Plinio Corrêa de Oliveira

 

 

Los moderados furiosos

 

 

 

 

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Folha de S. Paulo, 12 de Enero de 1983

Vuelvo a las consideraciones que hice en mi último artículo sobre la posición asumida ante la legalización del PCB por cinco importantes prelados brasileños.

1. En síntesis, de los cinco prelados cuyas declaraciones sobre el tema fueron publicadas por la “Folha de S. Paulo" (26/12/1982), cuatro, a mi juicio, se extralimitaron del campo que les pertenece y reclamaron el establecimiento de una velada pero truculenta dictadura centrista en el Brasil. Todo bajo el rótulo de una extraña democracia, en la cual no existiría el derecho de discrepar. Y en la cual la libertad -laica, por otra parte- quedaría reducida al derecho -que se confunde entonces con una obligación- de aplaudir aquello que quieren los obispos.

Yo estoy de acuerdo, como ya lo afirmé con énfasis en un artículo anterior, en que al PCB no se le debe reconocer el derecho a funcionar.

Y estoy persuadido de que este derecho no puede ser reconocido por una democracia (como por lo demás por ninguna de las tres formas de gobiemo legítimas). Y esto no porque la prédica comunista constituya necesariamente un gran peligro. En Inglaterra y en los Estados Unidos, por ejemplo, esta prédica es libre, y en cuanto prédica abierta no amenaza a nadie. Como a mi juicio, tampoco constituiría peligro en el Brasil.

Si yo tuviese la desdicha de ser comunista, sería vivamente contrario (por detrás de los bastidores, bien entendido) al reconocimiento legal de mi partido.

Porque tal reconocimiento no conduciría sino a mostrar la irremediable insignificancia de los contingentes electorales de que dispone.

Tanto Luis Carlos Prestes (1) como Giocondo Dias (2) se han  manifestado favorables a la legalización del Partido Comunista. A esto los forzaba la situación de influencia o de mando que detentan en el PCB. Sin embargo, no es nada imposible que uno y otro hayan telefoneado a aquellos prelados, incitándolos “sotto voce" a abogar por el mantenimiento del PCB en la ilegalidad; porque así se ocultaría su vejatoria insignificancia electoral.

Y, por otro lado, así también se reduciría al silencio a los adversarios que el comunismo tiene a la derecha. ¿Qué restaría entonces como obstáculo al comunismo? Tan solo la democracia dictatorial centrista, inspirada por elementos escogidos de la CNBB (3). La cual CNBB, a su vez, comanda a millares de organizaciones católicas infiltradas por el comunismo con éxito espectacular.

Sería, pues, la dictadura centrista, en la cual tendrían muy ampliamente voz y voto los idiotas útiles, los débiles, los simpatizantes, los teólogos de la liberación y, por fin, los casaldáligas (4), para fulminar vituperios contra la molesta derecha y dejar las puertas del aprisco abiertas al lobo comunista.

¿Cómo pueden no desear esto Prestes y Giocondo Dias? Por lo tanto, si concuerdo con aquellos cuatro obispos en que al comunismo no se le debe dar libertad, es porque continúo inquebrantablemente el al principio del glorioso “Syllabus" de Pío IX, que condenó la siguiente sentencia: “Cualquiera es libre de abrazar y profesar aquella religión que, guiado por la luz de la razón, juzgue verdadera" (Denzinger - Umberg, Herder, Barcelona, 24a. ed. No. 1715). Y como no existe libertad de religión, mucho menos existe tal libertad para la irreligión. Para el comunismo, ateo por esencia.

2. Concluyo así el análisis de la opinión de los cuatro obispos y paso a la del Cardenal Arns. Repito que no encuentro ninguno de esos ilogismos en la posición asumida por este.

Como es de costumbre, él es rotundo. Subyacente en lo que dice, está la aceptación de la democracia en el sentido que corrientemente se entiende. Además, parece olvidarse del “Syllabus” de Pío IX. Y a partir de esas dos posiciones, con las que lamento no concordar, extrae una conclusión que también lamento no aceptar.

Sin embargo, en el plano teórico, su posición es coherente.

Puesta en práctica, ésta dejaria en libertad al comunismo, pero también a sus adversarios. Todo conforme se practica, por lo demás, en los EUA y en las naciones europeas que más se ufanan de ser característicamente democráticas. En efecto, en éstas, el PC, o bien tiene representantes en los Parlamentos, o si no los tiene se trata solamente porque no consigue electores suficientes para elegir diputados.

 Repito. Yo discrepo de esta libertad. Porque no es en esto que consiste la verdadera libertad.

Pero reconozco que a partir de presupuestos que no acepto, y que todos los prelados entrevistados por la “Folha” afirman explícita o implícitamente, el único que es lógico es el cardenal Arns.

Notas:

1) y 2) Conocidos líderes del Partido Comunista Brasileño.

3) Conferencia Episcopal de los Obispos Brasileños.

4) Mons. Casaldáliga, Obispo procomunista del Brasil.


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