La más bella Carta Pastoral colectiva publicada desde los tiempos de Pío XII

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Folha de S. Paulo, 12 de noviembre de 1979

 

Plinio Corrêa de Oliveira

 

Con fecha del 20 de marzo de este año que ya está llegando a su fin, está siendo difundido un documento que no dudo en calificar como la más bella Carta Pastoral colectiva publicada desde los tiempos de Pío XII. Solo la conocí por un ejemplar de «Cristianità» (Piacenza, Italia, octubre de 1979), que la transcribe de «La Documentation Catholique» (5/19-8-79). Se trata de un mensaje firmado por Mons. Matthew Kia Yen-Wen, arzobispo de Taipéi, por Mons. Joseph Kuo, arzobispo de Salamina y otros nueve obispos y prelados de Formosa [Taiwan]. Tan pronto como lo leí, decidí hacer un resumen para los lectores de la «Folha».

Mi espíritu bebió ese texto, límpido y cristalino, como un viajero del Sáhara —según la manida imagen— bebería de la generosa fuente encontrada en un inesperado oasis. Sí, tenía sed de oír a los obispos de la Santa Iglesia adoptar, frente al comunismo, una actitud tan principesca y gallardamente pastoral. En esta época de omisiones cobardes, de insinuaciones astutamente capitulacionistas e incluso cínicamente colaboracionistas, ¡cuánto bien hace escuchar hablar así al unísono a los obispos de toda una nación!

Pero ¿es tan hermosa esta Pastoral? ¿Camoniana [en estilo o al nivel de Camões, n.d.c.] quizás? Un poco menos, e incomparablemente más que eso. Un poco menos, porque en ella, naturalmente, no brilla la genialidad literaria. En un lenguaje elevado, noblemente sereno, fuerte, atractivo y transparente, los obispos de Formosa hacen algo incomparablemente mayor que una obra literaria. Hablan con pastoral sencillez el verdadero lenguaje de Nuestro Señor Jesucristo. ¿Qué hay más grande que esto?

* * *

Los prelados describen ellos mismos la situación en la que se encuentran. Todo Occidente ha retirado sus embajadores de Formosa. Las fuerzas estadounidenses ya no garantizan la costa de la isla contra cualquier agresión de la China comunista. Solo falta que esta se abalance sobre la víctima indefensa. Sin embargo, con una discreta palabra de «agreement» de Occidente. Y recibiendo incluso aplausos por parte de algunos dirigentes occidentales. Aplausos raros y escasos, tal vez, que ciertos medios de comunicación centristas se dispongan a destacar.

Todo régimen comunista es necesariamente malvado y usurpador. Y esto sigue siendo cierto aunque, como ocurre en Polonia, por ejemplo, se entregue a payasadas o monerías religiosas «pour épater les bourgeois». Basta con que niegue la familia y la propiedad individual para ser irreductiblemente contrario al orden natural y a la ley de Dios. Y, como tal, es intrínsecamente ilegítimo e irremediablemente desastroso.

Pero hay actitudes que el hombre tiene vergüenza (o miedo…) de tomar. Incluso un clérigo criptocomunista. O un capitalista de izquierda dispuesto a venderlo todo para enriquecerse un poco más. El «agreement» que debe abandonar Formosa a la embestida final del comunismo aún no se ha dado. Y los pocos que prestan atención al dramático asunto se encuentran en un verdadero «suspense». ¿Cuándo tendrá lugar la invasión? ¿De qué forma, hipócrita o brutal, se producirá el asalto? ¿Con qué posibles complicidades contará? ¿Qué monarca o cardenal invitará al vencedor a visitar la isla poco después, con el fin de demostrar que, en Occidente, incluso en los tronos o junto a los altares, la agresión ha encontrado complicidades diplomáticas?

* * *

En este trágico «suspense», he aquí que la voz del episcopado de Formosa dirige «a los obispos de todo el mundo, a los cristianos, a todos los hombres que aman la justicia» este mensaje, cuyos puntos principales transcribo a continuación:

«Como la mayoría de los demás gobiernos que han reconocido a Pekín, los Estados Unidos han declarado que «Formosa forma parte de China». Con esta afirmación ambigua, la «cuestión de Formosa» se convirtió en un «asunto interno» de China, cuyo único gobierno reconocido es el de Pekín. Nuestra población (de diecisiete millones de habitantes) queda así entregada, contra su voluntad, a merced de un régimen totalitario que aborrece.

«Por nuestra parte, nos negamos a convertirnos en ganado humano, en marionetas de una ideología falsa que rechazamos.

La prensa occidental se hace eco actualmente de un movimiento de «democratización» del régimen de Pekín. Nuestra experiencia, más cercana a los hechos, nos recuerda que tales movimientos aparecen con regularidad en el continente chino e indican una represión más estricta. Se llevan a cabo siguiendo la dialéctica hegeliana y siempre tienen como objetivo aumentar el dominio del régimen sobre la población.

«El proceso (de «democratización») durará todo el tiempo necesario para que la opinión pública no se sorprenda demasiado y no reaccione. Una vez en marcha, resultará irreversible (el destaque es mío).

«Al principio, se nos pide inocentemente que dialoguemos. Una triste y ya larga experiencia nos muestra que este «diálogo» conduce inevitablemente a la servidumbre total e incondicional.

¿Se puede honestamente cerrar los ojos ante lo que ocurrió en cada uno de los países de Europa del Este después de la Segunda Guerra Mundial? ¿Se puede honestamente olvidar Vietnam, donde se fueron descartando sucesivamente los acuerdos más solemnes garantizados por las grandes potencias, hasta la caída final de un pueblo que se negaba a someterse a la ideología de una minoría? ¿Se puede ignorar que los habitantes de esa región, que soportaron heroicamente treinta años de una guerra horrible e inhumana, son incapaces de soportar la opresión de esta ideología y, con un riesgo muy real para sus vidas, huyen de su patria por cientos de miles?

«Nuestra propia experiencia nacional, repetida seis veces, nos demuestra ampliamente que entreabrir la puerta al diálogo que una vez más se nos pide es, en definitiva, entregarse atado de pies y manos al interlocutor sin escrúpulos.

«En los próximos meses nos esperan «gestos fraternos», que tal vez lleguen al punto de «pedir nuestra ayuda» para la modernización de la madre patria. El fin de estos gestos es destruirnos, si los aceptamos, y volver la opinión en nuestra contra, si los rechazamos.

«Si aceptamos el contacto, se aprovecharán de ello para erosionarnos, sembrando la discordia entre nosotros. Si no lo aceptamos, esto será la «prueba» de que no somos razonables, de que rechazamos la mano tendida y de que la única solución posible es reducirnos por la fuerza.

«¿Cómo podría la opinión pública, de memoria tan corta, comprender este juego infinitamente sutil y perverso? En el primer caso, no nos considerarán dignos de ser defendidos, ya que no nos entendemos entre nosotros. En el segundo caso, se nos dirá que recogemos lo que nosotros mismos sembramos, ya que somos tan poco conciliadores.

«Nos dirigimos a todos nuestros hermanos del episcopado. Sucesores de los apóstoles, el Señor os ha confiado una responsabilidad universal. No permitáis que una parte de la humanidad, por pequeña que os parezca, sea entregada a una condición de esclavitud mental y espiritual indigna de hombres creados por Dios y salvados por la sangre de Jesucristo. Estamos en manos de Dios, y también en las de nuestros hermanos.

«Sea cual sea el resultado de nuestra iniciativa, sea cual sea el destino que los hombres nos reservan, sabemos que nada puede impedir la victoria del Señor sobre el mal».

Nota: Las negritas fueron hechas por este sítio.

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