Plinio Corrêa de Oliveira

 

EL «PLATEAU DE FROMAGES»

PARA TODOS LOS GUSTOS

 

"Cristiandad" N.º 465, Noviembre de 1969 [1]

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A D V E R T E N C I A

Si el profesor Plinio Corrêa de Oliveira estuviera entre nosotros sin duda pediría que fuera colocada una explícita mención a su filial disposición de rectificar cualquier eventual discrepancia en relación al Magisterio inmutable de la Iglesia. Es lo que hacemos constar, con sus propias palabras, como homenaje a tan escrupuloso estado de espíritu:

“Católico apostólico romano, el autor de este texto se somete con filial ardor a las enseñanzas tradicionales de la Santa Iglesia. No obstante, si por lapso, algo en él hubiera en desacuerdo con dichas enseñanzas, desde ya y categóricamente lo rechaza”.

Las palabras “Revolución” y “Contra-Revolución”, son aquí empleadas en el sentido que se les da en el libro “Revolución y Contra-Revolución”, cuya primera edición apareció publicada en el número 100 de la revista “Catolicismo”, en abril de 1959.

Hace algunos años, el comunismo internacional constituía un monolito doctrinario, cultural y político.

Posteriormente, este monolito se ha ido fragmentando. En Europa surgieron los cismas yugoslavo y albanés. En Asia se abrió una inmensa grieta con China. De ahí el fraccionamiento de los medios comunistas en todo el mundo en dos tendencias rivales, la pro-rusa y la pro-china. Con la revolución marcusiana de 1968 y la agitación checoslovaca se hizo —a su vez— más concreta la distinción ya antes delineada entre un neo-comunismo liberal semi anárquico, y un comunismo soviético, férreamente dictatorial.

Esto, fuera de Rusia. Dentro, también la naturaleza monolítica del comunismo sufre profundas alteraciones. Al lado de los comunistas de vieja cepa estaliniana, aparecerán los comunistas “deshelados” de tipo Kruchev. Después surgirán los comunistas postkruchevianos, que aparecen como una mezcla de kruchevismo y estalinismo. Luego los postkruchevianos se dividen en “palomas” y “halcones”. Y por fin —a juzgar por las copiosas informaciones del escritor Kuznetsov— el comunismo ruso va perdiendo la identidad consigo mismo quedando en algo brutal e indefinido, que reserva en su fondo toda clase de sorpresas. El reclamo del comunismo se habría refugiado en el pecho de algunos intelectuales perseguidos.

Como se ve, todo son heterogeneidades y confusiones. Diríase que los fragmentos del comunismo pierden sus contornos, liquidarán y acabarán transformándose en un magma en el cual los diversos elementos se encuentran, se combinan o se repelen en su contenido sin dejar de formar parte de la misma masa líquida.

Es verdad que, para este hecho, se han dado múltiples explicaciones: rivalidades de jefes u otras en el interior de Rusia; choques de intereses nacionales dentro del bloque soviético; explosiones de liberalismo en reacción al medio siglo de tiranía, etc. La “inteligentzia” del mundo se preocupa en desarrollar explicaciones. Filósofos, sociólogos y literatos van divagando de buena gana sobre este asunto. Cada cual procura motivar el fenómeno según el ángulo del que lo observa. Estas explicaciones, que la mayor parte de las veces se contradicen, van siendo introducidas entre el público por medio de libros, conferencias, revistas y periódicos. En conjunto llevan, a todo Occidente, a la convicción de que, en un momento dado, se pondrán en acción factores múltiples y dispares, nacidos de las más profundas entrañas de la realidad, las cuales, a una, quebrarán y licuarán el viejo monolito.

El presupuesto de esta convicción es de que todos los comunistas que se agitan en este pandemónium son sinceros. Que todos dicen lo que piensan y cumplen lo que dicen. Cada cual, haría, de este modo, en el caos rojo, un juego propio, en el que llegaría hasta el fin.

No dispongo de elementos para saber si ese chaparrón de explicaciones nacidas de este supuesto son verdaderamente objetivas. Pero parece poco prudente y contrario a todas las leyes de la lógica admitir —como punto de partida para tan amplia visión de la presente realidad comunista— un supuesto que no ha sido previamente objeto de un cuidadoso análisis.

Sin emprender aquí este análisis deseo comunicar a los lectores algunas observaciones y reflexiones que tal vez les ayuden a emprender por si mismos ese trabajo.

El "New York Herald Tribune " presentó esta "viñeta" sagaz de Mauldin, a propósito de la "rivalidad " e incluso el "antagonismo" entre el comunismo soviético y el comunismo chino. Un occidental con la estúpida fisonomía marcada por una amplia sonrisa optimista e ininteligente, dispuesto a pisar con paso rápido la terrible trampa que le cortará por el medio.

En primer lugar, notemos que la escisión Rusia-China, tan vistosamente afirmada por la prensa de las dos potencias, es mucho menos profunda de lo que parece. Entre los dos “grandes” del comunismo persisten puntos de contacto de importancia vital, pero cuidadosamente dejados en la sombra por ambos. Así Moscú y Pekín continúan apoyando a Vietnam del Norte y esto con tal abundancia y vigor que Nixon se considera forzado a abandonar gradualmente a su triste suerte a Vietnam del Sur.

En segundo lugar, no perdamos de vista que Chang-Kai-Chek solo no ha desembarcado sus tropas en la China continental, para allí iniciar la contrarrevolución, porque los Estados Unidos lo prohíben. ¿Los Estados Unidos podrían tal vez ser derrotados por China? Evidentemente no. Si el desembarco de los chinos en apoyo de los anticomunistas de su patria no se opera, es porque Estados Unidos recela represalias soviéticas. Por todo esto es forzoso admitir que Rusia y China no están tan divididas como parecen. Y que ambas esconden algo tras la tan cacareada escisión.

Pero, preguntará el lector, ¿qué ventajas traen estos aparentes cismas del comunismo a su causa? ¿No es evidente que el caos solo trae desventaja?

Por mi parte, considero la palabra “solo” muy liviana. Algunas ventajas yo las veo claras. Apuntaré apenas una.

Hace muchos años Moscú, con toda malicia, viene intentando una “coexistencia pacífica” con el Occidente. Con miras a desmovilizar la reacción anticomunista mundial los dirigentes del Kremlin ponen en juego todos sus recursos propagandísticos. Es en vano. La inmensa mayoría de los occidentales desconfía de sus maniobras, y permanece obstinadamente fría.

Pero, con el fraccionamiento del monolito, la desconfianza ha disminuido. El comunismo empieza a parecer menos maquiavélico. Tomando aires de espontaneidad en sus reacciones, de abierto en revelar sus heridas internas, en una palabra, de más sincero.

Ocurre que los varios aspectos dentro del magma comunista van tomando un aspecto curioso. Hay uno para cada gusto. Quien en el mundo occidental gusta de la libertad, de la aventura, de la audacia, puede entusiasmarse con el comunismo marcusiano. Quien gusta de dramas sentimentales, puede enternecerse con la desventura de los intelectuales comunistas perseguidos en Rusia. Quien, por el contrario, aprecia el orden, la organización, el método, tiene en Duclos el paradigma de hombre ponderado, inteligente y firme. Quien aprecia la agresión, la violencia, el crimen, ya no precisa recurrir a las novelas policíacas: lea la vida del Che o de Camilo Torres, o medite sobre las máximas de Mao-Tsé-tung. Si, por el contrario, alguno aprecia el diálogo, vuelva los ojos al razonador PC italiano. Si lo espera todo de una política de mutuas concesiones, mire a Ceausescu o a Tito. En suma, como en el clásico “plateau de fromages” francés, el comunismo actual es un inmenso “plateau” de comunismos con variedades de comunismo para todos los gustos.

Sí, para todos, incluso para ciertas derechas. Pues ¿puede algo agradar más a éstas que la dictadura excomunista que algunos Kuznetsovs ven emerger de la Rusia actual?

Desmovilización de la desconfianza universal, apertura de incontables zonas de simpatía en toda la opinión mundial, nada podría servir mejor a la causa de la coexistencia insidiosa propuesta por Rusia... mientras ella se va armando hasta los dientes.

Si ese fraccionamiento del bloque comunista proporciona a su causa tan jugosos intereses, forzoso es preguntarse si ese “plateau de fromages” ofrecido por el oso comunista al mundo no es una gran maniobra.

Maniobra que, como es obvio, se utiliza de mucha gente que no se da cuenta de que le está ayudando...

 


 NOTAS

[1] Artículo originalmente publicado en la "Folha de S. Paulo" de 27 de agosto de 1969. Traducción y adaptación al español por "Cristiandad".