La Sábana Santa: reflejo del alma de Nuestro Señor Jesucristo

La Arquidiócesis de Turín celebra todos os años, en el día 4 de mayo, la memoria litúrgica de la Sábana Santa. Así nos pareció oportuno reproducir en el día de su fiesta, esta materia del Prof. Plinio sobre la Sábana Santa.

“Santo del Día” – 10 de marzo de 1973

 

A D V E R T E N C I A

El presente texto es una adaptación de transcripción de la grabación de una conferencia del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira a los socios y cooperadores de la TFP, manteniendo, por tanto, el estilo verbal, y no ha sido corregido por el autor.
Si el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira estuviese entre nosotros, seguramente pediría una mención explícita de su voluntad filial de rectificar cualquier discrepancia con el Magisterio de la Iglesia. Es lo que hacemos aquí, con sus propias palabras, como homenaje a tan bello y constante estado de ánimo:
“Católico Apostólico Romano, el autor de este texto se somete con ardor filial a la enseñanza tradicional de la Santa Iglesia. Sin embargo, si por error se diera en él algo que no se ajustara a esa enseñanza, lo rechaza categóricamente”.
Las palabras “Revolución” y “Contrarrevolución” se utilizan aquí en el sentido que les da el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira en su libro “Revolución y Contrarrevolución”, cuya primera edición se publicó en el nº 100 de “Catolicismo”, en abril de 1959.

 

* La Sábana Santa: reflejo del Alma de Nuestro Señor

Como estamos en la Novena de la Santa Faz, me parece muy oportuno proyectar a Uds. una reproducción auténtica de la Santa  Faz, que nos envió la Madre Letícia, y que llegó con un sello del Vaticano.

La imagen frontal de la Sábana Santa en el negativo fotográfico de Giuseppe Enrie, 1931
La imagen frontal de la Sábana Santa en el negativo fotográfico de Giuseppe Enrie, 1931

Se trata del Sudario que envolvió a Nuestro Señor Jesucristo tras su muerte y que, tras una serie de sucesiones inesperadas, cayó en manos de la Casa de Saboya, que más tarde se convirtió en la casa reinante de Italia. Hoy se conserva en la capilla del antiguo palacio real de Turín, residencia de la casa de Saboya antes de la unificación de Italia, y pertenece a esa misma casa [Nota: desde 1983 pertenece al Vaticano, tras una donación de sus propietarios].

La Sábana Santa es particularmente emocionante porque nos ofrece prácticamente una fotografía de Nuestro Señor Jesucristo.

Parece que la exhalación de la Preciosa Sangre, combinada, no sé muy bien por qué medios, con sales y otros aromas con los que fue enterrado, produjo una exhalación en la Sábana Santa. Y esta exhalación de la Sábana fotografiada produce, en el negativo, una fotografía perfecta de Nuestro Señor Jesucristo. De modo que podemos verlo más o menos como si estuviéramos viendo una fotografía contemporánea.

Naturalmente la fotografía es de un muerto, de un cadáver. Y de un cadáver que pasó por indecibles tormentos antes de morir, y en el que, por tanto, algo está desfigurado. No debemos imaginar que en vida era exactamente así, era muy parecido, pero [no] con las deformaciones de la muerte y sobre todo las de un largo tormento.

En una aparición que leí, Él explicó que Su rostro se alargó, se deformó un poco, Su nariz también se comprimió por los golpes recibidos, etc., a pesar de lo cual se puede restablecer mucho de la impresión que Él podía dar.

¿Cuál es el alcance de nuestra contemplación de la Santa Faz de Nuestro Señor Jesucristo? Es que sabemos que en todo hombre el rostro es un símbolo del alma. En los hombres suele ser un símbolo que a menudo es mentiroso. Es mentiroso, no sólo porque los hombres suelen hacer una fisonomía especial para encubrir sus defectos, sino también porque, debido al pecado original, a los defectos del hombre, esta fisonomía, aunque no sea intencionadamente, es ambigua y no expresa todo lo que hay en el alma. De tal manera que una persona poco ejercitada puede no percibir en alguien el alma de la que esa fisonomía es un símbolo. Puede no percibir el valor simbólico de esa fisonomía.

Pero no era así en Nuestro Señor Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre. Como Hombre era un Hombre perfecto, el Hombre más perfecto que ha existido y existirá. De modo que su fisonomía era en realidad la expresión perfecta de su santidad insondable.

Aunque muchos de Uds. tengan la fotografía del Sacro Volto [Sagrada Faz], he pensado que sería interesante proyectarla para reavivar en nuestra memoria esta consideración tan piadosa.

 

* Una definición perfecta de la figura de la Sábana Santa: “Yo soy Aquel que es”.

La imagen frontal de la Sábana Santa en el negativo fotográfico de Giuseppe Enrie, 1931- detalle
La imagen frontal de la Sábana Santa en el negativo fotográfico de Giuseppe Enrie, 1931- detalle

Tenemos aquí, pues, tanto la fotografía del Volto [Faz] como la de la Sábana Santa en algunos de sus aspectos.

Se ve el cuerpo entero. Y se puede percibir por la proporción entre el tamaño del rostro y del cuerpo la gran estatura y la actitud majestuosa de Él. Naturalmente esta posición de los brazos ha sido puesta, un cadáver no adopta su propia posición, pero algo de Su porte muy expresivamente se dice a través de esto.

Estas manchas son manchas en la sábana, hubo incendio, hubo inundaciones, la acción del tiempo naturalmente dañó mucho la sábana, pliegues y todo más.

Aquí se ve la fisonomía mucho más de cerca, enfocada mucho más de cerca. Aquí se ve en la nariz algo de partido, de roto. Por lo tanto, no se puede ver la verdadera forma de la nariz, pero se puede ver el extraordinario parecido con las imágenes corrientes de nuestras iglesias.

Es curioso, pero no sabemos realmente cómo las imágenes actuales de nuestras iglesias acabaron siendo tan parecidas a la Sábana Santa. Porque las imágenes de los primeros siglos no muestran a Nuestro Señor con este aspecto. Después, en un momento dado, empezaron a representarlo así. Y es fácilmente reconocible por cualquiera de nosotros como Nuestro Señor Jesucristo.

Uds. observaran también que su fisonomía es algo alargada, estirada, lo que no sería del todo normal en Él.

Sin embargo, a pesar de su muerte, hay algo curioso en Él. Sólo tenía 33 años cuando murió, pero para nuestra visión de hombres de hoy, parece mucho más maduro que 33 años. Yo le daría fácilmente 45 años de edad. Nuestro Señor Jesucristo cuando murió tenía 33 años, la edad perfecta del hombre. Vivió hasta la plena madurez del hombre. Y ahí tienen Uds. la noción de una madurez absoluta.

Uds. notaran una enorme decisión y una madurez absoluta. Una persona que es plenamente consciente de todo lo que piensa, que tiene, por un lado, un juicio extremadamente maduro y, por otro, una voluntad absolutamente fuerte y decidida. Sabe lo que quiere, quiere lo que le conviene querer. Trasparece un orden absoluto, varonilidad, un dominio absoluto de sí mismo.

Pero, por encima de estas cualidades, Uds. notaran una sacralidad (*) extraordinaria. Uds. no tendrán dificultad en percibir la gran responsabilidad y seguridad en sí mismo de esta figura. Uno tiene la impresión de recordar, mirando a la Santa Faz, aquel episodio del Evangelio en el que los verdugos que estaban a punto de arrestarlo le preguntaron si era Jesús de Nazaret. Él respondió: “¡Soy yo!”. Y todos cayeron con el rostro en tierra, aquellos mismos que iban a arrestarle. Tal era su majestad, su seguridad.

Esta respuesta, “¡Soy Yo!”, recuerda la definición que Dios dio de Sí mismo a Moisés en la zarza, cuando apareció en una zarza ardiente. Moisés le preguntó quién era. Él respondió: “¡Yo soy el que soy!”. Si dijéramos que esta figura se define así: “¡Yo soy el que soy!”, estaría absolutamente definida, porque es una comunicación con el todo absoluto, una posesión del todo absoluto, una seguridad de sí mismo a través de la cual vemos que Él es la norma y la medida de todas las cosas, y que juzga, como Rey y como Dios, todas las cosas en función de Él mismo, lo cual es una verdadera maravilla.

Al mismo tiempo vislumbramos lo que podría haber de divinamente amable y afable en su mirada. Lo que podría haber de supremamente afable en el lenguaje y el timbre de su voz. Es la coexistencia de todas las virtudes, de todas las perfecciones, en todos los grados que pueden caber en la naturaleza, como reflejo de la naturaleza divina ligada a Él por la Unión Hipostática.

Por otra parte, es interesante observar la severidad de la expresión. Nuestro Señor murió víctima de un crimen atroz. El peor de todos los crímenes, el crimen de deicidio, producido y llevado a cabo por el mayor tormento que la historia haya conocido.

Si se observa esta fisonomía, se ve que Él está como un juez ante sus verdugos. Y que hay allí expresado un rechazo, un reproche, una disconformidad y una condena a los que lo mataron, lo cual es algo verdaderamente divino. Como si dijera: “¡Yo soy la Ley, Yo soy el Juez y Yo soy la Víctima! Y juzgo en estos tres títulos el crimen que se ha cometido contra Mí”. Es verdaderamente majestuoso y asombroso.

(Pregunta: ¿Tuvo Nuestro Señor luz primordial?)

* Nuestro Señor es la suma de todas las luces primordiales

Podemos decir esto: que Él es la suma de todas las virtudes y, por tanto, de todas las luces primordiales (**) posibles e imaginables, hasta un grado tan elevado que ni la mente ni el ojo humanos pueden alcanzar.

Lo que destaca —al menos para mí— como algo supremo allí es la conjunción perfectamente armoniosa de las virtudes más opuestas. Es decir, es una plenitud y conjugación de todas las virtudes.

Así Uds. tienen en Él la fuerza, la bondad, la mansedumbre; tienen en Él al mismo tiempo la cólera divina. Tienen placidez, pero también una capacidad de actuar, de tomar iniciativas que cegaría a cualquiera. Pero todo esto coexiste en Él de tal manera que es necesario analizarlo para darse cuenta. Porque uno tiene la impresión de que, al aludir a cada una de esas virtudes, casi que las desmiembra un poco, las disminuye un poco. Él es mucho más que cada una de estas cosas, Él es todo esto junto.

(Pregunta: ¿Ud. podría comentar un poco lo que hay de profundo y misterioso en Él?)

* Al mismo tiempo que Nuestro Señor tenía su atención fija en los hombres, su mente permanecía en las más altas cogitaciones

Para comprender lo que hay de profundo y misterioso en esto, debemos imaginar a Nuestro Señor diciendo a los Apóstoles: “Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, y mis caminos no son vuestros caminos”. Porque tenemos en la fisonomía de este Varón Divino la impresión de que Él está lleno de las más altas cogitaciones, y en las que vive permanentemente colocado de manera estable, y por otra parte Él es el camino. Es decir, lo que está de acuerdo con Él está bien y lo que está en desacuerdo con Él está mal.

Uno puede imaginárselo diciendo de sí mismo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”, ¡y lo es plenamente! Pero en esto hay un misterio que es propio de lo absoluto. Al menos cuando le veo, tengo la impresión de que esta prodigiosa certeza que tiene de sí mismo la comunica en todo su ser, de un modo indecible, con la naturaleza divina, con la Santísima Trinidad, y que su atención está fijada al mismo tiempo en los misterios de Dios y en los hombres entre los que se encuentra. Él es realmente el Mediador entre Dios y los hombres.

(Pregunta: ¿Cómo expresa Él la sacralidad?)

Por la enorme elevación de la que proceden todas sus cogitaciones y todas sus vías. Vienen propiamente del Cielo. Vienen de tan alto y tan elevado es Su pensamiento, las razones por las que traza sus vías son razones tan superlativamente altas y elevadas, y por otra parte Su vida es una vía tan recta, tan santa, tan perfecta que todo es sagrado en Él.

Si Ud. dijere, por ejemplo, que Él es un rey, lo rebajaría. Si dijere que es un gran orador, lo disminuiría. Todos los títulos que se pueden decir de un hombre palidecen en comparación con Él. Aunque Él es el Rey de los reyes, el Señor de señores, nadie ha sido nunca un pensador como Él, nadie ha sido nunca un orador como Él, y nadie desde ningún punto de vista puede ser comparado con Él.

Ostensión de la Santa Sábana en Turin, 1963
Ostensión de la Santa Sábana en Turin, 1963

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Sábana Santa:

rechazo y horror ante el pecado cometido

Viendo la Sábana Santa de Turín, me impresiona su rechazo y su repulsión con relación a lo que está cercano. Nuestro Señor se contempla a sí mismo, mira al Padre Eterno y sabe que a sus pies está María Santísima — cor unum et anima una (corazón y alma unidos a Él).

No veo en esos párpados cerrados el menor signo de compasión. Tengo la impresión de que se cerraron en rechazo y horror ante el pecado los hombres cometieron.

En su Santa Faz se notan las marcas de los golpes que ha recibido, su cabello está rarificado y desordenado. Él ha sido maltratado en todos los sentidos. Se nota su protesta por todo esto, pero también su dignidad.

Había dicho que el mismo Salomón, en el apogeo de su gloria, no estaba vestido tan espléndidamente como los lirios del campo (cf. Mt 6, 28-29). Yo hubiera querido decir: “¿Quién era Salomón en toda su gloria comparado con la majestad de este Rey?”. Comparados con tanta majestad, ¡qué pobres y pequeños son los lirios del campo! ¡Qué pobre y pequeño es Salomón!

Además del rechazo, veo también en esos párpados cerrados una decisión y una incompatibilidad que abren de golpe las puertas de la muerte y las traspasan. Es la matriz de la incompatibilidad total y del odio completo. Es una incompatibilidad lúcida, firme y serena con sus verdugos; un rechazo total de toda afinidad y condescendencia con sus enemigos; una posición de quien siente tal horror ante el pecado cometido que se ha hundido en un océano de horrores para rechazar legítima y dignamente a quienes participaron activa o pasivamente en la Crucifixión.

Ese es el estado de ánimo que debemos tener también nosotros.

*   *   *

Extractos de la conferencia pronunciada por el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira el 26 de enero de 1980.

Transcrito de “Catolicismo” Nº 798, abril de 2009

 


NOTAS

(*) Sacral, sacralidad: en la forma de expresarse de Plinio Corrêa de Oliveira, hay una diferencia matizada entre las palabras sagrado y sacral: sacral es lo sagrado colocado en el orden temporal o profano. La sacralidad tiene una profunda relación con las desigualdades del Universo y se basa en los siguientes principios:

a) El Universo —más aún, todo el orden del ser— es jerárquico.

b) Es insondablemente desigual de un grado a otro, e infinitamente desigual en relación con Dios.

c) El más alto, de una forma u otra, es siempre causa, modelo, señor y regente de los más bajos.

d) A título proprio, sólo Dios es causa, modelo, señor y regente de las criaturas. Por lo tanto, todas las jerarquías se refieren a Dios, que es infinitamente noble, sublime y elevado.

e) La escala de los seres es una escala cerrada, en el sentido de que lo más alto, que es Dios, toca en el último, en el ínfimo. Dios y los órdenes superiores están, de un modo u otro, presentes en los órdenes inferiores. Por tanto, no se trata de un orden roto y discontinuo, sino armónico, que se cierra a sí mismo.

Para profundizar en el tema ver (en portugués):

A INOCÊNCIA PRIMEVA E A CONTEMPLAÇÃO SACRAL DO UNIVERSO

NO PENSAMENTO DE PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA

Parte II, Capítulo 1, Ítem 8: «Sagrado» e «sacral», diferenças de matiz

(**) Luz primordial: según muchos autores espirituales, cada alma tiene una tendencia al mal más fuerte que las demás, y es ahí donde se siente tentada: el vicio capital. A la inversa, hay una tendencia maestra, que varía de una persona a otra, y que es el aspecto de Dios a que está más llamada a reflejar: la luz primordial. Por extensión, se puede hablar de la luz primordial de una familia, de una ciudad o de una región.

 

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