“Santo del Día”, 31 de mayo de 1975
A D V E R T E N C I A
El presente texto es una adaptación de la transcripción de la grabación de una conferencia del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira a los socios y colaboradores de la TFP, manteniendo, por lo tanto, el estilo verbal, y no ha sido revisado por el autor.
«Católico apostólico romano, el autor de este texto se somete con filial ardor a la enseñanza tradicional de la Santa Iglesia. Si, sin embargo, por lapsus, algo en él no se ajustara a esa enseñanza, desde ya y categóricamente lo rechaza».
Las palabras “Revolución y Contra-Revolución” se emplean aquí en el sentido que les da el profesor Plinio Corrêa de Oliveira en su libro Revolución y Contra-Revolución, cuya primera edición se publicó en el n.º 100 de “Catolicismo”, en abril de 1959.
Fra Angélico – Coronación de la Virgen (1434-35)
Museo del Louvre – Paris
Este retablo fue ejecutado para la iglesia de Santo Domingo em Fiesole – Italia
Quería tratar con ustedes la fiesta de hoy (actualmente se celebra el día 22 de agosto), que es la fiesta de Santa María, Reina del Cielo y de la Tierra. Tanto más cuanto que el Reinado de María es algo tan trascendental, tan grande, tan ligado a la eternidad, que toda esta tormenta terrenal puede ir y venir, puede desatarse, puede resolverse, el Reinado de María permanece eternamente, sólido y resplandeciente en su gloria intrínseca, de tal manera que todas las injurias, toda la propaganda contraria no pueden nada contra él.
¿Qué es exactamente el Reinado de María? ¿Y por qué la Iglesia instituyó una fiesta del Reinado de María? (1)
La Iglesia instituyó una fiesta con dos intenciones. La primera intención es dar gloria a Dios a través de Nuestra Señora en relación con el tema de la fiesta. Así, por ejemplo, la fiesta del Corpus Christi, que celebramos hace unos días, fue instituida para dar gloria a Dios a través de Nuestra Señora, porque Nuestra Señora es la Mediadora universal, para dar gloria a Dios a través de Nuestra Señora por la institución del Santísimo Sacramento. Por el hecho de que la Iglesia ha sido adornada, enriquecida y vivificada por este admirable sacramento que llamamos Santísimo Sacramento, es decir, la Sagrada Eucaristía.
Así también la Iglesia instituyó una fiesta del Reinado de María, porque quiere dar gloria a Dios por el Reinado de María, por el hecho de que Nuestra Señora es la Reina. Entonces ella celebra, canta toda esta gloria que Dios tiene por esa razón, en un acto de amor, en un acto de culto. Y, por lo tanto, tenemos que asociarnos a esta actitud de la Iglesia.
Se fijó el 31 de mayo muy acertadamente, porque, como ustedes saben, el mes de mayo es el mes de María, y cerrar con broche de oro el mes de María —completando todos los honores que María recibió durante ese mes—, con la fiesta de Nuestra Señora Reina, es proclamarla Reina después de haber dicho todas las demás cosas en su alabanza, y, por lo tanto, proclamar su mayor gloria, por debajo de la de Madre de Dios y de los hombres, que es la de ser Reina de los hombres y esclava de Dios Nuestro Señor.
Así, la fiesta del Reinado de María tiene un alcance muy grande. La Iglesia espera de nuestras almas una alegría, una satisfacción, un homenaje, un honor a Nuestra Señora como Reina.
Luego hay un segundo objetivo, que es que cada año que pasa, esa fiesta se repite, y así la Iglesia, —que conoce la facilidad con la que el espíritu de los hombres se dispersa y piensa en cosas en las que no debería pensar—, obtiene un medio para concentrar de nuevo la atención de sus hijos sobre este hecho, sobre esta realidad: Nuestra Señora es Reina.
De ese modo, la Iglesia ha organizado a lo largo de los siglos todo el calendario católico, consagrando cada día del año al culto de varios santos, consagrando algunos días del año a algunos misterios de la religión católica, consagrando también algunos días a los títulos de gloria de Nuestra Señora.
A cada año que pasa, al llegar el 31 de mayo, la Iglesia pide a todos sus hijos que se recojan de manera especial y piensen en la realeza de Nuestra Señora, mediten en la realeza de Nuestra Señora.
Estos dos objetivos están relacionados porque nadie puede amar lo que no conoce y, por lo tanto, no puede amar la realeza de María si no la conoce. Es necesario pensar en Ella, reflexionar sobre Ella, para luego amarla.
Entonces, la concentración del espíritu, el pensamiento y la reflexión preludian y anticipan el acto de amor. La Iglesia nos pide una reflexión, una concentración y, después, un acto de amor, y con ello damos gloria a Nuestra Señora por ser Reina. Los dos fines de la fiesta están relacionados.
* Uno de los aspectos de la Iglesia que demuestran su santidad es la institución de la fiesta del Reino de María.
Uds. perciben cómo en la Iglesia —me refiero a la Iglesia verdadera, la Iglesia tradicional— todo era bello, todo estaba bien pensado, cuánta armonía, cuánta profundidad, cuánta serenidad, cuánta nobleza, cuánta fuerza había en todas las cosas de la Iglesia, hasta que sopló sobre ella el terrible torbellino del progresismo. Asimismo, Ella es Ella, es la Iglesia inmortal. Y en su espíritu, en muchos aspectos de su vida, Ella conserva esa santidad que conservará hasta el fin del mundo, porque Ella es indestructible. Uno de los aspectos de esa santidad es precisamente el mantener de la fiesta del Reino de María.
Les pregunto: ¿cuáles de ustedes en esta sala han celebrado todavía el mes de María como se hacía tradicionalmente y tienen idea de cómo era el mes de María hace 15 años, por ejemplo? Los que no lo han celebrado, levanten la mano para que me haga una idea…
Es algo tremendo, lo siento por ustedes. Pero ya no me refiero al Dr. “X”, que es casi de mi edad, sino al Dr. “Y”, al Dr. “Z” y a algunos otros que están ahí en medio, que aún alcanzaron esas fiestas que eran una verdadera maravilla.
* Descripción de las ceremonias tradicionales del mes de María: como las veía Plinio Corrêa de Oliveira
( Para una visita virtual a la iglesia aquí descripta ver “Santuário do Sagrado Coração de Jesus“)
Todas las noches, generalmente a las 19:30 —los horarios variaban un poco—, en todas las iglesias, e incluso en las capillas del campo, se celebraban ceremonias en honor a Nuestra Señora. Esta ceremonia consistía fundamentalmente en lo siguiente: las asociaciones religiosas, las hijas de María, los congregados marianos, etc., separados, las hijas de María atrás, los congregados marianos delante, y luego otras asociaciones consagradas a Nuestra Señora ocupaban por completo los bancos de la iglesia, a un lado y a otro. El sacerdote subía al púlpito —algo que creo que ustedes ya no ven, un sacerdote hablando desde lo alto del púlpito—, subía al púlpito, por supuesto, con sotana y roquete, esa especie de media túnica blanca con encajes que llevaba el sacerdote.
Desde lo alto del púlpito, el sacerdote rezaba mientras el coro cantaba el Ave María, a menudo el Ave María de Gounod. El sacerdote se arrodillaba en el púlpito, todo el pueblo se arrodillaba también, y fuera de los bancos una enorme multitud que llenaba la iglesia. Todos se arrodillaban y cantaban el Ave María para que el sacerdote predicara con mucha unción sobre Nuestra Señora. Una vez terminado el canto, el sacerdote predicaba un sermón sobre Nuestra Señora.
Al terminar el sermón, el coro comenzaba a cantar. Cantaba la letanía de Nuestra Señora, cantaba otras oraciones en alabanza a Nuestra Señora, y luego se daba la bendición del Santísimo Sacramento. El momento culminante de la ceremonia era cuando el sacerdote se volvía hacia el pueblo con ese sol con rayos de oro en la mano, dentro del cual estaba el Santísimo Sacramento, y ante todo el pueblo arrodillado daba la bendición y luego dirigía el Santísimo Sacramento a todos los lados de la iglesia. A seguir volvía hacia el altar, colocaba el ostensorio, que era como se llamaba ese sol, sobre el altar y luego se arrodillaba. Allí rezaba algunas oraciones y guardaba el Santísimo Sacramento de nuevo en el Sagrario.
Entonces el sacerdote salía y el coro cantaba, la iglesia estaba llena de incienso, porque durante la bendición del Santísimo se había usado mucho incienso para venerar al Santísimo, y el olor del incienso llenaba la iglesia.
Entonces las asociaciones religiosas se retiraban por la sacristía: primero los congregados marianos, luego las hijas de María se retiraban por la sacristía y se iban a sus casas, y aún quedaban algunas personas en la iglesia rezando. Era quizás uno de los aspectos [más] bonitos. Después, con la iglesia vacía, se oían restos de melodías sacras, restos de incienso flotando en el aire, el sacristán apagaba poco a poco las distintas luces de la iglesia, revisaba los confesionarios para ver si no quedaba ningún ladrón dentro, detrás de los altares, para preparar la iglesia para su cierre. Solo quedaban las almas afligidas, las almas recogidas ante ese altar, ante aquel altar, ora era una anciana, ora era un muchacho enorme, ora era un señor obeso que rondaba los 50 o 60 años, ora era una madre de familia de mediana edad, ora era un niño pequeño rezando, rezando junto a una imagen y pidiendo una gracia, una gracia espiritual y, a veces, también una gracia temporal.
Al final, el sacristán bajaba y, a menudo, para dar a entender que había que salir de la iglesia, en lugar de echarlos, sacudía un manojo de llaves grandes. Entonces la gente entendía que había que salir. Y solo entonces se vaciaba la iglesia. Es decir, los hijos de la Iglesia permanecían en ella todo el tiempo que podían.
Cuando terminaba la bendición, a veces eran las 21:00, a veces las 21:30, ya era relativamente tarde para la ciudad de aquella época. En las calles desiertas se podía ver a los últimos fieles que salían caminando lentamente: una señora con un bolso en la mano, más adelante un hombre con aire afligido, más adelante otro que estaba alegre, esperanzado, se dispersaban poco a poco como si fueran las últimas bendiciones de la Iglesia que se dirigían a los distintos rincones de la ciudad.
La iglesia se cerraba y sobrabaun silencio completo. Quedaba aquella torre mirando al cielo, el reloj indicando las horas, y el simbolismo de ese reloj lo diré dentro de un momento, un simbolismo precioso. Silencio a nuestro alrededor y la noche pasando, las nubes, la luna, todo pasando a la espera de la mañana siguiente, en la que la iglesia volvería a abrir sus puertas. Al amanecer, a veces se veía a muchas de las mismas personas del día anterior volver, y a veces todavía era de noche, era tan temprano que todavía era de noche, entrar en la iglesia, a veces en las frías y ventosas madrugadas de São Paulo, entrar en la iglesia que era un refugio para el alma y un refugio contra los vendavales que soplan contra el cuerpo, y comenzar entonces una ceremonia religiosa aún más augusta y solemne que la víspera. Eran las misas que comenzaban. Entonces era la vida de la Iglesia que comenzaba cuando la ciudad despertaba. ¡Era una verdadera belleza!
* El bello simbolismo del reloj en la torre de la iglesia
El simbolismo del reloj es un simbolismo hermoso. El reloj, ustedes pueden verlo en la Iglesia de Santa Cecilia, en la Iglesia del Corazón de María, sus torres tienen reloj. No es directa y principalmente para que la persona que pasa mire el reloj y vea qué hora es, accidentalmente también tiene ese propósito, pero el propósito principal es otro. Los relojes particulares, los relojes pequeños, eran menos precisos que los relojes grandes, y entonces el reloj grande servía para que todo el mundo ajustara la aguja de los relojes cambiantes. Y era el símbolo de la relación entre el pensamiento de la Iglesia y el pensamiento del hombre. El hombre ajusta su pensamiento al de la Iglesia, porque la Iglesia nunca se equivoca y él puede equivocarse, al igual que ajusta su reloj al reloj estable, que los sacerdotes mantenían puntual, de las diversas torres de la iglesia. Esa era la belleza del reloj de la iglesia.
Así podríamos analizar la vida de la Iglesia de antaño y estoy seguro de que al Dr. “X”, al Prof. “Y”, al Dr. “Z” y a algunos otros la descripción les produce una nostalgia indescriptible. El otro día hablé con D. Mayer sobre esto. Produce una nostalgia indescriptible. Podríamos analizar los diversos aspectos de la vida de la Iglesia y dejarnos llevar por ellos.
* «Espero que, en el Reino de María, desde la victoria prevista por Nuestra Señora en Fátima hasta el fin del mundo, tengamos un inmenso mes de María».
Pero ¿cómo describir a un ciego la belleza de un cuadro? Es totalmente imposible. ¿Cómo describir a un joven que no ha visto estas cosas, la belleza de estas cosas? También es más o menos imposible. Aquí se trata más bien de una expansión de la nostalgia y la esperanza, más que una esperanza, una certeza, que cualquier otra cosa. Y es la certeza de que la Iglesia Católica Apostólica Romana volverá a brillar con todos estos símbolos de su sabiduría y santidad cuando llegue el día del Reino de María (2).
En cualquier caso, el recuerdo del mes de María nos lleva a su cierre. En la clausura, el día 31, en todas las iglesias, Nuestra Señora era coronada Reina. Entonces se colocaba bien delante una pequeña construcción de madera que es artística, pero que variaba según la imaginación y el gusto del párroco y de la gente de la parroquia, pero que esencialmente consistía en un lugar muy alto donde había una imagen de Nuestra Señora rodeada de flores, y había una escalera por la que, por lo general, una niña —el sexo femenino es más delicado— llevaba una corona y con ella coronaba a Nuestra Señora Reina. Entonces, todo el pueblo se arrodillaba, el órgano tocaba a toute volée, como se dice en francés, el coro cantaba y proclamaba la realeza de Nuestra Señora.
Y entonces un grupo de personas designadas por el párroco tomaba la imagen de Nuestra Señora. El párroco iba detrás con la capa magna y daban una vuelta por las distintas naves de la iglesia con la imagen de Nuestra Señora coronada. La volvían a colocar en su trono. Después de eso venían las oraciones y terminaba el mes de María.
Todo mes de María terminaba con una enorme nostalgia. Todos desearían que el año litúrgico entero fuera un mes de María perpetuo. Y espero que cuando llegue el Reino de María así sea, y que desde la victoria de Nuestra Señora prevista en Fátima hasta el fin del mundo tengamos un inmenso mes de María, en el que todos los días se celebre a Nuestra Señora y se tenga a la vista la gloria de Nuestra Señora como Reina del Universo.
* El fundamento de la realeza de Nuestra Señora
Este recuerdo nos conmueve un poco el alma, pero debemos reflexionar sobre qué es esta realeza de Nuestra Señora y cuáles son los fundamentos de esta realeza. ¿En qué consiste ser Reina y por qué Nuestra Señora es Reina?
En primer lugar, podríamos preguntarnos lo siguiente: ¿el título de rey o reina no es un título humano, terrenal? Ahora bien, ¿no es Nuestra Señora incomparablemente más que cualquier reina? Entonces, ¿por qué llamar a Nuestra Señora Reina?
La razón es simple: según el Evangelio, a Nuestro Señor Jesucristo le preguntaron: «¿Con que, ¿tú eres rey?», y él respondió: «Tú lo dices: soy Rey» (Jn 18, 37). Es decir, quiso utilizar esta autoridad terrenal como símbolo de su poder y dar a los hombres una idea accesible para ellos de lo que es el poder del Salvador, del Redentor, aceptando la comparación con una autoridad terrenal. Si Él lo hizo es porque debe hacerse, y si debe hacerse, hagámoslo, pero apliquémoslo también a su Madre. ¿Por qué Nuestra Señora es Reina? ¿Cuál es el fundamento de la realeza de Nuestra Señora?
Nuestra Señora es Reina, porque es la Madre del Rey, es la Madre de Nuestro Señor Jesucristo, que es el Rey de todos los hombres y es Rey como Dios, es Rey como Salvador y como Redentor, es Rey como hombre. Es Rey como Dios, porque Dios es el Rey del Universo. Él salvó a la humanidad, es evidente que se convirtió en Rey de la humanidad. Él es Rey como Redentor, porque si Él compró a toda la humanidad con su Sangre infinitamente preciosa, es evidente que Él se convirtió en dueño de la humanidad. La humanidad estaba perdida, pertenecía al demonio. Él dio su Sangre infinitamente preciosa para que la humanidad no se perdiera, ¿se convirtió o no se convirtió en dueño de la humanidad? Es evidente que sí.
Él es Rey como hombre en el sentido de que nunca un hombre tuvo las perfecciones de Nuestro Señor Jesucristo. En Él, la naturaleza humana alcanzó una plenitud inimaginable. Él, como hombre, es superior a todos los hombres, por lo que manda sobre todos los hombres como Rey. Por todas estas razones, Él es Rey. De ahí la fiesta de Cristo Rey.
Ahora bien, Nuestra Señora es Reina, porque es Madre del Rey, porque conviene que un rey sea hijo de una reina, porque un rey que ama a su madre le da, aunque ella no fuera reina, todos los honores y glorias de reina. En general, el rey es hijo de una reina, pero a veces puede ocurrir que no lo sea. Por ejemplo, puede ocurrir que el rey que reinó hasta cierta época muriera y no dejara hijos, pero dejara sobrinos. La madre del nuevo rey no sería reina, sería princesa, sería cuñada del rey, no sería reina. Pero el rey, que ama a su madre, hace que todo el mundo la trate como a una reina. Ella es la madre del rey, aunque no use el título de reina, todo el mundo la trata como a una reina porque entiende que la madre del rey merece los honores de una reina, y por lo tanto es ascendida a la realeza por el hecho de ser la madre del rey.
* La grandeza y la sublimidad de la condición de Madre de Dios
Pero con Nuestra Señora la razón era mucho más profunda, Nuestra Señora fue la Virgen concebida sin pecado original, cuyas oraciones trajeron al Salvador al mundo. Había 4.000 años de separación entre Dios y los hombres. Los hombres no iban al cielo, sino que esperaban en el limbo. ¿Esperaban qué? El momento en que Nuestro Señor Jesucristo los rescatara, es decir, el momento en que Nuestro Señor Jesucristo naciera, porque Él no podía rescatarlos sin haber nacido. Pero entonces, ¿a qué esperaban? A que Dios creara a esa Virgen excepcional, de una santidad y una perfección no solo mayores que las de todos los hombres pasados, presentes y futuros, sino tan elevadas que los hombres ni siquiera podían comprender bien, ni podían entender bien cómo era esa santidad.
Que Él la creara para que de Ella naciera el Salvador. Durante 4.000 años el mundo sufrió, el mundo padeció, el mundo pagó por sus pecados, pero nada servía mientras no naciera la Virgen tan perfecta y tan pura que de Ella naciera el Salvador.
Ella nació y Ella, que no fue concebida en pecado original, tuvo uso de razón desde el primer instante de su ser. Nuestra Señora no pasó por la infancia común de las personas que son tontas cuando son niños. Nuestra Señora tuvo uso de razón desde el momento en que fue concebida, en que Ella comenzó a pensar. Y con una inteligencia sin pecado original, y por lo tanto perfecta, acumuló inteligencia desde el primer instante de su existencia por Gracias extraordinarias. Comenzó a adorar a Dios Nuestro Señor, comenzó una vida de Gracias y una vida de sacrificio que solo terminó al final de su existencia.
Y Ella, viendo el miserable estado de la humanidad, rezaba pidiendo la llegada del Mesías, pidiendo que por fin viniera el Salvador para los hombres. Y tenía tantas ganas de que viniera el Mesías, que le pedía a Dios no solo que el Salvador viniera a la tierra en sus días, sino que ella fuera la sierva de la Madre del Salvador, que conociera a la Madre del Salvador, que pudiera servirla como sierva, como criada o como esclava. Se imaginaba entrando en contacto con esa persona excepcional, sirviendo a esa persona excepcional. Pueden imaginar lo que debió ser el estremecimiento de su alma cuando se dio cuenta, cuando supo por el saludo angelical que esa persona era ella. Si ella deseaba ser la sierva de la Madre de Dios, ¿cuál fue el sobresalto virtuoso, santo y al mismo tiempo jubiloso de su alma al ver que ella era la elegida como Madre de Dios?
Pero entonces ustedes comprenden bien la perfección de su respuesta al ángel: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra». Es decir: «He sido elegida… Dios manda en mí. Hágase en mí según la palabra de Dios». Es decir, «creía que no lo merecía, creía que estaba fuera de mi alcance, pero una vez que la invitación viene de Dios, hágase en mí según vuestra palabra». En ese momento, el Espíritu Santo actuó en Nuestra Señora, y en Nuestra Señora nació Nuestro Señor Jesucristo.
* Las íntimas y elevadísimas relaciones del alma entre Nuestro Señor y Nuestra Señora
Ahora comienza entonces el hermosísimo período en el que Nuestro Señor Jesucristo vivía en María. Nuestro Señor Jesucristo fue evidentemente concebido sin pecado original, hijo de la Virgen concebida sin pecado original. Nuestro Señor Jesucristo tuvo, por lo tanto, pleno uso de su inteligencia desde el primer momento de su existencia y era Hombre Dios, era la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, unida hipostáticamente —por acción del Divino Espíritu Santo— a la carne de María.
Durante todo el tiempo de su gestación, Él vivió en Nuestra Señora y Nuestra Señora fue el sagrario en el que daba gloria al Padre Eterno. Él rezaba y Ella le daba su carne. Por el proceso bien conocido del desarrollo del niño en el claustro materno, por ese proceso Él recibía continuamente de Ella la carne y la Sangre, se desarrollaba, su Cuerpo iba adquiriendo la perfección necesaria para nacer. Pero no debemos imaginar que esta relación tan íntima entre la madre y el hijo, cuando el hijo vive en el claustro materno, fuera entre ellos dos solo una relación física, una relación corporal. Era también una relación espiritual y sobrenatural.

A medida que Nuestro Señor, del cuerpo de María, de la sangre de María, iba formando su propio Cuerpo, en esa medida se iban estableciendo relaciones cada vez más íntimas entre Él y Ella, de tal manera que en el momento en que el Verbo de Dios hecho hombre nació, es decir, vino al mundo, se completó todo un proceso de unión entre Él y Nuestra Señora, que también vino al mundo, es decir, que también llegó a su término. Y ante Nuestro Señor, a quien Ella contempló por primera vez con sus propios ojos en Belén, Ella había terminado un proceso íntimo de unión cuyo verdadero alcance solo podremos comprender en el Cielo, en la medida en que no haya en esa realidad misterios tan sublimes que superen cualquier comprensión.
* Nuestra Señora fue, de alguna manera, Reina de Nuestro Señor Jesucristo
Pero no debemos imaginar que al nacer Nuestro Señor, su unión con Ella disminuiría, al contrario, ya que Ella era cada vez más santa y cada vez más perfecta, su unión con Él se desarrollaba cada vez más, de manera que toda esa unión que se produjo durante todo el embarazo de Nuestro Señor Jesucristo, toda esta unión siguió creciendo aún más. Y Nuestra Señora tenía más unión con Él en el momento de la muerte que en cualquier otra ocasión de la vida, porque allí las relaciones entre los dos habían alcanzado un ápice mayor que las relaciones en todas las demás ocasiones.
Lo que significa lo siguiente: Nuestro Señor en Nuestra Señora, cuando vivía en Nuestra Señora, estaba en relación con Ella en una dependencia completa, como lo está el hijo en el claustro materno. Cuando un hijo vive en un claustro materno, depende de la madre para todo, no tiene voluntad propia, hace lo que la madre quiere. Nuestro Señor no iba a ser «independiente» después de nacer. Al contrario, se celebra su obediencia a sus padres, su unión con sus padres. Es decir, que Nuestra Señora fue adquiriendo una autoridad maternal cada vez mayor en relación con Nuestro Señor, hasta el momento de la muerte de Nuestro Señor, cuando terminó su vida terrenal.
Y entonces Nuestra Señora, a ese respecto, era en cierto modo Reina de Nuestro Señor. Y quien es Reina de Nuestro Señor es Reina de todo, evidentemente. Y el comienzo de la realeza de María es el poder, la autoridad que ejerció sobre Aquel que es el Poder y la Autoridad, y que conservó hasta el final de sus días, y que tiene en el Cielo.
Entonces comprendemos por qué Nuestra Señora es llamada la Omnipotencia Suplicante… [inaudible]… ella no es más que una criatura humana, y es una esclava de Dios. Pero por sus oraciones como Madre de Dios, la súplica que ella hace es omnipotente. Así, por la súplica que Ella hace, Ella es omnipotente, Ella es la Omnipotencia Suplicante. Es por voluntad de Dios que todas sus voluntades son atendidas. Aquella que siempre es atendida por Aquel que es el Rey del Universo, es, evidentemente, la Reina del Universo. La realeza de María tiene como punto de partida su realeza sobre Nuestro Señor Jesucristo.
Vemos que es una realeza que contiene todas las demás realezas, todas las alegrías, todos los derechos, etc. Su autoridad sobre la Iglesia, sobre cada católico, resulta de este hecho: Ella es la Madre de Dios y tiene esa relación con Dios. Por lo tanto, Ella es la Reina.
* Por ser la Medianera Universal, Nuestra Señora es la Reina de cada alma individualmente.
Ahora bien, ¿qué significa la realeza de María vista no desde este ángulo tan elevado, sino desde un ángulo más accesible a la consideración de todos nosotros, los hombres? ¿Qué es la realeza de María?
Quiero decir, ante todo, que si es cierto —y lo es; es una verdad de fe y desearía ardientemente que fuera dogma de fe— que todas las oraciones que hacen los hombres solo son escuchadas por Dios en la medida en que son hechas por Nuestra Señora, son enviadas por Nuestra Señora —saben ustedes que es verdad de fe que todo lo que pidieran los santos sin ser por intermediación de Nuestra Señora no lo recibirían. Pero todo lo que Nuestra Señora pide, sin que ningún santo lo pida, Ella lo recibe. Se comprende que cualquier oración que uno de nosotros haga o es transmitida por medio de Nuestra Señora o Dios Nuestro Señor la ignora—, Ella es la Medianera Universal de todas las oraciones que van a Dios. Ella es el canal de todas las gracias que Dios envía a los hombres, todas las gracias que Dios concede a los hombres lo son por medio de María. Ella es la Medianera Universal.
Es una verdad que va de la mano con la verdad de que Nuestra Señora es la Omnipotencia Suplicante.
Pero si es así, como toda mi vida está, en última instancia, dirigida por las gracias, está ritmada, está orientada según los designios de la Providencia y, por lo tanto, de acuerdo con las gracias que recibo, entonces es cierto que toda mi vida depende de Nuestra Señora y que Nuestra Señora es mi Reina, que Ella dispone de mí como quiere. Mi vida espiritual tiene a Nuestra Señora como centro. Nuestra Señora es, por tanto, Reina de cada alma individualmente.
Pueden mirar a sus compañeros y decir: «Nuestra Señora es su Reina». Pueden salir a la calle y ver a la persona más perdida, más indecorosa que pase y pensar: «Nuestra Señora es su Reina, puede que ella se haya rebelado contra Nuestra Señora, pero Nuestra Señora tiene derecho a mandar sobre ella. Y si ella, dentro de su pecado, tiene ese aspecto descompuesto, tentador, horrible, es precisamente porque se ha rebelado contra su Reina. Si no se hubiera rebelado contra la Reina, todo estaría perfectamente bien para ella».
* Nuestra Señora es también la Reina de la sociedad humana
Nuestra Señora no es solo la Reina de los Corazones, porque la invocación es esta: Regina Cordium, Reina de cada alma interiormente. Saben ustedes que en el lenguaje de las Escrituras, corazón no significa exclusivamente bondad, misericordia, aunque también significa eso, sino que significa toda la mentalidad del hombre. Nuestra Señora es la Reina de las mentalidades, de cada hombre considerado individualmente, pero Nuestra Señora es Reina de la sociedad humana.
¿Qué significa Reina de la sociedad humana? ¿Qué significa eso concretamente?
[Veamos primero qué se debe entender por sociedad humana].
Dios creó el universo, pero no lo creó al azar, Dios no hace nada al azar. Todo lo que Él hace es con cuenta, peso y medida. De tal manera, con cuenta, peso y medida que, si ustedes toman los mosquitos que ha habido desde el principio del mundo y habrá hasta el fin del mundo, no piensen que esos mosquitos son lanzados a la vida por Dios, tal como nos parecen a nosotros. Es decir, que Dios crea puñados de mosquitos y los suelta sobre la humanidad.
Pero una persona, un biólogo capaz de estudiar todos los mosquitos que ha habido, hay y habrá, se daría cuenta de que forman una colección en la que ninguno se repite, cada uno es de alguna manera diferente del otro, es que la naturaleza del mosquito se expresa completamente en la enorme variedad de mosquitos creados.
Camarones. ¿Se han imaginado alguna vez la enorme cantidad de camarones que hay en el mar? ¿La cantidad de camarones que ha habido desde el principio del mundo hasta el fin?
Recuerdo haber leído una vez un reportaje sobre una parte del polo sur en la que el hielo es menos grueso, y casi se puede percibir el paso de incontables bancos de camarones por debajo. Camarones anónimos, desconocidos para los hombres, que nacen y mueren y pasan por la tierra sin tener conciencia de sí mismos, porque ningún animal tiene conciencia de sí mismo, que vive y pasa.
Está bien. Esa inmensa cantidad de camarones forma una colección y es esa colección la que expresa la naturaleza “camarónica”, por así decirlo, en todos sus aspectos, de manera que cuando llega el turno del último camarón creado, es el punto final en relación con el primero. Se constituye una admirable serie de camarones que desaparecen, pero que permanecen en las realizaciones de Dios, permanecen en la historia del universo como una perfección que Dios hizo.
Así también los hombres deben ser vistos como una colección. Cuando todos los hombres estén en el valle de Josafat para ser juzgados, cuando formen un conjunto, verán que son una colección y que todo lo que hay de posible en la naturaleza humana ha sido expresado de alguna manera por cada hombre. De manera que en la obra de Dios faltaría algo si tal hombre —en concreto cualquiera de los señores que me están escuchando o yo—, no hubiera sido creado. Cada uno de ellos tiene un papel en un plan sublime que se revelará en el Juicio Final y que luego quedará revelado para siempre: cuál era el plan de Dios con el género humano, cuáles fueron los llamados al Cielo que lo merecieron, cuáles fueron los que fueron al Infierno.
De cualquier manera, en conjunto, los hombres pueden ser vistos en una mirada de conjunto, y el género humano se ve en su conjunto en torno a Aquel que es la expresión más perfecta del género humano y contiene y sublima todo lo que hay de bello en el género humano, que es Nuestro Señor Jesucristo, e infinitamente después de Él, inconmensurablemente antes que todos los hombres, la Madre de Nuestro Señor Jesucristo, Nuestra Señora.
Este conjunto de hombres, esta colección de hombres que hay, hubo y habrá, esta colección se llama género humano. Y dentro del género humano, no hay así un salto, género humano y luego hombres. Dios hace todo armoniosamente. Los grandes saltos no están en la regla general de la obra de Dios. El resultado es que entre el género humano y cada hombre individualmente existen los grandes grupos humanos, que son las razas. Dentro de las razas, las naciones. Dentro de las naciones, las regiones. Dentro de las regiones, las ciudades. Dentro de las ciudades, las familias. Dentro de las familias, los hombres. Es decir, forman un conjunto de grupos que conectan al hombre con el grupo supremo que es el género humano, formando así de la A a la Z la estructura de la humanidad.
¿Qué es, en este sentido, una nación? ¿Qué es un país? Es, a su vez, una especie de colección, es uno de los aspectos de la humanidad que se revela de cierta manera y que constituye una nación. Es un denominador común de todos los hombres que constituyen esa nación y que expresan una virtualidad de la naturaleza humana.
Ese todo repite de alguna manera en sí mismo lo que es el género humano. A eso se le llama una nación. Es una colección, y es como un mosaico. Es un mosaico constituido por individuos vivos, pero que tienen una proyección en la historia y que es una continuación de los que vivirán. Es precisamente esto lo que constituye, en su visión completa, la sociedad humana.
Las sociedades humanas también obedecen a Nuestra Señora o, al menos, deberían obedecerla. ¿Y cómo es una sociedad que obedece a Nuestra Señora? San Agustín lo definió perfectamente. Es una imagen magnífica de la sacralidad, el respeto, el orden, el bienestar del alma y el bienestar del cuerpo.
¿En qué consiste esa imagen? San Agustín dice que los paganos afirmaban — porque los paganos eran «mafiosos» (N.C.: en el sentido de que eran calumniadores), los paganos de su época y los paganos de la época de las persecuciones, antes de Constantino, los paganos eran muy «mafiosos»—, que la existencia de los católicos era la razón de tantos desórdenes en el mundo. Entonces San Agustín tuvo esta famosa apóstrofe: «Imaginad un reino donde el rey y los súbditos son católicos, donde los generales y los soldados son católicos, los padres y los hijos, los profesores y los alumnos son católicos y proceden de acuerdo con la doctrina católica, tendréis el orden humano perfecto». Orden de paz, orden de gloria, orden de sabiduría, orden de esplendor, orden de felicidad. Esa es la orden que nace del hecho de que todos hacen la voluntad de Dios, de hacer, por tanto, la voluntad de Nuestra Señora, que es la Reina y que quiere que se obedezca la voluntad de Dios. Esa es la descripción del género humano, digo mal, esa es la descripción de la orden humana. De esta orden humana tan completamente diferente del desorden que reina hoy en día.
¿Cuál es la razón por la que reina este desorden? En R-CR (N.C.: mención a su libro “Revolución y Contra-Revolución”) intentamos explicarlo. La humanidad rompió con Nuestro Señor Jesucristo, rompió con Nuestra Señora, rompió con la Santa Iglesia, porque solo está unido a Nuestro Señor Jesucristo y a Nuestra Señora, quien está unido a la Santa Iglesia Católica. Rompió cada vez más y a medida que el desorden fue entrando en el mundo, hasta llegar al auge del desorden en el que nos encontramos hoy.
Entonces hay quienes están llamados a restaurar ese orden, a restaurar lo que es el Reino de María, la sociedad humana haciendo la voluntad de Nuestra Señora. ¿Por qué? Porque Nuestra Señora es la Reina efectiva en cada alma y las almas le obedecen, porque Nuestra Señora es la Reina efectiva de los grupos humanos menores: familia, municipio, región. Porque Ella es la Reina efectiva de los grupos humanos soberanos: naciones. Porque Ella es la Reina efectiva del género humano. Entonces, de ahí debe nacer ese orden perfecto que algún día tiene que existir antes de que el mundo se acabe, tiene que existir en su plenitud, antes de que el mundo se acabe.
*Debemos hacer que Nuestra Señora sea Reina dentro de cada uno de nosotros para que podamos hacerla reinar sobre el mundo entero.
Entonces no miramos solo con nostalgia a las épocas católicas que fueron, sino que miramos sobre todo con esperanza a la época católica que vendrá, al Reino de María que vendrá, en el que todas las cosas serán así.
¿Pero es solo eso? ¿Debemos [vivir] con una gran nostalgia y una gran esperanza? No. Tenemos la posibilidad, cada uno dentro de sí mismo, de proclamar el Reino de María, de decir: «En mí, oh Madre mía, solo tú eres la Reina, reconozco tu derecho y trato de cumplir tus órdenes. Dame luz de inteligencia, fuerza de voluntad, espíritu de renuncia para que tus órdenes sean efectivamente obedecidas. Aunque todo el mundo se rebele y te niegue, yo te obedezco». Y en el mundo, en ese torrente de desorden, de pecado, de pus, hay un brillante puro, un brillante adamantino. Esa brillantez es el alma del joven o del hombre que dice: «En mí manda Nuestra Señora». Nuestra Señora sigue teniendo así unos enclaves en el mundo, aquellos que por la consagración se hacen sus esclavos, aquellos que por la consagración reconocen todo su poder sobre ellos y dicen: «Por muy rebelde que esté el mundo, yo me levanto y declaro: en mí Ella manda y por eso comienzo la Contra-Revolución, para que Ella mande también en los demás».
Es la realeza de Nuestra Señora vista desde dos perspectivas: en primer lugar, mandando en mí y, en segundo lugar, convirtiéndome en un soldado de la Contra-Revolución. Es decir, un hombre o, en el caso de ustedes, un joven que lucha por hacer efectiva la realeza de Nuestra Señora en la tierra.
Naturalmente, esta lucha genera oposición, porque los que detestan el Reino de María detestan a los que trabajan por el Reino de María. De ahí las calumnias, las persecuciones que sufrimos, como sufrieron los primeros católicos en la época de las catacumbas. Es el odio de los que tienen una vida diferente a la nuestra, que, por lo tanto, no pueden soportar el espectáculo de nuestra unión con Nuestra Señora. En el fondo es el odio contra Nuestra Señora, y a través de Nuestra Señora el odio contra Nuestro Señor Jesucristo.
Pero enfrentamos ese odio, sean cuales sean las circunstancias, de cualquier manera, porque sabemos que nunca podremos ser víctimas de esa batalla. Podemos desaparecer durante la batalla, pero nunca perderemos esta guerra.
Por eso me pareció más que adecuado que hoy repitamos aquí, juntos, nuestra consagración a Nuestra Señora, para afirmar su reinado sobre la TFP, y he aquí que llega en este momento [la imgen de la Virgen de Fátima que vertió lágrimas em Nueva Orleans).
(Pregunta:) ¿Podríamos hacer hoy ante la imagen de Nuestra Señora una vigilia en reparación [por los pecados que se cometen contra] la Iglesia, en defensa de la TFP, es decir, ¿en defensa de Ud.?)
Apruebo calurosamente la idea….
Las intenciones de la vigilia se han enunciado aquí hace poco: En primer lugar, en reparación por todas las ofensas que Nuestra Señora recibe hoy en día. En segundo lugar, por la pronta restauración de Su Reino con el cumplimiento de las promesas de Fátima. En tercer lugar, para defender a la TFP contra el estruendo (3) publicitario y el atentado contra la propia existencia de la TFP que está contenido en este estruendo.
* * *
Santisima Virgen Reina del Universo – Arte novohispano – anónimo
NOTAS
(1) La fiesta de Santa María, Reina del Cielo y de la Tierra, fue instituida por Pío XII en 1954 y conmemora la realeza de María y su papel en la redención y la obra de la Asunción.
En la encíclica “Ad Caeli Reginam” (A la Reina del Cielo), sobre la dignidad y realeza de María, Pío XII señalaba los siguiente: “Cristo, el nuevo Adán, es nuestro Rey no solo por ser Hijo de Dios, sino también por ser nuestro Redentor… Así, según una cierta analogía, puede igualmente afirmarse que la Beatísima Virgen es Reina, no solo por ser Madre de Dios, sino también por haber sido asociada cual nueva Eva al nuevo Adán”.
En algunos lugares, a esta efemérides se le concede el rango de fiesta, tal y como estaba establecido en el vetus ordo (ordenamiento previo al Concilio Vaticano II) por el Papa Pío XII. Después de la reforma conciliar, el día establecido para esta celebración universal pasó del 31 de mayo al 22 de agosto, con el rango de “memoria obligatoria” (Fuente: ACI Prensa).
(2) Reino de María – San Luis María Grignion de Montfort (1673-1716), en su Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, prevé la instauración en la Tierra de una era «en la que las almas respirarán a María como el cuerpo respira el aire», y en la que innumerables personas «se convertirán en copias vivientes de María» (Cap. VI, art. V). A esa era la llama Reino de María. Esta profecía se une orgánicamente con la de Nuestra Señora en Fátima. En efecto, después de predecir varias calamidades para el mundo, Ella afirmó: «Al final, mi Corazón Inmaculado triunfará».
Para profundizar en el tema, ver el artículo del Prof. Plinio en “Catolicismo”, El Reino de María, realización del Mundo Mejor.
(3) Estruendo publicitario – En el lenguaje de la TFP “estruendo publicitario” hace referencia a las campañas de difamación y calumnia que cierta prensa izquierdista movía contra la entidad, mayormente después de alguna campaña pública contra avanzos del socialismo y/u comunismo es sus varias facetas. Ver por ejemplo, “Conheceu o Brasil estrondo publicitário maior?” a respecto de la oleada de calumnias contra la TFP después de la bien sucedida campaña contra el divorcio en 1975.