Plinio Corrêa de Oliveira

AMBIENTES, COSTUMBRES, CIVILIZACIONES

Camina hacia el infantilismo

el siglo XX

 

"Catolicismo" N.º 154 - Octubre de 1963

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¿C

ómo no sonreír al ver esta fotografía del gran Churchill en la flor de la vida, a la edad de 15 años, con el atuendo típico de los alumnos del famoso Harrow College?

La seriedad del atuendo, varonil, doctoral, incluso solemne, convierte al adolescente en una miniatura de ministro de Estado o consejero de la Corona. El joven, en un ardiente anhelo de responsabilidades, madurez y acción, se siente compenetradisimo de la incipiente importancia que parece darle su traje. Su actitud es la de alguien que se considera de una estatura proporcionada a los problemas del Imperio Británico y del mundo.

No se trata aquí de analizar el traje o la persona sino como expresión de una pedagogía que pretendía formar desde muy temprano en el niño el deseo de ser hombre en la plenitud intelectual y moral del término. De modo que todas las facultades del alma se orientaban y entrenaban para los grandes desafíos, las grandes misiones, los arduos deberes de la vida pública o privada.

El resultado fue un Churchill y toda una generación de ingleses que llenaron la Historia con el brillo de su personalidad y la grandeza de sus actos, buenos... o a veces malos.

Pero la Revolución, con un viento letal que hace que todo se marchite, decaiga, disminuya en belleza y valor, soplando sobre la concepción que los hombres tienen de sí mismos, terminó por hacer objeto del aplauso general, no ya el hombre sesudo, antipático a los ojos de la superficialidad moderna por el hecho mismo de ser sesudo, mas al individuo “simpático”. Y por tal se tiene el chico joven de cualquier edad, divertido, despreocupado, superficial, irreflexivo, todo hecho de una cierta espontaneidad lúdica.

Al igual que debe haber una relación entre un cuadro y su marco, también debe haber una relación entre la persona y el traje. El tipo humano ha cambiado: cambió también el traje. En consecuencia, los adolescentes se visten como niños hasta lo más tarde posible. Y los hombres permanecen con estos trajes todo el tiempo que pueden, y por esta razón cuando veranean se visten como los chicos no se vestirían, aun veraneando, cuando Churchill tenía 15 años.

El autor exagera, dirán algunos lectores. Atribuye a todos una actitud que sólo adoptan algunos excéntricos. Excéntricos que, por esta razón, permanecen al margen, señalados por todos. En una palabra, el autor ve las excepciones como si fueran la regla.

Pues bien, aquí tenemos a un político, a un estadista, Truman cuando era Presidente de los Estados Unidos, con un traje que Churchill a los 15 años habría juzgado extravagante e infantil. Y dejándose fotografiar de esta manera, con la certeza de que así se consigue cierta popularidad. ¿Defecto sólo de Truman? En absoluto. No es del hombre de quien queremos hablar aquí, sino del estilo, que no es el suyo, sino el de la época. Deficiencia, sí, de toda una concepción de los hombres y de las cosas que ha cambiado, cuya influencia puede verse —aunque quizá de forma menos marcada— incluso en fotografías más o menos recientes de Churchill.

Pero cuando la concepción de lo que debe ser un hombre estándar se transforma hasta tal punto, ¿qué sorpresa se puede tener de que todo esto dé en "Twist" y "rock-and-roll"?

El que siembra vientos…