… ¿sólo por Esequibo?

“Folha de S. Paulo”, 1 de julio de 1982

 

blankMe imagino un pequeño caso. Un extranjero con tierras en Brasil se sorprende al ver aparecer un termitero en algún rincón de su propiedad. Amigo del buen orden, instintivamente le desagrada todo lo que sea un bulto, una excrecencia inútil, una protuberancia sospechosa. Así que manda arrasar el termitero, mata a los insectos que escapan y entierra con tierra nueva a los que se obstinan en permanecer en el cráter. Hecho esto, se siente victorioso y feliz.

Unos días más tarde, encuentra una nueva joroba formándose en otra parte de la misma propiedad. Sorpresa. Furor. Una nueva operación para destruir la inusual y antiestética protuberancia. La misma persecución de las termitas. Otra “victoria”. Y nueva euforia.

Nuestro forastero se preguntó, sin embargo, si había alguna causa común entre los dos feos fenómenos. Recorriendo con la vista la considerable distancia que había entre ambos, y sin encontrar nada que pudiera servir de hilo conductor entre un bulto y el otro, respiró aliviado. No había nada. De hecho, ¿cómo podía haber nada entre dos termiteros tan alejados?

Como era extranjero y, además, ignorante del misterioso mundo de las termitas y los termiteros, no se daba cuenta de que las termitas también son aladas y, por tanto, pueden construir nuevos nidos a una distancia considerable de su punto de origen.

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Desde hace décadas, me entusiasma la idea de acercar nuestro país luso-americano a las naciones hermanas hispanoamericanas. Y como paso más inmediatamente practicable, el acercamiento de los pueblos ibéricos de América del Sur. Dentro de mi esfera de acción, vengo trabajando incansablemente en esta dirección. Prueba de ello es la expansión de las TFPs [Sociedades de defensa de la Tradición, Familia y Propiedad] en nuestras nueve naciones. Y no digo diez porque no tenemos una TFP en Paraguay [N.C.: este artículo es de 1982; hoy día sí, hay una pujante TFP en Paraguay]. Eso basta para decir cuánto quiero y respeto a estas naciones hermanas.

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En Brasil, la TFP divulga la carta abierta al Presidente Figueiredo en el centro de São Paulo

Así que, sin entrar aquí en el tema de la Guerra de las Malvinas, me limitaré a señalar que, colándose astutamente en el campo de los intereses internacionales de Argentina, la actividad comunista se hizo de pronto presente bajo la falaz forma de ofrecimiento de ayuda militar. Y, al mismo tiempo, los grupillos de extrema izquierda indígena, hasta entonces perseguidos y contenidos, comenzaron a mostrarse en conjuraciones en la Casa Rosada y en importantes misiones extranjeras. Si la opinión pública argentina, esclarecida por dos lúcidos y ágiles comunicados de la TFP platense, no hubiera rechazado valientemente la colaboración comunista, el pequeño reducto de termitas comunistas en tierras platenses se habría hinchado salvajemente, tratando de convertir a toda la nación en una gigantesca termita.

Pero, ¿hasta dónde podría habernos llevado que la vieja y muy simpática reivindicación argentina de las islas Malvinas fuera súbitamente reavivada por el gobierno de Galtieri, precisamente en unas circunstancias internas y externas en las que Rusia tenía las mejores oportunidades para capitalizarla?

Al menos Rusia salió del episodio como un carterista pillado con la mano en el bolsillo de su víctima. Es decir, en el acto de intervenir, por medio de presiones internas y externas, e impulsada por su expansionismo ideológico, en una nación sudamericana.

¿Podría ser que, ya en el conflicto de Beagle, los comunistas estuvieran buscando una oportunidad para montar una guerra entre Argentina y Chile, con el fin de aplicar a la situación militar surgida, un esquema similar al del asunto de las Malvinas: ofrecer armas a una de las partes beligerantes mediante enormes ventajas políticas para el elemento comunista local, con el fin de preparar el advenimiento del comunismo durante la guerra?

El primer caso —la primera termita— habría aparecido entonces en algunas islas de los mares antárticos, seguido poco después por otro en todo un archipiélago de esos mismos mares. La hipótesis tiene su coherencia…

En este caso, sin embargo, es fundamental no retroceder ante otra hipótesis, que a su vez es coherente con la anterior. Crece la tensión diplomática entre Venezuela y la ex Guayana Inglesa por las antiguas reivindicaciones de Caracas sobre el territorio del Esequibo.

La parte más débil, el gobierno de Georgetown, marxista declarado, ya ha pedido el apoyo de “Cuba”. Es decir, de Rusia. Y cuenta con el apoyo de Brasil, que tiene intereses relacionados con una carretera que nuestro país está ayudando a Guyana a construir en el territorio petrolero del Esequibo.

Pero Colombia tiene viejas reivindicaciones territoriales contra Venezuela. Y la conquista del Esequibo —reivindican sectores de Bogotá— desequilibraría la balanza de poder en esas regiones. Así que, si Venezuela ataca Guyana, Colombia probablemente revivirá su reclamo contra Venezuela. Una buena oportunidad para que Perú reavive su disputa fronteriza con Ecuador. Sobre todo, es una gran oportunidad para que Rusia intervenga en todos los conflictos con el esquema que por poco no triunfa en el caso de las Malvinas.

¿No está pues Moscú detrás de todo esto, agravando, agriando, infectando rencillas entre pueblos hermanos, que tan bien podrían resolverse pacíficamente, o posponerse a días mejores?blankVeo en el Itamaraty [Ministerio de las relaciones exteriores de Brasil] una de las instituciones más bellas y gloriosas de nuestro país, tan pobre de ellas. Por lo tanto, espero de todo corazón que la Casa de Río Branco [N.C.: el Itamaraty] sea capaz de ver el problema en su conjunto, más allá de los meros derechos e intereses de Brasil con respecto a la carretera del Esequibo. Si nuestro país se mantiene inflexiblemente al margen del diferendo guyanés-venezolano, y sólo acepta alguna tarea conciliadora en él, habrá tenido un peso tal vez decisivo en el mantenimiento de la paz en esa región. Y para evitar que los “termiteros” comunistas se extiendan peligrosamente por toda Sudamérica.

¿Merece la pena correr el riesgo de tantas calamidades por… la carretera del Esequibo?

Pero —dirá alguien— ¿puede haber algún tipo de conexión entre centros tan distantes como las Malvinas y el Esequibo? Nuestro extranjero se preguntaba lo mismo, sin saber que los habitantes de las termitas vuelan cuando se trata de establecer nuevos centros.

Si existe un vínculo entre Moscú y La Habana, entre Moscú y los mares antárticos, ¿por qué no puede haberlo entre los mares antárticos y el Caribe?

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