Parte II

 

 

Capítulo 2

1975-1984

Consolidación discreta de un proceso convergencial comuno-católico, rumbo a etapas más osadas

 

 

 

 

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Diciembre de 1975: Obispos cubanos llaman a adherir a nueva Constitución socialista

Entre el 17 y el 22 de diciembre de 1975, se reúne en La Habana el 1er Congreso del Partido Comunista Cubano. Durante las sesiones, se da forma definitiva al Proyecto de Constitución cubana,1 a ser presentado en plebiscito.

Según la revista francesa “Chrétiens de l’Est” —especializada en asuntos religiosos en los países comunistas— poco después de efectuado el Congreso del PCC, los Obispos de Cuba envían una Circular al clero invitándolo a “acoger con buena voluntad las disposiciones de la nueva Constitución, entre las cuales, en particular, el artículo 54 (...)”.2

Ahora bien, la Carta Magna de cualquier país es considerada como la columna vertebral de todo el ordenamiento jurídico y social. ¿Cuál es ese marco jurídico que el Episcopado cubano llama a aceptar, con particular mención al artículo 54? Es lo que se verá a continuación. 

Febrero de 1976: es promulgada la Constitución cubana

El 17 de febrero, luego de un plebiscito en el cual, según Castro, habría votado a favor el 97,7% de los electores, es proclamada la nueva Constitución.3 Y el día 24, ésta entra en vigor al ser publicada en la “Gaceta Oficial”.

El texto de la Constitución cubana que los Obispos llamaron a “acoger con buena voluntad” está plagado de afirmaciones de estricta fidelidad al dogma marxista- leninista. Reconoce en su artículo 5, por ejemplo, que “el Partido Comunista de Cuba (...) es la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado, que organiza y orienta los esfuerzos comunes hacia los altos fines de la construcción del socialismo y el avance hacia la sociedad comunista".

Señálese de pasada la radicalidad totalitaria del texto constitucional, que da pie a una ingerencia absoluta del régimen en la vida social. Sólo serán considerados “esfuerzos comunes" válidos aquellos que, encauzados por el Partido Comunista, conduzcan en última instancia hacia el pleno afianzamiento del sistema comunista.

Cuándo Monseñor Agostino Casaroli —entonces Secretario del Consejo de Asuntos Públicos de la Santa Sede— pronunció su Homilía en la Catedral de La Habana, en 1974, el gobierno comunista aún no había dado a conocer, al menos por la prensa, su intención de redactar una Constitución.

¿Habría podido imaginar el prelado vaticano que dos años más tarde, a partir del 24 de febrero de 1976, las reglas de juego para los católicos que desearan seguir sus consejos —estar “vitalmente" incorporados en el “contexto cubano" como “fermento de fraternidad”— los obligarían a trabajar por la “construcdón del socialismo”?

Ahí están las palabras de la propia Constitudón. Sólo le aceptarán “esfuerzos comunes" —“fermentos de fraternidad", en palabras de Monseñor Casaroli— que colaboren con la realizadón de la “sociedad comunista" (art. 5).

Véase ahora el texto del artículo 34, mencionado en un contexto elogioso por el Comunicado episcopal.

El primer inciso declara: “El Estado socialista, que basa su actividad y educa al pueblo en la concepción científica materialista del universo, reconoce y garantiza la libertad de condenda, el derecho de cada uno a profesar cualquier creenda religiosa y a practicar, dentro del respeto a la ley, el culto de su preferenda".

Los comunistas cubanos se han llenado la boca con este trecho, para justificar una supuesta actitud benevolente, y hasta concesiva, del régimen en reladón a los creyentes.

El propio Fidel Castro, en sus conversaciones con Fray Betto, señala ufano: “Como tú conoces perfectamente, está establecido y garantizado en la Constitución de nuestra República el más estricto respeto a las creencias religiosas de los ciudadanos".4

En realidad, el propio texto de marras es contradictorio, al enmarcar esas “garantías" y “derechos" en los estrechos límites del “respeto a la ley"... comunista. Es decir, retira con una mano lo que aparentemente acaba de dar con la otra.

En efecto, si el comunismo fuese conforme al Derecho Natural, el inciso “dentro del respeto a la ley” (art. 54) podría entenderse como referente a normas de moral y buenas costumbres, según habitualmente éstas se interpretan en los Estados laicos occidentales. Pero tratándose de un régimen totalitario y antinatural, el “respeto a la ley” significa acatamiento ciego a las autoridades comunistas y a sus anti-valores. De modo que la libertad religiosa presuntamente establecida en el artículo 54 de la Constitución cubana, termina en el preciso momento en que comienza la incompatibilidad entre la doctrina comunista y la doctrina de la Iglesia; incompatibilidad que no podrá ser señalada públicamente por los católicos, so pena de caer sobre ellos el rigor de la ley. En la práctica, un cierto margen de flexibilidad —dentro de esa sui generis libertad religiosa establecida en el artículo 54 de la Constitución cubana— puede ser admitido por el régimen debido a conveniencias estratégico-propagandísticas del momento. Pero éste sólo permitirá que ese espacio sea utilizado por católicos colaboracionistas con el comunismo, lo cual no representa ningún riesgo potencial para el castrismo.

El inciso subsiguiente se encarga de aclarar con brutalidad cualquier duda al respecto, al afirmar taxativamente que “es ilegal y punible oponer la fe o la creencia religiosa a la Revolución (...) y a los demás deberes establecidos por la Constitución". Luego, no existe libertad verdadera para enseñar lo que los Mandamientos de la Ley de Dios prescriben sobre temas fundamentales como la familia y la propiedad privada, algo tan diametralmente opuesto a la “ley" revolucionaria. Se trata, por tanto, de una “libertad" religiosa ficticia y fraudulenta.

Son también reveladores del trasfondo de este artículo vital para la “política religiosa” de Fidel, trechos de la Resolución final del 1er Congreso del PCC donde se debatió el proyecto de Constitución. Allí se afirma que la implementación de una efectiva política educacional tendrá entre sus objetivos “diseminar entre las masas los conceptos científicos del materialismo histórico y dialéctico (...) y liberarlas de los dogmas religiosos y supersticiones, así como de los prejuicios engendrados por ellos".5

El llamado episcopal a aceptar la Constitución —de atenerse a la noticia de “Chrétiens de l’Est” arriba citada— redunda, pues, en legitimar al régimen comunista de Castro. 

Obispos cubanos empujan al laicado católico a integrarse a la Revolución

Para que la colaboración comuno-católica fuese adelante, no bastaban las pseudo garantías constitucionales. Era predso vencer las resistendas y desconfianzas dentro de la gran masa del laicado católico. El Episcopado cubano intentaría disiparlas, poniendo como ejemplo ante el rebaño a ciertos laicos “comprometidos" que ya habían tomado la delantera. En el libro “Encuentro Nadonal Eclesial Cubano" —impreso en 1987 en la Tipografía Don Bosco, de Roma, bajo la responsabilidad de la Conferenda Episcopal Cubana— se transcribe expresiva frase de una “Circular de los Obispos de Cuba", difundida en 1976 (“Comunidad y Evangelizadón", 8) (6). Allí, los Obispos resaltaban que muchos “cristianos fieles se sintieron capaces de esbozar las respuestas que exige la nueva cultura que se va abriendo paso aquí".

Diez años después, ellos explicarían el significado más profundo de dicha actitud: estos “laicos católicos han abierto, con su asidua actitud de servicio a la sociedad, posibilidades siempre crecientes para una comprensión mejor de la fe cristiana y de las intenciones de los creyentes". “Los laicos cristianos que han sabido mantener esta actitud dialogante —prosiguen los Obispos— han desempeñado un importante papel en crear un nuevo clima en las relaciones de los creyentes con todo el pueblo y con las autoridades del país" (7).

Sin embargo, como se ha visto en la Parte I, el “nuevo clima" creado por esos laicos que han colaborado con el régimen —prestando su “servicio a la sociedad" comunista— en poco o nada ha disminuido el estado de persecudón ideológico-religiosa a los fieles católicos. No hay duda que el gobierno comunista ha sido el gran beneficiado con esa actitud de los católicos colaboracionistas. 

Febrero de 1979: delegado cubano ante asamblea de Puebla sugiere tratamiento preferencia! en relación al marxismo

El representante eclesiástico cubano ante la conferenda de Puebla, P. Arnaldo Aldama, afirma el día 6 de febrero de 1979 que “el problema del marxismo no debe ser abordado de la misma manera que el de las otras ideologías, tales como la seguridad nadonal o el capitalismo liberal". Y da como justificación de su más benévola actitud hacia el marxismo, el hecho de que “no es propio del espíritu pastoral tratar de la misma manera a quienes intentan cambiar el mundo, que a aquellos que no se esfuerzan por cambiarlo (...)".8 

Julio de 1979: Obispo propone “Puebla” cubana

En los primeros días de julio de 1979, durante la convivencia del clero cubano, el antiguo Obispo Auxiliar de La Habana, Monseñor Fernando Azcárate, propone celebrar una “Puebla en Cuba", siendo aceptada esa moción por los presentes.

El episodio será considerado como el antecedente remoto de una Reflexión Eclesial Cubana (REC) que “aggiornará” a la Iglesia con los vientos del Concilio Vaticano II y Puebla.9 

19 de Julio de 1979: triunfan sandinistas en Nicaragua, y Fidel percibe papel decisivo de "cristianos comprometidos"

La ayuda político-militar cubana para la caída del régimen de Somoza fue considerable. Y Castro lo sabe mejor que nadie. Pero, como observa el P. Pierre de Charentenay S.J., el dictador “cayó en la cuenta en aquella ocasión que en esa revolución habían tomado parte numerosos cristianos”. Esta experiencia revolucionaria ciertamente reforzó su impresión, nacida de sus conversaciones con el P. Cardenal y los “Cristianos por el Socialismo”, en noviembre de 1971, que los creyentes “podían asumir una actitud distinta de una oposición sistemática a cualquier cambio”.10

Por lo anterior se explica la confesión de Fidel a Fray Betto en el sentido de que fueron “los hechos, las ideas, y después de las ideas, nuevos hechos”, los que hicieron madurar paulatinamente en el dictador su estrategia de largo alcance en relación a la Iglesia.11 Castro así explicitaba su pensamiento: “Creo, desde luego, que el movimiento político revolucionario debe hacer sus análisis a partir de las condiciones dadas, existentes en un momento dado, y elaborar su estrategia, su táctica y sus enfoques no sólo a partir de doctrinas”, mas también de la observación de la realidad.12 Según este principio de la praxis revolucionaria, era preciso adaptarse a la nueva y favorable situación. Para Fidel, ante la experiencia nicaragüense, definitivamente “el modelo de la guerra fría y las oposiciones maniqueas (...) entre cristianos y comunistas, ya no era adecuado”, concluye el P. de Charentenay en su artículo. 

Julio de 1980: primer encuentro de Fidel con Fray Betto, en Managua

Fray Betto no conoce personalmente a Castro. La oportunidad surge el 19 de julio de 1980, en que ambos viajan a Managua como convidados oficiales del gobierno sandinista para los festejos del primer aniversario de la Revolución.13 Allí el dominico brasileño tendrá oportunidad de conversar cerca de dos horas con el dictador.14

Castro, al recordar ese encuentro, enumera los síntomas de izquierdización en las filas católicas que venía observando —y que él describe como “una toma de conciencia en el seno de la Iglesia Católica latinoamericana”15— destacando el papel del “progresismo” católico en la caída de Somoza y el “nivel muy alto” que esa corriente revolucionaria alcanzó.16 Y concluye: “Todas las condiciones están dadas cuando (se da) nuestro encuentro, para la receptividad mutua acerca de nuestros respectivos puntos de vista en lo que se refiere a las relaciones entre cristianismo y revolución (...) Entonces, por eso se desarrolla aquel encuentro en un plano amistoso y armonioso”.17 No era para menos, dada la mutua afinidad ideológica reconocida por Castro. 

Fray Betto explicita a Fidel la política más eficaz para deglutir a los católicos

La versión de lo conversado en esa ocasión, dada por Fray Betto años después a la revista cubana “Prisma”,18 resulta tan reveladora cuanto escandalosa. En efecto, el dominicano brasileño expone al dictador los puntos de un verdadero “exámen de conciencia” revolucionario sobre los pasados errores estratégicos del castrismo para con los creyentes, y ayuda a Castro a perfeccionar su “política religiosa”. Sobre “las relaciones del Gobierno cubano con la Iglesia Católica”, Fray Betto delineó tres posibilidades.

La primera, “perseguir la religión, la Iglesia”, a lo que él mismo responde no con un argumento de carácter moral, sino meramente táctico: “Sería la mejor forma de confirmar la propaganda del imperialismo” de que el comunismo persigue a los creyentes...

La segunda actitud: “Mantener a la Iglesia (...) como en un ghetto, sin perseguirla, pero sin crear mayor espacio para ella en la vida social”. A lo que señala que eso “también era hacer el juego al enemigo, porque esa Iglesia marginada dentro de un país socialista sería el único núcleo potencial de rearticulación de los contrarrevolucionarios”.

Por fin, la tercera opción es la que Fray Betto propone a Fidel: “Ayudar a esa Iglesia a que se integre en el proceso de construcción de una sociedad socialista”.

El entrevistador pregunta:

— “¿Y cómo reaccionó Fidel?”

— (Fray Betto) “Fidel, con la sinceridad (¡sic!) que lo caracteriza, dijo que yo tenía razón y que él nunca había examinado el problema desde ese ángulo.19 Y dijo: nosotros precisamos agilizar ese proceso, porque Vd. tiene razón, la única posibilidad real, consecuente, política, es esa, insertar a los cristianos, a la Iglesia, en el proceso de construcción de la sociedad socialista”. Sin duda, esta cínica formulación de Castro contiene en germen todo un programa de destrucción de la fe de los católicos cubanos que, como se verá en las páginas siguientes, el dictador irá cumpliendo al pie de la letra.

“Al final de la charla, concluye Fray Betto, (Castro) me invitó a visitar Cuba”. 

Julio de 1980: Fidel pone en práctica directrices combinadas con Fray Betto

Siete días después de su encuentro en Managua con Fray Betto, Castro aprovecha una importante fecha revolucionaria para dar nuevo impulso a su “política religiosa”. Hablando en Ciego de Avila, en el aniversario de la fundación del Movimiento 26 de Julio, afirmó: "No hay duda de que el movimiento revolucionario ganaría mucho, el movimiento socialista, el movimiento comunista, el movimiento marxista-leninista ganaría mucho en la medida en que dirigentes honestos de la Iglesia Católica y otras iglesias vuelvan al espíritu cristiano de la época de los esclavos de Roma” (sic).

El dictador continuó su singular raciocinio asegurando que con ese cambio “no sólo ganaría el socialismo y el comunismo, ganaría también el cristianismo”. Y concluyó: “Yo no sé lo que pensarán los imperialistas sobre eso. Pero sí estoy absolutamente convencido de que la receta es altamente explosiva”,20 en favor de la Revolución.

La arrogancia del dictador ateo, pretendiendo trazar el camino que, según él, la Iglesia debería seguir, era susceptible de caer en el más completo ridículo. Pero cierta prensa internacional —al igual que una vasta red de teólogos “liberacionistas”— se encargará de dar visos de seriedad al torpe “magisterio paralelo” de Fidel. Amparado por esa benevolencia, el dictador vitalicio se sentirá con las manos libres para continuar su políica de “insertar a los cristianos” en “la sociedad socialista”... 

Julio-Agosto de 1980: Conferencia Episcopal impulsa “Reflexión Eclesial Cubana”

En julio, durante una “convivencia” del clero cubano, hay quienes renuevan el deseo de efectuar la “reflexión eclesial” sugerida por el antiguo Obispo auxiliar de La Habana, Monseñor Azcárate, para “actualizar” a la Iglesia cubana de acuerdo a los nuevos vientos de Puebla. En agosto,21 durante la Asamblea General del Episcopado, se nombra una comisión para impulsar la iniciativa, presidida por Monseñor Adolfo Rodríguez, Obispo de Camaguey.22 

Abril de 1981: Comisión Episcopal lanza idea de Encuentro Nacional

La Comisión nombrada por el Episcopado en agosto de 1980 recién se reunirá siete meses más tarde, el 19 de abril de 1981. De las conversaciones23 surge un objetivo concreto: “Poner a la Iglesia cubana en pie de reflexión sobre su ser y quehacer en el pasado, en el presente y en el futuro, de manera que desembocara en un Encuentro Nacional, donde se tomarían algunas opciones pastorales”.24 

Septiembre de 1981: En su primer viaje a Cuba, Fray Betto asesora a comunistas cubanos especializados en asuntos religiosos

Oficialmente, el primer viaje de Fray Betto a la isla-prisión se debió a la realización del “Primer Congreso de Intelectuales por la Soberanía de los Pueblos de Nuestra América”, según consigna la revista comunista “Prisma Latinoamericano”.25

Fray Betto se “sorprendió” con la “fraterna recepción que recibió de sus anfitriones. Y en los intervalos del Congreso, se dio tiempo para entrar en contacto “con dos organismos del Gobierno cubano, ocupados ya en el estudio de la Iglesia y religión en América Latina, el CEA (Centro de Estudios sobre América) y aquello que correspondía a la actual Oficina de Asuntos Religiosos”.

“Me invitaron a una serie de charlas sobre la Iglesia y religión en América Latina —continúa Fray Betto— equivalente a las que ellos ya habían tenido con otros teólogos de la liberación, sacerdotes de paso por Cuba”.

Nótense dos aspectos importantes: primero, la relevancia que en ese entonces el gobierno comunista otorgaba al fenómeno religioso en América Latina, al punto de haber montado dos organismos de alto nivel para estudiarlos; y, segundo, el contacto incesante establecido en la propia La Habana con otros teólogos “liberacionistas”, sobre cuyo número e identificación se prefiere guardar discreción. Pero a juzgar por una frase que desliza el fraile dominicano —“yo era una más de esas personas”— es licito suponer que los anteriores huéspedes no habían sido pocos.

Ante ese auditorio de especialistas cubanos, Fray Betto lamenta que, por lo menos hasta 1981, “en materia de religión e Iglesia” “tanto la Iglesia como el Partido Comunista de Cuba se habían detenido en 1959”. Pero constata que a partir de 1981 se produce el “despertar de un nuevo interés por el tema”, atribuyéndolo “al impacto de la Revolución sandinista, en la cual, por primera vez en la historia, los cristianos participaron como protagonistas de un proceso revolucionario”.

A los “asesores” de Castro especializados en subyugar los católicos cubanos, Fray Betto mostraba el “modelo nicaragüense” como forma de rectificar “errores” del pasado. En una palabra, enseñaba al lobo rojo los atajos para llegar al redil... 

Febrero de 1983: Fray Betto se reúne con el Nuncio y los Obispos cubanos

Narra Fray Betto a la citada revista cubana “Prisma” que, terminado “ese primer ciclo de conversaciones en Cuba, en septiembre de 1981, los compañeros (sic) del Partido” le hicieron una propuesta: “Si (...) estaba dispuesto a volver en otras ocasiones para continuar analizando la cuestión Iglesia-religión en América Latina”. A lo que el dominicano brasileño les contestó que para él “era muy importante volver a la isla, no sólo para prestar ayuda al Partido (!), sino también auxilio a la Iglesia católica en Cuba”. Al parecer, Fray Betto consideraría el “auxilio” a la Iglesia cubana y la “ayuda” al Partido Comunista como objetivos convergentes... Afirmó a continuación que le gustaría entenderse con los Obispos cubanos: “En la medida en que ellos aprobasen sa solicitud, yo volvería con mucho gusto”.

Los Obispos tenían la palabra; y, a juzgar por declaraciones posteriores de Fray Betto a la revista brasileña “Teoría e Debate”, también estaba con la palabra el Pro-Nuncio Apostólico de Su Santidad: “Hablé con el Nuncio y con el Presidente de la Conferencia Episcopal Cubana, y ambos concordaron”.26

Así, en febrero de 1983 Fray Betto asiste en La Habana “una reunión con todos los Obispos, y el Nuncio Apostólico”.27 

Febrero de 1983: Encuentro Eclesial, de la “puesta en marcha” a la “organización”

El período de “puesta en marcha” de la “reflexión eclesial cubana” (REC) se había desarrollado durante 1982.” En febrero del 83 —no se sabe si antes o después de la reunión de los Obispos y el Pro-Nuncio con Fray Betto— se realiza en El Cobre un encuentro conjunto entre la comisión preparatoria de la REC y la Conferencia Episcopal. En todo caso, la coincidencia de fechas no puede dejar de ser registrada, en el contexto del proceso de acercamiento Iglesia-gobierno comunista que se viene analizando, si bien por el momento no hayan trascendido públicamente mayores detalles. En este encuentro se decide transformar la comisión preparatoria en una Comisión Central.29

Sobre la representatividad de la “reflexión eclesial cubana” en relación al conjunto de los católicos cubanos, se abren a esta altura algunos interrogantes. Es de notar, según el libro “Encuentro Nacional Eclesial Cubano”,30 que en febrero de 1983 —faltando tres años para realizar el ENEC— si bien los Obispos constatan “el interés y desarrollo que iba tomando la REC”, hasta ese momento todo se ha limitado prácticamente a reuniones de comisiones. Y dicho libro reconoce, por ejempío, que a esa fecha la Sub-comisión de Encuestas tenía un solo miembro31...

No se pretende aquí sacar conclusiones de estos hechos, sino meramente consignarlos, pues servirán para interpretar en profundidad diversas noticias —a ser expuestas en la Parte III— sobre la oposición de una parte considerable de católicos cubanos a la orientación concesiva de sus Pastores. 

Junio de 1984: Presidente de Conferencia Episcopal francesa viaja a Cuba

Monseñor Jean Vilnet, entonces Presidente de la Conferencia Episcopal francesa, visita la isla llevando una contribución financiera recolectada en Francia por el izquierdista “Comité Catholique contre la Faim et pour le Développement” (CCFD),32 en favor “de los menores deficientes”. Se estima que la suma de dinero aportada por el prelado francés ascendió en la época a un millón de francos franceses, equivalente hoy a cerca de doscientos mil dólares.33

Monseñor Vilnet se constituyó en el “adelantado” de una serie de figuras episcopales de relieve que pocos meses después comenzarían a visitar la isla-prisión. 

Notas:

1) Linda Klein, “The socialist Constitution of Cuba”, “Columbia Journal of Transnational Law”, N° 3, 1978, p. 464.

2) “Chrétiens de l’Est”, N° 51, 3er tr. 1986, p. 32.

3) op. cit., Linda Klein, p. 465.

4) “Fidel y la Religión”, “Los cristianos y el Partido Comunista”, p. 222.

5) “Resolution of the First Congress of the PCC, 3 Newsletter, Center for Cuban Stud. 35 (1976), apud Linda Klein, p. 495.

6) No fue posible confirmar si es esta misma Circular a la que se refiere “Chrétiens de l’Est”. De todos modos, el texto tiene enorme interés para ilustrar la dinámica “colaboracionista” que ya entonces animaba al Episcopado cubano.

7) “Encuentro Nacional Eclesial Cubano”, “Los católicos cubanos y el Estado socialista”, p. 59.

8) “L’Osservatore Romano”, 18-2-79, p. 10, apud “Chrétiens de l’Est” N° 51, 3er tr. 1986, supl. N° 11, p. 65.

9) “Encuentro Nacional Eclesial Cubano”, pp. 17 y 69.

10) Pe. Pierre de Charentenay, “La Civiltà Cattolica”, 17-12-89.

11) “Fidel y la Religión”, p. 253.

12) “Fidel y la Religión”, “Los cristianos y la izquierda en América Latina”, p. 258.

13) El encuentro se dio “en la noche de ese mismo día”, cuenta Fray Betto, cuando “el Padre Miguel D’Escoto, Ministro de Relaciones Exteriores, me llevó a la casa de Sergio Ramírez, actual Vicepresidente de la República” (“Fidel y la Religión”, “Caminos de un encuentro”, P. 13).

14) “Fidel y la Religión”, “Los cristianos latinoamericanos”, p. 246.

15) “Fidel y la Religión”, “Los cristianos latinoamericanos”, p. 248.

16) op. cit. ídem., ibíd., p. 249.

17) op. cit. ídem, ibíd., p. 252.

18) Revista “Prisma Latinoamericano” N° 160, 1985. Fray Betto da una versión similar de esta conversación, aunque un poco menos cruda, en “Fidel y la Religión”, “Los cristianos latinoamericanos”, p. 271.

19) Se está aquí en presencia de un característico ejemplo de “sinceridad” de Fidel. Tal vez nunca el problema —junto con la solución— le hubiese quedado tan claro. Pero ya se ha mostrado al lector una documentación fehaciente —incluyendo declaraciones del propio Fidel— que prueban que él y sus mentores venían cavilando sobre la nueva “política religiosa” desde hacía varios años. Pero ciertamente no le fue difícil percibir la vanidad de Fray Betto —que él mismo confesó a la revista brasileña “Teoría e Debate” N° 4, 9-88: “vanidad intrínseca a mi personalidad”— y de ahí se explica ese comentario que ciertamente mucho sensibilizó al dominicano brasileño.

20) “Extracto del discurso de Fidel a su regreso de Nicaragua”, “Granma”, 28-7-89, en “Centroamérica: cristianismo y revolución”, Cuadernos DEI, Costa Rica, 1980, pp. 58-59; y “Chrétiens de l’Est” N° 51, 3er tr. 1986, supl. N° 11, p. 66.

21) “Encuentro Nacional Eclesial Cubano”, p. 17.

22) A esta altura, podrán haber surgido en más de un lector varios interrogantes, por cierto difíciles de responder. Pero que, al menos en su formulación, servirán de andamios para ir reconstruyendo el vital tejido histórico de este período.

Por ejemplo: ¿cuáles habrán sido la reacción y los comentarios, tanto en las reuniones del Episcopado cubano, cuanto en las del clero, sobre el papel de los cristianos en el reciente proceso revolucionario de Nicaragua, cuyo primer aniversario se acababa de festejar con bombos y platillos? La tónica, ¿habrá sido contraria o favorable? ¿Qué pasos internos, qué sondeos y qué contactos habrá establecido Fidel en la isla, después de sus conversaciones con Fray Betto en Managua, y de su manifiesto interés en “insertar” a la Iglesia “en la sociedad socialista”? ¿Es de pensar que un tan hábil revolucionario haya quedado de brazos cruzados, después de madurado un plano tan rentable? ¿Qué recados habrán sido enviados y recibidos, a través de canales abiertos posteriormente al viaje a Cuba, en 1974, del entonces Secretario de Asuntos Públicos de la Iglesia, y ya en 1980, Secretario de Estado de Juan Pablo II? En fin, ¿cuál la repercusión, en filas eclesiásticas y de “laicos comprometidos” cubanos, del reciente discurso del dictador en Ciego de Avila?

23) “Encuentro Nacional Eclesial Cubano”, p. 17.

24) El enunciado levanta nuevos interrogantes: Siendo que desde el triunfo de la Revolución comunista el gobierno no había permitido ningún Encuentro público de la Iglesia —y eso lo sabían mejor que nadie los miembros del comité episcopal— ¿habrían ellos lanzado como una meta de la “reflexión” la realización de un Encuentro Nacional, sin antes haber sondeado por lo menos las disposiciones del gobierno comunista?

Si esos sondeos no hubiesen sido hechos, se estaría en la presencia de una disposición de enfrentar abiertamente al régimen en uno de sus puntos más sensibles. Lo que iría contra la política de silencio concesivo que el Episcopado, como él mismo lo reconoce, venía siguiendo, y que eufemísticamente denomina “testimonio silencioso” (“Encuentro Nacional Eclesial Cubano”, p. 10). Pero no hay absolutamente ningún síntoma, desde filas episcopales, de la menor reacción anticomunista. ¡Y cuánto hubiera reconfortado conocerla!

Apartada la hipótesis del enfrentamiento, ¿cuáles serán las nuevas “opciones pastorales” que desde ya se anuncian para el Encuentro Eclesial que, finalmente, se producirá casi cinco años más tarde, en febrero de 1986? Es lo que se verá en páginas siguientes.

25) N° 160, 1985.

26) N° 4, septiembre de 1988.

27) “Prisma Latinoamericano” N° 160, 1985.

Sobre los viajes de Fray Betto a la isla, anteriores a este encuentro relevante, el religioso declara que después de su primera ida en septiembre de 1981, volvió en diciembre del mismo año. A partir del 82, habría hecho una media de tres viajes, confiesa este singular “mediador” —con aval de la Nunciatura— al servicio del régimen y de los Obispos (“Teoría e Debate”, N° 4, septiembre de 1988). Lejos estamos de querer sobreestimar el papel de Fray Betto en este proceso de acercamiento comuno-católico. Sin embargo, sería interesante poseer un relato fidedigno sobre los contactos efectuados en cada una de sus idas a la isla-prisión, tanto con personeros del régimen, cuanto con eclesiásticos.

28) “Encuentro Nacional Eclesial Cubano”, p. 18.

29) op. cit. ídem., ibíd., p. 19.

30) p. 19.

31) p. 19.

32) Sobre el carácter izquierdista y pro-comunista de este controvertido organismo dependiente de la Conferencia Episcopal francesa, véase artículo en la revista “30 Giorni”, diciembre de 1988, pp. 38 a 42; también, los libros “Le détournement de la charité”, por Pierre Debray, Editions Kyrios, Paris, 1987, y “La Subversion Humanitaire-Les Bonnes Oeuvres du CCFD”, por Michel Algrin, Ed. Jean Picollec, Paris, 1988.

33) “Chrétiens de l’Est” N° 51, 3er tr. 1986, supl. N° 11, p. 32. A juzgar por una noticia publicada casi tres años después por “La Croix” (10-12-87), en artículo “L’éducation spéciale à Cuba (1)”, la ayuda se ha mantenido e, incluso, incrementado. El artículo sostiene que “el CCFD financia la educación de los niños deficientes” de la isla, cuyo número en el período 1987-1988 es calculado en 47.385.

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