Plinio Corrêa de Oliveira

 

Estirpes familiares - III

 

"Santo del Día", 1º de junio de 1966

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A D V E R T E N C I A

Este texto es adaptación para publicación en el boletin El Perú necesita de Fátima de cinta grabada con la conferencia del profesor Plinio Corrêa de Oliveira dirigida a socios y cooperadores de la TFP,  sin haber pasado por ninguna revisión del autor.

Si el profesor Corrêa de Oliveira estuviera entre nosotros sin duda pediría que fuera colocada una explícita mención a su filial disposición de rectificar cualquier eventual discrepancia en relación al Magisterio inmutable de la Iglesia. Es lo que hacemos constar, con sus propias palabras, como homenaje a tan escrupuloso estado de espíritu:

“Católico apostólico romano, el autor de este texto se somete con filial ardor a las enseñanzas tradicionales de la Santa Iglesia. No obstante, si por lapso, algo en él hubiera en desacuerdo con dichas enseñanzas, desde ya y categóricamente lo rechaza”.

Las palabras “Revolución” y “Contra-Revolución”, son aquí empleadas en el sentido que se les da en el libro “Revolución y Contra-Revolución”, cuya primera edición apareció publicada en el número 100 de la revista “Catolicismo”, en abril de 1959.


 
Estirpes familiares - III

En la organización de la sociedad familiar se debe tener como punto de referencia los valores del pasado. Y no el rompimiento con las tradiciones, como pregonan ciertos adoradores de la modernidad.

 

En la familia patriarcal, como la que vemos en este cuadro, el papel del abuelo daba estabilidad para preservar las características propias de generación en generación.

 

Prosiguiendo con esta serie de artículos sobre las estirpes, presentamos en esta ocasión los tópicos principales de la tercera y última parte de la conferencia del Dr. Plinio Corrêa de Oliveira, pronunciada el 1º de junio de 1966, sobre el concepto de estirpe familiar; su papel en la formación de los miembros de una familia; su independencia con relación al Estado; su contribución al origen de los pueblos y su misión histórica en la constitución de un país.

*   *   *

“Si hubiese en una familia caracteres muy definidos, diseminados por una parentela muy remota pero muy unida, en que todos tengan la sensación viva de ser miembros de la misma familia, cada miembro será amparado por un grupo social independiente del Estado. La familia es una potencia, un todo; ella se mueve independientemente del Estado; constituye una célula con la cual el Estado tiene que contar; sus miembros no dependen de ningún organismo estatal de asistencia social; si empobrecieran, la familia los ayudará; los parientes constituyen el medio propio de formar sus relaciones, que les asegura una posición social (...).

Con relación a instituciones de esta naturaleza, el Estado tiene un poder muy limitado: si alguien nació en determinada estirpe, el Estado no lo puede promover mucho más allá de eso. Una estirpe definida es el factor de la propia independencia del individuo; crea una barrera contra el Estado.

La familia en la historicidad de un país

Una sociedad rica en estirpes es aquella en que hay grupos sociales muy importantes, a los cuales el Estado en todo momento debe tomar en consideración. Una sociedad sin estirpes, donde sólo existen parentescos vagos y las familias se debilitan, es característicamente la sociedad de hoy. En la organización feudal y medieval, la materia prima eran las estirpes. Son uno, dos, diez siglos de continuidad histórica realizada por esas estirpes.

Cabe notar que los historiadores son acordes en afirmar la existencia de obras que necesitan ser llevadas a cabo por varias generaciones. Por ejemplo la fundación de ciertos países, el desarrollo de determinada política, la creación de ciertas fuentes de prosperidad. La institución que, por derecho natural, asegura la realización de la obra histórica a través de las generaciones es la familia.

Es la estirpe la que hace que, a lo largo de las generaciones, una dinastía realice una obra, una familia de campaneros perfeccione cierto tipo de campanas, una familia de viticultores llegue a producir un vino excelente, o una de maestros logre un sistema didáctico incomparable. Son obras de generaciones, y son las obras más profundas de la Historia. Por derecho natural, deben ser desarrolladas por estirpes.

Punición o recompensa a las familias incluso en esta tierra

Los hombres, siendo eternos —en el sentido de la inmortalidad del alma humana—, serán juzgados en la vida eterna; pero las naciones, no siendo inmortales, recibirán el premio o castigo aquí en esta tierra. Lo mismo se da con las familias: como tales, no se salvan ni se pierden; tienen la recompensa de sus cualidades o la punición de sus defectos ya en esta tierra. Ciertas familias probablemente tengan hasta su ángel de la guarda propio.

Este es el misterio del que nos habla muchas veces la Sagrada Escritura: familias que son llamadas a una cierta misión, la rehúsan y salen del escenario histórico; otras que corresponden a la gracia, comienzan a florecer y Dios hace nacer en ellas hombres inteligentes, capaces, ilustres.

 

Alfombras, campanas, vinos, quesos, jamones... Cuando productos como éstos alcanzaron una excelencia reconocida, en la raíz del éxito estaban familias que los perfeccionaron, muchas veces a lo largo de siglos.

 

Esto no quiere decir que cada familia que empobrezca, sea debido a un castigo; sino que, de un modo general, puede decirse que la ascensión o decadencia de las familias está relacionada con el uso que hayan hecho de las gracias divinas.

Un hombre, pues, asegura la continuidad y ascensión de su estirpe al practicar actos de virtud que se suman, como en una balanza, aquí en la tierra. El bien obrado por el abuelo recaerá sobre el nieto. Y muchas veces la punición de uno acaba cayendo sobre el descendiente [1]. Tal es la continuidad de la familia, que su balanza es una sola ante la justicia divina.

La fuerza de la tradición

“El soplo impetuoso de un nuevo tiempo arrastra con sus torbellinos las tradiciones del pasado; pero así se pone en evidencia cuáles de ellas están destinadas a caer como hojas muertas, y cuáles, en cambio, tienden a mantenerse y consolidarse con genuina fuerza vital” [*].

[*] Alocución al Patriciado y a la Nobleza romana, 11 de enero de 1951. Discorsi e Radiomessaggi di Sua Santità Pio XII, Tipografía Políglota Vaticana, vol. XII, p. 423.

 

La familia moderna vive de lo anti-connatural

Una de las razones del tedio que se observa en la vida familiar de hoy consiste en que muchas veces son familias frustradas; las personalidades y la conversación también lo son; y una de las frustraciones —¡cuánta maldición de ahí proviene!— es que no nacieron todos los hijos que debían [a causa del aborto, del control artificial de la natalidad, etc.].

En una familia del Ancien Régime [2] —noble o plebeya, porque todas son réplicas unas de las otras, desde la familia del rey hasta la del más pobre— todos piensan y sienten del mismo modo, todos se quieren, la prole es fecunda, la familia existe efectivamente. Si van a pasear juntos, es porque les es connatural estar unos con los otros.

Con la actual decadencia de las familias, todo esto ya no ocurre. Si se conservasen como estirpes, todos sentirían tal afinidad, que cada comentario hecho por uno repercutiría en todos de un modo agradable; sería una especie de sinfonía. ¡Hoy tenemos una cacofonía pobre, con pocos instrumentos y disonantes, porque ya casi no suenan más!”


Notas

[1] A ese respecto, dice la Sagrada Escritura: “Yo soy el Señor, tu Dios; el fuerte, el celoso, que castigo la maldad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación, de aquellos que me aborrecen; y que uso de misericordia hasta la milésima generación con los que me aman y guardan mis mandamientos” (Ex. 20, 5-6).

[2] Antiguo Régimen: Denominación francesa para la época histórica iniciada con el Renacimiento, y que se extiende hasta la Revolución Francesa de 1789.