¿Objetos para el alma o para el cuerpo?

Inicios de la década del 1950 (*)

 

El hombre no debe contentarse con un objeto que preste malos servicios a su alma o a su cuerpo

Los estilos artísticos no son la producción de un equipo de artistas, sino que son la obra de una sociedad entera. Los artistas no son propiamente los creadores del estilo en uso en una sociedad, sino sus intérpretes, sus propulsores en la línea en que se va desarrollando la propia mentalidad social.

Es lo que explica también que en los estilos verdaderamente producidos por una sociedad, lo práctico y lo bello, los elementos de utilidad física y las características de expresión mental se fundan tan armónicamente.

La vida propiamente mental se entrelaza tan íntimamente, se embebe tan profundamente, se entraña tan indisociablemente en la vida material, como el alma en el cuerpo. Y es en esta interpenetración que está la garantía de la sanidad y de la autenticidad de una y de otra.

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¿Objetos para el alma o para el cuerpo?

¿Cuál de estas actividades [la utilitaria o la mental] es la más importante en la vida temporal? Concretamente esto equivaldría a preguntar, cuando en una familia se adquiere un objeto – digamos un armario – , ¿qué es más importante: que sirva para guardar ropas, o que por su aspecto acentúe el poder de expresión del ambiente material del hogar? En un país, al hacer un Palacio de Justicia, ¿qué es más importante, su utilidad práctica para el funcionamiento de los órganos de la judicatura, o la majestad y gravedad con que debe penetrar el ambiente judicial y expresar la naturaleza más intima de la función de juzgar?

Cuando un objeto debe tener por su naturaleza dos atributos, ambos esenciales, si le falta uno, no vale nada. En vez de escoger entre el armario materialmente útil y el “espiritualmente” útil; o en vez de escoger entre el Palacio sólo materialmente adecuado y el palacio sólo espiritualmente adecuado, habría que comenzar por rechazar el uno y el otro.

El hombre tiene el derecho y el deber de ser lo suficientemente exigente, para no contentarse con un objeto que preste malos servicios a su alma o a su cuerpo.

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No queremos, sin embargo, abandonar la cuestión que habíamos formulado. El fin inmediato, propio, natural de un armario no consiste en ser una especie de condensación de doctrina o de mentalidad. En este sentido lo que le es más propio es guardar convenientemente las ropas. Pero como el servicio prestado al alma vale más que el que se presta al cuerpo, en cierto sentido es más importante la función educativa de un mueble que su aspecto práctico.

Lo mismo se debe decir de la sociedad temporal considerada como un todo. Su situación no puede ser tenida como normal, sino cuando suministra condiciones de existencia y de progreso satisfactorias tanto para el alma cuanto para el cuerpo. La recíproca influencia entre las dos esferas llevará incluso los progresos obtenidos en cada una a repercutir favorablemente en el dinamismo propio de la otra.

Cualitativamente, sin embargo, es muy verdadero que los beneficios del espíritu son más importantes que los de la materia. Y por esto, aunque le pese a cierta mentalidad moderna, es más importante para un país tener una cultura propia, un estilo propio, costumbres, instituciones, leyes en consonancia con el ambiente nacional, que una perfecta canalización de aguas y de alcantarillado.

La Atenas del tiempo de Pericles brillará para siempre en el firmamento de la Historia. La Atenas de hoy, incomparablemente superior a la otra en cuanto comodidad material de vida, ¿qué recuerdo dejará de sí en el futuro?

(*) Traducción y difusión por el sitio Acción Familia (Santiago de Chile).

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