Jacinta y Francisco (20/2): una obra prima de Nuestra Señora de Fátima

por Plinio Corrêa de Oliveira

 

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De la izquierda a la derecha: Lucia, Francisco y Jacinta

“La verdadera directora espiritual de Jacinta, Francisco y Lucía fue esencialmente la Virgen”, escribe el P. Demarchi. La benévola Señora de la Cova da Iria asume el encargo de realizar esta obra prima y, como no podría dejar de serlo, la llevó a cabo con total éxito. De sus manos surgieron tres ángeles revestidos de carne que, al mismo tiempo, eran tres auténticos héroes.

La materia prima era de una plasticidad admirable, ¿y qué decir de la artista? En su escuela los tres pequeños pastores dieron en poco tiempo pasos de gigante en el camino de la perfección. En ellos se realizaron textualmente las palabras de un gran devoto de María, San Luis María Grignion de Montfort. Este afirma que en la escuela de la Virgen el alma progresa más en una semana que en el curso de un año fuera de ella.

De hecho, la pedagogía de la Madre de Dios no tiene paralelo. En dos años la Virgen Santísima consiguió elevar a los dos hermanos –Francisco y Jacinta- a las más altas cimas de la santidad cristiana. El retrato de Jacinta diseñado por mano de Lucía es revelador. “Jacinta tenía siempre un porte serio, modesto y amable, que parecía trasmitir la presencia de Dios en todos sus actos, lo que es propio de las personas de edad avanzada y de gran virtud. No volví a ver en ella aquella excesiva ligereza y entusiasmo de los niños por los juegos infantiles”.

“No diré que los niños se acercaran a ella, como lo hacían conmigo, sobre todo porque la seriedad de su actitud era muy superior a su edad. Si un niño o un adulto decía o hacía cualquier cosa menos conveniente en su presencia, ella le reprendía diciendo: “No lo haga porque ofende a Dios Nuestro Señor, quien ya está siendo demasiado ofendido” (Del libro del P. Demarchi, “Era una Señora más brillante que el sol…”).

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Comenta el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira:

Este trecho ilustra una gracia extraordinaria, en la que se señalan diversos aspectos mayores y menores de la obra de la Virgen en relación con estos niños.

Sin embargo, debemos considerar el valor simbólico de la obra de la Virgen sobre los niños. Se engañan quienes imaginan que una obra como esta se destina sólo a los tres niños: es una obra que transformó suavemente a esos pequeños, de un momento a otro, con el simple hecho de las apariciones de la Santísima Virgen…

Aquí encontramos algo semejante al Secreto de María [enunciado por San Luis María Grignion de Montfort], es decir, una de esas acciones profundas de la gracia sobre el alma, que se desarrollan sin que la persona se de cuenta, sintiéndose cada vez más libre, más ágil en la práctica del bien, mientras que los defectos que la enredaban y ligaban al mal se disuelven paulatinamente.

Y la persona crece en el amor de Dios, en el deseo de empeñarse, en la oposición al mal. Pero, todo esto ocurre de modo maravilloso en el interior del alma, de manera que ella no emprende las grandes y metódicas batallas de la admirable ascensión al Cielo, a la virtud, a la santidad como los que combaten según el sistema clásico de la vida espiritual, sino que la Virgen los transforma de un momento a otro.

Y si la obra de la Virgen de Fátima, especialmente con esos niños llamados al Cielo, fue una obra de ese género, podemos preguntarnos si no existe en ello un valor simbólico que indica cuál será la acción de María Santísima sobre la humanidad cuando Ella cumpla las promesas hechas en Fátima…

Y, pues, si no debemos ver en esto un comienzo del Reino de María, es decir, del triunfo del Corazón Inmaculado sobre dos almas que anuncian la gran revelación de Nuestra Señora y que ayudarán mucho a las almas a acoger el mensaje de Fátima, con su sacrificio y oraciones en la Tierra y después con sus súplicas en el Cielo. Y que continúan haciéndolo.

Creo que esta observación primera conduce directamente a una deducción: si esto es así, Francisco y Jacinta son los intercesores naturales para pedir y obtener de la Santísima Virgen que inicie cuanto antes el Reino de María en nosotros, mediante esta misteriosa transformación que es el Secreto de María.

[…] Con relación a esto, sería muy importante decir una palabra sobre la relación del Mensaje de Fátima y nuestra situación. Hemos repetido con frecuencia que nuestra vida espiritual crece en la medida en que tomamos en serio que el mundo actual se encuentra en una deplorable decadencia y que se aproxima a su ruina. Además, que esta ruina significa el castigo previsto por Nuestra Señora en Fátima y que, en consecuencia, mientras más nos colocamos en esta perspectiva, tanto más nuestra vida espiritual se enfervoriza. Y que, por el contrario, cuanto más nos alejamos de esta visión, tanto más nuestra vida espiritual decae…

De modo que, por intercesión de Francisco y Jacinta, podamos decir a la Virgen: Venga a nosotros vuestro Reino, Oh Señora, pero que este vuestro Reino venga con urgencia.

(*) Traducción y difusión Acción Familia (Santiago de Chile). Sin revisión del autor.

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