
Reverente y filial llamamiento al Episcopado
Eminentísimos, Señores
Cardenales,
Ilustrísimos Señores Arzobispos
y Obispos:
Los
socios y cooperadores de la Sociedad Española de Defensa de la
Tradición, Familia y Propiedad (TFP-Covadonga) —a cuyas filas se
honran en pertenecer los autores de este libro— somos católicos,
apostólicos, romanos*. Como seglares, nuestro campo propio de actuación es
la sociedad temporal**.
* Los estatutos de TFP-Covadonga,
cabe señalar, no prohíben a un no católico pertenecer a la entidad. En
efecto, no católicos o católicos no practicantes piden para participar de
nuestros programas de conferencias. Al frecuentar las sedes de la entidad
tienen ocasión de conocer las explicaciones doctrinales y el análisis de
los hechos contemporáneos, basados en la enseñanza del Magisterio
tradicional de los Papas, y comienzan, en consecuencia, a ver con
admiración a la Iglesia. De ahí las conversiones, retorno a la práctica
religiosa y otros beneficios de orden espiritual a que da origen el
apostolado de TFP-Covadonga. Nunca se ha dado el caso de alguien
que, manteniéndose unido a nuestra entidad, haya persistido en la adhesión
a una religión falsa. Sería, además, una incoherencia inexplicable. Es una
alegría para TFP-Covadonga que su defensa de un orden temporal
cristiano haya sido ocasión de frutos sobrenaturales y servido, de ese
modo, a la Santa Iglesia.
** TFP-Covadonga es una
asociación civil con finalidad cívica y cultural. Ella se rige por
estatutos debidamente registrados y los cumple con normalidad. Está, así,
en perfecta regularidad ante las leyes españolas. Sus socios y
cooperadores son católicos y, en cuanto tales, inspiran su actuación en
los principios enseñados por el Magisterio tradicional de la Iglesia.
Examinada desde el punto de vista de las
leyes eclesiásticas, la familia de almas que se reúne en torno a
TFP-Covadonga puede ser considerada como una asociación privada de
fieles sin existencia canónica; es decir, una asociación no erigida por la
autoridad eclesiástica (cfr. canon 301, § 3), sino mediante un acuerdo
privado entre quienes la componen (cfr. canon 299, § 1), en el ejercicio
de su derecho de fundar y dirigir libremente asociaciones para fines de
caridad o piedad, o para fomentar la vocación cristiana en el mundo (cfr.
canon 215). Así, esta familia de almas no es una
“institución canónica”.
Es decir, nuestra sociedad no constituye sujeto de derechos y obligaciones
distintos de las personas físicas que la forman (cfr. canon 310). Por
consiguiente, la asociación en cuanto tal no está sujeta a la dirección de
la Jerarquía, sino a su vigilancia en materia de Fe, costumbres y
disciplina eclesiástica, de la misma manera que cada uno de los fieles en
particular.
En este libro hemos analizado
aspectos capitales de la historia de España en los últimos cincuenta años.
Hemos descrito cómo se crearon las condiciones propicias para que los
socialistas subieran al Poder y pusieran en marcha su neorrevolución.
Pero hemos señalado también las
omisiones y colaboraciones que tantos miembros del Episcopado tuvieron en
relación a ese proceso. ¿Habremos interferido con ello en lo que concierne
exclusivamente a la Jerarquía?
Nos parece que de ningún modo.
La doctrina católica es el fundamento de la civilización que adoptaron las
naciones de Occidente cuando, al decir de León XIII, “la filosofía del
Evangelio gobernaba los Estados”*. Era la civilización cristiana, de
la cual el presente orden de cosas conserva importantes restos, pese a la
laicización del orden civil resultante de los errores de la Revolución
Francesa y a la marcha hacia el igualitarismo total preconizado por el
socialismo y el comunismo. Según todos los documentos y argumentos
presentados en este libro, son esos restos los que amenazan desaparecer si
el PSOE consiguiera llevar hasta sus últimas consecuencias la
neorrevolucion igualitaria y amoral que ha desencadenado en España.
*
“Hubo un tiempo en que la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados.
En aquella época la eficacia propia de la sabiduría cristiana y su virtud
divina habían penetrado en las leyes, en las instituciones, en la moral de
los pueblos, infiltrándose en todas las clases y relaciones de la sociedad.
La religión fundada por Jesucristo se veía colocada firmemente en el grado
de honor que le corresponde y florecía en todas partes gracias a la
adhesión benévola de los gobernantes y a la tutela legítima de los
magistrados. El sacerdocio y el imperio vivían unidos en mutua concordia y
amistoso consorcio de voluntades. Organizado de este modo, el Estado
produjo bienes superiores a toda esperanza. Todavía subsiste la memoria de
estos beneficios y quedará vigente en innumerables monumentos históricos
que ninguna corruptora habilidad de los adversarios podrá desvirtuar u
oscurecer” (Immortale
Dei, 1-11-1895, § 19).
Ahora bien, si consideramos que
la mayoría de los españoles —más del 95 por 100— se confiesa católica, es
fácil comprender la influencia decisiva de la actitud del Episcopado en el
curso de los acontecimientos*. En efecto, si los católicos se convencieran
de que la neorrevolucion socialista contradice abiertamente la
auténtica doctrina católica, podemos esperar que nuestra sociedad se salve
del cataclismo rumbo al cual se precipita y cese el verdadero genocidio
mental y espiritual que nuestro pueblo está sufriendo.
* El historiador y miembro de la
Academia Francesa, Maurice Druon, comentó respecto a esta influencia del
factor católico en la crisis de nuestros días;
“¿Qué es lo que está pasando en la Iglesia Católica? Todos nos lo
preguntamos con ansiedad (...) Porque cuando una institución de tanta
grandeza ha sido durante siglos la principal armadura espiritual de un
pueblo y ha constituido el principal poder moral en una nación, influyendo,
impregnando, marcándolo todo, los esquemas del pensar, las referencias de
la memoria, las costumbres, los comportamientos individuales y colectivos,
las expresiones artísticas, hasta el derecho, hasta las mismas relaciones
del ciudadano y del Estado, cuando la Iglesia vive una crisis de tales
dimensiones, no es ella sola la involucrada, es el conjunto de la vida
nacional que queda afectada y es la propia personalidad de un pueblo que
puede ser alterada” (Una
Iglesia que se equivoca de siglo in “Le
Monde”, 7-8-1971).
En consecuencia,
TFP-Covadonga no desorbita de su campo específico al publicar un libro
que denuncia el carácter nítidamente anticristiano del socialismo y
analiza al mismo tiempo la conducta del Episcopado ante ese peligro. Al
reflexionar, como lo hacemos, sobre tantos hechos de la realidad española
nos limitamos a nuestro ámbito de simples fieles, hijos respetuosos de la
Iglesia. Hacemos tan sólo el uso del derecho reconocido a todo fiel
cristiano de darla a conocer a los Pastores sagrados su opinión sobre
aquello que pertenece al bien de la Iglesia y de darla a conocer a los
demás fieles (cfr. canon 212, § 3). Por esta forma, queremos mostrar a
nuestros hermanos en la sangre y en la Fe el peligro existente en que el
PSOE, apoyado por un catolicismo aggiornato, aproveche la
influencia de la Iglesia para llevar a cabo su programa demoledor de la
España católica.
Volvemos ahora nuestra mirada a
V. Emcias. Rvdmas. y a V. Ilmas., a quienes fue dada por el Divino Maestro
la misión de gobernar, santificar y enseñar. Queremos depositar a vuestros
pies o —si lo permitís— elevar hasta vuestros corazones nuestras
perplejidades. No nos anima el menor espíritu de contestación —tan
difundido hoy fuera y desgraciadamente dentro
de la propia Iglesia— ni cualquier propósito de aglutinar descontentos en
un movimiento de rebeldía contra las autoridades legítimas, para
derribarlas o rebajarlas. Nuestro pasado —V. Emcias. y V. Ilmas. lo saben—
prueba con creces lo contrario. Todo cuanto ha hecho TFP-Covadonga
a lo largo de sus dieciséis años de existencia es un testimonio de nuestro
profundo respeto y sumisión a la Sagrada Jerarquía en cuya cumbre se
encuentra la cátedra de San Pedro, piedra angular de la Santa iglesia.
Tenemos alegría de ser hijos, de ser súbditos, de obedecer y defender —aun
colocando en riesgo nuestros intereses personales más importantes— la
Jerarquía que por designio divino gobierna la Iglesia*. No nos es lícito,
sin embargo, ocultar a V. Emcias. y a V. Ilmas. las perplejidades —y más
aún, las angustias— que al concluir este libro nos vienen al alma, y que
con todo respeto os presentamos.
* San Pío X enseñó así esta verdad:
“La Iglesia es el
Cuerpo místico de Jesucristo, regido por pastores y doctores, es decir,
una sociedad humana, en la cual existen autoridades con pleno y perfecto
poder para gobernar, enseñar y juzgar. Esta sociedad es, por tanto, en
virtud de su misma naturaleza, una sociedad jerárquica; es decir, una
sociedad compuesta de distintas categorías de personas: los pastores y el
rebaño. (...) Y estas categorías son de tal modo distintas unas de otras,
que sólo en la categoría pastoral residen la autoridad y el derecho de
mover y dirigir a los miembros hacia el fin propio de la sociedad”
(Vehementer Nos,
11-2-1906, § 8).
1 - Ante la “cartilaginización” del ordenamiento
jurídico e institucional
a) El Estado de Derecho.—
Muchos de vuestros documentos y actitudes indujeron a la mayoría de los
católicos españoles a dar su asentimiento a un proceso que, presuntamente,
debería consagrar un Estado de Derecho estable, presentado por V. Emcias.
y V. Ilmas. como más acorde con las tendencias democráticas, laicas y
pluralistas que dominaban la sociedad española. En ese sentido, con
ocasión del referéndum al que fue convocado el pueblo español para aprobar
o rechazar la Constitución, que tenía puntos nítidamente contrarios a la
doctrina católica, el Episcopado prefirió —en vez de orientar a los fieles
hacia un decidido y eficaz rechazo de la misma— dar libertad de voto a los
católicos.*
* Pese a la libertad de voto concedida
por el Episcopado a los católicos, corrió por toda España el infundado
rumor de que en su comunicado del 23 de noviembre de 1978 les había
mandado votar sí. Para desmentir este rumor, el cardenal primado don
Marcelo González Martín y los ocho obispos solidarios con él, publicaron
un comunicado en el cual afirmaban que los católicos podían en el
referéndum votar sí o no. El prelado declaró al respecto:
“Habrá muchos católicos que
piensan votar 'sí' y hacen bien en atenerse a lo que dice la Conferencia
Episcopal” (“ABC”, 31-12-1978). Al analizar la
injusta ofensiva publicitaria contra el cardenal arzobispo de Toledo, que
le atribuía sin razón una posición que no había tomado —la de haber
declarado ilícito el voto afirmativo en el referéndum— la Sociedad
Cultural Covadonga declaró en un manifiesto público:
“Hubiera sido muy simpática esta actitud —e incluso era la que de él
esperábamos— pero en realidad lo que el purpurado dijo fue distinto”
(cfr.
En pro de la coherencia — Llamamiento con ocasión de la democracia
naciente, “Covadonga Informa”,
noviembre-diciembre de 1978).
Es más, el clima general de
democratización os imponía que renunciaseis a derechos y privilegios
legítimos de la Iglesia. Accedisteis a ello aceptando implícitamente que
era un requisito para alcanzar la reconciliación entre los españoles.
Ahora bien, ese Estado de
Derecho viene siendo desmantelado ostensivamente, a la sombra de una
Constitución consensualista y cartilaginosa. El orden
jurídico inestable que ésta consagró se transforma a todo momento,
adecuándose a una ética social laica, en continua evolución, cada vez más
alejada de los principios cristianos y a partir de la cual se explicitan
doctrinas nuevas cuyo sentido profundo sólo se revela muy gradualmente*.
* Recordemos la lamentación del cardenal
Tarancón: “Han
arrumbado la moral y no se ve en sitio alguno la ética social o cívica que
se prometió (...) Todo parece lícito”
(“ABC”,22-11-1987).
Por si fuera poco, los mismos
dirigentes socialistas afirman sin el menor sonrojo que, a medida que
vayan consiguiendo cambiar en un sentido revolucionario el consenso
social —o sea, la mentalidad de los españoles—, irán cambiando también las
estructuras jurídicas que les estorben. El Poder Judicial, columna del
Estado de Derecho, va perdiendo paulatinamente su independencia, sometido
como está a un creciente proceso de politización.
Ante el desmantelamiento del
Estado de Derecho, no vemos que hagáis para defenderlo una campaña análoga
a la que hicisteis para favorecer su instauración. ¿No os preocupa ahora
que esté siendo destruido?
b) La escalada de la
delincuencia y la drogadicción.— Las
reformas socialistas van destruyendo las barreras entre la vida honesta y
la delincuencia. En efecto, la despenalización de varios delitos, como por
ejemplo la tenencia de drogas para el consumo propio, es parte de todo un
programa que conduce, en último término, a la disolución del imperio de la
ley y a la generalización del caos.
Pero, al lado de algunas
protestas vuestras contra la inseguridad ciudadana, la Pastoral
Penitenciaria reclama, contradictoriamente, “una política de
descriminalización y despenalización”*.
* El I Congreso Nacional de Pastoral
Penitenciaria, convocado en septiembre de 1986 por la Comisión Episcopal
de Pastoral Social, tiene entre sus conclusiones:
“Hay que acabar con la
injusticia de las estructuras sociales —como fuente y causa de la
delincuencia— y construir una sociedad más justa. Hace falta una política
de descriminalización (que dejen de ser delitos algunas de las conductas
tipificadas como tales en los códigos penales) y despenalización (reducir
el número de delitos que tienen aparejada la pena privativa de libertad) y
aminoración, en su caso, de su cuantía. Y, por imperativos de justicia, y
excepcionalmente, una política a la inversa, por ejemplo, en la llamada
delincuencia económica y de los negocios. (...) La prisión es una
institución que deteriora y destroza la personalidad. La cárcel debe ser
la última de la última razón” (“Vida Nueva”,
4-10-1986).
Nótese que, pese a defender un
ablandamiento general de las penas, se pide que la
“llamada delincuencia
económica y de los negocios” sea más duramente
penalizada.
2- Ante el proceso autonómico
El convulsionado proceso
autonómico contribuye a su modo para desmantelar las estructuras del
Estado, agravando la amenaza de hundir al país en el caos.
A las legítimas aspiraciones de
autonomía, fundadas en la historia y la cultura de las distintas regiones
de España, se van añadiendo ingredientes revolucionarios que las
desvirtúan apuntando hacia la disgregación nacional. Sin embargo, no deja
de oírse, de vez en cuando, la voz de algún obispo afirmando que la
independencia de las regiones españolas es un objetivo éticamente
aceptable
.* A los demás, en cambio,
parece no preocuparles el que esas declaraciones produzcan desconcierto y
confusión en amplios sectores del público. Parecen manifestar poca
preocupación por la reconciliación y la paz.
* En ese sentido se inscriben las
actitudes y
declaraciones de los tres obispos de las diócesis vascas,
analizadas en el capítulo 8.
La reciente carta pastoral de diciembre p.p. llegó a provocar una protesta
del Gobierno ante la Santa Sede. El propio Rey manifestó públicamente
inequívocos reparos.
3- Ante las medidas contrarias a la familia
Todos los católicos saben que
Nuestro Señor Jesucristo no sólo confirmó el matrimonio, basado en el
vínculo indisoluble, sino que lo elevó a la condición de sacramento.
¿Cómo pudo derrumbarse en España
este pilar de la civilización cristiana con tan poca resistencia por parte
de quienes tenían la misión divina de defenderlo con ardor?*
* En un llamamiento de 21 de enero de
1978, dirigido a todos los obispos y ampliamente distribuido en las calles,
Covadonga hizo ver la responsabilidad que tuvieron en la aprobación
de la ley quienes, desde dentro de la Iglesia, hacían propaganda del
divorcio o se omitían en su deber de atacarlo. Decíamos en dicho
manifiesto que “no
podríamos dejar de mostrar la perplejidad producida en todos los católicos
con buena formación doctrinal al tomar conocimiento de la nota emitida por
la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe que, encargada de
esclarecer las conciencias, evita llamar la atención en su declaración
oficial sobre el pecado colectivo que sería la oficialización del
divorcio. Y no es tajante ni, menos aún, clara al afirmar la incapacidad
del Estado para declarar la disolución del vínculo matrimonial válido,
como si la ley pudiera hacer honesto lo que en sí mismo es inmoral. (...)
Por último, hacemos notar que en el documento final de la XXVII Asamblea
Plenaria del Episcopado Español, publicado por la prensa el día 27 de
noviembre de 1977, no figura ninguna condena explícita al divorcio, siendo
que el anteproyecto constitucional y la normativa de la ley pro-divorcio,
divulgados también por los órganos de comunicación, consagran de modo
claro la disolución del vínculo matrimonial.”
Ver también al respecto el
capítulo II
de este libro.
En nombre de una ética social
evolutiva que va desterrando de España todas las costumbres e
instituciones cristianas, se está introduciendo una educación
sexual que, con refinamientos de perversión, destruye la inocencia de los
niños, se ha permitido la propaganda y venta de anticonceptivos, se ha
eliminado de las leyes el reconocimiento del orden jerárquico dentro de la
familia, se han despenalizado la homosexualidad y el aborto, pecados estos
últimos que, según enseña el catecismo, claman venganza al Ciclo.
Y, ¿cuál fue la postura de
nuestro Episcopado? Salvo enérgicas y meritorias actitudes aisladas de
algunos obispos, prefirió no resistir cabalmente. No empeñó toda su
influencia para evitar que esos gravísimos atentados contra las
instituciones básicas de la sociedad fuesen perpetrados*. Cuando es
evidente que si así hubiesen procedido, lejos de ocasionar una guerra
civil —con la que amenazan los temerosos partidarios de todas las
concesiones — habrían impedido, eso sí, con el aplauso de la mayoría
católica de la nación, estas medidas nefastas**.
* Ejemplos de esto en lo concerniente a
la despenalización del aborto son los documentos
La vida y el aborto
de 5-2-1983, publicado por la Comisión Permanente, y
La despenalización
del aborto, de 25-6-1983, de la Asamblea
Plenaria (CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA,
Documentos 1965-1983, pp. 720-726, 743-746).
En ellos, aunque se expone la doctrina católica tradicional, se evita
cuidadosamente la alusión a las penas canónicas y su consecuente
aplicación a los autores, a los ejecutores y a todas aquellas personas que
se valieran de esa despenalización, que en aquel entonces era objeto de
discusión en las Cortes. Sobre esta posición del Episcopado véase también
el
capítulo II de esta misma
obra.
** Monseñor Buxarrais, obispo de Málaga,
nada sospechoso de conservadurismo, se lamentó:
“Todos los españoles
tenemos nuestra parte de responsabilidad al no haber defendido con
valentía y decisión en el momento oportuno la vida de los niños españoles
no-nacidos, y ahora se acrecienta al vernos obligados a participar con
nuestro dinero al pago por la Seguridad Social de los abortos provocados.
(...) Ante tamaña injusticia levantamos nuestra voz para que resuene en la
conciencia de los ciudadanos y se den cuenta de la tremenda situación a
que nos ha conducido nuestra cómoda tolerancia”
(apud “Comentario Sociológico”, julio-diciembre de 1985, p. 898).
4- Ante la demolición de la enseñanza tradicional
Cuando vemos contestada a través
de la LODE la potestad de enseñar que os fue otorgada por el Divino
Maestro, parecéis abandonar la contienda, retrocediendo entre concesiones
y lamentaciones sin alcance práctico, mientras algunos organismos
eclesiásticos la justifican.
Así como la LODE es un
instrumento de difusión del relativismo que contribuye a borrar la noción
de verdad y error, tememos que la anunciada reforma de los contenidos de
la enseñanza (LOSE) agrave en profundidad el proceso de descristianización
de la juventud. Permitidnos que os digamos filialmente: tememos también
que en este caso vuestra reacción sea semejante a la que tuvisteis durante
la tramitación legislativa de la LODE*.
* Al respecto ver el
capítulo 12 de este
trabajo.
5- Ante la revolución sexual
El PSOE desató, bajo pretexto de
atender impulsos liberadores, un verdadero torrente de inmoralidad.
Nos fue enseñado que está
escrito por siempre: “Todo el que mira a una mujer con deseo, ya ha
adulterado en su corazón. Si tu ojo derecho te escandaliza, arráncalo y
arrójalo lejos de ti, porque te conviene más perder uno de tus miembros
antes que tu cuerpo entero sea arrojado al infierno” (Mt. 5, 28-29).
Con estas palabras el Divino Maestro aconseja las más drásticas
precauciones para preservar la moral.
Sin embargo, decimos con
tristeza que no observamos una acción enérgica, metódica y conjunta
destinada a “hacer empalizadas y murallones —como decía San Antonio
María Claret— para que la borrasca de la impiedad e indiferentismo no
acabe de arrastrar la poca tierra buena que ha quedado en el campo o viña
del Señor”.* No hay en los documentos
de la Conferencia Episcopal, por lo que ha llegado a nuestro conocimiento
durante años de observación atenta, nada que se parezca a la postura
categórica y minuciosa con la que en 1926 el Episcopado español condenó la
inmoralidad de las modas y costumbres de la época, aun cuando éstas fuesen
incomparablemente menos atentatorias a la pureza que las actuales.**
* Esta ausencia de reacción categórica y
eficaz contra las malas costumbres en la sociedad la hemos observado, por
ejemplo, en los documentos de la Comisión Permanente de 27-1-1976 y en la
Nota sobre la
invasión erotizante y pornográfica de la 24ª
Asamblea Plenaria, de 28-2-1976 (cfr. CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA,
Documentos, pp. 376-378 y 382). Lo mismo se
puede decir de la Nota doctrinal de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe sobre
algunos aspectos referentes a la sexualidad y a su valoración moral
de 7-1-1987 (“Ecclesia”, n° 2.303, 24-1-1987, pp.
29-34).
Dichos documentos parecen orientados por
un mismo criterio: exponer la doctrina católica, evitar las denuncias
concretas y las orientaciones que conduzcan a una reacción eficaz. Al
evitar muchas veces los términos claros y categóricos de la pastoral
tradicional, el lenguaje se vuelve inaccesible al católico común.
** Entre las directrices morales del
Episcopado dadas en 1926, destacamos:
“La indumentaria
exageradamente corta y la mezcla y convivencia de sexos en los deportes
crea un espíritu relajado y aun hostil a la sana moral. (...) Las
reuniones y bailes de cierta clase se prestan a excesos de los que ni
siquiera queremos hacer mención; a los católicos incumbe desterrar de sus
casas y círculos sociales todo desorden licencioso, esquivar en lo posible
el trato con señoras que hacen gala de inmodestia o llevan una vida
escandalosa y no permitir que, por un abandono incomprensible, puedan
verse solos sus hijos con jóvenes de diferente sexo. (...) En los baños
públicos se observe la debida separación de sexos”
(apud Ramón GARRIGA,
El Cardenal Segura y el
Nacional-Catolicismo, p. 107).
Más grave que actitudes
individuales es el hecho de que tantas editoriales y librerías católicas
se hayan transformado en focos difusores de corrupción moral y en
promotoras de la revolución sexual. En efecto, no se trata de una o dos
publicaciones que, por tanto, podían haber pasado inadvertidas a la
autoridad eclesiástica. Son centenares de libros, revistas y folletos con
un total de muchos millones de ejemplares vendidos. No obstante, todo ello
no parece llevar a quienes tienen la sagrada misión de velar por la
doctrina y la moral que se enseña en los ambientes católicos a tomar
actitudes que acaben con ese escándalo. Casi no constan medidas eficaces
para eliminar tales focos de perdición eterna de las almas y mucho menos
las sanciones que serían de esperar por parte de quienes tienen el poder
para hacerlo. Hubo, es verdad, algunas denuncias, pero con poco resultado
práctico, como la ya citada nota doctrinal de la Comisión Episcopal para
la Doctrina de la Fe Sobre algunos aspectos referentes a la sexualidad
y a su valoración moral de 7-1-1987.
¿Qué impresión provocan en los
fieles las protestas episcopales contra la depravación, cuando ellos saben
que, al mismo tiempo, en muchas editoriales y librerías católicas se
propaga también la corrupción moral, y se llega incluso a justificarla
doctrinalmente?*
* Hemos preparado un informe que
demuestra exhaustivamente cómo editoriales y librerías católicas difunden
hasta un punto inimaginable doctrinas erróneas
en materia moral. Dicho trabajo ha sido enviado a todos los obispos y a
algunos teólogos de renombre. Su carácter especializado, no permite que
hagamos una amplia difusión, pues se destina únicamente a personas de edad
madura y juicio formado. Sin embargo, lo podemos enviar contra reembolso a
quienes lo pidan a: Paseo de la Castellana, 111-4° piso, 28006 MADRID.
Precio: 500 pts.
6- Ante el terrorismo de blasfemias
Las pantallas de televisión, los
escenarios, ciertas secciones de grandes periódicos y revistas se han
llenado de insultos a Dios, a María Santísima, a los santos y a la Iglesia
Católica. Las blasfemias ya no son presentadas como explosiones de odio
sectario, sino como ingrediente de la nueva cultura liberadora y
desalienada. Y desde esos grandes medios de difusión van penetrando en
la vida cotidiana de los españoles. No sorprende que en ese ambiente el
demonio, otrora objeto de una repulsa horrorizada, comience a ser
considerado el gran oprimido, el marginado con el que debemos
aprender a convivir. Este cuadro de abyección se ve completado por una
continua e impune oleada de asaltos a iglesias, monumentos religiosos y
cementerios, en una depredación que pretende borrar todo lo que recuerde
nuestro pasado religioso*.
* Puede consultarse sobre el asunto el
capítulo 14 de este libro.
Mientras prosigue esta
abominable campaña de blasfemias y sacrilegios, los fieles no ven solemnes
reparaciones públicas que tengan proporción con los ultrajes. Nosotros tememos —y con
nosotros muchos católicos— que la avalancha de blasfemias y sacrilegios a
la cual no correspondió una reparación proporcionada, atraiga sobre España
la ira divina: “Justo es el Señor; pues que yo rebelde contra sus
órdenes, le irrité” (Lm. 1, 18).
Para usar un lenguaje
secularizado, como el que hoy desgraciadamente aparece en no pocos
documentos eclesiásticos, ¿será posible construir una sociedad
verdaderamente humana y fraterna cuando se procura envilecer
sistemáticamente lo que hay de más sagrado, comenzando por el santo nombre
de Dios?
7- Ante la muerte de la civilización y de la
propia dignidad humana
No sólo la civilización y la
cultura específicamente cristianas están muriendo en nuestra patria. Los
hechos presentados en este libro no dejan lugar a dudas: la revolución de
nuevo estilo quiere instituir la vulgaridad, el libertinaje y la
pornografía como valores culturales liberadores, integrados en la vida
cotidiana y en el horizonte mental de los españoles. Estamos, como lo dijo
el cardenal Tarancón, en una situación en la cual “todo parece lícito.”
¿Dónde ha quedado la ética
social humanitaria y pluralista en nombre de la cual los católicos
fueron invitados a aprobar la transición a esta singular democracia?
1- Un grave problema de conciencia...
Este proceso que acabamos de
describir deja claro que el conjunto del Episcopado ya no defiende, por lo
menos en la práctica, la totalidad de la doctrina tradicional de la
Iglesia y su aplicación al orden temporal.
También es cierto que el
Episcopado no adopta una postura enteramente contraria a la doctrina
tradicional de la Iglesia en lo referente a la moral social o individual,
ni asume tampoco la totalidad de las posiciones socialistas encarnadas en
lo que se ha dado en llamar la revolución cultural. Pero cuando
algunos obispos de posición más avanzada como monseñor Iniesta, monseñor
Osés o monseñor Buxarrais dieron su poyo
a algunas reformas de la revolución socialista, los demás callaron, sin
que los católicos sepamos a ciencia cierta si este silencio representa
acuerdo —“quien calla otorga”— o desagrado mudo.
Esto crea un grave problema de
conciencia para muchos católicos.
2- ...causado por una migración de posiciones
En efecto, a partir de la década
de los cuarenta, sectores cada vez más importantes y numerosos de la
Jerarquía eclesiástica iniciaron un abandono gradual de sus posiciones
tradicionales. Este distanciamiento se agravó en la década de los
cincuenta y, al calor del llamado espíritu del Concilio, alcanzó
situación oficial con la Asamblea Conjunta de Obispos-Sacerdotes de 1971 y
la elección del cardenal Tarancón para la presidencia de la Conferencia
Episcopal.
Este proceso comportó una
prolongada migración de posiciones. A lo largo de su recorrido, cuyo punto
final todavía no está claro, esta migración fue saludada con simpatía por
las figuras revolucionarias más destacadas y representativas, corifeos de
poderosas fuerzas que desean la destrucción de la Iglesia y la
erradicación de cualquier vestigio de civilización cristiana en el orden
temporal. Y esto nos deja profundamente perplejos.
3- ¿Qué justifica esta migración?
Al observar esta migración, los
católicos no pueden atribuirla a la venalidad de los obispos. Sería un
insulto.
Tampoco les parecerá que la
causa de dicha migración sea el deseo de evitar un mal mayor que el
provocado por las concesiones hechas a la revolución socialista en curso.
En efecto, los privilegios a que habéis renunciado a lo largo de ese
camino, facilitaban de tal manera vuestro apostolado, que no es verosímil
que lo hayáis hecho sin tener razones mucho más graves para ello.
De ahí deduce el común de los
fieles que la razón del cambio de actitud de la mayor parte de los obispos
tiene raíces doctrinales.
¿Tienen V. Emcias. y V. Ilmas.
alguna justificación doctrinal que explique esta migración sin que la
Iglesia se desmienta a sí misma? ¿Habéis fijado un punto final para esta
andadura? ¿O ella es indefinida?
A veces se tiene la impresión de
que algunas figuras del Episcopado comparten la opinión de ciertos
ambientes progresistas, que creen vislumbrar en el horizonte una nueva era
en la cual la Iglesia tendría una nueva fisonomía. En esta nueva era las
transgresiones a la ley moral y a las enseñanzas perennes del Magisterio
no tendrían la gravedad que los moralistas y teólogos tradicionales les
atribuyen, porque el hombre nuevo, ecuménico, se guiará por otras normas
de conducta*.
* Por su especial claridad transcribimos
un trecho del editorial de la revista “Vida Nueva” que anuncia, en tono
dogmático, la aparición de este hombre nuevo:
“Está surgiendo, va a surgir —no sabemos cuando— un nuevo modelo de
hombre. Es aún prematuro saber cuál. Pero debemos estar atentos a los
signos que ya se apuntan y procurar que la Iglesia, por miedo a la
marejada de un tiempo de profundos cambios, no se instale bien protegida
en los castillos de invierno, invocando a una verdad estática, que deja de
serlo inmediatamente, que no está en confrontación y diálogo con los seres
humanos concretos destinatarios del mensaje y seres en continua evolución”
(27-7-1985).
En 1980, siendo arzobispo de Madrid el
cardenal Tarancón, en una publicación de la archidiócesis hablaba también
de este hombre nuevo que viviría en una sociedad radicalmente igualitaria:
“La catequesis no
puede quedarse en una experiencia de liberación negativa. (...) Liberado
inicialmente, participa activamente en los procesos de liberación que
viven hoy los hombres y los pueblos. Liberados para construir. La
catequesis nos introduce en la tarea de construir el hombre nuevo y la
nueva sociedad. (...) En esta sociedad debemos construir la igualdad de
los pueblos, de las clases y de los hombres”
(SECRETARIADO DIOCESANO DE CATEQUESIS DE MADRID, I Asamblea Diocesana de
Catequesis, Madrid, 1980, pp. 228-229). ¿Es otro el objetivo socialista?
Si esto es así, ¿qué
características tendrá esta nueva era? ¿Cuál será la moral que regirá a
este hombre nuevo? ¿Cómo será la religión?
4- “Pedían pan los parvulitos y no había quien
se lo repartiese”
Eminentísimos Señores Cardenales,
Ilustrísimos Señores Arzobispos y Obispos, como católicos apostólicos
romanos creemos en la inmutabilidad de las enseñanzas de la Iglesia y no
vemos cómo la mencionada migración puede ajustarse a las palabras del
Divino maestro: “Es más fácil que el cielo y la tierra pasen que el que
caiga un solo ápice de la ley” (Lc. 16, 17).
Como pastores de la Santa
Iglesia V. Emcias. y V. Ilmas. Rvdmas. son continuadores de la misión de
Nuestro Señor Jesucristo y tienen su representación: “Quien oye a
vosotros, a mí me oye, y quien desprecia a vosotros, a mí me desprecia”
(Lc. 10, 16). Y, por tanto, el católico piensa habitualmente que lo que V.
Emcias. y V. Ilmas. hacen, ha de ser permitido; que lo que permitís, no
puede ser ilícito; que lo que prohibís o rechazáis sólo puede ser
prohibido o rechazado en la medida en que lo prohibís o rechazáis.
Pero frente a la oposición
existente entre vuestra conducta anterior y la actual —que se oficializó a
partir de 1971— los católicos no saben a qué atenerse*.
* El P. González de Cardedal,
considerado por muchos casi como un teólogo oficial del Episcopado español,
describe de manera impresionante esta migración:
“Quien se sigue guiando por
el catecismo de su infancia, la imaginería religiosa en los techos en su
aldea natal (...) es posible que un día se encuentre en tierra de nadie y
compruebe que aquel su catolicismo e iglesia ya no existen, que de
hecho él está fuera de la iglesia que hay, y que a ésta han venido a
habitar gentes, que él siempre consideró ajenas a ella”
(apud Juan González Anleo,
Identidad de los católicos
españoles in AZCONA,
Catolicismo en España —
Análisis sociológico, pp. 117-118).
Puestos delante de esta
migración, que anuncia un inmenso cambio doctrinal, nace necesariamente,
por el propio curso lógico del pensamiento, un problema de conciencia aún
más grave: ¿Cómo considerar la representación que tenéis de Nuestro
Señor Jesucristo?
No extrañaréis que, como fieles,
os pidamos ser enseñados y esclarecidos.
Más aún. En esta época en la que
colmáis con toda clase de atenciones a los peores adversarios de la
Iglesia, estamos seguros de que no nos negaréis un trato paternal*.
* Haciendo tales preguntas y
observaciones nos atenemos a la facultad que la Conferencia Episcopal
reconoció a los seglares, animándolos a hacer uso de ella:
“Ni la Jerarquía ni los seglares han de olvidar que todos los cristianos
tienen el camino abierto para 'hacer saber a los pastores, con la libertad
y confianza propia de hijos de Dios y hermanos de Cristo, sus necesidades
y sus deseos' (LG n° 37). (...) Los pastores, conscientes de la dignidad y
responsabilidad de los seglares en la Iglesia, harán uso gustosamente de
su prudente consejo. (...) En general, las minorías apostólicas hacen bien
en asumir la honrosa función de estimular a los hermanos”
(Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal,
La Iglesia y el orden
temporal a la luz del Concilio, 29-6-1966 in
CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA,
Documentos 1965-1983,
p. 83).
Por otra parte, este derecho de petición
es formalmente reconocido por el propio Código de Derecho Canónico
vigente: “Los fieles
tienen la facultad de manifestar a los Pastores de la Iglesia sus
necesidades, principalmente espirituales, y sus deseos”
(canon 212, § 1).
Este derecho de los fieles conlleva la
obligación de la autoridad competente de tomar en consideración el pedido
formulado (cfr.
Javier Hervada, comentario al canon 212 in Pedro LOMBARDIA y Juan Ignacio
Arrieta, Código de Derecho Canónico; Giuseppe
Dalia Torre, comentario al canon 212 in Pio Vito PINTO,
Commento al Codice di
Diritto Canonico).
Acogednos, pues, como a hijos
que no piden sino pan, para que no se cumplan en este caso las palabras de
las Sagradas Escrituras que dicen: “Pedían pan los parvulitos, y no
había quién se lo repartiese” (Lm. 4, 4). Seguramente os acordáis de
lo que dijo Nuestro Señor Jesucristo: “O habrá entre vosotros alguno a
quien su hijo le pida pan y le dé una piedra? ¿Si pide un pez, le dé una
serpiente?” (Mt. 7, 9-10).
Esta perplejidad, esta aflicción
que os acabamos de exponer no es sólo nuestra. Está presente, en grado
mayor o menor, en el espíritu de millones de católicos que muchas veces no
se han detenido suficientemente ante este tremendo problema, confiando en
que V. Emcias. Rvdmas. y V. Ilmas. lo resolverían.
5- Quien calla otorga
La gravedad y magnitud de la
cuestión reclaman una aclaración inequívoca. Si el Episcopado no tiene a
bien impartir una enseñanza positiva que resuelva definitivamente el
problema, los fieles, a falta de tal enseñanza, permanecerán perplejos y
desorientados, y los socialistas podrán continuar tranquilamente su
terrible psicocirugía revolucionaria.
Por eso, una vez más os
suplicamos: ¡hablad!
III — Nuestro llamamiento se dirige también, y
sobre todo, a los prelados que han condenado la revolución socialista
1- Algunas actitudes valientes
Algunos prelados han asumido en
distintas ocasiones posturas contrarias a la revolución socialista,
orientando a sus fieles sobre algunos puntos en los que ésta viene
contrariando la doctrina o la moral católica. Sobresalen entre ellos el
cardenal primado don Marcelo González Martín, el cardenal arzobispo de
Madrid don Ángel Suquía, el obispo de Orihuela-Alicante monseñor Pablo
Barrachina, el de Sigüenza-Guadalajara monseñor Jesús Plá y Gandía y, de
un modo muy particular, monseñor José Guerra Campos, obispo de Cuenca.
2- Desconcertantes silencios
No obstante, la verdad manda
decir que, si bien la posición clara y meritoria tomada por estos prelados
en ciertas circunstancias es digna de elogio y gratitud, algunas de sus
actitudes, declaraciones y silencios no dejan de causar perplejidad.
Monseñor Plá y Gandía, por
ejemplo, tuvo gestos esperanzadores, como la lúcida denuncia hecha el 22
de enero de 1984 en carta dirigida a sus diocesanos dando la voz de alerta
frente a la revolución cultural del PSOE*.
* En ese documento monseñor Plá y Gandía
señala que el PSOE está
“desmontando todas aquellas
leyes que suponen orden moral y respeto a los principios que profesamos la
casi totalidad de los españoles, e implantando otras que conceden libertad
para todo lo contrario y restringen o eliminan los derechos de aquellos a
quienes suponen contrarios a la revolución cultural”
(“El Eco”, Sigüenza, 22-1-1984).
Sin embargo, en el mismo
documento, a la hora de recomendar una actitud a sus fieles frente a tan
grave amenaza, dice: “Formemos todos un bloque compacto con nuestros
obispos y sacerdotes, sigamos sus enseñanzas.”
En teoría comprendemos de todo
corazón el consejo de monseñor Plá y Gandía. Pero, ¿no teme el prelado dar
hoy en día ese consejo indiscriminadamente a todos los fieles y respecto
de todos los Pastores?
Si siguieran sus consejos, los
católicos de Cuenca en la práctica formarían “un bloque compacto”
con monseñor Guerra Campos; en Huesca, en cambio, tendrían que defender el
socialismo con monseñor Osés; en Málaga deberían apoyar el Gobierno del
PSOE con monseñor Buxarrais, y en San Sebastián estimularían el
separatismo junto con monseñor Setién... y así sucesivamente, formando
siempre un “bloque compacto” con cada obispo diocesano y su clero.
En tal caso, ¿entraría en vigor en España una versión adaptada del
principio absurdo cujus regio ejus religio (el señor de la región,
lo es también de la religión)? Según esta orientación los fieles de cada
diócesis tendrían que admitir doctrinas y
directrices muchas veces contrarias a las enseñanzas de la Iglesia.
3- El cardenal Ángel Suquía
El cardenal arzobispo de Madrid,
que había despertado en muchos la esperanza de un cambio de rumbos,
también confundió a los católicos con una actitud que en él sorprendió*.
* Monseñor Suquía declaró para
desconcierto de muchos que su acción al frente de la Archidiócesis de
Madrid se destina no a rectificar sino a completar en la misma dirección
la línea pastoral del periodo anterior:
“Yo no me considero el
reverso del Cardenal Tarancón; el complemento, acaso si”
(“Ya”, 4-7-1985). Esta actitud normalmente se comprende, pero no en el
caso concreto, en virtud del rumbo dado por su antecesor al gobierno de la
Archidiócesis.
Cuando en enero de 1986 falleció
Enrique Tierno Galván —el alcalde socialista promotor de las Semanas
del Erotismo— monseñor Suquía le elogió en la misa solemne que celebró
en sufragio de su alma: “En todos esos años ha sido exquisito en su
trato con la Iglesia de Madrid. La escuchó, la aceptó y buscó una sana
colaboración con ella. (...) Era una persona respetuosa con la religión.”
Si bien ante la majestad de la
muerte se considera generalmente conveniente callar los defectos del
difunto, no se comprende, sin embargo, el elogio de tan alta autoridad
eclesiástica a un hombre que, desde un importante cargo público, hizo
continuo uso del mismo para favorecer el programa socialista y la
inmoralidad más procaz*.
* Se comprende mejor el desconcierto de
los católicos si consideramos más de cerca el pensamiento de Tierno Galván:
Respecto a la misión de la mujer afirmó:
“Es necesario un
elevado índice de voluptuosidad. (...) Particularmente la mujer debe
entrenarse para la estimulación voluptuosa, en los términos que los
expertos juzgarían razonable. Es sin duda la función más clara que le
corresponde y le corresponderá en el futuro”
(Enrique TIERNO
GALVAN,
Humanismo y Sociedad,
pp. 103-104).
Sobre el anarquismo:
“Fui un anarquista militante y convencido. Y alguna de esas cosas me han
quedado” (“Diario 16”, 20-1-1986).
Respecto al materialismo:
“El materialismo histórico
es absolutamente cierto. Yo sigo siendo marxista”
(ib.).
Materialismo que estaba coherentemente
ligado a una concepción panteísta del universo:
“Yo soy agnóstico, no
admito razonablemente el fundamento personal de la religión, pero admito
el fundamento, casi en el sentido spinoziano, 'Deus est natura'”
(ib.).
Como profesor, fue responsable directo
de numerosas apostasías:
“A más de un alumno le
arrancó la fe” (P. Lamberto de Echeverría,
Tierno, mi compañero
agnóstico in “Ya”, 21-1-1986).
A pesar de todo ello, el cardenal Ángel
Suquía declaró:
“Hemos perdido un gran hombre. Don Enrique Tierno era enormemente
respetuoso con todos los hombres” (“ABC”,
20-1-1986).
“Queremos rezar (...) por la ciudad que se siente huérfana”
(“Diario 16”, 21-1-1986).
Respecto al hecho de celebrar misa
pública por un líder socialista con semejante historial, el cardenal
arzobispo de Madrid juzgó necesario publicar una aclaración:
“No era fácil saber cual había de ser, en esta ocasión, la actitud de la
Iglesia en Madrid y de su obispo respecto a las posibles exequias. Dediqué
el domingo día 19 a la oración y a la consulta con los obispos auxiliares
y el Colegio de Consultores. Unos y otros teníamos a mano el informe
canónico. Después de oír con atención a todos, determiné autorizar la misa
de difuntos en la Basílica de San Francisco el Grande y presidirla yo
mismo” (“Ya”, 26-1-1986).
4- Monseñor José Guerra Campos
Entre el pequeño grupo de
obispos que tuvo actitudes enérgicas ante la revolución socialista, quizá
ninguno esté tan cerca de atraer todo nuestro entusiasmo como el obispo de
Cuenca, monseñor José Guerra Campos.
Es cierto que hemos oído de V.
Ilma. magníficas palabras que equivalen a una censura de la migración
doctrinal del Episcopado*. Por otra parte, vuestra conducta representa
una censura implícita a la orientación dominante en la Conferencia
Episcopal.
* Es muy veraz y objetiva la
impresionante descripción que monseñor Guerra Campos hace de la migración
episcopal y sus efectos práticos:
“Las campañas pro [de la]
ley de divorcio y de aborto son iniciadas por católicos, y apoyadas por
instituciones ligadas al Episcopado. En consecuencia se extienden
prácticas pastorales desviadas de la doctrina católica, sobre todo en
matrimonio y Penitencia. En el momento en que los cambios sociales y
económicos ocasionan una inundación de laxismo moral (ya en los años 60),
gran parte de la Iglesia se desentiende del problema; incluso sectores de
la pastoral juvenil abandonan la formación de la castidad (...) Y por
debajo de todo ello, en puntos sensibles de la Iglesia española, un
proceso simultáneo de Secularización y Protestantización (...) Siempre
cuidaron los pastores de mostrar la continuidad con el Magisterio
precedente. Ahora es frecuente en el Clero español la exhibición de la
discontinuidad, cuando no de la ruptura. (...) La crisis se manifestó
especialmente en el Apostolado Seglar y en el Clero (...) Los dirigentes
de esos movimientos apostólicos confesaron en Ávila, el año 1971, que la
mayoría de sus militantes habían 'perdido' la fe, y señalaron como causa
principal que, reclutados con fe débil o con ninguna, se les había
inducido a identificarla con proyectos revolucionarios decepcionantes
(...) De la situación del Clero fue un muestrario la 'Asamblea Conjunta de
Obispos y Presbíteros' de 1971. (...) En la preparación diocesana hubo
cosas excelentes (revisión de situaciones, propuestas pastorales) pero
también una siembra de teorías protestantes acerca del sacerdocio, de
criterios contra la ley del celibato y contra el espíritu de consagración
(...) La asamblea nacional produjo una masa de conclusiones, no bien
ponderada (...) El final fue una gran frustración: aumentaron en el Clero
la división, las desorientaciones, los abandonos”
(Monseñor José Guerra Campos,
La Iglesia en España
(1936-1975), Síntesis Histórica, pp. 84-89).
Pero, permítanos monseñor...
Este entusiasmo hacia vuestra
persona, que está deseando alzar vuelo e ir a vuestro encuentro, tropieza
con un obstáculo en su trayecto. No nos causa perplejidad lo que V. Ilma.
dice, sino lo que no dice.
Cuando casi todo el Episcopado
de una nación procede, durante tantos años, del modo descrito en los
capítulos anteriores, hace falta —permítanos decirlo— una voz altamente
autorizada que denuncie en su conjunto las malas orientaciones y
los ejemplos que desconciertan a los fieles.
Respetuosa y filialmente pedimos
a V. Ilma. que complete la obra que ya comenzó y esclarezca a los
católicos, perplejos ante la migración episcopal. Le rogamos que la
analice como pastor, como teólogo y como moralista*.
* Véase por ejemplo, lo que afirma el
conocido escritor Ricardo de la Cierva:
“De hecho muchos católicos españoles nos hemos sentido desasistidos e
incluso abandonados por nuestros pastores en combates tan vitales como el
de la enseñanza, el de la resistencia al marxismo (sobre el que la
Conferencia nunca se ha pronunciado) e incluso, pese a declaraciones
insuficientes, el del aborto y el de la degradación de los medios públicos
de comunicación. Sí, ya sé, hay declaraciones y documentos. Eso:
declaraciones y documentos” (“ABC”, 4-1-1987).
Esta preocupación se ha generalizado
entre los católicos. Transcribimos a título de ejemplo una carta dirigida
por María del Amo al director del “Ya” y publicada en dicho periódico el
21-5-1986: “Quisiera
hacer llegar a la Conferencia Episcopal mi perplejidad que me consta es
compartida por otros católicos, por la actitud de dicha Conferencia frente
a los acontecimientos de estos últimos tiempos. (...) Muchos católicos nos
sentimos abandonados y desasistidos por nuestra Jerarquía y el pueblo en
general (...) está confundido y desorientado. Alguien debe y tiene la
obligación de aclarar estas situaciones para el bien de todos.”
Santo Tomás enseña que los
súbditos, “cuando hubiera peligro en la fe, aun en público, han de
argüirlos [a los prelados]”*. Si esto es así para los fieles, ¡cuanto
más para un Príncipe de la Iglesia cuya voz aún puede impedir la tragedia
final hacia la que se precipita España!
* Agrega el Doctor Angélico:
“Por donde Pablo, que era
súbdito de Pedro, por el peligro de escándalo sobre la fe, le reprendió
públicamente; y como dice la Glosa de San Agustín: 'Pedro mismo dio
ejemplo a los mayores en no desdeñarse en ser corregidos aun por los
inferiores de haber abandonado el camino recto' (ad Gal. 2,14)”
(Summa Theologica,
II-II, 33,4,2).
Y comenta en otra parte:
“A los Prelados [les fue
dado ejemplo] de humildad, para que no se rehúsen a aceptar reprensiones
por parte de sus inferiores o súbditos; y a los súbditos [les fue dado
ejemplo] de celo y libertad, para que no teman corregir a sus Prelados,
sobre todo cuando la falta fuera pública y redundante en peligro para
muchos” (Super
Epístolas S. Pauli lectura, ad Gal. 2,11-14,
lect. III, § 77).
A comienzos de siglo, el propio San Pío
X censuró al arzobispo de Milán, cardenal Ferrari, por haberse ofendido
con las críticas de algunos seglares a una
publicación modernista que había sido apoyada por el purpurado:
“Me sorprende que Vuestra
Eminencia considere las justas observaciones de 'L'Unitá' —escribió el
Pontífice— como insulto a Vuestra Eminencia, como si hubiesen acusado a
Vuestra Eminencia de ser poco perspicaz o poco devoto de la Santa Sede. ¿Qué
debería decir en este caso el Papa cuando lee las santísimas críticas al
‘Corriere d'Italia’, al 'L'Osservatore Romano' y al Maestro del Sagrado
Palacio, que da el Imprimatur a libros que enseguida condena el Index? El
Papa agradece a los censores que lo ayudan a conocer el mal que no había
visto” (Carta
al Cardenal Ferrari de 27-2-1910 in SAN PIO X,
Lettere,
p, 360).
Es suma caridad —afirma el docto
sacerdote don Félix Sarda i Salvany en su obra El liberalismo es pecado—
“librar al prójimo del contagio de un error”. Para ello, en ciertas
ocasiones “se hace necesario prescindir de todas las consideraciones,
saltar todas las vallas, lastimar todos los respetos, herir todos los
intereses”.*
* La obra de monseñor Sarda i Salvany
mereció una carta de elogio de la Sagrada Congregación del Índice, firmada
por su secretario, Fray Jerónimo Pío Saccheri O.P., con fecha 10 de enero
de 1887, en la cual afirmaba que aquel dicasterio
“nada halló contra la sana doctrina, antes su autor (...) merece
alabanza, porque con argumentos sólidos, clara y ordenadamente expuestos,
propone y defiende la sana doctrina en la materia que trata”
(P. Félix SARDA I SALVANY,
El liberalismo es pecado,
pp. 7-8).
Dicho esclarecimiento no
provocará ninguna desunión entre los que aman la verdad. Por el contrario,
pondrá los cimientos duraderos de la restauración de la unidad católica,
hoy resquebrajada por toda especie de errores y orientaciones ambiguas.
Si por lo menos supiéramos que
V. Ilma. lamenta el no poder denunciar públicamente, en toda su amplitud,
la asombrosa migración doctrinal de los obispos españoles, los fieles
perplejos nos sentiríamos animados por una esperanza.
* * *
5- Filialmente pedimos una respuesta pública y
oficial
Es natural que el creciente
número de católicos españoles que comparten estas mismas perplejidades y
angustias tiendan a comunicarlas a los demás por un espontáneo impulso de
alma. Ellos también quieren ser la parte más sumisa y humilde del rebaño
confiado a la guarda de nuestros pastores, pues por el propio respeto que
profesan a la Sagrada Jerarquía, sólo en circunstancias muy excepcionales
llevarán a vuestro conocimiento la situación de desolación y amargura en
que se encuentran*.
* En una alocución a sacerdotes y
religiosos, Juan Pablo II constató:
“Es necesario admitir con
realismo y con profunda y sufriente sensibilidad que los cristianos hoy,
en gran parte, se sienten extraviados, confusos, perplejos y hasta
defraudados; se han esparcido a manos llenas ideas en contraste con la
Verdad revelada y enseñada siempre; se han propalado verdaderas herejías,
en el campo dogmático y moral, creando dudas, confusión, rebeliones; se ha
modificado la Liturgia; inmersos en el relativismo intelectual y moral,
los cristianos están siendo tentados por el ateísmo, el agnosticismo, el
iluminismo vagamente moral, por un cristianismo sociológico sin dogmas
definidos y sin moral objetiva” (Alocución
a los religiosos y sacerdotes participantes del I Congreso Nacional
italiano sobre el tema “Misiones al pueblo para los años 80”,
“L 'Osservatore Romano”, 7-2-1981).
Somos conscientes, pues, de que
tomamos una actitud que no es habitual en las relaciones de los seglares
con sus obispos. Pero la encrucijada en que se encuentra la civilización
cristiana en España nos ha obligado a dirigirnos a V. Emcias. y a V. Ilmas.
para exponeros con toda claridad nuestras preocupaciones, compartidas por
incontables hermanos en la Fe. Y era mejor que dieran este paso quienes
están dispuestos a llevar la obediencia a sus Pastores hasta los últimos
límites prescritos por el Derecho Canónico, a que lo hicieran otros
movidos por un repudiable espíritu de contestación.
Hace más de diez años, en 1974,
al manifestar públicamente nuestro desacuerdo en relación a la
Ostpolitik del Vaticano
con los regímenes comunistas, nos dirigimos a S.S. el Papa Pablo VI
diciéndole: “El vínculo de la obediencia al Sucesor de Pedro, que jamás
romperemos, que amamos con lo más profundo de nuestra alma, al cual
tributamos lo mejor de nuestro amor, ese vínculo lo besamos en el mismo
momento en que, triturados por el dolor, afirmamos nuestra posición. Y de
rodillas, mirando con veneración la figura de Su Santidad el Papa Pablo
VI, le manifestamos toda nuestra fidelidad. En este acto filial decimos al
Pastor de los Pastores: nuestra alma es vuestra, nuestra vida es vuestra.
Mandadnos lo que quisiereis. Sólo no nos mandéis que nos crucemos de
brazos delante del lobo rojo que embiste. A esto nuestra conciencia se
opone.”
Con disposiciones idénticas
servatis servandi, nos dirigimos a V. Emcias. y V. Ilmas. en el
momento en que os pedimos una respuesta pública y oficial a estas
apremiantes cuestiones. Respuesta cuyo alcance trasciende las fronteras de
nuestra patria. En efecto, innumerables españoles, que habitan en los más
diversos países del mundo, siguen con atención y desvelo todo lo que
ocurre en España. A ellos se suman las centenas de millones de
descendientes de españoles que pueblan las naciones formadas en
territorios descubiertos y evangelizados por nuestros antepasados, que
hablan nuestra lengua, practican nuestra Religión y siguen con
comprensible interés todo cuanto ocurre en la madre patria.
Pero no es sólo eso. A España le
cupo la gloria de simbolizar el fervor dentro de la Iglesia. Es natural,
pues, que cuando los fieles en el mundo entero se afligen por la falta de
actitudes categóricas animadas por un gran espíritu de Fe, esperen verlas
surgir de corazones españoles. Ellos miran a España con justificada
preocupación. Una palabra vuestra de esclarecimiento y orientación, como
la que aquí filialmente os pedimos, resonará saludable y decisivamente en
todo el orbe católico.
Al terminar esta misiva, rogamos
a la Santísima Virgen que os ilumine en el ejercicio de vuestra sagrada
misión. Pidiendo vuestra bendición,
José Francisco Hernández Medina
Fernando Gonzalo Elizondo
Pedro Galán Villacampa
Respondiendo eventuales objeciones
Terminada esta carta, es el
momento de responder eventuales objeciones que por cierto no dejarán de
difundirse en algunos ambientes.
Como ya dijimos, el estado de
espíritu optimista de muchos españoles ha sido uno de los elementos que
más ha servido a la revolución socialista para ganar terreno en nuestra
patria. En efecto, los espíritus apocados y pusilánimes que no quieren
enfrentar una realidad que les asusta y les exige soluciones varoniles, se
refugian en la superficialidad y en las bromas.
Es, pues, probable que algunos
de los sectores afectados por nuestra denuncia traten de explotar esta
tendencia, hoy desgraciadamente tan difundida en la opinión pública, para
salirse del apuro. A las burlas irresponsables, síntoma de la falta de
argumentos, no responderemos.
No huiremos, sin embargo, de las
objeciones y observaciones serias que el presente estudio pueda suscitar.
Las recibiremos con cortesía e interés. Y como muestra de buena voluntad
en este sentido, comenzamos por responder a algunas eventuales objeciones
que nos parecen más probables.
1- Altas razones políticas...
Algunos podrán objetar que la
migración episcopal es efectivamente un hecho grave. Pero que sería
mejor no levantar el tema. Cuando se entra en asuntos tan delicados suele
ocurrir que surjan otros en cadena. Es mejor dejar que temas de tanta
responsabilidad y con tantas consecuencias sean resueltos por los propios
obispos, que son los únicos en condiciones de hacerlo con idoneidad. ¿Cómo
pueden saber los fieles si no hay altas y sutiles razones políticas que
obligan a los obispos a actuar así? Al fin y al cabo, un acuerdo con el
PSOE puede traer grandes ventajas para la Iglesia...
La respuesta es muy sencilla:
por una alta razón política no se puede transgredir gravemente la ley
moral. Y en la actual coyuntura española están precisamente en juego
problemas morales gravísimos.
2- Un análisis inoportuno
Otros dirán que este estudio
sólo debería haber sido publicado tras consultar la opinión de
personalidades prudentes, sean eclesiásticas o seglares. Lanzado así, como
un rayo en cielo sereno, por un grupo de personas en su mayoría jóvenes,
desconcierta al público e impide que haga el bien a que está destinado.
Nuestros objetantes no saben si
hemos consultado o no personas prudentes e idóneas. Argumentandi gratia,
les diremos que sólo habríamos tenido obligación de hacer dichas consultas
si dudáramos de la oportunidad de esta publicación.
Ahora bien, sobre su oportunidad
no tenemos la menor duda. Los españoles católicos y patriotas tienen
necesidad de conocer en toda su amplitud la monstruosa psicocirugía
revolucionaria, pues éste será el punto de partida de un cambio de rumbos
en la nación.
3- Quijotismo...
Muchas veces se ha ironizado
pretendiendo identificar el ideal católico hispánico con el quijotismo. No
nos extrañaría, pues, que la izquierda soplase comentarios a través de
escritores españoles o extranjeros —por ejemplo franceses— para
ridiculizarnos diciendo; “¡Don Quijote ha resucitado y sueña con restaurar
la Edad Media! Montado en un escuálido rocinante —el presente libro—
emprende, al galope por toda España, una disparatada cruzada contra
molinos de viento.
“El quijotismo —añadiría— es el
defecto de los que creen    obstinadamente
en verdades absolutas y desprecian a los espíritus moderados, pragmáticos
y realistas. Los autores, al censurar la conducta pragmática del PSOE, no
han hecho sino demostrar su indisfrazable quijotismo.
“Tiempos hubo en que los
católicos españoles quisieron imponer su fe quijotescamente al mundo
entero; pero hoy, sus propios obispos, hombres de amplios horizontes, han
sabido acompañar —a veces con fracasos, muchas veces con victorias— la
marcha irreversible del género humano rumbo al progreso. Los autores del
libro, al desempolvar un estandarte caduco y pasear solos y ufanos con él
por las calles, demuestran una vez más lo ridículo de las posiciones
dogmatizadoras y lo acertado de la conducta de los obispos renovadores.”
Nuestra respuesta es, una vez
más, muy sencilla: Chritianus alter Christus. El Hijo de Dios fue
odiado por la sociedad en que vivía, rechazado por su pueblo a causa de su
combate contra los errores y vicios de su tiempo, murió abandonado en la
Cruz como “varón de dolores” (Is. 53, 3), pero mantuvo su divina
conducta hasta el fin. No nos sorprenderá, por lo tanto, que, para
aislarnos, algunos empleen contra nosotros las armas del sarcasmo,
constantemente utilizadas a lo largo de la historia contra aquellos que
imitaron al Cordero de Dios.
Por nuestra parte estamos
tranquilos, pues lo único que hemos hecho es tomar en serio las palabras
de Nuestro Señor Jesucristo: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis
palabras no pasarán” (Mt. 24, 35). Por las verdades eternas que la
Iglesia enseña millones de mártires han dado la vida y misioneros santos
han recorrido la tierra en las direcciones más variadas. De esas verdades
se han alimentado sabios doctores y generaciones enteras de católicos
durante veinte siglos.
Respecto al Quijote, pueden
criticarlo cuanto quieran. Lo único que tenemos a decir es que el
caballero de la triste figura no es de ninguna manera el modelo del
idealista católico, sino su caricatura burlesca. El modelo, ya lo hemos
dicho, es Nuestro Señor Jesucristo. Por otra parte, no combatimos
molinos de viento; denunciamos un proceso que está demoliendo lo que
queda de la España tradicional y católica.
4- Otra forma de objeción: el silencio
Hay todavía otro recurso del que
pueden echar mano los opositores de este libro: el silencio.
Esta vieja táctica consiste en
hacer correr de boca en boca por toda España consignas como: “¡No lo
compren!, ¡no lo comenten!”, “¡no hablen sobre esos asuntos!”, “si se les
hace propaganda, estos chicos son capaces de destruir la concordia que, a
pesar de todo, reina en España”.
Tenemos que reconocer que, como
táctica, es muy sagaz. Cuando no hay argumentos que oponer, queda el
recurso de intentar emparedar al adversario con el silencio, para difundir
después el murmullo de la calumnia y de la detracción personal.
Por tanto lector, si siente
usted en torno a este libro un silencio inexplicable o el zum-zum
de la calumnia, sepa que no son espontáneos. Pero sepa también que
TFP-Covadonga — con la ayuda de la Santísima Virgen y del Apóstol
Santiago— hará todo lo que esté en sus manos para que esta voz de alerta
llegue a todos los espíritus objetivos de nuestra patria.
NOTAS
Cfr. Nota sobre el Referéndum Constitucional, 28-9-1978 in
CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Documentos 1965-1983, pp.
496-498.
S. Antonio María Claret, Escritos Autobiográficos y Espirituales,
BAC, Madrid, 1985.
“El Eco”, Suplemento del Boletín oficial del obispado de
Sigüenza-Guadalajara, 22-1-1984.
P. Félix SARDA Y SALVANY, El liberalismo es pecado, p. 85.
“Hoja del Lunes”, 11-11-1974; cfr. Medio siglo de epopeya
anticomunista, pp. 72-77.
|