|
(Haga click en la foto para una explicación de la portada) |
||
|
|
|
El desinterés, la apatía y el desencanto dentro del propio PSOE Los jóvenes dan la espalda al socialismo |
|
Un año antes de las elecciones generales de 1982, el PSOE era obligado a
reconocer, en una resolución de su 29 Congreso, que
“posee una escasa militancia
proveniente de las generaciones jóvenes. (...) El Partido Socialista es,
por tanto, en la actualidad un Partido cuya militancia es mayoritariamente
vieja, pero dirigido por militantes mayoritariamente jóvenes. (...) Por
cada 155 electores jóvenes, el Partido Socialista encuadra solo a uno de
ellos como militante socialista” (Resolución
sobre Juventud in Resoluciones
— 29 Congreso del PSOE, p. 225). Un informe confidencial, debatido en
la reunión del Comité Federal del PSOE en enero de 1987, reconocía que el
partido está “todavía escasamente
representado” en el medio juvenil (“El País”, 29-1-1987).
Es asombroso cómo una organización política que no consigue arrastrar a
los jóvenes se proclame, con desenfado, el partido del futuro... Esto nos
conduce a una constatación de otra índole. Si el PSOE tropieza con esa
dificultad, pese al considerable apoyo que recibe de sectores
eclesiásticos progresistas,
ello denota a su vez la escasa influencia de estos últimos en la juventud.
En cuanto al número general de afiliados, el PSOE afirma que en enero de
1988 —pasados más de cinco años en el Poder— llegaba a
213.239. Es explicable que el secretario de Organización
del PSOE José María Benegas, se haya, lamentado de que sólo un 1,4 por 100
de los votantes del partido se haya afiliado a él (“El País”, 14-9-1987 y
“Ya”, 25-1-1988).
Por su parte, Tierno Galván era escéptico respecto al entusiasmo de los
afiliados del PSOE: “Digan lo que
digan, es un partido minoritario. Cuenta con una cifra real muy reducida
de militantes; unos cincuenta mil. Y son militantes comprometidos con el
poder” (“Diario 16”, 20-1-1986).
Habla en este mismo sentido un informe redactado por el sociólogo del PSOE
José Félix Tezanos. De los afiliados al PSOE, únicamente el 5,4 por 100
estuvieron en mesas de venta; el 8,8 por 100 participaron en caravanas de
propaganda; el 13,9 por 100 pegaron carteles.
“Estos datos revelan —según el
citado informe— regresión del
activismo más militante” (“Ya”, 18-8-1986).
Comentando dicho informe en el II Encuentro sobre el futuro del
socialismo, realizado en septiembre de 1987, Txiki Benegas señaló que en
el PSOE “predominan los componentes
de participación formal” y que el vinculo familiar es preponderante
entre los afiliados: 44,8 por 100 son hijos de un miembro del PSOE, igual
porcentaje de afiliados tiene algún hermano en el partido y 63,9 por 100
de las mujeres inscritas en sus filas son esposas de afiliados. El informe de Tezanos tiene otro dato extremadamente revelador: ¡el 35,1 por 100 de los afiliados al PSOE no conocía el nombre de ninguno de los miembros de la Comisión Ejecutiva Federal del partido! (“ABC”, 14-1-1988). |
Esta oscilación entre fuerzas políticas ecumenizadas representa un estado de transición entre el entrechoque de los antiguos antagonismos y la inmovilidad político-ideológica que se establecerá cuando el consenso relativista, pasando por oscilaciones cada vez más tenues, consiga absorber incluso las vagas diferencias ideológicas aún existentes. Un ejemplo nos ayudará a comprender mejor esta situación. Un vehículo sólo puede adquirir una gran velocidad sin riesgo de volcar si, además del movimiento que lo impulsa, tiene una distribución de peso que lo haga estable. De manera análoga, en esta relación ecuménica entre las diversas opciones políticas, los que están vagamente a la derecha o en el centro, pero permanecen inertes, representan el peso y la estabilidad; la izquierda, el movimiento. Las posiciones que representan el peso y la estabilidad hacen posible a la izquierda cumplir su cometido, pues evitan que el verdadero antisocialismo se defina y pueda transformarse en una fuerza victoriosa capaz de cortar el paso a la neorrevolución. Se va caminando hacia una situación en la que las diferencias políticas quedarán reducidas a las existentes entre los espíritus más lentos y los más intuitivos y apresurados. Estas diferencias de modos de ser subsistirán incluso en una sociedad homogéneamente relativista.
Por otro lado, todos los esfuerzos de adaptación al secularismo y promoción del consenso por parte de la mayoría de la Jerarquía eclesiástica han caído también en el vacío. El propio arzobispo de Oviedo, monseñor Gabino Díaz Merchán, reconoció cuando era presidente de la Conferencia Episcopal que nunca se predicó tanto y, sin embargo, “la falla de comunicación real entre nuestros documentos y el pueblo cristiano es una realidad lamentable que preocupa a los obispos españoles. (...) No ha sido infrecuente oír quejarse a cristianos, de signo más conservador o de signo progresista —que en esta actitud son muy similares—, indignados por el silencio de los obispos o por el contenido de nuestros escritos”. Agrega aún que “es forzoso reconocer que nuestros escritos tropiezan en la Iglesia con actitudes de resistencia, o al menos de indiferencia, que constituyen un serio problema eclesial de base” [15]. A su vez, la Oficina de Estadística y Sociología del Episcopado constata que en los años del post-Concilio se ha producido una impresionante disminución de la práctica religiosa entre los católicos españoles y que actualmente sólo un 30 por 100 asisten a la Misa dominical [16].
El suelo social parece faltar hoy debajo de todos los pies...
Pero, ¿cómo podía ser de otra manera?
A medida que el entrechoque del neosocialismo con las oposiciones se transforma en una mera oscilación no antagónica y que el ecumenismo relativista va absorbiendo los antiguos enfrentamientos entre derechas e izquierdas, es forzoso que la base de apoyo de la neorrevolución sea el consenso. Ahora bien, salvo circunstancias dramáticas como una guerra externa, por ejemplo, difícilmente el consenso, que de suyo es mortecino, indolente, irreflexivo y somnoliento, coincidirá con el entusiasmo. Para desarrollar un proyecto político puede constituir una inmensa base... de gelatina. Tanto más cuanto, en este caso, nace de la difusión de un relativismo ideológico y práctico, y de una irreflexión inducida.
El neosocialismo puede imponerse en una España psico-operada, pero corre también el riesgo de desaparecer en las arenas movedizas del consenso. En efecto, al cesar todo pensamiento estructurado es lógico que también se disuelva la ideología socialista, cuya solidez se fundamenta en un conjunto de raciocinios. Es verdad que el amortiguamiento del principio de contradicción en las almas le permite al neosocialismo realizar un programa como jamás conseguiría hacerlo en una España en la cual estuviese vivo el espíritu polémico. Pero dentro del propio PSOE hay sectores para los que está igualmente claro que, siguiendo ese camino, todas las ideologías tenderán a desaparecer, lo cual abre perspectivas de un futuro incierto, que la mayoría de los socialistas de base no esperaban...*
* Esta dificultad de adaptación de ciertas bases socialistas a los nuevos rumbos transluce en la insistencia con que los dirigentes del partido hablan de la necesidad del gradualismo, de abandonar la rigidez de los dogmas marxistas clásicos, de dar preponderancia a los cambios socio-culturales tranquilos sobre las reformas políticas y económicas, etc. Es decir, los actuales dirigentes del PSOE se ven obligados a mostrar demasiado las cartas del juego neorrevolucionario para persuadir a sus bases de la eficacia de esa nueva estrategia adoptada, ya que la transición del socialismo duro y polémico al socialismo sinuoso y ecumenista fue muy apresurada, pese a los incontables cuidados. La mentalidad del PSOE, versión 1936, continuó mareando al partido hasta el ascenso de la corriente felipista, entre 1974 y 1979.
Es explicable, entonces, que los sectores obreros del socialismo exijan reformas económicas y políticas tangibles e inmediatas pero los dirigentes del partido saben que la aplicación drástica de esas reformas les conduciría a un rotundo fracaso. Señal de esta tensión entre los sectores obreros y los dirigentes neosocialistas es la renuncia del secretario general de la Unión General de Trabajadores (UGT) Nicolás Redondo, y del sindicalista Antón Saracíbar a su escaño en el Congreso como diputados del PSOE en octubre de 1987 (cfr. “El Socialista”, 31-10-1987). A su vez, el número de afiliados del partido no pertenecientes a la UGT ha aumentado substancialmente y constituyen hoy el 46,4 por 100, según el informe del sociólogo socialista Félix Tezanos (cfr. “ABC”, 14-1-1988).
Por otra parte, es inevitable plantear una cuestión grave y delicada. Desde el punto de vista de los principios democráticos que el PSOE dice defender, ¿cuál es la legitimidad de su proyecto neorrevolucionario? La democracia del consenso se va identificando cada vez más con una democracia inauténtica, la democracia de la no-discusión, de la no-reflexión, de la inercia y de la apatía. ¿Puede afirmarse en esas condiciones que la opinión pública conoce los objetivos y métodos de la neorrevolución descritos en este libro? La mayoría de los que han votado al PSOE, ¿tendrán por lo menos una noción genérica al respecto? Es como para dudar de ello, cuando más del 30 por 100 de los afiliados no sabe ni el nombre de los integrantes de la Comisión Ejecutiva Federal [17].
Volvamos la mirada al campo no socialista. ¿Cuántos dirigentes o militantes de los partidos de oposición han tenido tiempo y condiciones de hacer un estudio cabal de la neorrevolución socialista? Los obispos, por ejemplo, absorbidos por las exigencias de sus altos cargos, ¿habrán podido realizar este estudio que envuelve, además, innumerables problemas relativos al orden temporal? La misma pregunta puede hacerse respecto a Su Majestad el Rey, solicitado por los múltiples e ineludibles deberes de su condición de Soberano*.
* Al alzar su voz de alerta con la publicación de este estudio, TFP-Covadonga manifiesta para con ellos todo su respeto y fidelidad, pues únicamente pretende señalar el peligro que les amenaza. Esperamos que esta contribución les ayude a defenderse y haciéndolo salven a España.
Si la España oficial desconoce la neorrevolución, los dirigentes socialistas, ¿no estarán conduciendo a la nación como una nave cuyos pilotos no informan a los más ilustres e importantes pasajeros del rumbo de la navegación?
Si no es así, ¿por qué los dirigentes neosocialistas no promueven un amplio debate nacional sobre su revolución asombrosa y callada, para que, dejando de ser callada, la opinión pública, dentro de las reglas del juego democrático, exprese con plena libertad su pensamiento al respecto?
Desde hace más de cinco años el PSOE gobierna a España. La neorrevolución continúa su curso asombroso pero cada vez más callado; es decir, los dirigentes socialistas continúan empleando las imágenes, los métodos y las estrategias destinadas a evitar que se rompa el silencio en que se envuelve la neorrevolución para poder avanzar.
a) ¿Qué se mueve debajo de la lápida del consenso?— ¿Quién sabe hoy, a ciencia cierta, cuáles son los movimientos profundos de la España psico-operada? ¿Qué tendencias instintivas —por decirlo así— de malestar o rechazo, de bienestar o aprobación se mueven por debajo de la lápida del consenso?
Nadie sabe realmente qué nostalgias del espíritu español tradicional comienzan a nacer en diversos sectores de la opinión pública. Nostalgias de convicciones sólidas, de una lógica firme, sin escamoteos; de una franqueza en el manifestarse, sin vanos temores; de una generosidad seria y capaz de llevar el desinterés hasta el heroísmo.
b) El atractivo de las imágenes distensivas y optimistas no dura indefinidamente.— La cuestión es cada vez más pertinente si se considera que la neorrevolución debe alimentar el consenso no-pensante con imágenes de la vida pública que fomenten las tendencias de los españoles a la despreocupación y a la inconsecuencia optimista. Ahora bien, el poder anestesiante de esas imágenes no tiene duración indefinida... Como todo lo que se fundamenta en la sensibilidad más que en la razón, al cabo de un cierto tiempo comienzan a desgastarse. Los constantes desafíos a los principios, instituciones, símbolos, hábitos mentales y formas de ser de la España auténtica, por mayores que sean las inyecciones tranquilizantes aplicadas al cuerpo social, van acumulando un residuo de malestar en muchos espíritus. Surge, pues, la pregunta decisiva: ¿No habrá comenzado ya ese desgaste?
c) Síntomas claros del desgaste.— No faltan indicios para opinar afirmativamente. Las protestas de los agricultores contra el agrorreformismo socialista o la destrucción de las Cámaras Agrarias; el descontento generalizado contra el sistema único de Salud; la reacción de los farmacéuticos contra su transformación en funcionarios públicos; la activa oposición a la ley de aguas en Canarias; el disgusto en diversas regiones contra la socialización encubierta de las Cajas de Ahorro; el malestar creciente contra las agresiones inmorales y blasfematorias de TVE, contra el aumento asustador del consumo de drogas, de la delincuencia; las multitudinarias manifestaciones de Barcelona y Zaragoza contra las atrocidades de la ETA, el descenso del PSOE en las últimas elecciones... Todo ello es muy significativo en materia de desgaste...
d) Del desgaste al despertar del juicio crítico.— De ahí a la adopción de opiniones más categóricas, juicios críticos más rigurosos, reflexiones más analíticas y de ahí a que se despierten las exigencias lógicas adormecidas, puede no haber más que un paso. Podrá iniciarse entonces el juicio de la razón contra la sinrazón y la crítica severa contra una modernización, que era en realidad una monstruosa transformación de la mentalidad y la fisonomía de España. Si esto sucediera viviremos situaciones difíciles de prever, que nuestros hombres públicos no podrán enfrentar con los aires optimistas y despreocupados de hoy.
e) ¿Qué dice la mirada de la España “psico-operada” y en vuelta en vendajes?— El hombre de nuestra portada, completamente vendado, al que se le han aplicado sucesivas inyecciones y se le han efectuado intervenciones quirúrgicas, no puede moverse ni explicar lo que piensa sobre las transformaciones sufridas. Es la imagen perfecta de una opinión pública enredada en las tramas, en las apariencias, en las reformas y estrategias de la neorrevolución silenciosa. Pero el diseño sugiere al lector una pregunta. Ese rostro, cuyos ojos casi no se ven, tiene en la mirada algo de trágico. No se sabe si es una resignación desesperanzada, el comienzo de una reflexión seria, o la inercia de quien ha perdido la capacidad de expresarse y la noción exacta de lo que le está sucediendo. ¿Cuál sería la primera palabra de un hombre en esas condiciones al serle quitada la venda? ¿Un vituperio? ¿Una manifestación de extrañeza? ¿Un gruñido inarticulado imposible de interpretar?...
En otros términos: si en determinado momento empieza a crecer el número de personas o grupos aislados que extrañan, que censuran, que protestan contra la tremenda transformación neorrevolucionaria, ¿qué efecto tendrá esa disconformidad sobre la España psico-operada? ¿Continuará en su apatía o se arrancará los vendajes y reaccionará, oponiéndose de alguna manera a esa modificación, y cambiando inesperadamente los rumbos de la nación? Son incógnitas de las cuales depende en buena medida la supervivencia moral de nuestra patria.
Mientras tanto, lo que puede afirmarse es que el desgaste de los alicientes engañadores de la modernización socialista —y de todo el carrusel de imágenes que ésta ha puesto en movimiento— está llamando a la puerta... Y los procesos de desgaste son quizá, entre todos los procesos psicológicos de las multitudes, los más difíciles de detener o remediar.
* * *
La neorrevolución del PSOE podría compararse, pues, a un partido de fútbol programado para jugarse ante numeroso público, pero en el que poco a poco se verifica que sólo hay movimiento en las tribunas oficiales, en las reservadas a la prensa y en algunas gradas con pequeños grupos de hinchas. La gente no ha llegado a entrar en el estadio o se ha retirado —tal vez descontenta, tal vez desinteresada—. Del mismo modo, el público permanece ajeno a la disputa en la cual los socialistas van venciendo a la dulce oposición. Es posible que, gracias a las ventajas que le ofrece el consenso ecumenista, el equipo del PSOE termine ganando el partido. Pero, ¡cuidado!... Las gradas del estadio hace tiempo que están vacías.
España se encuentra en una de las mayores encrucijadas de su Historia. La neorrevolución que el socialismo quiere hacer triunfar por medio de la monstruosa psicocirugía, es peligrosa, terriblemente peligrosa.
En efecto, ¿quién puede prever lo que ocurrirá con una nación que va siendo empujada lentamente hacia el ocaso de su mentalidad, de sus costumbres, de sus estructuras político-sociales y que ya siente moverse, como aves nocturnas, a personajes extravagantes, grupos y fuerzas de disgregación? Una fuerza revolucionaria, por poderosa que sea, por grandes que sean sus apoyos y las complicidades que encuentre, ¿puede dirigir o controlar el caos que de esto va resultando?
No hay ciencias sociales o políticas ni doctos análisis históricos, psicológicos, filosóficos o teológicos; no hay conocimientos técnicos especializados ni altos estudios teóricos o prácticos capaces de prever, a largo plazo, en una situación como la de la España actual, los rumbos de la neorrevolución. Para desvendar esta incógnita de nada valdrán discusiones teóricas entre especialistas, que serán tan estériles como esas tempestades meteorológicas de las cuales no se desprende ni una gota de agua que moje la tierra. En efecto, consideradas las cosas en profundidad, la amenaza actual no se reduce a un sistema concatenado de ideas y sus proyecciones concretas, susceptibles de ser refutadas por argumentos teóricos, sino que es también una invitación muda y elocuente a renunciar a toda idea definida y a toda acción coherente, para descender la ladera regresiva del no-pensar. Y en esa ladera acecha una serpiente, que lleva escrita en su cabeza la palabra nada. ¿Cuál es el mensaje, cuáles son las palabras capaces de neutralizar su funesto poder de fascinación sobre el espíritu de tantos españoles de hoy?
En las situaciones históricas en que acaba prevaleciendo el caos —como tiende a serlo por excelencia la que aquí hemos descrito— pierden validez los esquemas convencionales de análisis y desaparecen los puntos de referencia habituales. Los individuos, las familias y los grupos sociales quedan entonces desamparados frente a las amenazas que los envuelven. En el desmoronamiento y la confusión sólo se distinguen dos grandes clases de personas: las que se dejan arrastrar por el curso de los acontecimientos y son tragadas por la espiral del desorden, y las que reaccionan contra el caos. En estas últimas, la consideración del desmoronamiento institucional y social puede despertar impulsos espontáneos de lucidez y valor excepcionales, que nacen en zonas profundas del alma. Favorecidos por la Providencia, dichos impulsos suelen ser el punto de partida de auténticos movimientos de opinión que pueden cambiar el curso de los acontecimientos. ¿Quién podría haber previsto, por ejemplo, que del caos provocado por las sucesivas invasiones de bárbaros —que redujeron a escombros el Imperio Romano y las que devastaron más tarde el imperio carolingio— acabaría naciendo el feudalismo y el esplendor de la Cristiandad medieval?
Periodos así son generalmente los que anteceden a las grandes intervenciones de Dios en la historia. El caos, como una inmensa goma, borra lo escrito en las páginas de toda una civilización decaída, dejándolas en blanco para que, merced a una respuesta fiel y generosa a perdones y gracias sobrenaturales, los hombres puedan reescribirlas.
En tales situaciones, la salvación se encuentra latente en las tendencias profundas y legítimas de quienes sienten en sus almas la disconformidad frente al caos que avanza. Si saben mantener —en medio de la disgregación general— su fidelidad a la Ley de Dios y a la doctrina católica, si conservan la tradición viva en su interior y reaccionan, se transforman en focos de oposición al desorden. De este movimiento disperso pero convergente en la fidelidad podrán surgir, suscitados por la Divina Providencia, los héroes, los hombres geniales y los santos que lancen los cimientos de una nueva era.
¿Recorrerá España todo este trazado histórico de caos creciente y reacción salvadora? No lo sabemos. Una cosa, sin embargo, es segura: la disconformidad supone la vitalidad del juzgar y del querer, la capacidad de aceptar o rechazar, de decir sí o de decir no. ¿Dónde se encuentra esta capacidad en la España de hoy, dominada por la apatía, que no se define ante nada y que se diría dispuesta a tolerarlo todo? En otros términos: en este mar del relativismo y del tal vez que disuelve las convicciones, desvanece las opiniones y ahoga las reacciones, ¿existen todavía, dispersos, españoles del sí y del no que tengan impulsos de disconformidad capaces de determinar las oposiciones salvadoras?
Así como los mares pueden esconder riquezas insospechadas, lo mismo suele ocurrir con las sociedades humanas. ¡Hay ciertamente reservas psicológicas y morales ponderables en una nación en la que las fuerzas revolucionarias, para avanzar, tienen que confundir y adormecer!
Este libro es como una sonda, lanzada en una situación extrema, para la prospección de dichas reservas. Se dirige a los españoles, dispersos por todo el país, probablemente sin contacto entre sí, confundidos y quizá adormecidos, pero que aún son capaces de tener convicciones y juicios definidos, españoles del sí y del no, que sienten surgir en sí, en grados diversos, la legítima disconformidad con éste o aquel aspecto, o aun con el conjunto entrevisto de la revolución anarquizante y tranquila del PSOE.
¿Dónde están? ¿Los habrá entre los carlistas, falangistas, monárquicos liberales, militantes desconcertados de AP? ¿Entre los regionalistas sorprendidos por la irrupción del separatismo o entre quienes están vinculados a la vida rural, que sienten su modo de vida, sus tradiciones o sus propiedades amenazadas? ¿Católicos —eclesiásticos o simples fieles— alarmados con los excesos del progresismo y agredidos por el terrorismo de la obscenidad y de las blasfemias? ¿Padres de familia asustados por el avance de la corrupción moral y de la droga, o por la educación laica y libertaria que amenaza a sus hijos? ¿Integrantes de las Fuerzas del Orden, que ven caer a sus jefes o compañeros víctimas de cobardes emboscadas, mientras crece asustadoramente la delincuencia? ¿Los habrá entre los jueces, notarios, abogados, médicos, profesores, gentes de saber y de esfuerzo, golpeados por la degradación del imperio de la ley y la marcha insensata de los acontecimientos, y a quienes su ciencia ya no les explica lo que está ocurriendo? ¿O entre comerciantes e industriales, que sienten la precariedad de las circunstancias en que desarrollan sus actividades? ¿O entre los obreros que análogamente sienten la inestabilidad de sus condiciones de vida y de trabajo? No lo sabemos.
Tal vez la disconformidad crezca en sectores ya no vinculados específicamente a la España conservadora y tradicional, como los que viven aislados en nuestras grandes ciudades y que rechazan la incoherencia del mundo en decadencia, pero temen el desorden sórdido y vulgar que les amenaza. Esa disconformidad quizá nazca en las nuevas generaciones que no vivieron los horrores y sufrimientos de la guerra y que son insensibles a la acción inhibitoria del nunca más y al miedo obsesivo de cualquier polémica. Son muchos los jóvenes que, viendo por una parte emergir de la postmodernidad y del rock duro la degradación que pretende arrastrarlos y, por otra, la mediocridad y confusión en que el consenso relativista va sumergiendo a España, comienzan a preguntarse si no hay para esa falsa alternativa una respuesta válida que provenga de la tradición, y si no fue un error el haber abandonado los ideales de la España hidalga y caballeresca, de la España del sí y del no, de la España auténticamente católica.
El futuro lo dirá.
TFP-Covadonga forma parte de este conjunto disperso de la España del sí y del no, en la cual laten impulsos legítimos de disconformidad. Auscultamos nuestros propios impulsos profundos de rechazo, como católicos y españoles, a este caos sui géneris que va invadiendo y desmontando lenta y gradualmente mentalidades, ambientes e instituciones, sin destruir todavía las formas o apariencias externas. Verificamos que nuestros movimientos de disconformidad, analizados a la luz de la razón guiada por la Fe, son ordenados y convenientes. Nos decidimos entonces a observar y estudiar, en sus partes y en su conjunto, el proceso de demolición neorrevolucionaria para describirlo a todos los españoles. Es lo que pretendemos con estas páginas.
Por eso, lector, sea usted de donde sea si siente movimientos de disconformidad ante la agonía espiritual de España, este libro fue escrito para usted. Para ayudarle a reconocer el impulso salvador que siente, mostrándole por entero el rostro de esta neorrevolución que en el fondo usted, rechaza y que se le presentaba con máscara tranquilizadora y sonriente. Pida a la Providencia que le dé fuerzas para romper el maleficio de la inercia envolvente, y despierte en usted la España que duerme.
No le pedimos que esté de acuerdo con todo lo que hemos dicho. Le pedimos simplemente que tome posición ante el panorama descrito, que se defina, que lo discuta en su propio ambiente. La verdad no teme la luz. Que su descontento se manifieste con vigor español, diga sin temor lo que piensa. Es éste el Alzamiento de las almas que proponemos. Nadie de buena fe podrá ver en él la causa de nuevos conflictos, sino las premisas de un futuro de autenticidad para España. En la medida en que las disconformidades latentes se vuelvan conscientes, y los disconformes de los más diversos medios se reconozcan, la suma de los descontentos podrá ser eficaz para hacer renacer con nuevo vigor el alma cristiana de España. Cabrá entonces a los auténticos líderes de nuestro país interpretar y dar cauce a los legítimos anhelos de una España real que habrá sabido reaccionar.
La publicación de este libro-denuncia no es, pues, como algunos podrán pensar, una crítica negativa e inútil para describir una situación sin salida. Sin embargo, no se nos pida un programa. Situaciones de esta envergadura no se resuelven con fórmulas esquemáticas. Los movimientos históricos que dieron origen a grandes épocas nacieron de la Fe y no de programas. Es necesario, ante todo, que las nobles posturas de alma puedan definirse, que los grandes ideales tomen cuerpo, que las riquezas de espíritu se manifiesten, para que más tarde surjan orgánicamente los planes. El Cid campeador no tenía otro programa sino el de expulsar a los moros. El sabía que si ese movimiento de rechazo a la dominación mahometana y de amor a España tuviese como resultado la reconquista de nuestro territorio, después florecería, renovada, la cultura y la civilización cristianas, como de hecho ocurrió.
Dando este paso, TFP-Covadonga emprende el único camino que se encuentra a su alcance. Era necesario abrir una ventana para escrutar el panorama y encontrar una solución. Este libro pretende ser esa ventana que se abre para ofrecer una explicación-piloto de la actual encrucijada española.
* * *
Nuestro deber actual está cumplido; la voz de alerta, dada. Cuando tantos dirigentes callan y la mayoría duerme, esta denuncia podrá determinar contra TFP-Covadonga —somos conscientes de ello— las formas de persecución revolucionaria más modernas. O sea, no sólo la arbitrariedad con apariencia de legalidad o el atentado violento, sino también el ataque a la reputación de quienes osaron formular la denuncia.
Podrá tomar también la modalidad de la conspiración del silencio en la cual se ahoga la voz que se levanta, aislándola y evitando un debate ideológico que despertaría a la opinión pública. Algún tiempo después, aparentemente sin relación con la denuncia, se desencadena el estruendo publicitario de una campaña difamatoria que responde a una técnica y a un objetivo definido: aniquilar al oponente incómodo, haciendo caer sobre él calumnias y tergiversaciones de orden personal, incluso las más absurdas y disparatadas, de tal manera repetidas incesantemente, que la víctima no tenga medios eficaces para desmentirlas. Podrán entonces tomarse contra el oponente medidas despóticas que antes del estruendo habrían resultado incomprensibles y políticamente impracticables.
Si aquellos a quienes incomoda la denuncia del caos revolucionario organizaran la conspiración del silencio para después promover la difamación contra TFP-Covadonga, la opinión pública queda aquí previa y formalmente avisada de su origen, su objetivo y la falta de crédito que merecerá.
Por nuestra parte, estamos dispuestos, dentro del orden y de la ley, a arrostrar todos los riesgos que sean necesarios por amor a Dios, a la Santísima Virgen y al porvenir cristiano de España.
* * *
En el momento en que el derrotismo pusilánime se apodera de tantos que, con mayores títulos que nosotros, deberían formular esta denuncia-llamamiento, TFP-Covadonga dice a los españoles disconformes: no temáis parecer inicialmente minoritarios. Todo indica que la vitalidad católica aún no ha sido completamente sofocada bajo el sopor generalizado. Por lo tanto, es el momento de la denuncia, de dar la voz de alerta que comience a despertar el principio de contradicción adormecido. Este será tonificado en la medida en que crezca el número de quienes, a pesar del aislamiento, pasen a pensar definidamente, a enjuiciar con rigor, a discutir sin inhibición. ¿Será un proceso rápido o lento? ¿Exigirá un esfuerzo de esclarecimiento y una insistencia en la denuncia mayor o menor? No lo sabemos. Pero la persistencia en proclamar la fidelidad a los ideales de la civilización cristiana y a la integridad de la razón iluminada por la Fe dará sus frutos, con la ayuda de Dios.
Parafraseando a Donoso Cortés, se puede afirmar en estas circunstancias: nuestra conciencia nos dice que, pese a todo, somos fortísimos. Representamos la tradición, por la cual las naciones son lo que son a través de los siglos. Si nuestra voz tiene alguna autoridad, no es porque sea nuestra; la tiene porque es una voz que prolonga en nuestros días la verdad que aprendimos de nuestros mayores [18].
Recordando las glorias del pasado y de modo especial la sangre bendita de los mártires cuyo cincuentenario estamos conmemorando, y con la confianza puesta en la protección de la Santísima Virgen del Pilar, Reina de España, reafirmamos la esperanza de que nuestra patria salga victoriosa de esta encrucijada histórica.
Hace cincuenta años España venció al socialo-comunismo cuando éste se presentaba dictatorial y sanguinario y comenzaba su ascenso al cenit del poderío mundial. Hoy le corresponde enfrentar nuevamente, antes que otros pueblos, una lucha sin sangre pero no menos terrible y dramática. Si nuestra nación supiere corresponder a su vocación histórica, volverá a decir al mundo palabras de Fe y heroísmo, cargadas de tradición, que abrirán un camino nuevo hacia el futuro.
“Cuando los hombres resuelven cooperar con la gracia de Dios, se operan entonces las maravillas de la Historia: tal es la conversión del Imperio Romano, la formación de la Edad Media, la Reconquista de España a partir de Covadonga, todos esos acontecimientos se dan como frutos de las grandes resurrecciones de alma de que los pueblos son también susceptibles. Resurrecciones invencibles, puesto que no hay quien derrote a un pueblo virtuoso y que verdaderamente ame a Dios.”

NOTAS
[1] Problemas actuales del socialismo europeo in “Sistema” n° 15, octubre de 1976, p. 24.
[2] PSOE, XXVII Congreso, p. 255.
[3] “ABC”, 14-12-1984.
[4] BALLESTERO, Enrique, La política agraria del socialismo español, p. 15.
[5] GUERRA, Alfonso, La mayoría social progresista in “El País”, 20-6-1986.
[6] “ABC”, 5-6-1986.
[7] 7 “El País”, 31-3-1987.
[8] CEBRIAN, Juan Luis, Memorial para las elecciones in “El País”, 4-5-1986.
[9] Cfr. “ABC”, 23-6-1986.
[10] Cfr. “Comentario Sociológico”, n° 57-58, enero-junio 1987, pp. 524-527.
[11] Cfr. “Sur”, 21-8-1986.
[12] Cfr. M. Jesús Miranda, Por qué ES preciso modificar la ley in “El País”, 24-4-1986; “Sur”, 21-8-1986.
[13] In Cartas al director, (Ana María G.) “Iglesia-Mundo”, nº 329, noviembre de 1986.
[14] Cfr. “Heraldo de Aragón”, 10-8-1987.
[15] CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Documentos 1965-1983, PP. XIII-XV.
[16] “Vida Nueva”, 16-7-1983, PP. 23-28; “Heraldo de Aragón”, 29-2-1984.
[17] Cfr. “ABC”, 14-1-1988.
[18] Cfr. Donoso CORTES, Obras completas, t. II, pp. 343-344.