Plinio Corrêa de Oliveira

AMBIENTES, COSTUMBRES, CIVILIZACIONES

PUEBLO Y MASA

 

"Catolicismo" Nº 14 - Febrero de 1952

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La procesión sigue por los campos fecundados por el trabajo duro y honesto del agricultor. El Santísimo Sacramento sale del sagrario, cruza los umbrales del templo y Nuestro Señor recorre los campos de trigo, colmando de bendiciones la tierra, sus frutos, el trabajo humano y, sobre todo, el trabajador. La escena es rica en armonías profundas. Gracia y naturaleza. La Iglesia y la sociedad temporal, las autoridades y el pueblo, los civiles, los militares y los eclesiásticos, los ricos y los pobres, todo se encuentra y se une, en una dignidad, una sencillez, un sentido de la jerarquía de los valores, que es la mejor y más genuina belleza de este cuadro técnicamente excelente: la bendición de los trigales de Arbois, de Jules Breton.

Tanta variedad, dignidad y bienestar de la persona humana, incluso cuando es modesta, tanta fe profunda, sin el fanatismo de los movimientos de masas suscitados por las modernas técnicas de propaganda, hace pensar en la definición de pueblo dada por el Santo Padre Pío XII en su monumental alocución de Navidad de 1944 (*):

"El pueblo vive de la plenitud de la vida de los hombres que la componen, cada uno de los cuales —en su propio puesto y a su manera— es persona consciente de sus propias responsabilidades y de sus convicciones propias.

"De la exuberancia de vida de un pueblo verdadero, la vida se difunde abundante y rica en el Estado y en todos sus órganos, infundiendo en ellos con vigor, que se renueva incesantemente, la conciencia de la propia responsabilidad, el verdadero sentimiento del bien común.

"En un pueblo digno de tal nombre, el ciudadano siente en sí mismo la conciencia de su personalidad, de sus deberes y de sus derechos, de su libertad unida al respeto de la libertad y de la dignidad de los demás. En un pueblo digno de tal nombre, todas las desigualdades que proceden no del arbitrio sino de la naturaleza misma de las cosas, desigualdades de cultura, de bienes, de posición social —sin menoscabo, por supuesto, de la justicia y de la caridad mutua—, no son de ninguna manera obstáculo a la existencia y al predominio de un auténtico espíritu de comunidad y de fraternidad. Más aún, esas desigualdades, lejos de lesionar en manera alguna la igualdad civil, le dan su significado legítimo, es decir, que ante el Estado cada uno tiene el derecho de vivir honradamente su existencia personal, en el puesto y en las condiciones en que los designios y la disposición de la Providencia lo han colocado".

*   *   *

Manifestação de rua - ACC_1952_014_2.jpgEl otro cliché fija una gran manifestación de masa en nuestros días. Un rebaño humano que piensa y vibra según las ideas o más bien las impresiones que la radio, el cine y la prensa le hacen ingerir, ojos y oídos hacia dentro. Todos sus movimientos, todos sus impulsos, están suspendidos, flotando en la atmósfera, planeando sobre la ciudad como una tormenta cuya fuerza sólo sirve para destruir. ¿Destruir qué? Nadie lo sabe. Lo que quieran los "técnicos" en la fabricación de la opinión pública. Así manipulada, esta pobre gente esto es seguro no construirá una catedral, pero podrá destruirla; no construirá una ciudad, pero podrá incendiarla.

Las masas, infelices masas anorgánicas, que viven del movimiento que les llega de fuera, van donde no saben, no tienen jefes naturales, ni jerarquía propia, ni diferenciación interna de ningún tipo. No es un organismo. Se trata de una yuxtaposición física de hombres, en el fondo aislados unos de otros como los granos de arena de la playa, que se yuxtaponen unos a otros, pero que no tienen entre sí ninguna interpenetración de vida espiritual, "convivencia" en el sentido exacto del término.

¿Y cómo no pensar, a la vista de esto, en la definición de Pío XII, en el mismo discurso, sobre la masa?:

"La masa es por sí misma inerte, y no puede recibir movimiento sino de fuera.

"La masa, por el contrario, espera el impulso de fuera, juguete fácil en las manos de un cualquiera que explota sus instintos o impresiones, dispuesta a seguir, cada vez una, hoy esta, mañana aquella otra bandera.

"De la fuerza elemental de la masa, hábilmente manejada y usada, puede también servirse el Estado: en las manos ambiciosas de uno solo o de muchos agrupados artificialmente por tendencias egoístas, puede el mismo Estado, con el apoyo de la masa reducida a no ser más que una simple máquina, imponer su arbitrio a la parte mejor del verdadero pueblo: así el interés común queda gravemente herido y por mucho tiempo, y la herida es muchas veces difícilmente curable.

"En un estado democrático “dejado al arbitrio de la masa, la libertad, de deber moral de la persona se transforma en pretensión tiránica de desahogar libremente los impulsos y apetitos humanos con daño de los demás. La igualdad degenera en nivelación mecánica, en uniformidad monocroma: sentimiento del verdadero honor, actividad personal, respeto de la tradición, dignidad, en una palabra, todo lo que da a la vida su valor, poco a poco se hunde y desaparece".

Y en efecto: ¡analicese esta masa y no se encontrará en ella ningún sentido del honor, ninguna riqueza de  personalidad, ningún amor a la tradición!


NOTA

(*) Para un estudio más profundo de esta alocución sugerimos a nuestro visitante una consulta al libro del Prof. Plinio "Nobleza y élites tradicionales análogas en las alocuciones de Pío XII al Patriciado y a la Nobleza romana", Parte I, Capítulo 3: Pueblo y masa — Libertad e igualdad en un régimen democrático: conceptos genuinos y conceptos revolucionarios. Las enseñanzas de Pío XII

Para evitar errores de traducciones seguidas, los textos de la alocución han sido retiradas de la página web del Vaticano.