El ángulo de 
		visión doctrinal en el que nos situamos en el confronto de hoy es el de 
		León XIII en su profunda y luminosa Encíclica sobre la Historia, 
		titulada 
		
		
		"Parvenu 
		à la vingt cinquième année 
		
		[en português] y
		
		
		
		aquí en español".
		Enseña el gran Pontífice que todo el progreso del Occidente cristiano 
		nunca habría existido sin la acción sobrenatural de la Iglesia. Fue Ella 
		quien elevó a la humanidad al alto nivel moral que alcanzó en la Edad 
		Media; fue Ella quien enseñó a los pueblos los principios de la 
		sabiduría política y social de los que derivó la aparición de la 
		civilización justamente llamada cristiana; fue en su seno donde 
		florecieron la teología, la filosofía, las artes y la vida social.
		El estallido del protestantismo en el siglo XVI representó la primera 
		revuelta victoriosa de la humanidad contra la Iglesia de Dios. La 
		Iglesia predicaba la sumisión de la razón a la Fe; la subordinación de 
		los fieles a la Sagrada Jerarquía; la pureza de costumbres en su forma 
		más sublime, es decir, el matrimonio monógamo e indisoluble y la 
		castidad perfecta para los que no viven en estado matrimonial. El 
		protestantismo enseñó la esclavitud de la Fe a la razón, del gobierno 
		eclesiástico al pueblo, abolió el celibato de los clérigos e instituyó 
		el divorcio. La Revolución Francesa fue, en el siglo XVIII, la extensión 
		del protestantismo. Proscribió todos los cultos, proclamó la soberanía 
		de la razón, extendió el divorcio a los países católicos y puso todos 
		los poderes civiles en dependencia del pueblo soberano, precisamente 
		como el protestantismo había puesto los órganos de dirección 
		eclesiástica en dependencia del pueblo. En los siglos XIX y XX, el 
		comunismo es la prolongación y el paroxismo de esta tendencia: igualdad 
		absoluta incluso en el ámbito económico, ateísmo radical, amor libre. En 
		definitiva, tres revoluciones que no son más que tres etapas en la 
		marcha del mundo hacia un profundo abismo.
      
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      Naturalmente, estas catástrofes 
		sucesivas produjeron gradualmente sus efectos en los ambientes, en las 
		costumbres, en toda la transformación de la civilización. Las herejías y 
		los heresiarcas, considerados en orden cronológico, fueron siendo cada 
		vez más depravados de alma o del cuerpo, más escandalosos, peores. Es 
		que a medida que se acentúa el proceso de descomposición, más activos se 
		vuelven sus síntomas. Y a medida que la impiedad se torna o se supone 
		más estable en su triunfo, tanto más libremente muestra su verdadera 
		fisonomía.
      
        
          
            | Aquí tenemos, por el pincel de 
			Lucas Cranach Senior, un grupo de hombres con toda la apariencia 
			externa de gravedad, de compostura, de recogimiento: de izquierda a 
			derecha, Lutero, Juan Ecolampadio, Federico el Magnánimo, Elector de 
			Sajonia, Zwinglio y Melanchton, es decir, los hombres que inundaron 
			de sensualidad Alemania, Suiza, el mundo. Pero aún quedaban entre 
			los propios herejes residuos de moralidad, restos de la influencia 
			católica: el pueblo no seguiría a los líderes religiosos que no 
			conservaran algunas apariencias de recogimiento y gravedad. |  | 
        
       
      
      ¿A qué se reducen hoy estos residuos de la influencia 
		católica en ciertos ambientes? Prácticamente a cero. Y el espíritu de 
		los heresiarcas -que es el mismo en todos los siglos y para todas las 
		doctrinas- se muestra hoy mucho más cínicamente a la luz del sol.
      
        
          
            | 
       | Nuestro otro cliché muestra a 
			un heresiarca del siglo XX, el famoso "Padre divino" 
			["Father divine"], que obtiene 
			los sufragios entusiastas de la gente pequeña de nuestros días, como 
			el astuto demagogo que fue Lutero los obtuvo de la gente pequeña de 
			su tiempo. El rostro del PADRE DIVINO brilla de la alegría de vivir. 
			Todo su cuerpo parece saturado de bienestar. Su joven y bella novia 
			da una impresión idéntica. | 
        
       
      El espíritu de rebelión de la 
		sensualidad vivía en el miedo y en secreto en el siglo XVI. Y en el 
		siglo XX, tan grande es su victoria, que se muestra sin tapujos. La fe, 
		la pureza, estas, por desgracia, se imaginan en la contingencia de vivir 
		en secreto...
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								[Traducción 
								realizada con la versión gratuita del traductor 
								 
								
								
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