Plinio Corrêa de Oliveira

AMBIENTES, COSTUMBRES, CIVILIZACIONES

Religiosidad, o pseudo-religiosidad,

en el arte de Rouault

"Catolicismo" Nº 34 - Octubre de 1953

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La revista “Fede e Arte”, editada por la Comisión Pontificia de Arte Sacro de Italia, ha publicado recientemente un artículo de Michele Guerrisi sobre “El arte religioso y la crisis del gusto contemporáneo”. El artículo contiene interesantes consideraciones sobre Rouault, algunos de cuyos temas transcribimos aquí.

"Así como ha habido artistas” —escribe Guerrisi—, “que por su sincero sentimiento religioso, y a veces sólo por su pietismo (el de Dolci, por ejemplo) fueron durante mucho tiempo sobrevalorados, incluso desde el punto de vista artístico, hubo otros cuyo débil sentimiento religioso debió al valor artístico únicamente su importancia histórica. Un ejemplo de estos últimos es Caravaggio: las diversas repercusiones que suscitó su obra (desde los sacerdotes que no querían tener en la Iglesia algunos de sus cuadros por ser irreverentes y vulgares, hasta la exaltación indiscriminada de sus admiradores modernos) no pueden considerarse todavía lo suficientemente maduras para un juicio sereno y claro. Es cierto que su Magdalena no es más que una campesina regordeta, que no tiene nada que ver con María de Magdala, trágica y afligida penitente; que su Abraham está a punto de decapitar a Isaac con la ferocidad de un asesino, y no con un espíritu de superior y divina obediencia; y que no había ninguna razón, ni artística ni religiosa, para plegar de tal modo las vestiduras de la Virgen muerta, que esta parece, menos la dormitio Virginis, [N.C.: aquí parece que faltan palabras en el texto original de Catolicismo]…. de que sensacionales: el que tiene buen olfato encuentra aquí, inventivo, preocupado únicamente por los efectos, una persona ahogada. Más recientemente, por el mismo error que no sabe distinguir y a la vez establecer relaciones entre arte y religión, ha habido quienes han querido ver en el realismo de la estupenda obra de Caravaggio el único arte religioso de la época, dejando de lado, con exagerada premura, tantas actividades de ese siglo que fue uno de los más activos de la historia del cristianismo.

"Y fue en nombre de estos errores de estética que la propia expresión del sentimiento fue sustituida a menudo por los esquemas abstractos del figurativismo. Fue la semejanza externa de los esquemas figurativos de Rouault con el frontalismo bizantino, con el imponente volumen de masa románico, con las vidrieras góticas (esquemas de formas y sentimientos que fueron altamente religiosos), lo que llevó a algunos a ver en ese pintor no sé qué agudo sentimiento místico. No se percibió que esos esquemas no nacieron de una auténtica emoción religiosa. Tienen su origen en una necesidad arcaizante que los sitúa al mismo nivel que la escultura negra imitada por los Matisse y por los Picasso, y lo más de las veces en un hábito de oficio consistente en marcar las distintas zonas cromáticas con signos anchos y oscuros, que recuerdan las soldaduras de plomo de las antiguas vidrieras, de las que Rouault fue, de joven, un hábil restaurador.

"Si una crítica más prudente hubiera profundizado en esa extraña figuración, sólo habría encontrado allí el amor a lo nuevo, a lo extraño, a lo disforme, a lo monstruoso, para el que los episodios religiosos sólo sirven de vago pretexto, formas externas de fingir una necesidad expresiva a través de una emoción equívoca que no pasa de ficción. Si los críticos hubieran sabido ver mejor, habrían observado que Rouault representa con los mismos rasgos el rostro de Cristo, el de sus payasos y el de père Ubu. Se diría que el artista sólo habla un idioma, y no tantos como los de sus personajes. En este caso, se haría una afirmación inexacta: aquello no es un lenguaje con el que se pueda decir todo, sino un simbolismo cualquiera, un grafismo vacío de consistencia expresiva. Su aparente religiosidad carece de caridad, e ignora cualquier iluminación mística, como la propia catarsis artística”. Y más adelante añade: “Una reciente exposición romana de los grabados de Rouault recogidos en el volumen titulado Miserere puso en evidencia el lado sistemático, convencional, exterior, diría que casi exclusivamente tecnicista, de un proceso presentado como trouvailles, expedientes de la naturaleza de los que sirven para impresionar a los niños”.

Este artículo se ilustra con varios clichés, de los cuales publicamos dos. Al compararlos, el lector no dudará en afirmar que en el “Santo Rostro” y en el “Payaso” Rouault pintó al mismo hombre.

Todo esto nos hace reflexionar. Rouault no es un artista aislado. Está a la cabeza de toda una corriente que a su vez se entrelaza con otras similares a él. Es todo un vasto movimiento, que ha tenido a su favor el apoyo de una propaganda atronadora, el encanto que la extravagancia, la aberración, la novedad abstrusa y paradójica ejerce sobre los hombres en períodos de decadencia. Son armas poderosísimas que en los últimos tiempos han derribado, casi al primer impacto, ideas, costumbres, sistemas e instituciones casi sin número. Y estas armas se esgrimen con incesante celo, a favor no sólo de Rouault y su escuela, sino de todo lo relacionado con ella.

No sería difícil imaginar qué mundo, qué ambiente, qué costumbres, qué “civilización” nacerían de la victoria de este arte sin arte, de esta religiosidad absolutamente vacía de auténtico y sano contenido religioso.

Pero esperamos firmemente que la Providencia salve al mundo de esta situación extrema.

Traducción realizada con la versión gratuita del traductor www.DeepL.com/Translator