Plinio Corrêa de Oliveira

AMBIENTES, COSTUMBRES, CIVILIZACIONES

La tradición glorificada en la más

famosa fiesta popular brasileña

 

"Catolicismo" N.º 163 - Julio de 1964

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Una de las más audaces mistificaciones de la Revolución (*) consiste en presentar al pueblo como si fuera un “mare magnun” oscuro, revuelto y desordenado, siempre a punto de estallar, en cuyas profundidades insondables y misteriosas los odios, la envidia la crueldad estarían a fermentar y rugir sin cesar, dispuestos, al choque del menor obstáculo, a desbordarse y demoler toda la estructura social.

Desde este punto de vista, “pueblo” sería sinónimo de Revolución, y por tanto antónimo de jerarquía y tradición.

Esto que la Revolución insinúa, y a veces incluso proclama, sobre el pueblo en general, se complace en afirmarlo con especial insistencia en lo que respecta a las aglomeraciones obreras de las grandes ciudades, y especialmente de las favelas (**). Allí sólo vivirían hienas humanas, dispuestas a esperar el momento oportuno para descender sobre la ciudad, dominándola, rompiéndola e implantando sobre sus escombros el pendón de la miseria triunfante.

La Revolución sólo sabe mentir. En lo que pueda decir de verdad hay una insinuación unilateral o una exageración. Todo para servir eficazmente a la expansión de las tinieblas, al progreso del error y del mal.

Por eso, tal visualización de las disposiciones de la masa popular es, en Brasil, exagerada en algunos aspectos, descaradamente falsa en otros.

Lo dice muy bien, en el pasado reciente, la indiferencia, cuando no la antipatía formal con la que las poblaciones rurales y urbanas, incluso en Río [de Janeiro] y São Paulo, observaron las prédicas bolcheviques del Sr. João Goulart. Pero la Revolución, que es aún más tendenciosa en lo que pasa por alto que en lo que dice, guarda silencio sobre este aspecto de la realidad. Y sigue con su interminable parloteo de “eslóganes” sobre masas revueltas listas para estallar, etc. etc.

Por ello, no está de más que lo refutemos destacando la verdad al respecto desde un ángulo diferente.

Volvamos ahora la vista a Río [de Janeiro]. Las masas urbanas de Guanabara (***), como gruñe la Revolución aquí y proclama descaradamente en el extranjero, sólo soñarían con el comunismo. Estarían —por incontenible idiosincrasia— ávidos de destruir en Río todas las estructuras, todos los símbolos, todas las notas típicas de nuestra actual sociedad burguesa y, “a fortiori”, de nuestro pasado aristocrático y monárquico. Y esto para sustituirlos por los nuevos aspectos, de la sociedad proletaria.

En otras palabras, nuestra tradición sería odiosa para ellos, como lo es para todo comunista. Y, como ejemplo, según esta versión, las masas cariocas (****) mirarían las instituciones de nuestro pasado precisamente con el odio con el que los miembros del PC ruso (no confundir con los rusos “tout court”) miran el pasado zarista de su país.

¿Qué haría el ensañado Partido Comunista de la Unión Soviética si, por ejemplo, personas con diademas reales e imperiales, vestidas como condes y marqueses, desfilaran festivamente por las calles de Moscú, simplemente por el gusto de llevarlas y de hacer brillar la belleza de estos adornos, símbolos de los principios, instituciones y estilos de vida que el comunismo más execra, ante los ojos de una población que aplaude? Movilizaría tanques, cañones, gases lacrimógenos, todo el terrible material de sus represiones policiales, para acabar con esa fiesta. Porque lo que recordaría, y lo que es el comunismo, son cosas que “hurlent de se trouver ensemble”.

Y sería comprensible —aunque injustificable— que el PC ruso actuara así, pues la coexistencia de estas cosas realmente apesta. Donde una está, la otra no puede, absolutamente no puede estar.

Nuestros clichés muestran aspectos pintorescos del carnaval de Río en este año de 1964. Vestidos de rey y reina, o a la manera de los nobles de las antiguas y pomposas cortes, desfilan los miembros de las escuelas de samba, alegres en evocar nuestro pasado.

Una conocida revista de Río de Janeiro publicó un reportaje sobre el evento con el característico titular: “Modestos trabajadores y empleadas domésticas se transformaron por una noche en reyes, príncipes, condes, reinas y marqueses”.

El tema de una de las principales escuelas de este año fue el matrimonio de D. Pedro I con la emperatriz Dña. Amelia de Leuchtenberg.

Está claro que estos trajes no pretenden ser de una fidelidad pesada y erudita a los modelos realmente utilizados en la época que se pretendió evocar. La imaginación popular, fértil en engendrar lo fabuloso, presentó aquí a la realeza y a la aristocracia tal como las imagina. Y el característico encanto del negro daba al conjunto una nota viva y encantadora. Es nuestra más remota tradición como perdura en las capas más profundas del alma popular.

Y tú, que afirmas que el pueblo odia la tradición, ¿qué dices a esto, oh madre de la mentira, oh Revolución falaz?


NOTAS

(*) Las palabras “Revolución” y “Contra-Revolución”, son aquí empleadas en el sentido que les da el Prof. Plinio en su libro “Revolución y Contra-Revolución”, cuya primera edición apareció publicada en el número 100 de la revista “Catolicismo”, en abril de 1959.

(**) Favela es el nombre dado en Brasil a los asentamientos precarios o informales que crecen en torno o dentro mismo de las ciudades grandes del país. Este término portugués muy usado en Brasil es sinónimo de chabola o comuna, en castellano.

(***) El Estado de Guanabara (en portugués: Estado da Guanabara) fue un estado (equivalente a la provincia española) de Brasil que existió desde 1960 hasta 1975, en el territorio correspondiente a la actual ubicación del municipio de Río de Janeiro. En su área, estuvo localizado el antiguo Distrito Federal de Brasil (1889-1960). La palabra Guanabara proviene del tupí-guaraní Guaná-pará, y significa «seno del mar».

(****) Carioca: Se dice de los naturales de Río de Janeiro, perteneciente o relativo a Río de Janeiro.

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