«Santo del Día», 2 de julio de 1963
ADVERTENCIA
El presente texto es una adaptación de la transcripción de la grabación de una conferencia del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira a los socios y colaboradores de la TFP, manteniendo por tanto el estilo verbal, y no ha sido revisado por el autor.
Si el profesor Plinio Corrêa de Oliveira estuviera entre nosotros, sin duda pediría que se mencionara explícitamente su disposición filial a rectificar cualquier discrepancia con respecto al Magisterio de la Iglesia. Es lo que hacemos aquí constar, con sus propias palabras, como homenaje a tan bello y constante estado de ánimo:
«Católico apostólico romano, el autor de este texto se somete con filial ardor a la enseñanza tradicional de la Santa Iglesia. Si, sin embargo, por lapsus, algo en él no se ajusta a esa enseñanza, desde ya y categóricamente lo rechaza».
Las palabras «Revolución» y «Contra-Revolución» se emplean aquí en el sentido que les da el profesor Plinio Corrêa de Oliveira en su libro “Revolución y Contra-Revolución“, cuya primera edición se publicó en el n.º 100 de “Catolicismo“, en abril de 1959.
La Visitación, Jean Fouquet, c. 1452-1461, pintura del Libro de Horas de Étienne Chevalier, Chantilly, Museo Condé.
La fiesta de la Visitación de Nuestra Señora está muy relacionada con el Magníficat, entonado por Ella en esa ocasión. Haré un breve comentario al respecto, satisfaciendo una petición que me fue dirigida y en homenaje a esta fiesta.
El Magníficat me parece una obra maestra del razonamiento y muestra bien cuál es el espíritu de Nuestra Señora, es decir, cuál es la estructura lógica de su espíritu. También nos muestra cómo, en el mayor transporte de alegría y entusiasmo, Ella conserva una estructura racional en lo que dice que realmente impresiona.
Es interesante observar cómo María Santísima decidió alabar los atributos de Dios, sobre todo en función del poder y la grandeza divinos.
Esto no es, ni mucho menos, propio de lo que convenimos en llamar «herejía blanca» (*), que, en lugar de dar el debido relieve a lo que se refiere a la grandeza de Dios, solo destaca lo que se refiere a la misericordia de Dios.
Es obvio que se debe alabar la misericordia divina eternamente. Es claro que sin ella no seríamos nada. Pero tampoco se debe ser unilateral y considerar exclusivamente Su misericordia, como tampoco se debe tener en cuenta solo Su grandeza. Es necesario tener en cuenta una cosa y otra.
Esto es lo que se observa en el Magníficat, que canta la grandeza, pero también describe la misericordia como una de las manifestaciones de la grandeza de Dios.
Me centro, pues, en un comentario del Magníficat sobre estos aspectos: 1) un canto eminentemente racional y estructurado, que es una verdadera tesis. Contrario, por tanto, a la «herejía blanca» que se mueve solo por las emociones; 2) un cántico en el que la consideración de la grandeza de Dios es la nota dominante, aunque con una referencia de lo más ardiente a la misericordia divina.
Un canto de oposición a las unilateralidades dulces de la «herejía blanca»
Vean el carácter de tesis que tiene el Magníficat (**). Los dos primeros versos son la tesis:
“Mi alma glorifica al Señor; y mi espíritu se regocija en Dios, mi Salvador”.
El resto son motivos. Primer motivo:
“Porque ha puesto los ojos en la bajeza de su esclava : por tanto ya desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones”.
Aquí hay una manifestación del poder de Dios. Otra razón:
“Porque ha hecho en mí cosas grandes aquel que es todopoderoso, cuyo nombre es santo”.
Él ha hecho grandes cosas en Ella y esas grandes cosas manifiestan su grandeza; y Ella entonces engrandece al Señor. Otra razón:
“Y cuya misericordia se derrama de generación en generación sobre los que le temen”.
Entonces, porque Él hizo esto y porque Su misericordia se extiende de generación en generación. Es otra manifestación de Su grandeza, de Su enorme misericordia, que se extiende de generación en generación sobre los que le temen.
Observen que es solo sobre aquellos que temen a Dios, que poseen, por lo tanto, el sentido de la grandeza de Dios y que ante esa grandeza sienten temor. Ese temor es el temor reverencial, el temor del reconocimiento de la grandeza, la santidad y la bondad de Dios.
El versículo siguiente es aún un argumento para cantar la grandeza de Dios:
“Hizo alarde del poder de su brazo: deshizo las miras del corazón de los soberbios.”
Dios es grande, no en relación con los que le temen, sino en relación con los que no le temen. En relación con estos, manifestó el poder de su brazo y dispersó a los hombres malvados, en cuyo corazón se formaban pensamientos orgullosos. Dios es grande en su capacidad de herir a los que no le temen. Aquí se manifiesta la grandeza de la ira de Dios, después de haber cantado la grandeza de la misericordia de Dios.
Vean cómo esto está equilibrado, cómo manifiesta a Dios en todos sus aspectos y siempre grande en todo. Qué diferente es esto de las unilateralidades empalagosas de la «herejía blanca», que solo considera a Dios bajo el aspecto de la misericordia, de la condescendencia, abstrayendo la manifestación de Su grandeza.
¡Y cómo está todo esto razonado! Es una tesis y luego sigue, punto por punto, los argumentos de la tesis.
Verdadera noción de humildad
Otra razón:
“Derribó del solio a los poderosos, y ensalzó a los humildes.”
Derribar del trono a los poderosos no significa, evidentemente, tomar a un hombre que está en el trono y que tiene poder, destronarlo y luego poner a los humildes en su lugar… Sería una tontería, porque esos humildes se habrían vuelto poderosos y habría que derribarlos también. Si el versículo dijera así: «Derribó del trono a los poderosos e hizo que todos fueran iguales», tendría un mal sentido, pero tendría un sentido. Pero esta forma de rueda gigante, exaltando a los humildes y derribando a los poderosos, para luego tener que derribar a los humildes que se volvieron poderosos, es absurda. Es evidente que no es así como debe entenderse.
¿Qué significa poderoso y humilde? El humilde es el que hace como Nuestra Señora en este cántico, es decir, atribuye todo a Dios, reconoce que Dios es el origen de todo bien, la fuente de todo poder y que sin su ayuda nada podemos en el orden sobrenatural y también en el orden natural. Él es el centro de todas las cosas y el Señor que manda en todo. Humildes, por ejemplo, eran los poderosos de quienes Ella descendía y de quienes también descendía Nuestro Señor. Así, el rey David, que fue un poderoso y murió en su poder, era humilde porque reconocía todo esto.
El poderoso al que se refiere en el Magníficat es aquel que no reconoce esto, que piensa que tiene poder independiente de la ayuda divina. Entonces, Dios derribó a los poderosos y elevó a los humildes. Aquí está la manifestación del poder de Dios riéndose de todo poder humano. Da poder a un humilde y este se vuelve poderoso; quita todo el poder a un hombre orgulloso que solo confía en sí mismo y este queda reducido a nada… Es la grandeza de Dios, cerca de la cual todas las grandezas humanas no son absolutamente nada.
Y prosigue:
“Colmó de bienes a los hambrientos, y a los ricos los despidió sin nada”.
A los que eran pobres, es decir, a los pobres de espíritu, a los que tienen hambre y sed de justicia, los colmó de bienes. A los que no tienen hambre y sed de justicia, que están apegados a los bienes de la tierra, los despidió empobrecidos. Es decir, los ricos no son nada para Él. Dios hace pobres a los ricos y ricos a los pobres, según su voluntad.
Otra manifestación de la grandeza de Dios: la protección que da al pueblo elegido:
“Acordándose de su misericordia, acogió a Israel su siervo según la promesa que hizo a nuestros padres, á Abraham y a su descendencia por los siglos de los siglos.”
Es decir, en lo que promete es grande, cumple su alianza hasta el final.
Nuestra Señora, Sede de la Sabiduría: ejemplo de ponderación en todo lo que reflexiona y dice
Observen cómo el Magníficat es una tesis, seguida de todos los argumentos hasta el final, y como canta de manera muy equilibrada la grandeza y la misericordia de Dios: la grandeza de Dios en su misericordia; la grandeza de Dios en su justicia; la insignificancia de todos los hombres ante Dios; y el dominio de Dios sobre todo el universo. Es el himno triunfal a la grandeza de Dios.
En el momento en que Santa Isabel se dirigió a Nuestra Señora, glorificándola, Ella mostró que se consideraba nada ante esa grandeza infinita de Dios, ¡que la cantó de manera excelente, con un fuego y un sentimiento extraordinarios! Pero sobre todo con equilibrio, en una construcción absolutamente racional, que podría compararse con una construcción de la Suma Teológica de Santo Tomás, de tal manera está articulada, profundamente reflexionada. Y esto lo compuso bajo la inspiración del Espíritu Santo, cuando fue saludada por Santa Isabel. Ahí tienen ustedes el espíritu de Nuestra Señora.
En las pocas palabras pronunciadas por Nuestra Señora y que se registran en el Evangelio, esta nota racional está presente. Por ejemplo, cuando recibió el anuncio de que debía ser la madre del Salvador, Ella respondió con una objeción de carácter eminentemente racional: ¿Cómo puede ser esto, si tengo un voto de virginidad? El ángel le dio la explicación y Ella, casi con un silogismo, respondió: «He aquí la esclava del Señor, (por lo tanto) hágase en mí según tu palabra». Es una actitud consecuente. Ella enuncia un principio y presenta la conclusión que deduce de él.
Anunciación del ángel – Fra Angelico – Museo del Prado – Madrid
Otro pasaje es cuando encontró al Niño Jesús en el Templo. La pregunta pide una explicación, es una pregunta llena de aflicción, llena de angustia: «Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo te buscábamos afligidos».
Así comprendemos como el alma católica es plena de razón, de pensamiento, es plena de densidad en todo lo que dice y hace.
Nuestra Señora, Sede de la Sabiduría, representa así el ejemplo de la razonabilidad, el ejemplo de la ponderación, el ejemplo de la mesura en todo lo que se piensa y se dice.
Analicemos el Magníficat y notaremos que en él no hay una palabra de más, no hay un pensamiento que no esté colocado en el lugar adecuado. Es una joya perfecta, en la que cada piedra está colocada en su engaste para dar una idea global del conjunto.
El Magníficat es un canto que nace de la razón. No nace de una exacerbación del sentimiento, ni de un movimiento irreflexivo, que se lanza. Y así comprendemos de manera descriptiva lo que sabemos de otra manera sobre Nuestra Señora: Ella es la Sede de la Sabiduría.
A través del Magníficat se conoce la escuela de vida espiritual según el ejemplo de Nuestra Señora
Así se comprende lo que es tener el espíritu de María y ser esclavo de María. Es buscar tener esa sabiduría, esa ponderación, esa gran estructuración de razonamientos, de ideas, de pensamientos, según corresponda a nuestro nivel intelectual, pero buscando hacer todo de manera razonable, con la razón dominada por la fe y con el sentimiento sirviendo de esclavo a la razón. De manera que vibra cuando la razón manda y deja de vibrar cuando la razón se opone. Y si en un momento dado el sentimiento no vibra con la razón, es esta la que vence y no el sentimiento.
Tenemos ahí una escuela de vida espiritual en la imitación de Nuestra Señora. Y esto lo atestigua su principal composición, que es precisamente el Magníficat.
A propósito de la Visitación, me gustaría recordar otro punto: cuando Nuestra Señora habló, San Juan Bautista, en el seno de Santa Isabel, oyó su voz y se llenó de alegría. ¿Qué santa alegría sentimos cuando escuchamos la palabra de Nuestra Señora en nuestros corazones?
Pidamos a María Santísima que, junto con las pruebas que nos concede, nos obtenga también, con las gracias alcanzadas en la fiesta de hoy, una de esas palabras interiores en las que se exulta de alegría y se tiene el valor para llevar todas las cruces y el ánimo para llegar hasta el final de la vida sufriendo por Ella.
NOTAS
(*) «Herejía blanca»: expresión utilizada por el Prof. Plinio en el sentido de «actitud sentimental que se manifiesta sobre todo en cierto tipo de piedad edulcorada y una posición doctrinal relativista que busca justificarse bajo el pretexto de una supuesta “caridad” hacia el prójimo» – cfr. «El cruzado del siglo XX – Plinio Corrêa de Oliveira», Roberto de Mattei, Ed. Civilização, Oporto, 1998, tema 7).
(**) El texto del Magníficat fue tomado de la Vulgata de D. Felix Torres Amat:
SAGRADA BIBLIA NUEVAMENTE TRADUCIDA AL ESPAÑOL E ILUSTRADA CON NOTAS
Tomo XIII – Evangelio de San Lucas
DOM FELIX TORRES AMAT.
Paris, 1836