Plinio Corrêa de Oliveira

 

 

Una forma diversa de festejar

el mes de María:

con espíritu de reparación

 

 

Adaptado de una conferencia del 1 de Mayo de 1967. Sin revisión del autor (*)

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¿Quien podría decir que – grosso modo– la Santísima Virgen está contenta con la actual actitud de los hombres? Sería, pues, muy oportuno aprovechar este mes, todo él dedicado a Nuestra Señora, para enfocarlo y vivirlo como un acto de reparación.

Como todos saben, el mes de María es eminentemente festivo. Naturalmente nuestro espíritu se vuelve a festejar a Nuestra Señora durante todos los días del mes. Sucede, sin embargo, que existe un principio de sentido común, por el cual no se festeja a una persona que está pasando por un pesar muy grande. Por ejemplo, a una madre que tiene a su hijo muy enfermo, no se va, durante la enfermedad del hijo, a hacerle una fiesta de aniversario. Porque su ánimo no está para eso.

Entonces, ésta es una ocasión para testimoniarle a Ella veneración, cariño, etc., pero reiterarlo de otra manera, es decir, solidarizándose con su dolor. Decirle dos cosas: “yo me acuerdo que es tu aniversario. Esta fecha despierta en mí buenas disposiciones, pero considerando tu estado, tu situación, quería decirte también cuánto me pesa verte pasar por esta prueba difícil, y hago votos para que tu hijo se mejore”. Es lo que cualquier persona sensata diría.

Bien eso es lo que nosotros también debemos decir a Nuestra Señora. Debemos decir que nos acordamos de todas las razones perennes de alegría que Ella significa para todos los católicos, en todas las circunstancias. Nuestra Señora es de tal manera causa nostra laetitia, como se dice en la letanía Lauretana, que significó una alegría para nosotros, incluso en la más triste de las situaciones, que fue cuando Nuestro Señor Jesucristo murió. Hasta en esa ocasión, su presencia era un elemento de alegría y de satisfacción para nosotros.

Por otro lado, por causa eso, hay que comprender que una actitud de mera conmemoración festiva no es oportuna, y que nosotros debemos unir al recuerdo de toda la alegría que Ella nos da, la consideración de toda la tristeza que Ella tiene en las circunstancias actuales, y tener en vista esa tristeza. Tener muy presentes y actuales las razones de su tristeza, por tantas ofensas contra Ella, contra su Divino Hijo y contra la Santa Iglesia, que vemos cotidianamente en esta sociedad que cada día se vuelve más contra Dios y contra su Ley. Y si, viendo todos estos crímenes, mi indignación fuese pequeña no se podrá concluir otra cosa, que la causa, es que mi amor es pequeño. Se podría decir que la actitud que tenemos en relación a los enemigos de la Iglesia y de la Civilización Cristiana, es el termómetro de nuestro amor a la Iglesia y a Nuestra Señora.

Quizá esas consideraciones nos hagan ver que nuestro amor es débil, escaso, pequeño… Ese será un buen motivo para pedirle a Ella, que en este mes hace llover de modo especial gracias sobre sus hijos, que nos conceda un mayor celo en la defensa de sus intereses, frente a la obra de demolición de las fuerzas de las tinieblas y una creciente incompatibilidad con el mal, en todas las formas que él se presente ante nosotros. Esta sería una linda suplica en todos los días de este mes dedicado a Ella.

(*) Por Acción Familia (Santiago de Chile).


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