Plinio Corrêa de Oliveira

AMBIENTES, COSTUMBRES, CIVILIZACIONES

Triunfos de la técnica y encantos

de la naturaleza

 

"Catolicismo" N.º 99 - Marzo de 1959

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Lo que come en un año una familia estadounidense constituida por los cuatro miembros que se ven en el cuadro. Un primer golpe de vista causa una impresión de abundancia, acentuada por el aspecto risueño y saludable de padres e hijos. Sin embargo, un examen más detallado de la imagen hace pensar. A excepción del racimo de plátanos de la izquierda, lo demás son conservas, enlatadas o no, y alimentos empaquetados. En otras palabras, algunos son alimentos industrializados, otros son naturales, y otros están sujetos a los retrasos, la agitación y a los frigoríficos que imponen un largo transporte, desde el punto de producción hasta el punto de consumo, quizás a través de una cadena de intermediarios.

Dada la excelencia de la materia prima, y teniendo en cuenta todas las mejoras que se han introducido en las técnicas de transporte y conservación de los alimentos, es bastante comprensible que no se perciban efectos directamente nocivos por la ingestión de estos alimentos. Pero cuando se ven tantos productos en un estado muy diferente al que le es natural, y se piensa que no es sólo una familia, no sólo los Estados Unidos, sino naciones enteras, el mundo entero, que viven cada vez más bajo este régimen, uno se pregunta... Y la pregunta salta a los labios de forma incoercible: ¿realmente no hay daño en tanta "desnaturalización"?

Y más aún porque no es sólo en el campo de la alimentación, sino en casi todo, que la tecnología se apodera del hombre y lo aleja de la naturaleza.

¿No habrá algún límite que imponer a esta "tecnificación" tan amplia, tan universal?

*   *   *

En la pintoresca capital [del estado] de Bahía, tan querida por todos los brasileños, los alimentos se exponen al natural en un mercado. No han pasado por una complicada cadena de intermediarios, ni aparcaron, rígidos y congelados, en frigoríficos, ya que el sistema de transporte y comercio es allí mucho más elemental. Llenos de sabor y vida, pasarán del mercado a las sartenes, donde serán transformados en manjares por las famosas cocineras de Salvador.

¿Más atraso? Tal vez. Pero ¡cuánto más humano, cuánto más agradable, cuánto más aplacible es este atraso que permite que subsista un delicioso aspecto de vida en aquello que alimenta al hombre!

¿No habría en eso algo a proteger contra la acción omnímodamente invasora de la técnica?

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