Excerptas del libro “Meu Itinerário Espiritual” – Compilação de relatos autobiográficos de Plinio Corrêa de Oliveira – Volume II – Págs. 233 – 237
¿En qué consistió lo que llamamos «la gracia de Genazzano»?
Cuando ingresé en el Movimiento Católico, leí un versículo con esta oración: «No cortes mi vida en la mitad de mis días»541.
Me pareció muy bonita esta petición. Es decir, la persona tiene un número de días determinado por la Providencia. Y la Providencia puede cortar la vida del individuo, no dándole todo lo que originalmente le había destinado, por estas o aquellas razones. Entonces el salmista pedía: «No cortéis mi vida en la mitad de mis días».
Esta oración se trasladaba, en el momento de aquella enfermedad de 1967, a lo siguiente: «No cortéis mi vida a mitad de mi obra, obra que Vos mismo me habéis dado y para la que me habéis llamado».
En ocasiones anteriores, temía mucho que una infidelidad mía pudiera llevar a la Providencia a acortar mis días542. Pero en ese momento no pensaba en eso. Fue entonces cuando recibí la llamada «gracia de Genazzano»543.
* * *
Cuando en la Congregación Mariana de Santa Cecilia comenzó a brotar la primera semilla de lo que más tarde sería la TFP, vi que se trataba de una primera renovación de mis antiguas esperanzas, que renacían del árbol que yo había plantado, pero que el soplo de la herejía progresista había tirado al suelo. Algunas frutas cayeron, algunas semillas entraron en la tierra y algo nuevo nacía. Ese algo que nacía era la TFP.
Entraban personas nuevas, se recomenzaba todo con algunos restos del grupo anterior. Y la esperanza renacía, fulgurante, para poco después volver a quedar apretada contra la pared: la cosa se rompía, caía. Y entonces parecía que Dios se apiadaba de mí y me daba otra oportunidad. Yo la aprovechaba y, una vez más, parecía morir en mis manos: el grupo (*) constituido me volvía a causar molestias, preocupaciones de todo tipo y de las más amargas.
Ante esto, se me planteaba el problema: ¿qué sentido tiene todo esto?
Esas molestias y preocupaciones produjeron en cierto momento una serie de efectos que acabaron por afectar a mi salud, de tal manera que contraje diabetes. Pero yo no me daba cuenta de que era diabético544.
Llegó un momento en que ya no podía levantarme. Tuve que llamar a los médicos, me examinaron y el resultado fue: el nivel normal de azúcar en sangre de una persona sin esta enfermedad sería igual a 100, y yo tenía 500, es decir, estaba gravemente afectado por la diabetes545. Estuve entre la vida y la muerte546.
Los médicos llegaron a la conclusión de que era necesario llevarme inmediatamente —y tenían toda la razón— al Hospital Sírio-Libanês y [como se había provocado una gangrena en mi pie derecho] amputarme. Corrí el riesgo de que me amputaran parte de la pierna hasta la rodilla. Pero, afortunadamente, no llegó a eso, y solo me amputaron parte de los dedos del pie547.
Todo esto sucedió en diciembre de 1967, cuando yo tenía 59 años548.
* * *
Algún tiempo antes de todos estos hechos, me había puesto a leer de forma incidental el libro «La Vierge Mère du Bon Conseil», de Mons. Georges F. Dillon549. Durante la lectura, experimenté un sensible consuelo.
Antes de enfermar, un amigo mío de Belo Horizonte, el Dr. Vicente Ferreira, que había viajado a Italia, tuvo la amabilidad de traerme de Genazzano una estampa que representaba el venerando cuadro de Nuestra Señora del Buen Consejo. Esa estampa me llegó en el momento de la prueba espiritual antes mencionada, que me hacía sufrir mucho más que la enfermedad física.
Estaba seguro de que mi fallecimiento, en aquellas circunstancias, supondría la ruina del esfuerzo que comenzaba a prosperar con vigor. De ahí mi estado de verdadera ansiedad ante las incertidumbres de mi situación clínica y quirúrgica.
El 16 de diciembre, otro amigo, el Dr. Martim Afonso Xavier da Silveira, me entregó la mencionada estampa en nombre del Dr. Vicente Ferreira.
Cuando la contemplé, tuve la inesperada impresión de que la figura de Nuestra Señora, sin cambiar en nada, me transmitía una dulzura maternal e inefable, y que Ella me consolaba e infundía en mi alma, no sé cómo, la convicción de que la Santísima Virgen me prometía que no moriría sin haber realizado la obra deseada. Lo cual invadió mi alma de dulzura.
Hoy conservo intacta esa convicción. Y, por la gracia de Nuestra Señora, esa obra ha prosperado admirablemente, autorizando la esperanza de que alcance su meta.

Cuando fui agraciado con la sonrisa prometedora de Nuestra Señora de Genazzano, no dije nada a los que me rodeaban. Solo mucho más tarde se lo conté a mis amigos. Dos de ellos, que me acompañaban en el hospital cuando recibí la estampa, al escuchar mi relato, dijeron que habían notado que la figura de la Madre del Buen Consejo me miraba con mucho agrado, lo que les había llamado mucho la atención. Sin embargo, no habían notado la sonrisa prometedora a la que aludí.
Gracias también a la Santísima Virgen, mi salud se recuperó de tal manera que sorprendió al cirujano. Y la segunda operación resultó innecesaria550.
* * *
En lo que respecta a la gracia de Genazzano, no tengo ninguna duda de que el factor preponderante fue lo sobrenatural. De tal manera recibí una gracia allí, cuya ocasión fue aquella imagen, que no puedo imaginar que haya sido una mera acción de un ángel ejercida sobre mí a propósito de la imagen, sino que tuvo que haber una gracia de carácter sobrenatural, sin la cual no habría sido posible un incremento en la devoción a Nuestra Señora.
Estoy seguro de que fue sobrenatural por el efecto que produjo. Porque la santificación es algo sobrenatural. Y allí mejoré un poco551.
* * *
Era mucho menos sereno antes de la gracia de Genazzano. Me hubiera gustado serlo más, pero la gracia de Genazzano me dio una mayor serenidad.
Esto se debe a que, al recibirla, tenía, en el fondo, una promesa de Nuestra Señora.
Nuestra Señora me tranquilizó con respecto a una serie de cosas malas que podrían suceder, y sé que no sucederán a pesar de ser probables.
En situaciones difíciles, espero una acción de Nuestra Señora, que siempre llega. Ella nunca ha faltado. Evidentemente, esta promesa no evita que yo sufra mucho con los acontecimientos. Estos acontecimientos me hacen sufrir de verdad.
Ustedes me dirán: «Pero, doctor Plinio, eso es una contradicción».
No lo es. Porque no sé qué cosas pueden sucederme por el camino, perjudiciales para nuestra causa. Nuestra Señora prometió que mi vocación se realizaría. Pero hay amplitud en la realización de esa vocación. Y no puedo ser indiferente a la forma en que se realiza. Y siento una profunda agonía por lo que ocurre.
Así que vivo en suspense, listo para tomar cualquier medida ante lo que sea más probable que se desate contra nuestra causa. Por lo tanto, tengo hipótesis marcadas, medidas estudiadas.
Es decir, no hay ningún misterio en ello, es una actitud común. Es lo que hago. No puede ser de otra manera, no sirve de nada ser de otra manera552.
* * *
Después de aquella gracia de Genazzano, en mi alma prevalece la convicción de que, a pesar de los vaivenes más terribles, más confusos y complicados que puedan existir, prevalecerá el designio de Nuestra Señora, que es la victoria de la Contra-Revolución.
De este modo, la primera obligación es la de mantener la tranquilidad absoluta, es decir, no permitirme ninguna duda al respecto, ya que tengo esta promesa, de la que no dudo ni por un momento que haya sido una promesa de Nuestra Señora.
Es decir, por palos y piedras, sea como sea, llegaremos a nuestro destino. Nuestra Señora no nos abandonará. Debemos entonces, con mucha confianza, afrontar todo lo que se presente553.
La estampa de Nuestra Señora de Genazzano, la mandé enmarcar y se encuentra sobre un mueble de mi habitación, frente a mi cama. La doy un ósculo por la mañana y por la noche, antes de dormir.
Por la mañana, cuando me levanto, la miro y le rezo con atención.
Por la noche, cuando me acuesto, tengo la perspectiva de dormir en presencia de esa estampa que una vez me reveló la la sonrisa de la Madre de Dios, pero también la promesa. Duermo en medio de las mayores preocupaciones, pero tranquilizado por esto.
La promesa sigue en pie y se ha confirmado no sé cuántas veces.
Llegará el momento en que todo se cumplirá. ¡Confianza!554

En Genazzano, Italia, Plinio Corrêa de Oliveira agradece a la Madre del Buen Consejo por sus 60 años de militancia católica anticomunista (septiembre de 1988).
NOTAS
(*) El grupo del «Legionario» y, posteriormente, el grupo de «Catolicismo» fueron conocidos durante mucho tiempo como el «grupo de Plinio». Solo después de muchos años, cuando la TFP se institucionalizó por completo, dejó de ser habitual esta denominación.
541 Sal. 101, 25
542 SD 16/12/88
543 SD 16/12/88
544 SD 25/4/92
545 SD 25/4/92
546 Palavrinha 29/11/90
547 SD 25/4/92
548 Declaración del Dr. Plinio, 10/5/1985
549 Desclée de Brouwer, Brujas, 1885.
550 Declaración del Dr. Plinio, 10/5/1985.
551 CM 11/11/90
552 CSN 26/8/89
553 CSN 19/1/91