Plinio Corrêa de Oliveira

AMBIENTES, COSTUMBRES, CIVILIZACIONES

La India añora a los Maharajás

 

"Catolicismo" Nº 195 - Marzo de 1967

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El vistoso turbante de tela tejida, que se dispone con pulcritud y cierta complejidad sobre la cabeza, no carece de auténtica dignidad. Pero sería demasiado pesado si una delicada “aigrette” no compensara este inconveniente con su ligereza. Una joya de piedras brillantes fija el “aigrette” [N.C.: penacho] en el turbante y acentúa la nobleza de la prenda.

La túnica que llega hasta las rodillas, de un tejido alegre y precioso, está adornada por un hermoso cinturón y por varias condecoraciones.

El personaje se apoya ligeramente en una espada ricamente adornada.

Pasemos ahora al análisis de la sala (foto de abajo)

La primera impresión que causa es de magnificencia y exuberancia sin igual. A medida que el ojo se acostumbra, notará que esta magnificencia no es el resultado de una profusión desordenada. La sala está compuesta, desde el punto de vista estético, por varias bandas, armoniosas entre sí.

Paralelamente al suelo, las paredes presentan toda una “zona” de belleza. Justo encima, otra franja. Luego, hasta el techo algo arqueado, otra zona. Pero ya allí la zona se diversifica de pared a pared, hasta tocar el fabuloso y rico techo.

Entre el personaje y la habitación hay un vínculo. Si alguien viera un “beatle” en la sala, se escandalizaría. Si vieran al personaje en ella, pensarían que es la cosa más natural del mundo.

Y efectivamente el personaje es el Maharajá de Jaipur, y la habitación forma parte del admirable palacio de los Maharajás de Jaipur en Amber, India.

¿A qué vienen estas antiguallas que aborrece el hombre del siglo ACC_1967_195_2.jpgXX?, dirá algún progresista que nos lea. Hoy en día la gente execra este tipo de cosas. No hay sensibilidad para ellas en el alma del hombre moderno. Además, despiertan el odio y la sed de venganza.

La India de hoy, diría el lector progresista, no contiene ningún vestigio vivo de esta India de museo, tradicional y enmohecida. Ella es total y exclusivamente la India modernizada y socialista de Gandhi, Nehru e Indira.

Y precisamente en esto radica el interés del artículo publicado hoy en esta sección.

La Revolución suele presentar al pueblo como fundamentalmente hostil a todas las tradiciones, sean buenas o malas, justas o injustas. De este modo, pretende destruir por el desánimo, toda resistencia de los adeptos de la Tradición. Es un embuste más que se suma a sus muchos otros.

En realidad, en materia de Tradición, como en todo lo demás, es necesario separar el trigo de la cizaña. Hay tradiciones que merecen sobrevivir. Y las hay que no lo merecen: es el caso, en la propia India, de la incineración de las viudas, justo después de la muerte de sus maridos, o el imbécil culto a los animales sagrados.

Entre las tradiciones que merecen sobrevivir, algunas tienen raíces débiles, y pueden ser eliminadas sin un enorme daño para la nación. Pero hay otras que no se pueden tocar sin desfigurar el alma misma de la nación, su proceso de continuidad histórica, su propia identidad consigo misma.

Lo sienten profundamente muchos pueblos, a pesar de toda la propaganda contra la Tradición que como un tifón barre el universo.

En la India de los Maharajás, por ejemplo, habría que modificar muchas cosas. Pero esta obra nunca podría degenerar en una tabula rasa —en la vida de la India actual— de todos los tesoros del arte, la cultura y el talento de la India tradicional. Tampoco podría degenerar en una sustitución sumaria y total de la India grandiosa, legendaria y poética conformada por los siglos, por un estado socialista prosaico y vulgar como es la India actual: una especie de India organizada al estilo sueco, es decir, todo lo más paradójico e inorgánico.

La India de hoy son los hindúes que viven en la actualidad. Y no aprobaron una transformación tan radical, indiscriminada y brutal.

El resultado está ahí. Después de una amplia ola socialista, el pueblo se vuelve nostálgico, hacia personas que representan lo que merecería sobrevivir de la India de antaño.

De un largo y sustancioso despacho del corresponsal de la AFP en Nueva Delhi, fechado el 15 de enero p.p., destacamos este extracto:

“El líder de los comunistas indios, al comentar la preparación de las listas de candidatos para las elecciones parlamentarias del próximo mes, exclamó: “¡Esto es restauración! Nunca ha habido tantos Maharajás en las listas como este año”.

Y esto es seguro. Los informes de diferentes partes de la India coinciden: nunca antes los partidos políticos del país (sin incluir a los comunistas, por supuesto) habían adulado tanto a los príncipes, pequeños y grandes, para obtener el voto popular.

Antes de que se celebren las cuartas elecciones generales de la India independiente, una cosa ya se está poniendo de manifiesto: veinte años después de haber perdido sus poderes feudales, la mayoría de los seiscientos Rajás que en su día se repartieron la mitad de la India siguen siendo una fuerza política.

“Grandes familias ilustres que reinaron sobre vastos estados de Radjastan, Pundjab y Madhya Pradesh, y que de hecho nunca dejaron de dominar la política local, y cientos de oscuros pequeños príncipes vuelven al primer plano político”.

Y la correspondencia concluye:

“No hay, en efecto, ningún 'Partido de los Príncipes' en la India, que representaría la peligrosa unión de los reaccionarios y los feudales. Si lo hubiera, no habría otro remedio que admitir este año un retroceso del Partido del Congreso en el poder, que durante veinte años ha prometido la construcción de una democracia socialista en la India.”

De hecho, las elecciones, celebradas hace unos días, indican un fuerte retroceso de la izquierda, al que corresponde un pronunciado avance de la derecha.

No es desde el punto de vista político que en esta sección analizamos este curioso fenómeno. No entramos en el fondo de la cuestión de la forma de gobierno. Al margen de su aspecto político, este renacimiento de la popularidad de los Rajas indica una reacción de alma muy importante desde el punto de vista de los “Ambientes, Costumbres, Civilizaciones”. En resumen, el pueblo hindú está harto del socialismo trivial y rastrero sin vuelo. Y se dirige a la Tradición en busca de esta cosa indispensable: horizontes elevados para el alma.

Traducido con auxilio de www.DeepL.com/Translator (free version)