada, que era en sí misma una puerta. No había nada más que dos torres y una puerta. Detrás, otro foso con otro puente, de manera que, cuando los enemigos querían tomar el Donjon, tenían que pasar por aquí, y cuando lo tomaban, se encontraban en la casilla de salida, porque esto estaba intacto. Lo que representaba, en aquella época, lo que hoy se llama fuerza de disuasión, que a veces hacía que no quisieran atacar el castillo porque era inútil. ¡Hacia delante!
Comento con ustedes lo bonitas que son en el castillo estas gargouilles [gárgolas], que sir
ven para desviar el agua de lluvia, de que aparecen varias, heroicas en el aire, en general esculpidas [en la foto, una de la Sainte-Chapelle de Vincennes].
Otro aspecto de un pasaje de este tipo, de evidente interés militar, a los pies de la torre. Parece estar en actitud de protección y vasallaje a la torre. «Si quieres llegar hasta aquí, tienes que pasar por aquí. Mira bien lo que te va a pasar». ¡Adelante!
Abajo el Donjon, soberbio. ¡Pero soberbio! Y ahí ven ustedes el conjunto de la obra tal y como es. Recuerda vagamente, en su esquema, a la Torre de Belém. Y cuando digo esto, hago el mayor elogio que sé hacer a una torre, porque el Donjon de Vincennes es muy bello, pero comparado con la Torre de Belém no es nada. ¡Ah, no hay discusión! ¡Adelante!
De cada lado que se fotografía, con los mismos elementos esenciales, una nueva sorpresa, una nueva belleza. Aquí están las gárgolas. La heráldica es heráldica, pero el fondo del cuadro es el fondo del cuadro. No podría haber un fondo más bonito para este escudo, pero hay que reconocer que este escudo, esta puerta, constituyen una magnífica presentación para tener este fondo. Fíjense en la simplicidad. A cada lado, una lanza con estos dibujos, que se repiten de un lado al otro. Aquí, el campo heráldico dividido por una franja oblicua. A cada lado, el mismo número en pequeñas esferas y todo en negro. Naturalmente, la heráldica no era toda en negro, antiguamente debía estar pintada. Está bien, tiene una seriedad, una dignidad verdaderamente maravillosa. ¡Adelante!
Una vez más, nuestro Donjon y una reja. Y los franceses, maestros en tantas cosas, son maestros en rejas. Y una cosa que me gustaba mucho ver en Francia, cuando iba de un lado a otro, era la variedad de rejas y la belleza de las rejas. Esta es completamente diferente de la otra, un poco puntiaguda incluso, pero tiene una belleza innegable. Muy bonito aquí, este ángulo y esta línea que va desde aquí abajo y sigue hasta arriba, pasando por la torre y haciendo sentir toda la altura de la torre.
En esta foto Uds. tienen una bonita lección sobre lo ennoblecedor de la desigualdad. Esa torre, tan más alta que esta otra, está en una relación de rey para señor feudal. Pero, ¿no es cierto que es un honor para esta torre estar cerca de la más alta y como que crece en altura? ¿No es cierto que la altura de esta se resalta por la más pequeña? Es la noble belleza de la convivencia entre desiguales. Igual es, por ejemplo, el suelo de una calle asfaltada. Hacia adelante.
¡Precioso, precioso! Pero, ¿qué decir? Ya está dicho, no hay nada que decir. Para decir algo, fíjense en la armonía que hay entre el saliente de esto y esto de aquí. Y luego otra cosa curiosa, la ventana no está colocada justo en el centro del cuerpo central, está colocada un poco de lado, pero tiene alguna relación con la torre que, al menos a primera vista, yo no percibiría. Yo diría que es perfecto. ¡Adelante!
Aquí está la parte alta del castillo, la torre del Donjon. Aquí Uds. ven, una vez más, la base para una imagen, para una estatua, algo así. Aquí hay una bonita fotografía que nos da una idea, por así decirlo, palmo a palmo de la fachada. Alguien podría decir: «Pero ese musgo, etc., ¿no sería mejor limpiarlo todo?» [risas]… ¡Adelante!
Entonces, descansé paseando un poco por Vincennes. Ahora, ustedes van a descansar e irán a casa. ¿Hay más? Ah, bien.
Esta torre presagia ciertas construcciones ya hacia el final de la Edad Media, en las que la ojiva va desapareciendo, el cuadrado va apareciendo y que se notan más en Blois, hay algo de remanente en eso, vagamente remanente en Chambord, etc. Como tiene un resto de la Edad Media, tiene un resto de belleza. Sigamos adelante.
Aquí hay otro. ¿Pero es el Donjon o es otra construcción? Es la entrada, ¿no? Debe ser el châtelet del que hablaba antes. ¿No es así? La torre de la entrada al castillo. Bueno, entonces es la parte superior de la torre. [No]. Esa es la planta baja, porque tiene esas chimeneas, etc. Hacia delante.
Estas son sin duda las construcciones de Mazzarino. Serían muy bonitas si no tuviera la torre detrás. Pero la torre es tan noble, tan bella, que da la impresión de que se siente un poco ofendida por la presencia de estas construcciones aquí. Bonitas, bonitas al estilo clásico francés. ¡Adelante!
Aquí ya pueden ver más de cerca, arcadas, arriba una galería con balaustrada, un pasaje con balaustrada. Nobles, líneas altas, pero algo festivo que no era compatible con la seriedad medieval. Aquí pueden ver el contraste entre los dos estilos. En la arcada redonda, la punta medieval, no encajan bien, y la punta lleva la victoria, pero es tan alegre y festivo que la torre queda un poco aplastada allí. Aquí lo están viendo, debe ser. ¿Qué es eso? ¿Es un foso? Un foso. Y aquí es muy bonito, ¿saben? Al otro lado, otra cosa igual. Si se abstrae lo medieval, la simetría de este estilo de construcción empieza a parecer muy bonita.
Aquí también hay un pasaje, siempre la belleza de las galerías. Ah, es la Sainte Chapelle de Vincennes. Sí, el contraste es un poco menos chocante, porque la torre está un poco de lado, pero la simetría entre estos dos pasajes es muy de mi gusto. Aquí se aplican los mismos comentarios.
No, aquí no [es construcción ‘mazarinesca’]. Es la tragedia medieval, excavada, devorada por el tiempo, etc. Con la ventana antigua todavía. ¿Dónde está? [No, es un puente levadizo] Ah, ¿eso es un puente? Ah, ya veo, sí. ¿Entonces sería una poterna? Lo había visto mal, lo estaba interpretando como una ventana clavada con tablas. Adelante.
Muy bonito. Aquí es muy bonito. Ese ángulo de ahí, lo que sobresale en la torre, destaca de una manera muy especial, con un poco de aventura que tiene esa torre. Toda mi vida he querido vivir en una torre. Vivir en una torre, pero dentro de la torre, dormir en el torreón de la torre. Me parecía que sentir aullar los vientos de afuera sería una verdadera maravilla.
Allí Uds. perciben, dice esta guía, se ve una Sainte Chapelle muy bonita, con rosetones preciosos, cuyos vitrales se rompieron, pero algunos se conservan preciosos. Aquí está la entrada, muy bonita.
La capilla y la renda. Vean cómo es diferente. Y cómo se parece a ese otro encaje vegetal del que hablé. ¡Cómo la armonía de la capilla queda preciosa detrás de esa red, porque la realza magníficamente! No estorba para ver, ayuda a ver.
Una vez más, lo mismo. Realmente, es muy, muy bonito. ¿Ven aquí el rosetón? Fíjense en todo este encaje, aquí, en este triángulo alto. Quizás sea un símbolo de la Santísima Trinidad, repetido luego por el triángulo más alto detrás, y se percibe algo de la solemnidad del interior. Miren aquí, para dar salida al agua de lluvia, las gárgolas, qué bonitas quedan en la construcción.
Esto debe ser una ruina, ¿no? [Es una ruina]. Una verdadera maravilla. Es una verdadera maravilla. Bueno, esta es una iglesia tal y como un santo quería que fuera. Es decir, refleja por completo su alma y la ortodoxia de la Iglesia. Miren, aquí, qué bonito es esto. Qué belleza! Vean aquí el estilo llamado evolucionado y más moderno, y que es bonito. Como queda lamido en comparación con [?]. Extremadamente lamido. Aquí también es muy bonito.
La capilla, por un lado, parece tan frágil que da la impresión de ser casi una bombonera. Aquí pueden ver su fuerza, estas torres, que consideramos casi torres de batalla.
[N.C.: Se puede hacer una visita virtual al interior de la Sainte Chapelle en el siguiente enlace: La Sainte Chapelle du Château de Vincennes – Visites guidees]
¿Cuál es la altura de esta capilla? Verdaderamente una maravilla. Combinando la fuerza y la delicadeza de una manera extrema, verdaderamente estupenda. Fíjense en la altura de estas ventanas, enormes, ¿verdad? Aquí debe haber algún baptisterio, alguna dependencia especial… no, baptisterio no, está demasiado al fondo de la iglesia para serlo, pero aumenta, rompe lo que sería demasiado simétrico en el conjunto del edificio y le da un toque de fantasía muy agradable.
Fíjense en esa torrecilla, con esa terraza tan saliente, tan pronunciada, que rompe la línea demasiado armónica, demasiado puntiaguda desde lo alto. Uds. vean también toda esta parte del edificio, que yo había malinterpretado como una torre, son elementos para la consolidación del edificio. Todas estas partes, cómo terminan en estas puntas y cómo aportan una verdadera belleza y ligereza, imaginen que, sin estas puntas, el edificio perdería enormemente. Realmente una obra maestra, digna de felicitaciones. Preciosa.
Aquí hay una vista de detalle, en la que todo se repite, incluso aquí todas las cosas que parecen estar al servicio de la línea regia, aquí de este alto. Y noten cómo representan los distintos peldaños de la jerarquía. Muy bonita también la parte de allí con esas poadrière [?]. Muy, muy bonito. Ahora, esta cosa aquí, no sé cómo no la destruyeron. Porque en la época en que hicieron esto, había tal incomprensión por estas cosas góticas que bien podría haber sido [N.C.: en esta foto se nota el color azul de las pizarras del tejado].
Aquí, ustedes están viendo, la falta de armonía y el contraste. Me gustaría mandar a derribar esto, en el Reino de María podríamos hacerlo, y dejar esto completamente dégagé [despejado]. De hecho, todo esto aquí [?]. Aquí ya es una figura pagana. Pagana y no directamente sensual, sino pre-sensual, con cara de mujer, ¿por qué?
Aquí no. Aquí nos sentimos como en casa. Somos nosotros mismos. Miren qué cosas tan magníficas. Pueden imaginarse, en la época en que las verdaderas vidrieras estaban aquí, por la noche, con la iglesia iluminada por dentro, la impresión que causaba. Miren el juego de piedras, el encaje de piedra. Estas figuras, en general, tenían cara de monstruos, pero de monstruos atormentados. Y era el símbolo del mal, por ejemplo, vomitando eternamente el mal que había dentro de él mismo, ¿no?
El puente es muy bonito. Muy gracioso, precioso. El escudo de Francia, la flor de lis, los dos ángeles y la corona real. ¿Es el interior de la capilla? Qué belleza! Miren el portal, lo que hay de escultura dentro es indescriptible. Ustedes saben bien que, al examinar cada uno de esos rostros, tienen su expresión y su valor artístico, y a menudo muy llamativo.
Más belleza. Miren la belleza. Quizás una parte de estos vitrales, no lo creo mucho, pero quizás sea la antigua. Se puede imaginar, un vitral completamente constituido, la belleza que tendría. Además, qué bonito es ver esa enorme mancha de luz, y aquí esa luz se repite en medio de la sombra. La línea de las piedras allí, el encaje de piedra; simplemente deslumbrante. ¡Deslumbrante!
Esa es una maravilla, ¿no? No soy en absoluto un experto en vidrieras, pero esta me parece más auténtica que la otra, aunque muy bonita. Colores claros, no tan profundos como otros, pero muy bonitos. Además, la hora era muy buena, el sol entraba a raudales. Vean el gran impulso que algo así da, qué vuelo del alma ayuda a tener una ventana así, un enorme vuelo del alma. Así es como se forman las grandes almas. No sé si en materia de colores se habrá inventado en la historia algo tan bello como las vidrieras. Lo dudo. Ni los mosaicos, ni los cuadros, ni nada me gusta tanto como las vidrieras.
¿Qué es esto? Ah, sé. Pero es muy bonito. Vean lo mucho más reciente, del siglo pasado, la elegancia de esto. Y compárenlo con esas farolas que han puesto ahora en nuestras plazas.
Escudo del rey de Francia entre la Virgen y Dios Padre. Castillo de Vincennes – Sainte-Chapelle -vestíbulo de acceso a la capilla de la reina.