“Santo del Día” – 28 de diciembre de 1965
A D V E R T E N C I A
Este texto es transcripción de cinta grabada con la conferencia del profesor Plinio Corrêa de Oliveira dirigida a los socios y cooperadores de la TFP. Conserva, por tanto, el estilo coloquial y hablado, sin haber pasado por ninguna revisión del autor.
Si el profesor Corrêa de Oliveira estuviera entre nosotros sin duda pediría que fuera colocada una explícita mención a su filial disposición de rectificar cualquier eventual discrepancia en relación al Magisterio inmutable de la Iglesia. Es lo que hacemos constar, con sus propias palabras, como homenaje a tan escrupuloso estado de espíritu:
“Católico apostólico romano, el autor de este texto se somete con filial ardor a las enseñanzas tradicionales de la Santa Iglesia. No obstante, si por lapso, algo en él hubiera en desacuerdo con dichas enseñanzas, desde ya y categóricamente lo rechaza”.
Las palabras “Revolución” y “Contra-Revolución”, son aquí empleadas en el sentido que se les da en el libro “Revolución y Contra-Revolución”, cuya primera edición apareció publicada en el número 100 de la revista “Catolicismo”, en abril de 1959.
Masacre de los Santo Inocentes – al fondo la Huída al Egito
BENING, Simon – Libro de Oraciones (Beatty Rosary)
c. 1530 – Chester Beatty Library, Dublin
Hoy celebramos la fiesta de los Santos Inocentes.
A este respecto, hay el siguiente comentario de D. Guéranger [L’ANNÉE LITURGIQUE]:
«Tenemos, dice [San Bernardo, en su sermón sobre esta festividad], en el bienaventurado Esteban, la obra y la voluntad del martirio; en el bienaventurado Juan, solo observamos la voluntad del martirio; y en los bienaventurados Inocentes, solo la obra del martirio».
El pensamiento es un poco complejo, pero se entiende bien.
San Esteban quiso ser mártir y lo fue. San Juan quiso ser mártir y no lo fue. Los bienaventurados Inocentes —los niños asesinados por Herodes para ver si mataba al Mesías— no quisieron ser mártires y lo fueron. Porque realmente no tenían voluntad ni entendimiento; sin embargo, fueron mártires sin quererlo.
D. Gueranger plantea el problema de si hay motivos para reconocer que estos niños son mártires. Pasa a tratar este problema:
«Pero ¿quién dudará, sin embargo, de la corona obtenida por estos niños? ¿Preguntaréis, dónde están sus méritos para merecer esa corona? Pregunten más bien a Herodes qué crimen cometieron para ser así segados. ¿Será vencida la bondad de Cristo por la crueldad de Herodes? Este rey impío pudo dar muerte a niños inocentes; ¿y Cristo no podría coronar a aquellos que murieron solo por Él?»
Aquí hay un argumento bien planteado y triunfalmente argumentado.
«Esteban habrá sido, pues, mártir a los ojos de los hombres que fueron testigos de su pasión sufrida voluntariamente, hasta el punto de que rezaba por sus perseguidores, mostrándose más sensible a su crimen que a sus propias heridas.
«Juan habrá sido, pues, mártir a los ojos de los ángeles que, siendo criaturas espirituales, vieron las disposiciones de su alma.
«Ciertamente, ¡ellos también serán tus mártires, oh, Dios!, en los que ni el hombre ni el ángel pudieron, es cierto, descubrir ningún mérito, pero que el singular favor de vuestra gracia se encargó de enriquecer».
Expresa lo siguiente: que el martirio de San Esteban lo vieron los hombres; los hombres no vieron el martirio de San Juan, porque estaba hecho todo él de una disposición interior; solo los ángeles lo vieron. Ahora bien, ¿dónde está el mérito de los Santos Inocentes? Ni siquiera los ángeles lo ven porque, en realidad, el mérito como tal no existe. Los ángeles no pueden ver lo que no existe. Entonces, es un puro acto de bondad de Dios lo que les confiere la condición de mártires, por el hecho de haber muerto por Dios. Es decir, es un acto de mera bondad gratuita de Dios. Es una especie de lenguaje así, un poco poético, pero muy bien analizado y muy bonito.
«De la boca de los recién nacidos y de los niños de pecho os ha complacido sacar vuestra alabanza. ¿Cuál es esa alabanza? Los ángeles cantaron: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”. Sin duda, se trata de una alabanza sublime, pero solo será completa cuando Aquel que debe venir haya dicho: “Dejad que los niños vengan a mí, porque el Reino de los Cielos es de los que se parecen a ellos”; paz a los hombres, incluso a aquellos que no tienen el uso de su voluntad: tal es el misterio de mi misericordia».
Aquí el pensamiento también es muy hermoso. Dice lo siguiente: «Paz a los de buena voluntad», ¿no es así? Pero la paz a los hombres de buena voluntad es algo que se da incluso a los hombres que no tuvieron voluntad. Esto es una exuberancia de la misericordia de Dios. Y por eso son santos.
Por lo tanto, tenemos una legión de inocentes que están en el Cielo y que rezan continuamente por nosotros.
Al fin y al cabo, comprendemos un poco mejor cómo el mundo lleva a cabo el plan salvador de Dios. Cuando pensamos profundamente en el enorme número de niños bautizados que mueren, que no tienen ninguna culpa, y que van directamente al Cielo, entendemos que, por ejemplo, en una gran ciudad como São Paulo, donde mueren continuamente personas pésimas, también hay cada día una serie de almas que van al cielo, santos inocentes, bautizados, que van al cielo en número creciente, a medida que crece la población.
Y así, de esta manera, comprendemos que los tronos dejados vacíos por los ángeles que pecaron siguen siendo ocupados; sobre todo si nos situamos en la escala universal e imaginamos el número de almas justas que van al cielo.
Pero lo que ocurre es que [con la reducción de]la mortalidad infantil, incluso esa posibilidad de bien se está reduciendo y se camina, cada vez más, a una situación que, al fin y al cabo, no tiene otro desenlace que la Bagarre (*). Porque si pudiéramos decir: ¡al menos los inocentes van al cielo! Pero ¡no!, se evita que el inocente muera, y, al crecer, muy probablemente irá al infierno [dada la corrupción reinante]. Entonces, incluso por ese lado, no hay más remedio que la Bagarre.
Me gustaría recordarles lo siguiente: que, en general, en nuestras familias, si tuviéramos un santo canonizado en la familia, seríamos muy devotos de ese santo. Ahora bien, resulta que en la familia de todos nosotros hay como que santos canonizados. Porque en la familia de todos nosotros —bueno, de casi todos nosotros, si no entre los hermanos, al menos entre los primos y los parientes un poco más lejanos— hay niños que murieron y fueron bautizados poco antes de morir, y que están en el cielo; y que estos niños en el cielo tienen toda la lucidez de un alma salvada y que está conviviendo con Dios cara a cara, de la que se puede tener una certeza absoluta de que está salvada —pero absoluta— y a la que hay que rezar recomendándose a sus oraciones.
De modo que ustedes, cuando tengan dificultades, recuerden a estos niños que pueden haber nacido en su familia y muerto poco después de ser bautizados y que son precisamente los patronos naturales de la familia. Y es muy razonable, muy útil, muy digno rezar entonces por estos niños para que los protejan. Aquí queda una sugerencia que encaja con el Día de los Santos Inocentes.
NOTAS
(*) “Bagarre” — Palabra francesa que significa destrucción, caos, confusión con violencia, en la jerga utilizada en el lenguaje corriente de la TFP para sintetizar los castigos profetizados por Nuestra Señora en Fátima, en 1917, en caso de que la humanidad no se convirtiera e hiciera penitencia por sus pecados. En este texto el Prof. Plinio lo utiliza como siendo la consecuencia de una tal degradación moral de la sociedad que solo se arreglaría con la interferencia salvífica de la Providencia.