La Medalla Milagrosa: el “estallido del estupendo movimiento ultramontano del siglo XIX”

Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, el primer gran paso hacia la remarianización del siglo XIX, preparando el gran movimiento de almas que culminó con los dogmas de la Inmaculada Concepción y de la Infalibilidad Papal.

«Santo del Día» – 27 de noviembre de 1963


A D V E R T E N C I A

El presente texto es una adaptación de la transcripción de la grabación de una conferencia del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira a los socios y colaboradores de la TFP, manteniendo, por lo tanto, el estilo verbal, y no ha sido revisado por el autor.

«Católico apostólico romano, el autor de este texto se somete con filial ardor a la enseñanza tradicional de la Santa Iglesia. Si, sin embargo, por lapsus, algo en él no se ajustara a esa enseñanza, desde ya y categóricamente lo rechaza».

Las palabras  “Revolución y Contra-Revolución” se emplean aquí en el sentido que les da el profesor Plinio Corrêa de Oliveira en su libro Revolución y Contra-Revolución, cuya primera edición se publicó en el n.º 100 de “Catolicismo”, en abril de 1959.

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Santuario de la Rue du Bac (París). Conjunto escultórico que representa la aparición de Nuestra Señora a Santa Catalina Labouré.

 

En este día [27/11], Nuestra Señora se apareció a Santa Catalina Labouré, en París, y le reveló el diseño de la Medalla Milagrosa, cuyo primer gran milagro fue la conversión, in articulo mortis, de un obispo juramentado.

blankLa Medalla Milagrosa figura una imagen de Nuestra Señora de las Gracias, tal y como se le apareció a Santa Catalina Labouré, con las manos emitiendo rayos. Esta devoción —a Nuestra Señora de las Gracias— marcó una verdadera renovación de la devoción a Nuestra Señora en Europa.

La devoción a Nuestra Señora había sido profundamente erosionada por el jansenismo, y aunque el jansenismo estaba medio moribundo alrededor de 1829, cuando tuvo lugar la aparición de la Virgen a Santa Catalina Labouré, —otras formas más radicales de la Revolución lo habían sustituido—, la devoción a Nuestra Señora dejaba mucho que desear. Creo que se puede afirmar que fue precisamente esta aparición el primer gran paso hacia la remarianización del siglo XIX, preparando el gran movimiento de almas que culminó con el dogma de la Inmaculada Concepción.

Las gracias que se propagaron por toda la Iglesia con el uso de la Medalla Milagrosa fueron asombrosas. Se convirtió en algo clásico colocar una Medalla Milagrosa al cuello o en el pecho de un enfermo impenitente, haciendo novenas y las oraciones prescritas por Nuestra Señora, y era casi seguro que la persona se convertiría. Esto además de otras gracias que Nuestra Señora comenzó a dispensar al mundo a través de esta devoción.

blankPor otra parte, esta devoción todavía está vinculada a otras dos devociones muy importantes, que sufrieron intentos jansenistas de ser enterradas: las devociones al Sagrado Corazón de Dios y al Inmaculado Corazón de María. Todos recuerdan a ese Scipione de’ Ricci (1), obispo de Pistoia y Prato que, durante el pontificado de Pío VI, es decir, antes de la Revolución Francesa, tenía en su palacio episcopal un cuadro que había mandado pintar y en el que se representaba a sí mismo rasgando una imagen del Sagrado Corazón de Jesús. Todos recuerdan el rechazo a la devoción al Sagrado Corazón de Jesús por parte de la casa de los Borbones, razón por la cual esta devoción no pudo extenderse antes de la Revolución, como debería.

En el reverso de la medalla, Nuestra Señora manda poner una M, que es su santísimo nombre, y en la base los corazones de Jesús y María, vinculando así estas tres devociones tan significativas y odiadas por los jansenistas.

blankNuestra Señora de las Gracias también presidió un hecho que tiene mucho que ver con nosotros: la conversión del judío Ratisbonne. Lo que él vio, en la famosa aparición, fue a Nuestra Señora de las Gracias. Y Nuestra Señora del Milagro, a la que veneramos, es Nuestra Señora de las Gracias, aparecida con esos atributos, en Roma, a Ratisbona. Fue allí donde obtuvimos grandes gracias durante el viaje que hicimos en la época del Concilio, y que vincularon la Iglesia de Nuestra Señora del Miracolo (Basílica de Sant’Andrea delle Fratte) a nuestra propia historia.

La devoción a Nuestra Señora de las Gracias fue, a su vez, blanco de la ofensiva antimariana, que se delineó más tarde. Como todo movimiento de piedad del siglo XIX, continuó más o menos hasta que apareció, en la década de  1920, en el pontificado de Pío XI, el movimiento litúrgico. Era el modernismo resucitado y entonces comienza la campaña de silencio sobre la devoción a Nuestra Señora y sobre todas las mil formas de devoción a Ella [N.C.: sobre este tema recomendamos vivamente a nuestros visitantes el libro «En defensa de la Acción Católica», de Plinio Corrêa de Oliveira, donde son denunciados los principales errores del neomodernismo que se infiltraban en la Iglesia.]

Con ello decayó mucho la devoción a la Medalla Milagrosa, al igual que decayó mucho la devoción de los fieles al Sagrado Corazón de Jesús, al Inmaculado Corazón de María y la devoción a Santa Teresa del Niño Jesús (devoción distinta de estas, pero que entra en la misma perspectiva espiritual).

Todo esto es, exactamente, el estallido del estupendo movimiento ultramontano en el orden filosófico, político y social, movimiento mariano e infalibilista, movimiento de devoción a los Sagrados Corazones, en el siglo pasado. Y todo esto consistió en una Contra-Revolución comandada por Pío IX, y llevada a seguir por San Pío X [N.C.: este movimiento desaguó en la proclamación de los dogmas de la Inmaculada Concepción de la Virgen y de la Infalibilidad Papal en el pontificado de Pío IX y en la condenación del modernismo (Encíclica Pascendi Dominici Gregis) en el pontificado de San Pío X.]

Esto significa que, para nosotros los católicos, esta devoción sigue teniendo toda su actualidad. Más aún, los atractivos y consolaciones que nos concedió en la Iglesia del Miracolo [La Basílica de Sant’Andrea delle Fratte] son una promesa implícita de Nuestra Señora, en el sentido de que recibiremos muchas gracias cultivando esta devoción.

Mañana, en la vigilia, es razonable que nos preparemos para esta fiesta. Teniendo en cuenta estas consideraciones que estoy dando aquí, que cada uno pida a Nuestra Señora una, dos, tres o cinco gracias que desee y que representen algo importante en su vida espiritual, quizás también en su vida temporal. Pero, al menos, una gran gracia en la vida espiritual, una de esas gracias que sean un impulso, pedirle a Nuestra Señora que nos la conceda en esa fecha.

Elegir, pedir, tratar de asistir a misa, y en la comunión pedir esa gracia y en alabanza a Nuestra Señora de las Gracias. Es así como podremos prepararnos para esta fiesta tan significativa para nosotros.

 

NOTAS

(1) Scipione de’ Ricci — Nace en Florencia el 1 de septiembre de 1741. En Roma entra en contacto con el círculo jansenista del Archetto. A instancias del gran duque Pedro Leopoldo, fue nombrado obispo de Pistoia y Prato en 1780 y tuvo la oportunidad de iniciar una profunda acción reformadora de carácter febroniano y jansenista. Convocó un sínodo diocesano en 1786, entrando en abierto conflicto con el papa Pío VI, que llegó a condenar el sínodo con la proclamación de la bula «Auctorem fidei». Tras perder el apoyo del soberano, que se convirtió en emperador con el nombre de Leopoldo II en 1790, tuvo que hacer frente a los levantamientos populares que le obligaron a huir; en 1791 renunció a la diócesis. En 1799 se sometió y se retractó de sus ideas; murió el 27 de diciembre de 1810 (Beni Ecclesiastici in Web).

 

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