¿La devoción al Inmaculado Corazón de María contradice o anula la devoción al Sagrado Corazón de Jesús?
Plinio Corrêa de Oliveira
Revista «Ave María», São Paulo, n.º 31, julio de 1943
A D V E R T E N C I A
El presente texto es una adaptación de la transcripción de la grabación de una conferencia del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira a los socios y colaboradores de la TFP, manteniendo, por lo tanto, el estilo verbal, y no ha sido revisado por el autor.
«Católico apostólico romano, el autor de este texto se somete con filial ardor a la enseñanza tradicional de la Santa Iglesia. Si, sin embargo, por lapsus, algo en él no se ajustara a esa enseñanza, desde ya y categóricamente lo rechaza».
Las palabras “Revolución y Contra-Revolución” se emplean aquí en el sentido que les da el profesor Plinio Corrêa de Oliveira en su libro Revolución y Contra-Revolución, cuya primera edición se publicó en el n.º 100 de “Catolicismo”, en abril de 1959.

Inmaculado Corazón de María de Heliópolis – Sevilla
Archicofradía del Inmaculado Corazón de María, Hermandad Sacramental y Cofradía de Nazarenos del Santo Cristo de la Misión, Nuestra Señora del Amparo, San Juan Evangelista y San Antonio María Claret
Fieles a la admirable vocación de su Beato Fundador [San Antonio María Claret], los Padres del Corazón de María (N.C.: Referencia a la Parroquia del Inmaculado Corazón de María, de los Padres Claretianos, en el barrio de Santa Cecilia en São Paulo) están realizando una intensa labor para promover el mayor número posible de consagraciones al Inmaculado Corazón de la Madre de Dios, siguiendo, por cierto, el precedente del Santo Padre Pío XII, que le consagró todo el mundo.
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Una de las características de la devoción que debemos rendir a Nuestra Señora es, sin duda, la ternura. Sin embargo, la devoción no se compone solo de ternura, de efusiones sentimentales y afectivas. Para ser sólida, es necesario que se base en conocimientos precisos, exactos y lógicos. Solo de la Verdad bien conocida puede surgir el amor duradero y sincero. La piedad debe basarse en el estudio de la doctrina católica. Es ahí donde encontrará su mejor fundamento, su verdadera raíz.
Cuando la Iglesia promueve la consagración de naciones, diócesis, familias o personas al Sagrado Corazón de Jesús o al Inmaculado Corazón de María, tiene en mente que las criaturas así consagradas formulen la resolución de pertenecer de manera particular al Corazón de Jesús o al Corazón de María, obedeciéndoles más fielmente las leyes, tomándolos más perfectamente como modelos y, recíprocamente, reciban de manera muy especial su particular y vigilante atención.
Así, la consagración no es un mero rito, una fórmula vaga, que se recita en un momento de emoción piadosa. Es ante todo un acto reflexivo, deliberado, voluntario y profundo, que implica el propósito de una integración más perfecta en la doctrina y en la vida de la Santa Iglesia Católica, que es la única forma real de pertenecer a Jesús y a María.
Es fácil comprender que este acto puede ser realizado tanto por personas de la más alta virtud como por almas que aún están dando sus primeros pasos en la vida espiritual. Para unos y otros será muy útil, porque atraerá a quienes lo hagan una protección muy especial de la Providencia y, con ello, garantías muy particulares de salvación.
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Nuestro pueblo comprende fácilmente que alguien se consagre al Sagrado Corazón de Jesús. Esta magnífica práctica ya se ha puesto en práctica con frecuencia y, gracias a Dios, son numerosas las familias que hoy se encuentran consagradas al Corazón de Jesús, con lo que manifiestan el propósito de conformar toda su existencia al Sagrado Corazón de Jesús, viviendo una vida verdaderamente piadosa y cristiana, santificando los deberes de su estado, viviéndolos con un espíritu intensamente sobrenatural y mortificado, y recomendándose especialmente, para el éxito de tales propósitos, así como para la obtención de todas las gracias, al Corazón Divino, que es la fuente por excelencia de todo bien.
Sin embargo, es menos frecuente que se comprenda entre nosotros la consagración al Inmaculado Corazón de María. Quizás no falten quienes vean en uno y otro acto cierta antinomia (oposición). ¿Cómo pertenecer al mismo tiempo a dos señores, obedecer a dos corazones? ¿No se contradirá o anulará una consagración a la otra?
Nada más inconsistente. La consagración al Inmaculado Corazón de María es un complemento de la que se hace al Sagradísimo Corazón de Jesús; no un complemento superfluo, por supuesto, sino un complemento precioso y admirable, que da a la Consagración al Corazón de Jesús una realidad y una plenitud admirables.
El Corazón de María es por excelencia el reino del Corazón de Jesús. La unión de ambos Corazones es tan perfecta que hay escritores que, por así decirlo, los funden en uno solo, refiriéndose al Corazón de Jesús y de María. Toda la piedad mariana se basa en esta verdad fundamental de que María Santísima es el canal por el que se llega a Jesús, es la puerta, la vida, el camino por excelencia, donde con mayor seguridad, rapidez y facilidad encontramos a Nuestro Señor Jesucristo. Así, la consagración al Inmaculado Corazón de María es el medio más seguro, más fácil y rápido de conseguir la consagración al Sagrado Corazón de Jesús.
De hecho, pronunciar un acto de consagración es fácil. Consagrarse sincera, seria y profundamente es mucho más difícil. Para alcanzar las condiciones necesarias para una perfecta consagración a Nuestro Señor, nada más perfecto, más seguro y útil que consagrarse a María Santísima.
El cristocentrismo consiste en tener a Nuestro Señor Jesucristo como centro de todo. Ahora bien, solo será verdadero el cristocentrismo que nos conduzca al centro por el camino verdadero. Y ese camino es Nuestra Señora.
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La consagración al Inmaculado Corazón de María es más actual que nunca. Más que nunca, el mundo, atribulado por mil vicisitudes de todo tipo, necesita un corazón maternal que se compadezca de él. Más que nunca, pues, es necesario que recurramos al Corazón de nuestra Madre, que imploremos, tocando sus fibras más sensibles, sus cuerdas más íntimas, toda su misericordia, todo su amor, toda su asistencia.
Si el Santo Padre Pío XII consagró el mundo entero al Corazón de María, imitemos su gesto, completémoslo, por así decirlo, consagrándonos sin reservas al mismo Corazón Inmaculado. Estaremos dentro de los deseos del Papa, dentro de los caminos de la Divina Providencia.