“Santo del Día” – 21 de agosto de 1968
A D V E R T E N C I A
El presente texto es una adaptación de la transcripción de la grabación de una conferencia del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira a los socios y colaboradores de la TFP, manteniendo, por lo tanto, el estilo verbal, y no ha sido revisado por el autor.
«Católico apostólico romano, el autor de este texto se somete con filial ardor a la enseñanza tradicional de la Santa Iglesia. Si, sin embargo, por lapsus, algo en él no se ajustara a esa enseñanza, desde ya y categóricamente lo rechaza».
Las palabras “Revolución y Contra-Revolución” se emplean aquí en el sentido que les da el profesor Plinio Corrêa de Oliveira en su libro Revolución y Contra-Revolución, cuya primera edición se publicó en el n.º 100 de “Catolicismo”, en abril de 1959.
* Inmaculado Corazón de María

Ustedes habrán visto que hemos añadido un adjetivo a la expresión Inmaculado Corazón de María: Sapiencial e Inmaculado Corazón de María. ¿Cuál es la razón de este adjetivo y por qué hablamos del Corazón Sapiencial?
Se ha hablado tanto del Inmaculado Corazón de María que casi no me parece necesario decir nada al respecto. Nuestra Señora, como ustedes saben, fue concebida sin pecado original, y su Corazón, que es el símbolo de su alma, es el símbolo de su santidad, es el símbolo de los pensamientos de su mente, su Corazón es Inmaculado porque Ella es Inmaculada. Todo lo que procede de una persona inmaculada es sin mancha, y decir que el Corazón de María es Inmaculado marca una diferencia abismal entre Ella y nosotros.
Es que nosotros somos concebidos en el pecado original y, por eso, por mucho que ascendamos en la vida espiritual, siempre tendremos impulsos malos. Sería necesario vencer esos impulsos malos, combatirlos hasta el final de la vida, pero siempre tendríamos impulsos malos; impulsos de los que no tendríamos culpa precisamente porque les negaríamos toda y cualquier adhesión de nuestra voluntad, los detestaríamos, pero tendríamos los impulsos malos.
Tenemos el ejemplo de San Alfonso de Ligorio: obispo, doctor de la Iglesia, fundador de una orden religiosa que en el pasado fue ilustre, que es la Congregación de los Redentoristas; él sufría tentaciones contra la pureza tan tremendas que, incluso en su vejez, con más de ochenta años, sin poder caminar y desplazándose en silla de ruedas, las tentaciones contra la pureza seguían siendo para él una verdadera dificultad, aunque era castísimo; pero tenía el impulso de la impureza.
Con Nuestra Señora no ocurría nada de eso. En Ella ningún impulso era malo, todos los impulsos eran conformes a la razón, y todos los movimientos de la razón estaban inspirados por la gracia, de manera que en Ella todo era armonioso, todo era perfecto y todo estaba continuamente orientado hacia el bien. Y cuando hablamos del Inmaculado Corazón de María queremos caracterizar este hecho de una pureza tal que Ella no tenía ni en lo que respecta a la castidad, ni a ninguna otra virtud, la más mínima inclinación hacia el mal. Ella nunca tuvo la más mínima inclinación hacia el mal.
* La virtud de la sabiduría en Nuestra Señora, en su inteligencia y en su voluntad
Ahora bien, ¿qué es la sapiencialidad del Corazón de María? Evidentemente, el Corazón Sapiencial es el Corazón lleno de sabiduría. Sapientia en latín se traduce al español como sabiduría. Pero ¿qué es propiamente la sabiduría y por qué el Inmaculado Corazón de María es un Corazón Sapiencial? ¿Qué significa esto con el Corazón Sapiencial?
La virtud de la sabiduría es aquella virtud que nos hace ver las cosas por sus aspectos más elevados y que, por eso, también nos hace ver las cosas en una maravillosa unidad, a partir de una maravillosa unidad. Porque si el mundo está organizado en forma de pirámide, y cuanto más analizamos el universo por sus aspectos elevados, tanto más nuestras consideraciones se van uniendo unas a otras, unas a otras, hasta alcanzar el punto extremo que es la existencia de Dios, Ser absoluto, infinito, perfecto, eterno, que jamás podrá sufrir ninguna alteración, ningún fin, que se basta perfectamente a sí mismo, y que es el Creador, el Modelo y el fin de todas las cosas.
La consideración de todas las cosas como representativas de Dios, como hechas para servir a Dios, en definitiva, esta concepción de las cosas en la que se ven por su aspecto más elevado, es decir, por su aspecto deiforme, porque el aspecto más elevado de cualquier cosa es aquel en el que más se parece a Dios Nuestro Señor, esta consideración hace que la mente tenga una unidad admirable, una coherencia extraordinaria, sin contradicciones, sin dilaceración, sin vacilación, sino con certeza, fe, convicción, coherencia, firmeza desde los principios más elevados hasta las cosas más pequeñas.
Esta es la fisonomía moral del hombre verdaderamente católico: coherente en todo, porque todo en él proviene de las más elevadas reflexiones del espíritu, es decir, de las reflexiones que se basan en Dios Nuestro Señor. La sabiduría como virtud de la inteligencia es esto, y como virtud de la voluntad es una disposición firme en la palabra o en la voluntad de seguir lo que la inteligencia sabe y nos muestra, y por lo tanto de hacer de manera inquebrantable y firme lo que es nuestro deber. Así pues, una inteligencia soberanamente límpida y lúcida porque llena de convicción de la existencia de Dios, llena de fe sobrenatural; una inteligencia, porque límpida y lúcida, sumamente coherente, una voluntad fuerte, firme, inquebrantable, constantemente orientada hacia el fin que debe tener en vista y hacia la jerarquía en la que se sitúa este espíritu, eso nos muestra al hombre sapiencial.
* La sapiencialidad del Corazón de María
Esta virtud de la sabiduría es una virtud que contiene, por lo tanto, todas las demás virtudes, y está puesta en el primer mandamiento de la Ley de Dios. Cuando el Decálogo nos dice «amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu entendimiento», etc., etc., nos prescribe que seamos así, y así era Nuestra Señora.
Su Corazón, es decir, su alma, su mente era soberanamente elevada, soberanamente grande, soberanamente seria, soberanamente profunda, porque así era. Ella era el Vaso de Elección en el que se posó el Espíritu Santo para unir su connubio con Ella y engendrar a Nuestro Señor. Y lo único que conocemos como dicho por Nuestra Señora es una verdadera maravilla de sabiduría, que es el Magníficat.
* El Magníficat: ejemplo de oración contra-revolucionária

En una ocasión ya hice aquí un análisis del Magníficat y no es el caso hacerlo en este momento, pero me gustaría mostrar solo lo que hay de sabiduría en la primera palabra del Magníficat.
Magníficat significa «engrandecer». «Magníficat anima mea Dominum» significa «mi alma engrandece al Señor», es decir, en otras palabras: «mi alma está extasiada con la grandeza de mi Señor, adora a mi Señor en su perfecta e insondable grandeza, y le da un aumento extrínseco a esa grandeza cantando la grandeza de mi Señor».
Se ve que la palabra con la que Ella irrumpe en su canto es un canto de grandeza, es un canto de un alma muy noble, que vuela para considerar a Dios en sus aspectos más elevados, y luego vuelve, por un contraste armónico y maravilloso, a la consideración de su propia nada. «Mi alma engrandece al Señor y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador».
Ahora bien, ¿por qué? Porque «consideró la humildad de su sierva y por eso todas las generaciones me llamarán bienaventurada». ¿Ven lo hermoso que es esto? Cómo, por su sabiduría, midió toda la grandeza de Dios y se regocijó en ello tanto como una mente creada puede medir la grandeza de Dios; cómo, por otro lado, midió su pequeñez, y entonces dice: Me regocijo en Dios mi Salvador porque Él miró la pequeñez de Su Sierva. Hay un poema de Contra-Revolución en esto. Es la esclava que se deleita en ser pequeña, y se deleita en ver cómo Dios es superior a ella, infinitamente superior a ella, y desde lo más profundo de su nada da gloria a Dios, y luego dice: Mi espíritu se regocijó en Él porque Él miró hacia mí, que soy tan pequeña.
Aquí ven ustedes al pequeño que reconoce su pequeñez, y que le gusta ser pequeño, que no se rebela, que no se indigna, sino que se coloca en el último de los últimos lugares, en el último de los papeles. No hay nada más vil que el esclavo: el esclavo es una nada, no tiene derechos, está por debajo de la condición común del hombre (*). Pues Nuestra Señora se proclama Esclava de Nuestro Señor, precursora de todos los esclavos que Ella tendría a lo largo de los siglos. Ella se deleita en ser nada, se deleita en ser esclava del Señor, y fue a esta pequeñez de esta criatura y de una criatura esclava a la que Mi Señor se dignó posar sus ojos, y por eso me regocijo, porque soy pequeña y porque Dios es grande y porque la grandeza amó a la pequeñez.
Vean ustedes cómo esto es profundamente contra-revolucionario y, para decirlo en una sola palabra, es profundamente opuesto al espíritu de la Revolución Francesa, al espíritu del comunismo. Tan opuesto que es casi una blasfemia hacer una comparación. Ahí está la verdadera humildad, que ama su lugar, ama la pequeñez de su lugar, pero adora la grandeza [de Dios] y se eleva con la grandeza, aunque no sea dueña de la grandeza: al contrario, proclama que la grandeza es dueña de Ella.
Esto es lo que meditamos cuando consideramos el Corazón Sapiencial de María y, considerando esto, en el día de su fiesta tendremos un tema especial para nuestra meditación. Pedirle a Nuestra Señora en el momento de la comunión que nos haga puros como Ella, que nos haga sabios como Ella, que nos haga amar nuestra pequeñez, que haga que tomemos en serio y hasta las últimas consecuencias nuestra esclavitud hacia Ella (**). Que, por otro lado, recordemos su grandeza y todas las grandezas que no son nuestras, porque así la grandeza se inclina sobre nosotros y nos mira y podemos encantarnos con esta inclinación amorosa de la grandeza sobre la pequeñez. Esta es la meditación para la fiesta del Corazón Sapiencial e Inmaculado de María.
NOTAS
(*) Sobre la cuestión de la «esclavitud», en el «Tratado de la verdadera devoción a Nuestra Señora», cuando San Luis María Grignion de Montfort habla de la «esclavitud de amor a Nuestra Señora», utiliza como analogía la situación del esclavo ante su amo. Una nota al pie de página aclara el significado de los términos, y creemos que sería muy apropiado utilizarla aquí para aclarar el sentido en que el profesor Plinio utiliza el término:
«La ley natural, la ley mosaica y las leyes modernas no reconocen tal derecho, salvo por mandato especial del soberano Señor de la vida y de la muerte. El bienaventurado se sitúa aquí simplemente desde el punto de vista de los hechos, según las leyes civiles de los países en los que vigoraba la esclavitud (cf. Secret de Marie, ítem 70). Abstrayéndose de la moralidad del acto, su objetivo es mostrar, con un ejemplo, la total dependencia de la que habla». (Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, de San Luis María Grignion de Montfort; Capítulo II; Artículo II: «Pertenecemos a Jesucristo y a María en calidad de esclavos». Editorial VOZES Ltda – Petrópolis – RJ; VI edición, pág. 76).
(**) El profesor Plinio se refiere a la «Esclavitud de amor a Nuestra Señora», cf. doctrina y método de San Luis María Grignion de Montfort. Para más detalles sobre este concepto, véase el artículo «Obedecer para ser libre», publicado en el diario «Folha de São Paulo» el 20 de septiembre de 1980, o la recopilación de escritos del Prof. Plinio sobre San Luis Grignion en la sección «Especial» de este sitio web.